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HNO. PASCUAL PELLEGRINO

Nombre Civil: Pascual Pellegrino.

Fecha de Nacimiento: 06/01/1895.

Lugar de Nacimiento: La Chiotat — Departamento de Bouches-du-Rhône — Francia.

Fecha de Profesión: 08/12/1912.

Fecha de Defunsión: 14/06/1978.

Perpetuo 1895 – 1978.
Nacimiento: 06.01.1895 — La Chiotat — Departamento de Bouches-du-Rhône — Francia.
Junior Mondoví: 26.01.1908, Luján.
24.12.1910: Llegada a La Argentina.
Postulante: 19.03.1911.
Toma de Hábito: 07.08.1911.
Primera Profesión: 08.12.1912.
Profesión Perpetua: 10.01.1918.
II Noviciado Grugliasco: Febrero/Julio 1925.
Visitas de Familia: 1925 – Diciembre/1948; 1959, 1966 y Mayo/1972.
Fallecimiento: +14.06.1978 — Pilar — 83 Años y 66 Años de Vida Religiosa.

A modo de excepción con lo habitual, iniciamos siguiendo la nota del Hno. Jesús. Unió la modalidad, tan positiva, del H. Fermín con la del H. Pascual, como bien se ha dicho anteriormente.
Por hallarme circunstancialmente en Buenos Aires, tuve el consuelo de despedir los restos mortales de los Hermanos Pascual Pellegrino y Fermín Misas. Sus muertes me trajeron a la mente recuerdos y lecciones que hoy quiero transcribir en su memoria y homenaje.

La clínica Modelo de Lanús, donde debo permanecer internado tres semanas para una curación de quimioterapia, es ambiente propicio para meditar e intercambiar ideas.
En febrero pasado, durante 15 días, conviví en Anisacate de Córdoba con el Hno. Pascual. El pobre estaba resistiendo los embates de una arterioesclerosis avanzada, pero conservaba aún restos del buen humor que lo caracterizó toda la vida. Todavía tenía lucidez para jugar a los naipes, para celebrar los chistes sin fin de Martín Jacob y para gozar de la compañía del Hno. Teófano, su amigo y coetáneo.

En el yermo del Noviciado una docena de Hermanos pasábamos un mes de vacaciones y en aquel ambiente feliz, Pascual estaba en su salsa. Las partidas de truco de seis, en las que a veces tomaba parte, eran una ronda de bromas de buena ley que deleitaban al enfermo, el cual, por aquel entonces, ya confundía a menudo la flor con el retruco. Ello no obstante, aún sacaba a relucir chispazos de sus connaturales picardías y mentirejas. Genio y figura hasta la sepultura. Pero en su lámpara iba escaseando el aceite día a día, por desgracia.
Yo no sé lo que daría por conversar hoy con alguno de sus amigos y confidentes; con cuantos influyeron eficazmente sobre su vida, en los momentos de la noche oscura sobre todo. Digo esto por-que conozco poco de la vida y milagros de Fermín y de Pascual. Pero no importa; con unos detalles más completaré su semblanza. Para pintar un corazón o un alma, igual que para dibujar un rostro, con cuatro rasgos prominentes basta.

Por de pronto una cosa puedo asegurar: sus vidas fueron un testimonio de alegría santa, alegría que, según Santo Tomás, es el primer efecto del amor y de la entrega. Ambos Maristas vivieron amando y entregándose y pudieron así usufructuar la promesa que hiciera Cristo en la última Cena: “Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar”.

Que hablen de ese amor y de esa entrega cuantos se beneficiaron de los cuidados y mimos de Fermín como enfermero diplomado. (…) Que lo digan también los que convivieron con el Hno. Pascual, un hombre que se abnegó sin reservas. Pascual…

¿Quién no lo vio jugar al fútbol a los 70 años y hacer payasadas y piruetas para alegrar el ambiente comunitario? Por algo lo llamaban “el mono”. Era fenomenal; hacía sonreír de gusto al mismo Dios.

Dios los crea y ellos se juntan. Pascual y Fermín fueron dos empedernidos optimistas. ¿Cómo se puede ser pesimista si Cristo ha prometido estar con nosotros hasta el final de los siglos?, me dijo Fermín en nuestra última conversación.

En el Campo de Deportes del Colegio San Francisco, en el brindis de un asado criollo, comentó Pascual conmigo: “Y no estés triste, hermano, que es pecado estar triste…”

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