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HNO. SANTIAGO ALLEN

Nombre Civil: Santiago Allen.

Fecha de Nacimiento: 31/05/1909.

Lugar de Nacimiento: Chacabuco — Provincia de Buenos Aires — Argentina.

Fecha de Profesión: 02/07/1925.

Fecha de Defunsión: 20/07/1973.

Profeso Perpetuo 1909 – 1973.
Nacimiento: 31.05.1909 — Chacabuco — Provincia de Buenos Aires — Argentina.
31.12.1920: Junior en Luján, Ex Alumno del Instituto Fahy.
02.01.1924: Postulante.
02.07.1924: Novicio.
02.07.1925: Primera Profesión.
01.01.1931: Profesión Perpetua.
Febrero/Julio 1951: 2º Noviciado, Saint-Quentin-Fallavier.
Actuación: ….. 42½ Años.
Maestro ….. 5 Años.
Profesor ….. 35 Años.
Director ….. 2½ Años.
Fallecimiento: +20.07.1973 — Buenos Aires — 64 Años y 49 Años de Hermano Marista.

Santiago Allen fue el menor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Fue bautizado en la parroquia de la ciudad, SAN ISIDRO LABRADOR, el 11 de junio, a sus 11 días. Confirmado en la misma parroquia, mayo de 1916, a sus siete años. Su padre, Don Juan, fallecido en 1918. Su madre, Ana Mac Donnell, fallecida en 1920. No consta domicilio de la casa paterna. Sí figura el de una hermana suya, Sra. Margarita Allen de López, Calle 2 y Fournier, Barrio Sarmiento. SAN MIGUEL- F.N. San Martín.
Documentos: C. de I. 678793 de P. Federal; L. de Enrolamiento 772250. Distrito Militar 15.

Títulos Habilitantes:
Primaria, APTITUD PEDAGÓGICA, Capital año 1956; TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO, Provincia de Buenos Aires, 1926. Secundaria: RESOLUCIÓN MINISTERIAL DEL 2 DE MAYO DE 1930.

Grilla De Sus Obediencias Y Misiones:
—Luján, Escolastic. – Julio/1925 – Estudiante.
—Luján Colegio – Abril/1926 – Maestro.
—Morón – Marzo/1927 – Maestro.
—Colegio Manuel Belgrano – Enero/1931 – Profesor.
—Colegio Luján – Enero/1935 – Profesor.
—Colegio Champagant – Enero/1936 – Profesor.
—Morón – Enero/1937 – Profesor.
—S. Quintin Fallavier – Febrero/1951 – Gran Novicio.
—Capilla Juniorado – Agosto/1951 – Varios.
—Rosario – Febrero/1952 – Profesor.
—Colegio Champagant – Enero/1971 – Director.

Se desempeñó en la función de Consejero Provincial desde enero de 1970.
Sigue la nota de ELEVACIÓN en su memoria, Septiembre 1973, Págs. 35/38.

Hno. Santiago Allen — En Memoria:
Al paso aplastante de la triste comunicación telefónica nos enteramos de la fulminante desaparición del querido Hermano Santiago Allen, director general del Colegio Champagnat. Su inesperada muerte acaecida el 20 de julio de este año, ensombreció nuestro ánimo y alicortó la marcha de nuestro pensamiento ante el duro trance que llevó su alma ante el seno de Dios. Una llamada urgente del Hermano Provincial, R. H. Julián García, desde Buenos Aires —y carta seguida— nos anunciaba que al caer la tarde de dicho día, el Hno. Julio Rafael había fallecido repentinamente de un infarto masivo, cuando se disponía a tomar el ascensor en el Colegio Champagnat.
Había sufrido con éxito una seria operación de úlcera gástrica poco tiempo antes y de la cual se recuperó pronto, dada su robusta constitución, aunque quedó débil y hubiera necesitado buen descanso durante cierto tiempo. Pero llevado por su temperamento activo y su carácter vigoroso y a impulsos incontenibles del sentido de la responsabilidad, que era una impronta acendrada y profunda en él, se lanzó en seguida a atender sus importantes funciones y a llenar sin mediatismos sus múltiples ocupaciones. Sabemos que a su cargo estaba la Dirección General del Colegio Champagnat y el Rectorado del Instituto de Relaciones Humanas “Marcelino Champagnat”. Y además era también Asesor de la Federación Argentina de Ex-Alumnos Maristas.

Hombre conspicuo y aplomado no supo embridar su empuje ni frenar sus ímpetus de religioso abnegado y fogoso educador. Así, a impulsos de su espíritu celoso y decidido, salió del sanatorio San Camilo a los pocos días de la delicada operación y una semana después del regreso al colegio y cuando creyó que se lo permitían ya unas pocas fuerzas, se metió en alma y cuerpo a la tarea, como si hubiera regresado de un viaje vacacional. Y el mismo día de su muerte salió, después del almuerzo, para acompañar a un amigo de Rosario, hasta el Ministerio de Educación. Cuando volvió al colegio, a las 17,30 y en el momento en que iba a tomar el ascensor, se desplomó pesadamente en la portería. Fue llevado por varios Hermanos hasta el dormitorio de la Sección Secundaria, pero cuando llegó el médico ya se había producido el fallecimiento. Un ex alumno de Rosario, el Pbro. Don Roberto A. Queirolo, quien llegó en esos momentos le dio la absolución.
Al día siguiente tuvo lugar la Misa de Cuerpo Presente en la Capilla del Colegio, con asistencia numerosa. Se hallaban presentes los Hermanos, un grupo numeroso de sus parientes llegados de Mercedes y Chacabuco y de la ciudad de Buenos aires. También acompañaba a la Comunidad en forma nutrida y afectuosa los miembros de la Asociación de Padres del Colegio, los ex alumnos y otros muchos amigos, como Mons. Cárdenas y algunos sacerdotes y representantes de las Comunidades Religiosas. El oficio religioso estuvo a cargo del ex alumno Pbro. Don Eugenio Acosta, quien pronunció elocuente y férvida despedida al querido difunto. Y a las 16 sus restos fueron depositados en el Panteón Marista de Luján, donde descansan en la paz de Dios, frente al Santuario de la Virgen de Luján, otro muchos Hermanos, quienes en estas tierras argentinas consagraron sus vidas al servicio de Dios y de la Virgen y a la educación de la niñez y juventud.

Tracemos a continuación su breve “currículum”, que podría ser largo y denso, como su vida, transitada de hechos destacados y meritorio y enmarcada en lumbres preclaras y perdurables.
El Hermano Julio Rafael (Santiago Allen) era un argentino nativo, aunque corría en él la sangre irlandesa por los cuatro apellidos (Allen, Mac Donnell, etc.). De los mismos siempre hizo gala y supo honrar su recia alcurnia y noble ascendencia. Nació el 31 de mayo de 1909 en Chacabuco, Pcia. De Buenos Aires. Cursó sus estudios primarios en el Instituto Fahy, de Capilla del Señor, a cargo entonces de los Hermanos Marista, para niños de ascendencia irlandesa. Más tarde y hace ya bastantes años fue dejado dicho Establecimiento por los Hermanos Maristas.

Pasamos por alto lo referente a los datos mínimos familiares y su grilla de misiones por ya trasladados, Sector que termina diciendo: “Se fue a la Casa del Padre a los 64 años de edad y 48 de profesión religiosa.” Seguimos el texto.
Y se fue al paso apresurado y vibrante del deber, con gesto rotundo, como quien sabe darlo todo y en todo momento, llanamente, caudalosamente, sin sobresaltos, con la continuidad de un argumento y la integridad de una trayectoria rectilínea originada en su persona misma, enemiga de subterfugios y desviaciones. Porque el Hno. Julio R. nunca perteneció a la caravana de los que andan a trancas y barrancas; ni ingresó nunca en el gremio de los que suelen, según los momentos y ocasiones, tomar posturas inauténticas, mostrensas, falsas y que no corresponden a sólida convicción.
El que esto escribe conoce la estampa y la figura, la vida y la trayectoria del H. Julio R. desde 1926.Lo que de él digamos puede y debe ser el resultado concienzudo, maduro y fiel del análisis pleno de la acrisolada vida y de la rica existencia del inolvidable difunto. Hombre múltiple, personalidad polifacética, cuerpo robusto, alma gigante. Cuando se dice que la línea recta es el camino más corto entre dos puntos, puede resultar una simple verdad para la ciencia euclidiana, que con tanto saber enseñaba el H. Julio; pero no para la vida corriente y cotidiana de nuestro querido Hermano. El Hno. Julio era un paisaje con recodos, con luces y sombras, con amenos y ocultos jardines de inteligencia y de corazón, con el brillo de su ciencia y la magnitud de su saber. Por eso hay que tener mucho cuidado, cuando en letras de molde se le presenta en noticias, porque a lo mejor el sentimiento de la noticia mejora la perspectiva entrevista o presunta. Y nos obliga a exclamar: “He aquí un hombre que pertenece a la escuela de los “claros varones” que encarnan con su excelso talento y su inocultable virtud un tremolante patetismo de convicción y de conquista, para ganarse los corazones y atraerse las almas, aún y a pesar de alguna brusquedad en el gesto y cierta exaltación en la palabra, actitudes que todos recordamos, pero que en lugar de alejarnos de su protagonista —aquí y hoy el Hno. Julio R.—, aumentaban —en su día y hora— nuestra admiración hacia su persona y atraían nuestro afecto a su postura de reciedumbre y a su proceder de convicción. Y esta misma aseveración le dan los alumnos, ex-alumnos y amigos…

El Hno. Julio R. fue auténtico marista. Para algunos, a la altura de estos tiempos, de manifiesta insolidaridad, seguía chapado a la antigua y marchaba en dirección incongruente con las nuevas posturas impulsadas por vientos desgarrantes de esta sociedad de cambio y de consumo, en la que las actitudes y las maneras comportamentales han alcanzado una martillante acción de inevitable revolución… Para otros el H. Julio R. seguía en la línea del permanente valor de la caridad y del amor, de fidelidad a lo esencial y a lo básico, en cuyo marco encontraba la suficiente maniobrabilidad para adaptar su vida y su acción, su trabajo y su labor a las nuevas exigencias y a los nuevos rumbos, con proceder ajustado a un lenguaje plástico y de solemne andadura, tal como él sabía ponerlo de manifiesto en sus magistrales clases, en sus sabrosos coloquios y en sus largas disertaciones y sapientes discursos.
Fue Marista, según el cartabón que encierran las normas del Instituto y los modelos encarnados en nuestros Hermanos Mayores, desde La Valla y El hermitage hasta los últimos tiempos. Fiel a sus compromisos vocacionales y a sus obligaciones magisteriales, nunca dio un paso atrás en la marcha hasta la meta del 20 de julio de 1973. Nunca anduvo entre el elenco de los “clodoveos” que hoy queman lo que adoran y mañana adoran lo que quemaron, porque les parece bien cualquier posición adoptada por uno u otro motivo, por aquello de que todo es útil para parecer bien.
Fue un Maestro consupicuo de alta ciencia y hondo y múltiple saber en Teología y Filosofía, en Idiomas: Español, Francés e Inglés; en Historia y Matemática; en Química y Alquinos “licorería”, de cuyas manipulaciones sacó en más de una ocasión un licor tonificante, al que algún amigo tituló la “Julina”… Y en esta línea era hábil y abnegado enfermero, pues entendía también de Medicina, pero seguro de su fortaleza física y acostumbrado a no ceder un tranco en su entereza, no cuidó suficientemente su salud y así acabó en su ley de hombre enhiesto y recio.

Fue un apóstol según las normas y consignas de Marcelino Champagnat, un emocionado enamorado de la Santísima Virgen, cuyo rosario corría frecuentemente entre sus dedos. Fue un vibrante pregonero del Evangelio y un heraldo encendido del Papa y de la Iglesia.
Fue un maestro eximio y un profesor sabio y elocuente y en tales menesteres puso en evidencia que la actitud radical que caracteriza en forma relevante a todo educador auténtico es la de estar siempre al lado del muchacho, para acompañarlo en sus inquietudes y ser lucernario de su marcha en la labor escolar. Porque tal cercanía permite y estimula la comunicación de ideas y de vivencias y hace real y fecundo el sentimiento en un clima de familia espontaneidad. Y aunque parezca un detalle nimio y vulgar queremos recordar su habilidad para ganarse a los muchachos con su destreza en el arte cocineril y en la preparación de suculentos asados en reuniones campestres.
Tal fue el guión al que supo estupendamente ajustarse el H. Julio R. Por eso fue siempre correspondido en sus afanes de educador; y por eso mereció sin vanos requilorios ni mediatizaciones la admiración, el respeto y el cariño de los miles de alumnos —luego ex-alumnos— y de los incontables amigos que seguirán recordándolo, aunque el tiempo se alargue y el espacio siga separándonos de su persona inconfundible y de su figura imborrable.

Ante la vida ejemplar y la inesperada muerte del H. Julio R. comprendemos que lo único que vale es morir en el surco que sabemos abrir con nuestra entrega sincera, generosa y permanente, sin bambollas ruidosas ni huecas alharacas… Demos la vida así… aquí o allí… Dios dará lo que corresponda.
Hermano Julio R.: Aquí se detiene mi pluma. Nunca pensé que me tocaría dedicarte la ofrenda de esta semblanza, porque voy delante de ti en varios años. Dios así lo ha dispuesto y le doy gracias porque me ha permitido decir algo de lo mucho bueno que descubrí en tu vida en el trato diario de los largos años de nuestra común tarea vocacional en la Vida Marista. Dios también te habrá metido en su eterno descanso con los “zapatos puestos”, como tú decías siempre de algún alumno o ex-alumno o amigo, a quien ayudaste a bien morir, ya que a todos les llevaste la fortaleza de Dios en la Comunión y en los últimos consuelos.
Y cierro estas líneas con los versos de Santillana: “Hijo mío, bien cuitado, ama e serás amado e vivirás…” Hno. León Gonzalo…

Un Gesto Recordatorio – Rosario, Agosto 13, 1973. Señores Hnos. Maristas – Bv. Oroño 770, Rosario:
En nombre del Consejo directivo de la Sociedad Damas Protección al Huérfano, nos dirigimos a Ud. Para llevar a su conocimiento que el señor Aldo Travella y Flia. Ha hecho llegar a esta institución, una donación en memoria del Rvdo. Hno. Julio Rafael Allen.
Este envío ha sido hecho llegar siguiendo nuestra tradicional “Buena Práctica” modalidad que consiste en mandar para los pequeños internados y en memoria de los seres queridos que nos dejan para siempre, el importe que corresponde a una ofrenda floral.
Hacemos llegar a Ud. nuestras más expresivas condolencias y le saludamos con atenta y distinguida consideración. Joaquina J. de Ronchetti, Secretaria General…

(Cf. Noviembre 1973, Pág. 29). En ocasiones, posteriormente a la publicación de la biografía de algún Hermano, sucede que uno encuentra página referida a él. La publicamos en carpeta de algún tiempo después, bajo el título que acabamos de leer. En este caso, es una nota que publicara el Hno. Pablo Rafael, cuyo título es: EN MEMORIA.

Espigando En Los Apuntes Íntimos Del Hermano Santiago Allen:
El Hno. Santiago Allen ingresó en el juniorado el mismo día que yo, con inmensa alegría de mi corazón revestía el Santo Hábito Marista: 1º de enero de 1921. En 1925 lo tenía como alumno en el Escolasticado, juntamente con los HH. Godofredo, Nicolás Catullo y Septimio Pascuini (fallecido este último). Así que puedo decir que somos “viejos conocidos”.
Pero, a pesar de eso, como nunca actué con él en los Colegios, no podía tener un conocimiento profundo e íntimo con él. El trato mayor ha sido en estos últimos días, en que debíamos viajar juntos desde Rosario para las reuniones del Consejo Provincial y nuestras conversaciones con él durante estos tres años que estuvo al frente del Colegio Champagnat.
En estos contactos pude apreciar la solidez espiritual del cohermano desaparecido. Sé que algunos lo tildaban de “mondongo” por ser un tanto pesado en sus maneras y bonachón en disciplina; ni ignoro que más de uno se escandalizaba de los cargos que acumulaba, sobre todo en estos últimos tiempos; no desconozco que el whisky y el cigarro no le disgustaban; y aún podríamos decir algunas cosas más.

¿Qué importancia real tienen esos detalles comparados con aquella vida sobrenatural que sobreabundaba en nuestro querido cohermano?
¡Qué puntal espiritual ha perdido el Colegio Champagnat! Menos mal que la fe nos “prueba” que desde el más allá se ocupa mejor del más aquí, mejor que lo hacía antes!
¿Que era de otras épocas el Hno. Julio Rafael? ¡Pobrecitos, los que eso dicen! ¡Como si el teorema de Pitágoras fuera de otra época!… Es de ayer, de hoy y de siempre. La Virtud como la Verdad son intemporales, es decir, son de todos los tiempos. Lo que es de un tiempo, como la “moda”, tiene muy poco valor absoluto.
Podría tildarse de gazmoñería el llevar continuamente su rosario en la mano, o su manera de hablar asuntos religiosos, o de infantil su devoción a la Virgen Santísima.
Poco le importaban al buen Hermano esas mofas ocultas, semiocultas o patentes; seguía su camino y quieras que no, la obra del buen ejemplo proseguía su marcha y producía su fruto. ¡Deo Gratias!

Veamos ahora Copia de Sus Notas Íntimas…

“IDEAL DE Ml APOSTOLADO”:
EI apostolado redentor de Jesús en el Tabernáculo. Como ÉI – Con ÉI – en Él.
Debo ejercitarme en una vida más humilde, desinteresada, más oculta. MI naturaleza teme todo eso, pero comprendo que mi pasado se ha esterilizado por mucha vanidad y mucha exteriorización. He hecho mucho, pero con muy poca pureza de intención. El remedio a mi amor propio, a mi casi completa falta de vida interior, lo encuentro en la Vida Eucarística.
Mi sensibilidad viva, exige que mi piedad esté centrada en Jesús Hostia. Piedad y vida interior Eucarísticas.
Para curarme de ml exteriorización, no me contentaré con una piedad eucarística sino que: Obraré a la manera de Jesús Hostia. Pensaré a la manera de Jesús Hostia. Me esforzaré en imitar a Jesús Hostia.

¿Cómo realizar en mi esta vida eucarística?
a) Aceptando ser desconocido y tenido en nada.
b) No buscando jamás ventajas personales.
c) Mereciendo en silencio.
d) Haciendo el mayor número de favores, pero de una manera oculta y desconocida.

Velaré sobre todo en el cumplimiento de los ocho artículos siguientes de nuestras Santas Reglas (se trata de las antiguas Reglas Comunes):
Art. 119 — Sobre la vida oculta.
Art. 124 — Sobre el apostolado al modo marista.
Art. 125 — Sobre la santificación, por las acciones ordinarias.
Art. 177 — Sobre la humildad, virtud fundamental.
Art. 184 — Sobre la vida desconocida y oculta.
Art. 201 — Sobre la pureza de intención, como en Nazaret.
Art. 234 — Sobre la mortificación interior.
Art. 245 — Sobre la regularidad, para curarme de mi independencia habitual y mis interpretaciones laxas, es decir, demasiado mundanas.

Aprenderé de memoria estos artículos y los escribiré en hojitas; los leeré frecuentemente durante la meditación y el examen y serán terna de mis resoluciones y examen particular.

Resolución Y Divisa:
“Resistir los movimientos de vanidad y susceptibilidad, uniéndome a Jesús en el Tabernáculo…”

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