Nombre Civil: Alejandro Gómez Caminero.
Fecha de Nacimiento: 18/05/1916.
Lugar de Nacimiento: San Llorente Del Páramo — Provincia de Palencia — España.
Fecha de Profesión: 02/02/1935.
Fecha de Defunsión: 28/02/1946.
Profeso Perpetuo 1916 – 1946.
Nacimiento: 18/05/1916 — San Llorente Del Páramo — Provincia de Palencia — España.
08/10/1931: Junior en Carrión de los Condes.
Desde 20/08/1932: en Gassino (Italia).
11/03/1933: Junior en Luján.
01/01/1934: Toma de Hábito.
02/02/1935: Primera Profesión.
08/01/1940: Profesión Perpetua.
Actuación: Colegio Champagnat, 1936/1945.
1945: Le sobreviene fuerte enfermedad.
Fallecimiento: +28/02/1946 — 30 Años.
Alejandro Gómez Caminero nació en San Llorente Del Páramo, Provincia de Palencia. Su padre, Andrés, era agricultor; su madre, Felícitas Caminero. De familia muy cristiana, semilla que no fue vana en su persona. Un compañero de su pueblo, también junior, cuenta que se levantaba muy temprano a fin de poder asistir al sacerdote como monaguillo, en una o más Misas.
Alumno de los padres Jesuitas en Carrión, por su capacidad obtuvo una beca en premio de su trabajo. Como en la escuela estatal, mantenía el primer puesto en estudios entre sus compañeros.
Su primer intento de vocación religiosa fue con ellos, pero la familia, tras alguna vacilación, no aceptó que se trasladara a Bélgica, según determinación congregacional. El Hno. Eloy María se encontraba visitando a su familia, antes de incorporarse al Gran Noviciado. Sabiendo lo que ocurría, tras empeñoso seguimiento ante sus padres, obtuvo que lo autorizaran a ingresar en nuestro Juniorado de Carrión de los Condes (1931) Y, es notable, no se opusieron a que continuara su formación en Bussolino y, luego, en nuestro país.
Vistió el Hábito el 1 de enero de 1934, profesando el 2 de febrero de 1935. En 1940 profesó a perpetuidad. Finalizado el Noviciado, cumplió un año de Escolasticado.
Es nombrado al Cgio. Champagnat como maestro de 2do. grado, labor que realiza con capacidad y tino, conforme a sus antecedentes. En su actuación en dicho colegio —único en el que actuó—, su misión consiste progresivamente en asumir la titularidad como maestro en casi todos los grados de E. Primaria y, luego, en 1° y 2° año del Bachillerato.
A pesar de su enfermedad, en 1945 no desiste de su labor. Realiza su retiro anual, y queda en Villa San José en búsqueda de recuperación. Su rostro sonrosado y joven va ganando en palidez, cada vez más macilento.
El 28 de enero de 1946 un serio amago de parálisis lo postra en cama. No habrá de levantarse ya más. Un mes exacto duró su exigente purgatorio. No olvidaba a sus alumnos. Su familia marista ha conservado sus últimas palabras: “No tengo miedo a la muerte. ¿Por qué van a llamar al médico? Dejen obrar a Nuestro Señor. La Virgen nunca me ha deshauciado”.
A fin de prodigarle mejor atención, se lo trasladó a la clínica Marini (en Buenos Aires) el 27 de febrero. Consignamos este aporte: “El día anterior a su fallecimiento bajó a la sala de estudio religioso del C. Champagnat, para destruir cuanto le pareció que podría ofender su humildad y sencillez. Llamó la atención este detalle.” (Hno. G.F. Casto).
Al amanecer del 28, y aproximadamente a la media hora de recibir la Sagrada Comunión, dice el cronista: “ sin agonía y calladito como había vivido, entregó su alma al Señor, a los 30 años de edad y 12 de vida religiosa”.
Del Hno. Sergio Félix, Educador.
“No hay que escatimar sufrimiento en lo que a su formación se refiere”.
“El niño travieso se corregirá rogando por él”.
“Poned todo vuestro empeño en hacer bien el catecismo de la Virgen”.
“Preparad bien a los niños para la Primera Comunión”.
“Soportar, aguantar a los alumnos, para eso somos Hermanos Educadores”.
Provincia Marista Argentina, 1903/1953, Págs. 270/274:
“(…) Entre los que descansan en nuestro panteón de familia, la gran mayoría no pasa de los 30 años de edad. La biografía que reseñaremos es la de un joven religioso, cuyo Juniorato inició en 1931, terminando su peregrinar en este mundo el 28 de febrero del año 1946, con dos años de Juniorato, dos de Noviciado, cinco de votos temporales y seis de profesión perpetua.
En el mundo, Alejandro Gómez Caminero, nacido en San Llorente del Páramo (España), de padres muy cristianos que educaron al niño Alejandro en el santo temor de Dios y en la práctica de las virtudes cristianas.
Desde niño dio prueba de esa dignidad y nobleza de alma que le habían de caracterizar durante toda su vida y en particular durante su enfermedad. Respetuoso con todos, fue respetado y querido.
Muy de mañanita lo veíamos, dice un compañero del terruño, ahora religioso marista también y testigo ocular, levantarse temprano para poder ayudar a una o más misas. Y era notoria la piedad y fervor que reflejaba, quien momentos después en la escuela ocuparía el primer puesto, que conservó más tarde en el estudiantado de los Padres Jesuitas, donde ingresó, llegando a tener una beca, en premio a su trabajo y capacidad intelectual.
A pesar de gozar de la simpatía y confianza de los superiores del Seminario, Dios dispuso que un acontecimiento inesperado hiciera que el futuro Hermano Sergio Félix pasara de la Compañía de Jesús a la Congregación de los Hermanos Maristas. Los Superiores del Seminario dispusieron que los estudiantes de Carrión pasaran a Bélgica para proseguir sus estudios. A ello no se resignaba el buen papá de Alejandro, y tras alguna vacilación terminó por negarle la autorización para salir de España.
En esa época, el ´R. Hno. Eloy María se encontraba en España en visita de familia para trasladarse luego al Segundo Noviciado. Conocedor de lo que ocurría, fuese a conversar con el papá de Alejandro y no sin mucho trabajo, logró convencerle de que en el Juniorato de los Hermanos Maristas de Carrión, se encontraría muy bien su hijo.
Accedió el padre, y ahí lo tenemos en el Juniorado de Carrión y es un modelo en él, de ese Juniorato que ha dado tantos Hermanos a nuestra amada Congregación. Los Superiores lo eligen un año después para trasladarse a Bussolino, Italia, y poco después definitivamente se dirige a la República Argentina, teatro principal de su actuación apostólica”.
Hace una reflexión sobre el cambio del padre de Alejandro, que lo niega para Bélgica y sí le permite, primero, trasladarse a Italia, para después hacer lo propio para nuestro país. Y dice:)”… Los designios de Dios han de cumplirse siempre, empleando caminos a veces incomprensibles para la mente humana.
Ingresó, pues, en el Juniorato de Carrión de los Condes en el año 1931, pasó al de Bussolino y el 3 de marzo de 1933 continuaba como junior en Luján, hasta pasar al Postulantado; revistió el santo Hábito el 1º de enero de 1934, haciendo sus votos temporales el 2 de febrero de 1935, y la profesión perpetua en 1940, al terminar el retiro anual.
Llegado a Argentina, después de unos breves días pasados en el Juniorato hasta ter-minar las vacaciones, ingresa al Postulantado el 3 de marzo de 1933.
Pone de manifiesto enseguida su gran piedad y aquel modo de obrar tan digno y serio que le capta la simpatía de profesores y cohermanos.
Finalizado el Noviciado y después de sólo un año de Escolasticado, lo nombran como profesor de 2º grado en el Colegio Champagnat, demostrando en este cargo la misma capacidad y tino que durante su período de formación.
Lo vemos escalar año tras año los diferentes grados de la enseñanza primaria, pasando luego a ser titular del 1er. Año Nacional, y después del 2º año, en donde Dios quiso probar su entereza de alma, mandándole la terrible prueba de la enfermedad.
No por ello abandona su clase, sino que por el contrario trata de sacar fuerzas de aquel cuerpo que se desmorona y, demostrando una entereza de carácter digna de toda admiración, cumple durante el curso entero todos sus deberes profesionales.
Asiste con los Hermanos de la Provincia al retiro anual, y se queda luego en Luján para reponerse. Pero, la enfermedad lo postra definitivamente en el lecho, del que no se levantará más. Fue desde un amago de parálisis del 28 de enero.
Un mes exacto dura el tremendo purgatorio con que el Señor quiere purificar a su fiel siervo, mes durante el cual la Comunidad fue edificada continuamente por el querido enfermo a quien nada se le escatimó y de quien no se oyeron más que palabras de gratitud y santa resignación.
El agradecimiento fue algo que brotó constantemente de sus labios; a los Superiores, a los Cohermanos, a cuantos se interesaban por él. La resignación de que dio muestra en todo momento se puede resumir en esta frase: “Y bueno…tómalo todo Señor…; llévame ahora, si quieres…”
Quien había vivido para los niños, no podía olvidarse de ellos en los postreros días de su carrera; de ellos se acordó frecuentemente, y respecto de su formación, se expresó de esta manera: “El niño travieso se corregirá rogando por él…” —“No habléis mal de vuestros alumnos, ni en son de chiste siquiera.” —“Preparad bien a los niños para la Primera Comunión” – “No hay que escatimar sufrimientos en lo que a su formación se refiere…” —“Soportar, aguantar a los alumnos, para eso somos Hermanos Educadores.” —“Soportad a los chicos… Calma. No es estéril nuestra virtud.” “Hay que formar bien a los jóvenes, no superficialmente.” —“Poned todo vuestro empeño en hacer bien el catecismo de la Virgen”.
Después que le fueron administrados los Santos Sacramentos, pareció no tener ningún miedo a la muerte, lo que corroboró con las siguientes palabras: “No tengo miedo a la muerte una vez recibida la Extremaunción… ¡Es gracia muy grande la Extremaunción!”
Y agregó: “¡Qué dulce es sufrir! …El no sufrir es una lástima… Ésta es mi gloria (tomando el crucifijo de la santa profesión) ¡Qué cosa más linda la muerte! ¿Tiene miedo a la muerte? ¡No, que venga, que venga! Qué feliz, qué dichoso me siento. ¡Qué lindo se está en esta compañía! ¿Para qué van a llamar a los médicos…? Dejemos obrar a Nuestro Señor. La Virgen nunca me ha deshauciado. ¿Quieres? Si quieres… ahora ¿para qué esperar a mañana?…Y bueno, tómalo todo… ¡Llévame!”
Su delicadeza para cuantos tuvimos el gusto de servirle, se manifiesta a las claras en estas expresiones suyas: “Quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han vivido conmigo. En la enfermedad se cumple lo de ‘Cuán bueno es habitar los hermanos juntos.’ No sé cómo agradecer. Doy trabajo: es lo único que siento”.
Con esas disposiciones de alma, y con la recepción diaria de la Santa Comunión, se fue preparando nuestro querido enfermo para la hora postrera. Repetidos vómitos y hemorragias diarias debilitaron de tal modo su organismo que daba realmente pena ver esa pobre humanidad doliente.
Por disposiciones de los Superiores, en vista de no poderlo atender en el Colegio, como se hubiera querido, fue trasladado el día 27 de febrero a la Clínica Marini, donde pasó la última noche de su existencia terrenal, atendido con todo cariño por varios Hermanos y por las Hermanas encargadas de cuidarlo aquella noche.
Al amanecer del día 28 de febrero, y a la media hora aproximadamente de recibir la Sagrada Comunión, sin agonía y calladito como había vivido, entregó su alma al Señor, a los 30 años de edad y doce de vida religiosa.
De El Amigo, Abril/1946. Sección del Colegio Champagnat, Pág. 379.
“Hno. Sergio Félix, 28 de Febrero de 1946… Con profundo y lacerante dolor nos enteramos de la muerte de nuestro Hno. Sergio. Cuando se ha tenido durante cuatro años un maestro, sobre todo cuando han sido esos años los primeros de la experiencia escolar, no es tan fácil olvidarlo. ¡Y más si ese maestro es un varón justo, recto, nombre, que nos inicia y nos conduce tanto tiempo por los caminos de la verdad y del deber!
Siempre nos repetía que deseaba ser un amigo más de cada uno de nosotros.
Eso fue, y también padre y hermano. ¡Oh, Hermano Sergio!
¡Es que existen acaso acentos en el idioma, sones en los instrumentos, quejas en la naturaleza que puedan expresar en algo el dolor que me embarga ante la comprobación de su muerte!
Imaginaos un maestro lleno de la sabiduría que de la Fe y la práctica constante del Bien, dándose entero a sus alumnos; pensad en un consejero leal y sincero al cual se acudía en los casos en que era urgente una palabra de aliento, una ayuda…
Sapientísimo era, repito, pues poseía la excelsa Sabiduría de hacerse respetar y querer, no por el temor, ni por la disciplina, ni siquiera por el convencimiento, sino porque sabía llegar al fondo del corazón y tocar en el la fibra misteriosa del Amor.
¡Músico admirable e inspirado, que arrancaba de las cuerdas del alma de sus educandos, armonías de dulzura y profundidad exquisitas!
No sé si expreso bien estas cosas, pero creedme que las siento.
Héroe de la cultura, trabajo años abnegadamente por inculcar en los cerebros jóvenes ideas sanas, gérmenes de futuras grandes acciones.
Mártir de la Fe, entrego su vida como holocausto magnánimo, sin espectadores, silenciosamente, en esa penumbra suave que vela la santidad perfecta. Él dio su vida por nosotros. Murió heroica, resignadamente, en medio de la arena.
A nosotros nos toca agradecer su sacrificio en magnifica forma: tratando de luchar y trabajar con el mismo entusiasmo con que él lo hacía y por los mismos puros y verdaderos ideales por los que él luchó y trabajó.
Así pagaremos nuestra deuda y gratitud; siguiendo su ejemplo, su figura quedara dentro de nuestra alma, como aquellos nobles recuerdos, que, atesorados en el fondo de la conciencia, nos guían y nos inspiran en los momentos difíciles de la vida… Carlos Smith Bunge…
“A sus exequias celebradas en Luján, asistieron los Hermanos todos de la Comunidad y delegaciones de Hermanos de otras Comunidades de la Capital y de Morón.
La noticia de su fallecimiento corrió como reguero de pólvora, y desde el primer momento el pesar causado por tan prematura desaparición, se puso de manifiesto en las numerosas cartas de condolencia recibidas en la Dirección del Colegio, cartas que testimonian el cariño y aprecio que todos sentían hacia quien había pasado sus días y sacrificado su vida en la cristiana formación de la juventud Argentina.
Su actuar con los niños duró pocos años, pero lo suficiente para ser acreedor a la corona que el Señor tiene preparada a los que por su amor y en bien de las almas lo han dejado todo, parientes… patria, etc. para seguir al Maestro. Ven, siervo fiel, entra en el gozo de una hermosa corona que te tengo preparada. Que descanse en paz el alma de nuestro querido y amado Hermano Sergio Félix. Requiescat in pace…”
Ecos de Familia, agosto 1945, pág.88: “Colegio Champagnat. Nuestro Hno. Sergio Félix se va sobreponiendo al mal que desde hace tres meses, más o menos, le aqueja. Nos alegramos sobremanera por ello y pedimos a Dios N. S. se digne afirmar definitivamente la mejoría del querido Cohermano”.
EdF., abril 1946, pág. 19 – 20. Nota necrológica exactamente igual a la del Hno. Fredien, ya incorporada a estas páginas.
Idem, pág. 30: Colegio Champagnat. El miércoles 3 de abril, oficióse en la basílica de San Nicolás de Bari, una misa en memoria de nuestro querido Hermano Sergio Félix. Asistieron los antiguos discípulos del Cohermano desaparecido, actualmente alumnos de 3º, 4º y 5º Años. Nos acompañaron también varias familias amigas que quisieron asociarse a nuestros sufragios”.