Nombre Civil: Vincent Ferrier.
Fecha de Nacimiento: 28/11/1853.
Lugar de Nacimiento: Francia.
Fecha de Profesión: 25/09/1875.
Fecha de Defunsión: 16/09/1927.
Estable 1853 – 1927.
Nacimiento: 28/11/1853 — Francia.
Ex Alumno Marista.
12/11/1868: Ingresa al Postulantado.
05/04/1869: (ver nota al final).
Toma de Hábito.
?: Primera Profesión.
Tareas diversas en escuelas.
25/09/1875: Votos Perpetuos. 9 Años en el internado de Bourg de Péage.
1888: Obtiene el Brevet Superior.
15/08/1905: Voto de Estabilidad.
24/11/1906: 53 Años.
Llega a Buenos Aires.
1906-1908: Colegio de la Calle Lorea.
1909: Director fundador del C. La Inmaculada.
1910: Marcos Juárez. Ecónomo del Distrito.
1911-1924: 15 Años en Luján.
Hizo los planos y dirigió la construcción del I. Peralta Ramos.
1925: Ataque de hemiplejía. Es llevado a Villa San José.
Fallecimiento: +16/09/1927 — 74 Años.
Hno. Vincent Ferrier. Proyectó el plano y dirigió el primer cuerpo de edificio de la Villa San José. Construido con rapidez, fue bendecido por Mons. M. Espinosa, Arz. de Bs. As., el 20 de mayo/1910. El 6 de junio se instalaron Hnos. y Novicios, y el 30/8 los Juniores. Su foto se extrajo de una grupal del día 1 de enero de 1907. Tenía 54 años.
Nacido en Gonfaron (Dpto. de Var), el 28 de noviembre de 1853, su padre, Edouard, fue carpintero. Su madre, Honorine Béringuier. Eugène Henry Edouard Escarrat fue alumno de la pequeña escuela marista de su pueblo, próximo al Juniorado de Luc-en Provence.
De madre cristiana, él mismo se presentó al Director de la escuela, Hno. Jean Marie (que figura en las Reglas Comunes, en las decisiones del Capítulo General de 1852. Este mismo año es el de la fundación de la escuela), a fin de responder a lo que consideraba un llamado divino, luego de que dicho Hermano le sugiriera seguir la vocación de sus maestros. Tenía 15 años. Vale hacer notar que la escuela absorbió toda la población escolar del pueblo. Al padre, carpintero de profesión, le costó mucho dejar ir a su hijo, que era el primogénito. Llegó a oponer dura resistencia. La madre, virtuosa cristiana, era de la opinión favorable al llamado divino. Henry progresaba en los estudios.
Era “ un poco exaltado y vivaracho, alegre por demás, en que más de una vez tenía que ser frenado con algunos “ 1 (literalmente, su biógrafo.) Por otra parte, manifestaba pronunciada inclinación a las prácticas religiosas, con una postura muy digna en los actos propios de iglesia. Gran alegría en el H. Director al presentarse nuestro jovencito, y solicitarle cómo habría de hacer para seguir la voz de Dios, que parecía llamarlo a seguir la alta vocación de sus maestros…Al padre hubieron de convencerlo los argumentos de la esposa, y del Cura Párroco…
El 25 de Septiembre de 1875 profesó a perpetuidad, permaneciendo luego 9 años en el Internado de Bourg de Péage, primer centro educativo de la Provincia con ciclo completo de estudios elementales y secundarios. En Septiembre de 1888 fue nombrado Director del Juniorado de Serres, durante un año. En 1889, en Saint-Génis-Laval obtuvo el “Brevet superior”. En varios colegios entre 1889 y 1903 (Dieulefit, Saillans y Caux) como Superior. En Caux, con exalumnos aguerridos, hizo frente a las “hordas combistas”, “en los días trágicos de la persecución”, dice también su biógrafo. De lo cual le resultó el honor de ¡ una prisión preventiva! En Caux estuvo los últimos 8 años de vida en su patria. (Seguimos en esto a su biógrafo, pero no es simple conciliar las fechas.) Colaboró unos meses en el Juniorado de Mondoví, donde profesó Estabilidad (1906).
El H. Constancien, Pcial., pedía refuerzos para el Distrito Argentino. Con 53 años asumió la vocación de misionero. Llegan al Río de la Plata el 26 de noviembre de 1906, junto con el Hno. Constancien. Con su nevada cabellera y su apenas balbuceado idioma castellano, estuvo a cargo del Economato del incipiente Distrito.
Su residencia, al llegar, era el colegio San Vicente (calle Lorea), al lado de los Padres de la Misión. Su ocupación empezó siendo sobre todo la librería.
En 1907 fue encargado de las gestiones para una nueva fundación en Marcos Juárez, incluidas las pertinentes ante los Superiores Mayores, como se decía entonces. Mucho costó la del Cgio. Sgdo. Corazón ( M.J.), por la falta de personal. Pero el intento era importante, ya que se tenía previsto establecer en esa ciudad el Juniorado, lo que no sucedió.
En marzo de 1909 inició su vida educativa también el Cgio. La Inmaculada, del que fue su Director fundador. Estuvo sólo un año. En el receso escolar 1908 – 1909, se trasladó a M. Juárez a fin de ultimar lo que faltaba de la construcción. Durante el año los fondos de la Provincia no dieron para tanto, y se hubo de esperar a los remanentes de fin de curso… Pero habrá contemplado desde el cielo su sueño no realizado: la construcción de la capilla dedicada al Sgdo. Corazón, que tuvo lugar 15 años después de su tránsito. Los 15 últimos años de su vida los vivió como profesor de Matemática y Francés en el C. N. Sra. de Luján/ 1910 – 1924. En EL AMIGO (abril 1919, p.257) se dice de él que “notable profesor de Matemáticas se ocupa de criar conejos en el C. N. S. de Luján. Y le dicen ‘el Viejito.” A su cargo estuvo el plan y la realización de la primera parte de la Casa San José y del I. Peralta Ramos (Mar del Plata), tanta era su capacidad, a pesar de no ser ingeniero ni arquitecto.
Con ocasión del centenario de la Congregación, celebró sus Bodas de Oro de religioso, juntamente con el Hno. Honoratus, su compañero de Noviciado. Y dice su biógrafo: “ … siendo éste el broche de oro de nuestras fiestas en tal aniversario”.
Sufrió un ataque de hemiplejía. Trasladado a la Villa San José, se le reiteró el 8 de diciembre después de la comunión sacramental. Inconsciente hasta su fin, expiró el 16 de Septiembre, 1927. A sus 74 años, con 59 de marista y 21 en nuestra Provincia. Sus tres amores, vividos en el marco de una gran abnegación: el Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señor, la Congregación Marista.
Del diario de la vida del Juniorado, “Lirio de San José”, extraemos la crónica del fallecimiento del Hno. Vicente Ferrer. Está en el número de octubre 1927, tomo VI, pág. 249 – 250.
“Septiembre, día 16 viernes. Al levantarnos oímos la triste noticia del fallecimiento del anciano Hno. Vicente Ferrer.
Cada vez que lo veía, venía a mi mente la ‘Canción del abuelo’ de Teodoro Palacio. “Es un astro que se eclipsa…”
Con su porte digno, su cabellera venerable como la de un patriarca y su rostro siempre animado de amable sonrisa, su palabra pletórica de chispa y gracia formaba un conjunto, una figura simpática y atrayente. Era, como el Seráfico de Asís, un enamorado de la naturaleza y que sabía hablar con las plantas y las aves.
Después de una vida consagrada a la noble misión de educar a la juventud tuvo la muerte serena del justo.
Tomamos de EL AMIGO, los párrafos siguientes, en los que tan bien se describe la personalidad del querido Hno. Vicente.
UN MERITORIO EDUCACIONISTA. El Rvdo. Hno. VICENTE FERRER + En Luján, el 16 del corriente.
A los 74 años de edad, 59 de vida religiosa y más de 45 de enseñanza, acaba de fallecer este digno hijo del Instituto Marista. Los últimos 15 años de docencia, los pasó en Luján, enseñando matemáticas y francés. Desde 1925, se encontraba alejado de la cátedra, aunque no de los libros, pues hasta los últimos días mantuvo su vigor intelectual y su afición por las cuestiones matemáticas en las que sobresalía por su agudo ingenio. Su muerte ha sido tan edificante, como lo fue su vida, tallada a la antigua y forjada en el yunque de todos los sacrificios y abnegaciones. Cuando las leyes impías de Combes cerraron los colegios religiosos de Francia, el H. Vicente Ferrer fue uno de los que reivindicó con más entereza los derechos de la libertad, mereciendo por su actitud franca y valiente, el honor de comparecer ante los tribunales. Imposibilitado de ejercer su noble apostolado entre la juventud francesa, vino a nuestra patria en 1906. Varias generaciones de bachilleres que hoy cursan carreras universitarias o ejercen ya profesiones liberales, lo tuvieron como profesor y guardan del Hno. Vicente un recuerdo imborrable. Era, ante todo, el amigo de sus alumnos y un maestro de verdad. Franco, jovial, bondadoso, tenía para todos, su palabra reconfortante. Sabía penetrar en el alma juvenil y merecer su respeto y su cariño. Era un ‘causeur’ admirable, y su fina ironía, de legítima estirpe ‘gauloise’, deleitaba siempre a su auditorio, rozando levemente la epidermis, sin nunca lesionar el amor propio del más prevenido. En su gesto espontáneo y noble, traducía toda la sinceridad de su alma, y en su afán de rehuir cuanto pudiera significar una exteriorización de su valer probó ser un verdadero discípulo del Vble. Champagnat.
En el acto del sepelio, se puso de manifiesto la simpatía que rodeaba a este veterano de la enseñanza religiosa y decano del Instituto Marista entre nosotros.
En nombre de sus Ex Alumnos, pronunció una sentida oración fúnebre, el doctor René Rossi. Habló igualmente un joven alumno del colegio, en representación de sus compañeros, y en nombre de la ciudad de Luján, hizo uso de la palabra un miembro de la juventud católica.
Presidieron el duelo, el Rvdo. Hno. Provincial, los RR. PP. de la Basílica Nacional, el Capellán de la villa San José y el R. P. Lledó. Narrator.
Hno. Vicente Ferrer, De Alma Transparente, Franco En El Decir Y Modesto.
Ecos de Familia, noviembre de 1923, nº 5, pág. 18: “Las obras de la Casa San José. (…) dígannos los m3 de tierra extraídos para dotar a la nueva casa de un sótano ideal, contra inundaciones (¿?) en lo que quizás aventaje al del Hno. Vicente, veterano en achaques de esa especie.
A pesar de los días transcurridos desde su fallecimiento (16 de Septiembre) y de lo ya publicado en nuestras revistas como piadoso tributo a su memoria, queremos consignar en nuestra hoja de familia un recuerdo cariñoso al que por tantos conceptos ha de vivir perennemente en nuestro corazón.
Hacía tiempo que el H. Vicente Ferrer deseaba dejar la tierra por el cielo. Su deseo era resignado y conforme a la voluntad de Dios, pero por momentos lo exteriorizaba con aquella su peculiar franqueza. Su temperamento ardiente se avenía mal con una inmovilidad creciente que le obligaba a recibir los servicios más nimios. Plugo al cielo someterle a la prueba para él más dura, pues era de todos conocida su resistencia a los cuidados y atenciones que reclama una larga enfermedad y cómo hubiera preferido un desenlace rápido que evitara las molestias que él creía ocasionar. “Un beso de Jesús por la espalda” ha llamado alguien a la muerte repentina, preparada y prevista. Eso hubiera anhelado el H. Vicente, pero Jesús, de cuya pasión fuera él tan devoto, quiso brindarle el cáliz de la contrariedad y se presentó por delante, con paso lento, hasta que por fin en la alborada de un viernes, a la hora precisa en que tantas veces había recorrido las estaciones del vía crucis —entró en agonía al empezar la oración de la mañana— se dieron el abrazo eterno, al pie de la cruz salvadora. Ocho días antes le había sobrevenido una hemplejía que le privó del uso de la palabra y le paralizó el costado derecho. Guardó el conocimiento bastante lúcido hasta el fin. Su sensibilidad, aguzada durante su enferme dad, la conservó hasta los postreros momentos. Las piadosas invocaciones que se le sugerían daban motivo para hacerlo prorrumpir en copioso llanto. Recibió con conocimiento y calma perfecta los últimos auxilios de la religión y vio venir sus últimos instantes sereno y tranquilo, asistido en todo momento por el solícito Padre Capellán y por los Hermanos que se turnaron de día y de noche en derredor de su lecho de moribundo.
Cuando en la capilla la Comunidad empezó las letanías del santo nombre de Jesús, el H. Vicente, sin violencia, suavemente se extinguía, dejando de latir aquel corazón que sólo a impulsos de la pie-dad más tierna y de la caridad más afectiva había vibrado, a los 74 años de su vida, de los que 59 supo pasar en el Instituto dando ejemplos de humildad, de sencillez, de modestia, de amor al trabajo y de abnegación a toda prueba. A los pocos instantes de su fallecimiento se ofrecía por su eterno descanso la santa comunión y una hora después, yacente su cuerpo en la capilla, se cantaba el funeral y se ofrecía el santo sacrificio, velándolo luego hasta el caer de la tarde en que con piadosa pompa se le condujo a su última morada.
Virtud característica del H. Vicente Ferrer fue la modestia, tan de buena ley como todo lo suyo. Con Dios y con los hombres fue sincero, y a buen seguro que debiendo optar, más bien hubiera elegido su puesto entre los publicanos del Evangelio que entre los que cubren su pequeñez moral con el manto de la hipocresía y del doblez. Fue amigo del pudor y del recato que son como el ornato del alma y que revelan el metal de que está forjada. Sus gustos y aficiones eran viriles y nunca nadie observó en él rebajamientos que con tanta frecuencia denuncian la parte de metal inferior cuando no el barro abyecto que entran en la aleación del pobre ser humano.
Deja a la provincia el recuerdo del hermoso colegio de Mar del Plata cuyos planos delineara con tanto acierto; deja entre sus exalumnos el concepto de su saber y dignidad, y lo que es más, nos ha le gado a todos el ejemplo de sus grandes virtudes. R. I. P.”
Anales de la Casa Provincial, pág. 119 – 121. Asentamos aquí sólo la primera parte. El resto es versión literal de lo transcripto en la cita anterior. “En el siglo Sr. Escarrat Eugenio Henri, oriundo de la bella y encantadora Provenza, cuyas glorias cantó tanto el poeta. Nació en Gonfaron (Var) el 28 de noviembre de 1853. Inició sus estudios en el Colegio de la localidad que dirigían los Hermanos Maristas. La veneración que tenía el joven Eugenio Henri por su Hno. Director, el Hno. Jean María de tan grata y santa memoria en la Pcia. de Saint – Paul – trois – Châteaux, hizo que al solicitar tantas veces su ingreso en el noviciado, obteniendo dicho permiso de sus padres y el 12 de Noviembre de 1869 era admitido por el Hno. Ladislao, entonces Director Provincial.
El 5 de Abril de 1869 recibió el Santo Hábito con el nombre de Hno. Vicente Ferrer que había de llevar con tanta edificación durante los 60 años de su vida religiosa.
Largo sería seguir al H. Vicente en su actuación de 38 años en Francia, tan sólo diremos que era muy apreciado como Director y eximio profesor.
La persecución de 1903 lo sorprendió en plena actividad y actuación, y de conformidad con el deseo de los Superiores continuó su misión como secularizado, desempeñando al mismo tiempo el cargo de Hno. Visitador en unos cuantos colegios. Deseoso de gastar sus años al servicio de su querido Instituto, del cual fue siempre hijo fiel, pidió actuar en país de misiones, y le fue concedido como campo de apostolado el nuevo Distrito Argentino que apenas contaba unos tres años de fundación.
El Liro de San José, octubre de 1927. “LA VIDA EN EL JUNIORATO”, fecha 16 de Septiembre, Viernes: “Al levantarnos oímos la triste noticia del fallecimiento del anciano Hno. Vicente Ferrer.
Cada vez que lo veía, venía a mi mente la “Canción del abuelo” de Teodoro Palacio. Es un astro que se eclipsa… Con su porte digno, su cabellera venerable como la de un patriarca y su rostro siempre animado de amable sonrisa, su palabra, pletórica de chispa y gracia formaba en conjunto una figura simpática y atrayente. Era, como el seráfico de Asís, un enamorado de la naturaleza y que sabía hablar con las plantas y las aves.
Después de una vida consagrada a la noble misión de educar la juventud tuvo la muerte serena del justo.
“UN MERITO-RIO EDUCACIONISTA”. El Rvdo. Hno. VICENTE FERRER. + En Luján, el 16 del corriente.
Los últimos años de docencia, los pasó en Luján, enseñando matemáticas y francés. Desde 1925 se encontraba alejado de la cátedra, aunque no de los libros, pues hasta los últimos días mantuvo su vigor intelectual y su afición por las cuestiones matemáticas en las que sobresalía por su agudo ingenio. Su muerte ha sido tan edificante como su vida toda, tallada a la antigua y forjada en el yunque de todos los sacrificios y abnegaciones.
EL LIRIO DE SAN JOSÉ nº de julio 1927, pág. 149.
Cuando las leyes impías de Combes cerraron los colegios religiosos de Francia, el H. Vicente Ferrer fue uno de los que reivindicó con más entereza los derechos de la libertad, mereciendo por su actitud franca y valiente, el honor de comparecer ante los tribunales. Vino a nuestra patria en 1906. Su recuerdo ha quedado imborrable entre sus exalumnos. Era ante todo el amigo de sus alumnos y un maestro de verdad. Franco, jovial, bondadoso, tenía para todos su palabra reconfortante. Sabía penetrar en el alma juvenil y merecer su respeto y su cariño. Era un “causeur” admirable. (“Causeur”: de “causer”, conversar. Persona de conversacion constructiva e interesante). En su gesto espontáneo y noble, traducía toda la sinceridad de su alma, y en su afán de rehuir cuanto pudiera significar una exteriorización de su valer probó ser un verdadero discípulo del Vble. P. Champagnat. En el acto de sepelio… En nombre de sus exalumnos, pronunció una sentida oración fúnebre, el doctor René Rossi. Habló igualmente un joven alumno del colegio, en representación de sus compañeros, y en nombre de la ciudad de Luján, hizo uso de la palabra un miembro de la juventud católica. Etc.
El Hno. Emilio Garione nos aporta recuerdo personal, expresado en momento comunitario. En 1972, por las vacaciones de invierno, se procedió a la apertura de nuestros ataúdes en el panteón marista de Luján. Había de cumplirse luego la cremación de restos, como sabemos. El H. Emilio, que estuvo presente en ratos de esta acción, recuerda perfectamente que los del Hno. Vicente Ferrer conservaban parte muscular momificada, que no había sido reducida a cenizas por la acción del tiempo y de los procesos químicos, como es lo común y se daba tratándose de los otros Hermanos. La admiración que esto le produjo le ha permitido guardar el hecho en su memoria. Nos lo ofrece a nuestra consideración, y se lo agradecemos. Añade que los restos del Hno. Lidoire aparentaban estar en perfecto estado. Habiéndolo conocido en vida, quiso acariciarle el rostro. Grande fue su sorpresa al tocar cenizas y desmoronarse la faz.
“Después de haber consagrado 36 años de su vida religiosa al penoso pero fecundo ministerio de la instrucción cristiana en nuestras escuelas de Francia, y 26 en las de nuestra provincia de la Argentina, este bueno, piadoso y simpático Hermano fue llamado a Dios el 15 de Septiembre último (Se refiere al de 1927), en el 74 año de su edad y el 59 de su entrada en religión.
De nombre Henri Eugène Escarrat, nació en Gonfaron (Var) el 28 de noviembre de 1853. Su padre, honesto operario, ejercía la profesión de metalúrgico, (En francés, “quincaillier”, de “quincaillerie”: conjunto de utensilios, aparatos, productos semi- terminados en metal (hierro, cobre, zinc, etc. El que fabrica y vende estos objetos) y su piadosa madre, además de tener a cargo los cuidados de la casa, velaba de cerca sobre la educación de sus hijos.
A pesar de que la población de la región estuviera en general imbuida del espíritu revolucionario, en esta época, los cuidados combinados del cura párroco y del intendente, ambos de sentido y convicciones enérgicos, había obtenido, en 1852, que la escuela comunal fuera confiada a una comunidad de nuestros Hermanos cuyo Director, el Hno. Juan María, era un educador advertido y un religioso ejemplar.
Gracias a la buena dirección que supo desde un principio imprimir a los estudios y al cuidado que asumió de formar a los niños a la piedad, a la virtud y a las buenas maneras, se operó en ellos una tal transformación que sólo hubo una voz unánime en rendirle homenaje; de tal suerte que la escuela vino a concentrar la casi totalidad de los niños de la región.
En un medio tan propicio, el pequeño Eugenio desarrolló gradualmente sus felices cualidades de espíritu y de corazón. Al mismo tiempo que su inteligencia despierta realizaba rápidos progresos en los conocimientos prácticos de los que se componía entonces la enseñanza primaria, su voluntad y su corazón, a despecho de un humor vivaz que con frecuencia había que reprimir un tanto, se orientaban visiblemente hacia una piedad seria y sólida.
Siendo un conocedor de almas, que lo era en alto grado, el H. Jean Marie no había tardado en notar esas felices disposiciones. Se dedicó a cultivarlas con dedicación especial y —colaborando con la gracia de Dios— tuvo el consuelo de verlas madurar en frutos de virtud. Uno de los gozos más dulces que haya experimentado en el curso de su larga vida, debió ser ciertamente aquél que le fue dado gozar el día que su joven discípulo vino espontáneamente, con aire tímido pero resuelto, a solicitarle el medio por el cual podría llegar a ser, él también, Hermanito de María.
Fue el 12 de Noviembre de 1868 cuando el noviciado de Saint Paul-trois-Châteaux abrió sus puertas a los generosos aspirantes que, cinco meses más tarde debían recibir, con el santo hábito, el nombre apostólico de Hermano Vincent Ferrier.
Novicio, rivalizó en piedad, generosidad, docilidad y ardor en el trabajo, con los más fervientes de sus compañeros, los ojos siempre fijos en el ideal del buen religioso marista que en el día de su vestición había tomado la resolución de realizar y hacia el cual aspiraba con todo su corazón; y así fue como dio total satisfacción.
Pero, en esta época, los Hermanos jóvenes, al salir del cálido invernadero que es el noviciado, debían asumir una ruda prueba antes de ser admitidos al voto de Obediencia —que entonces remplazaba en el Instituto los actuales votos temporales—. Era necesario que durante un año y a veces más, asumieran, en una de las pequeñas comunidades de la Provincia, los cuidados domésticos; mantener en la casa el orden y la limpieza y, si tenían tiempo, ir a ayudar en su labor al Hermano titular de la clase de los pequeños.
Es así como en Menerbes, pequeña localidad del departamente de Vaucluse, el H. Vincent Ferrier, llevó a cabo así, y con distinción, sus primeras armas en la armada de la Reina del Cielo.
Enseguida, por cinco o seis años, fue encargado de una clase en distintas escuelas de la Provincia. La Palud, Marguerittes, St. An-dré de Majencoule, Fuveau, La Calmette,… ha ciéndose amar y apreciar por doquier. Durante este período, el 26 de Septiembre de 1875, cuando se ligó definitivamente a su vocación por la profesión perpetua.
En las vacaciones de 1879, fue colocado en el internado de Bourg de Péage (Drôme), que era considerada entonces como la casa más importante de la Provincia; y a lo largo de nueve años hizo un excelente trabajo, ya sea entre los alumnos confiados a su cargo, ya sea en el seno de su comunidad, o por la jovialidad y arrastre de su de su feliz carácter, no menos que por la edificación de su buen ejemplo, contribuyó mucho a mantener en la casa el buen espíritu del que estaba animada.
En las vacaciones de 1888, al salir de allí para hacerse cargo de la dirección del Juniorado de Serres, dejó muchos recuerdos en todos.
En la casa madre de Saint-Genis-Laval funcionaba entonces un curso de estudios preparatorios al Brevet Superior. Fue convocado al mismo en el mes de marzo de 1889; y tal fue el ardor de su trabajo que, a pesar de su edad ya avanzada —tenía 36 años— pocos meses le bastaron para finalizar el programa de este examen, complicado y de relativa gran longitud, y conquistar el título ambicionado.
A su vez dirigió, en este orden y durante 13 años, las escuelas libres de Saillans, de Dieulefit y de Caux, donde, al mismo tiempo que excelente maestro, se mostró verdadero apóstol, aplicándose a formar no solamente alumnos sólidamete instruidos en las diversas especialidades del programa, sino también cristianos en espíritu y en verdad, conscientes de sus deberes y cuidadosos en practicarlos sin fanfarronería, pero con una santa libertad, no obstante las vanas sugestiones del respeto humano. Hasta ayudó a muchos a corresponder con valentía al llamado interior que les atraía hacia la vida religiosa.
De este número es quien al que debemos la mayor parte de los detalles que componen esta noticia biográfica. Tocado por las instrucciones y los buenos ejemplos del H. Vincent Ferrier y de sus dos cohermanos, se llenó del deseo de vivir su misma vida y el de desear vivamente ingresar en el Noviciado.
Pero, encontraba, por parte de sus padres, una oposición irreductible. La discreta intervención del H. Vincent Ferrier terminó por superar este primer obstáculo; y como, por otra parte, para ser admitido en el noviciado, era necesario entregar una pequeña cotización con la que el joven aspirante no contaba, también fue el buen Hermano quien se encargó de resolver esta otra dificultad, obteniendo que una generosa bienhechora asumiese el gasto.