Back to all Post

HNO. SANTIAGO BARON

Nombre Civil: Santiago Baron.

Fecha de Nacimiento: 05/08/1907.

Lugar de Nacimiento: Pueblo de Santa Anita — Entre Ríos — Argentina.

Fecha de Profesión: 25/12/1923.

Fecha de Defunsión: 06/10/1969.

Profeso Perpetuo 1907 – 1969.
Nacimiento: 05.08.1907 — Pueblo de Santa Anita — Entre Ríos — Argentina.
29.08.1919: Junior, Luján.
29.06.1922: Postulante.
25.12.1922: Toma de Hábito.
25.12.1923: Primera Profesión.
02.02.1930: Profesión Perpetua.
Actuación:
Estudiante ….. 1 Año.
Maestro ….. 26 Años.
Maestro y Reclutador ….. 3 Años.
Estudiante ….. 1 Año.
Fallecimiento: +06.10.1969 — Pilar — 62 Años y 47 Años de Vida Religiosa.

Santiago Baron, muy vital entrerriano oriundo de un gran pueblo vocacional marista, Santa Anita, era hijo de Pedro y de Clara Schaab. Su padre, agricultor, falleció en 1941, y su mamá en 1963. Ocupaba el cuarto lugar en una familia de 16 hermanos. 2 varones y una mujer mayores; 9 varones y 3 mujeres menores.
Su bautismo tuvo lugar el día 7, uno después de nacer; y su confirmación en la misma parroquia, el 17 de Octubre.
Contamos con la dirección de uno de sus hermanos, Antonio, Arredondo 2699 de Castelar. Muchos de nosotros hemos conocido al papá del Hno. Joaquín Baron, sobrino directo del Hno. Santiago, con residencia en la Casa de la Sagrada Familia, Cochabamba 1652, donde se desempeña en la misión de Secretario Provincial. (Escribo en febrero del 2004).
Sobre el apellido, Baron, el Hno. Joaquín nos ha dado una explicación pertinente como para brindarla aquí. El apellido que trajeron los primitivos inmigrantes de la familia era PHARRON. Sería cuestión (¡) de encontrar al funcionario… etc., lo cual dio en el apellido actual.

Constan su documentación habitual, Libreta de Enrolamiento, Región II y Distrito Militar 14; Cédula de Identidad 5.150.937 de Policía Federal.

Títulos Habilitantes:
Aptitud pedagógica, Capital en 1958; Entre Ríos en 1936. Título Elemental del Magisterio: Buenos Aires en 1925; Mendoza en 1957 y Entre Ríos, 1936. Segundo Noviciado, no consta.

Sigue La Grilla De Sus Obediencias:
—Luján Escolast. – Enero/1924 – Estudiante.
—Capilla del Señor – Enero/1925 – Maestro.
—Colegio La Inmaculada – Enero/1926 – Maestro.
—Marcos Juárez – Enero/1928 – Maestro.
—San Vicente L.P. – Febrero/1929 – Maestro.
—La Inmaculada – Enero/1930 – Maestro.
—Instituto Peralta Ramos – Enero/1932 – Maestro.
—San Vicente – Enero/1933 – Maestro.
—Mendoza – Marzo/1933 – Maestro.
—Chajarí – Enero/1936 – Maestro.
—Colegio Luján – Enero/1939 – Maestro.
—San Vicente – Febrero/1940 – Maestro.
—Instituto Peralta Ramos – Febrero/1943 – Maestro.
—Monseñor Rasore L.P. – Febrero/1945 – Maestro.
—La Inmaculada – Febrero/1946 – Maestro.
—Luján Jun. Menor – Febrero/1948 – Maestro y Reclutador.
—Luján Capilla Del Señor – Marzo/1950 – Maestro y Reclutador.
—Villa San José – Febrero/1951 – Reclutador.
—Capilla Del Señor – Febrero/1952 – Maestro y Reclutador.
—Morón – Febrero/1953 – Maestro.
—Mendoza – Febrero/1957 – Maestro.
—Córdoba – Diciembre/1965 – Enfermo.

Sin períodos intermedios ni participación en lapsos de reciclage, nuestro Santiago, cuando se enfermó, fue para siempre. Una vida plena de surco y labor. Y cua-tro años de durísima enfermedad, con amputación de ambas extremidades inferiores. Así como puso el pecho a tantos años de labor, también con la gracia del Señor lo puso a su enfermedad. Es más. Cuando lo privaron de una pierna, la primera vez, dijo: “Ya tengo una pierna perseverada, gracias a Dios”, y gracias a vos, amigo incondicional de nuestra magnífica y gozosa vocación marista.
Extraemos de la nota del H. León Gonzalo: “En Pilar, en una silla de ruedas, pasó los últimos años de su vida, mostrándose siempre alegre y cordial, animoso y enterizo.” Y sigue diciéndonos de sus variadas actividades… ¡un señor marista!

HITOS PARA LA RUTA. SEMBLANZA. + HNO. SANTIAGO BARON.
Luego de introducción, en la que destaca la transmisión de la noticia del fallecimiento y los consiguientes sentimientos, el autor entra de lleno en la figura de nuestro Hermano.

“Nuestro Beato Padre Fundador, puesto a escoger entre una vida corta e intensa y una existencia prolongada y sin brillo, eligió la primera. He aquí un símbolo. De idéntico modo y con parecido afán, nuestro querido Hermano Santiago, invitado por Dios, eligió también la primera. Es también un símbolo para nosotros, Maristas; un ejemplar de trayectoria inconfundible y rápida; un modelo con relevancia y caracteres enmarcado en las lumbres de la clásica estructura de la Vida Marista. Porque clásico es lo que lleva consigo el vigor, la savia, el vitalismo fecundo que en sí resume todos los principios esenciales, síntesis de grandes valores generadores de vida y acción, que ni por anemia se enervan y atrofian, ni por inacción desmerecen y mueren; antes bien producen sabrosos y reintegradores frutos, que regeneran, robustecen y prolongan la vida, perpetuándola con toda la integridad de origen, mejorada en un ciento y mil, cada vez que se trasmite y tras-funde, tal como quien ha sabido recoger la vitalidad de origen y desarrollarla con nuevas y multiplicadas manifestaciones, con nuevos y robustos desarrollos.

Podríamos calibrar la vida del Hno. Santiago aplicándole justicieramente el contenido de los párrafos precedentes. Quienes lo conocimos desde sus años de muchacho, en las épocas de la formación religiosa, en aquellas edades de entrenamiento y rumbeo en la Vida Marista, y más tarde en los densos períodos de la actividad docente y de sus correrías vocacionales, no podemos olvidar las facetas multiformes de su compleja personalidad, juvenil y apuesta siempre, plasmada de salud rozagante, de arrestos explosivos, de vitalidad comunicativa y de jocundia contagiante. Su temperamento pícnico y extrovertido, cargado de exuberancia y vigor no consentía quedarse encerrado y prisionero en la maciza y recia fortaleza de su cuerpo rebosante de fuerza y de color. Y así su alma magnífica y gigante saltaba de su molde físico en el gesto inflamado y amplio, en el grito exultante y encendido, como la llama de su rostro fulgurante de salud y bienestar.
En tal marco se irradiaba un carácter fuerte y ejecutivo, más propenso al optimismo que al apocamiento, más llevado a la renovada acción que a detenerse en los fracasos. Pareciera que en su labor diaria, múltiple y constante, se guió siempre por el luminoso lema: “En el mundo sólo hay tres normas de acción: ser bueno, hacer el bien y hacerlo con plácida sonrisa…” Porque en el Hno. Santiago el gesto era proclama y la frase era arenga que arrastraban incondicionalmente a la acción en la labor docente y también al triunfo en las lizas deportivas. ¿Quién no recuerda aquellos formidables encuentros futbolísticos en los años mozos en las canchas de Villa San José o del Colegio de Luján?… ¿Quién podría olvidarse —si con él estuvo— de aquellas excursiones, al grito de ‘¡Excelsior!’ por los riscos de la zona mendocina?… ¿Quién no rememorará con admiración y no sin curiosidad, aquellos relatos suyos, tejidos de admiración y alambrados de anécdotas, gratas o amargas, según el caso, de sus andanzas por tierras argentinas —pampas, lomadas o sierras—, en busca de vocaciones, para llenar, una y más veces el Juniorado de Luján, primero y de Pilar después? Verdaderas hazañas cumplidas a lo Quijote, sin alardes ni aspavientos, como simples actos de servicio por la gloria de Dios y bien del Instituto Marista. Hechos meritorios realizados con la sencillez y modosidad de quien sabe que “Dios es el primero en ser servido”.

Tan estupendos bríos, tan riquísimas prendas físicas y morales sufrieron un día el latigazo de la enfermedad. Dios así quiso poner a prueba la magnanimidad de su ánimo y la fortaleza de su corazón.
Estando en el Colegio San José de Mendoza, unas persistentes llagas aparecieron en los pies; la curación no llegaba, acrecía el mal y un día hubo que trasladarlo a la Residencia Provincial en el Cerro de las Rosas, de Córdoba. Allí el mal avanzó y por fin hubo necesidad de amputarle una pierna y meses más tarde también la otra.
La virtud del buen Hermano afianzada en sólida piedad y entereza religiosa, pasó por el crisol del heroísmo y la gracia de Dios y la ayuda de la Santísima Virgen ayudaron a su temperamento vigoroso y a su temple indomable a sobrellevar tales pruebas con ejemplar entereza y como si en trance tan duro se afianzara en la recia consigna: “Las virtudes adquiridas son los baluartes y defensas de la gracia santificante”.

Después de sufrir tan dolorosas pruebas fue trasladado al Juniorado de Pilar y allí en una silla de ruedas pasó los últimos años de su vida, mostrándose siempre alegre y cordial, animoso y enterizo. Trató en todo momento y ocasión valerse por sí mismo, ya para desplazarse en las dependencias y ambientes de la casa, ya para atender a todas sus necesidades. Sus cualidades no quedaron ociosas, ya que con ellas ayudó en necesidades. Sus manos no quedaron ociosas, ya que con ellas mostró mañosas habilidades para la fabricación de rosarios —y para rezarlo también de continuo y fervorosamente—. Igualmente se dedicó a las aficiones filatélicas en beneficio de las misiones y se ocupó en otros menesteres útiles y distractivos. No se olvidó tampoco de su competencia docente, ya que se ocupó en más de una ocasión en mejorar la preparación de niños atrasados y en la enseñanza del catecismo.
En el curso de este año 1969 fue decayendo su salud, sostenida por la vigilante asistencia médica y por las atenciones de los cohermanos y por la fortaleza de su espíritu indomable y animoso. Hasta que en el amanecer del día 6 de octubre, víspera de la Virgen del Rosario, cuando el querido Hermano ya se había levantado con el mejor talante y el gesto más optimista, un breve ataque cardíaco le dejó sin vida y puso su alma en manos de Dios, quien para tanto bien le había creado. Y como el poeta podemos decir:

“Ha muerto con la soltura de un nudo que se desata…” LEONCILLO…

A renglón seguido, el Hno. Humberto Sportoletti, Director del Juniorado, agrega un breve apéndice. En la primera parte destaca las ventajas que la edificación de Pilar y las personas y circunstancias del lugar ofrecían a nuestro Hermano, por lo cual se lo trasladó enseguida allí. Escaneamos la segunda parte, que le está referida.

Últimamente, después de la penosa operación a los ganglios, realizada a comienzos de invierno, la resignación a la voluntad de Dios y el fervor espiritual del Hno. Santiago había producido en él un cambio notable. Todos los co-hermanos de esta comunidad hemos sido felices testigos de ello. Periódicamente tenía que ir al sanatorio San Camilo de la Capital para ser atendido por el Dr. Vilaseca, especialista en sangre, pero su gran deseo era el de volver inmediatamente a Pilar. Su punto débil era el corazón. Los médicos no lo ignoraban y acertaron en cuanto al pronóstico del desenlace que efectivamente tuvo.
El Domingo 5 de Octubre, víspera de su muerte, fue un día de gran alegría para él, pues el Juniorado de Pilar festejaba a las mamás de los juniores. Más de 150 personas, a pesar del mal tiempo, se hicieron presentes y se adhirieron a los festejos organizados por los chicos. El Hno. Santiago participó en todos los actos programados y manifestó a varios co-hermanos el regocijo que le habían producido.

El Señor le ahorró las angustias de la agonía. Su última frase, dicha al Hno. Agustín Teglia, mientras éste levantaba la cortina del ventanal de su cuarto antes de la Misa, fue la siguiente: “¡Qué hermoso día tenemos hoy!”. Luego quedó solo para terminar de vestirse e ir en su carrito hasta la capilla, como de costumbre. En ese lapso, de unos 15 minutos, el Señor lo llamó a Él. Pocos minutos después del desenlace nos dimos cuenta de lo sucedido. Tendido sobre la cama, parecía descansar y una suma placidez reinaba en su semblante. En esos precisos momentos el Padre Capellán franqueaba la entrada del hall para celebrar la Misa. Y así, mientras el cadáver del Hno. Santiago estaba aún caliente sobre la cama, todos ofrecimos la Victima Eucarística por su eterno descanso”.

El material presentado en esta biografía se encuentra en el número de ELEVACIÓN, Octubre 1969, Págs. 42/45. La notícula que sigue, es de página 36, Julio del mismo año.
“EL HERMANO SANTIAGO BARON… ¡Ay de mí, qué sofocón!… hoy, precisamente hoy, se ha enterado de una omisión en nuestra Revista. Me confieso culpable y prometo reparar el olvido.
Después de haber ofrendado a Dios sus extremidades inferiores, que tanto supieron de sus correrías apostólicas, nuevamente estuvo dispuesto al sacrifico. Esta vez se trataba de las falanges de los índices, de esos índices que siempre estuvieron prontos para señalar un rumbo… Pasó momentos difíciles… “Me iba, me iba!… ¡Perseveren, perseveren!…” les decía a los juniores a su regreso del sanatorio.
La extirpación de algunos ganglios, así como los tratamientos con la bomba – cobalto lo están ahora rejuveneciendo.
El bondadoso Hermano Agustín cumple para con nuestro paciente, con abnegada solicitud, los buenos oficios de enfermero.” (Firmado: Tino – Laurent).

Cerramos estas páginas, tan entusiastas para corazones maristas, con palabras del Hermano León Gonzalo, reservadas y adaptadas para ello. “Bella esta su vida toda entregada a su Vocación Marista y por ende a Dios, la de este ejemplar y heroico mutilado, gloria del Instituto Marista en estas tierras argentinas, de este incansable peregrino y andariego buscador de vocaciones maristas. Con plena resignación a los designios divinos, pudo decir también: ‘Hay algo peor que morir, y es vivir cuando Dios y el deber nos piden el sacrificio de la Vida.’

“¡Brille la luz perenne para él! ¡Descansa en la paz eterna y en la alegría sin ocaso!” ¡Allí, junto a la Madre, esperamos encontrarte…” LEONCILLO…

DESARROLLADO POR ENERGICA CREATIVOS