Back to all Post

HNO. OSTIANUS ERNESTO

Nombre Civil: Ernesto Buis.

Fecha de Nacimiento: 19/09/1879.

Lugar de Nacimiento: Buis – les – Baronies — Departamento Drôme — Francia.

Fecha de Profesión: 09/09/1900.

Fecha de Defunsión: 11/09/1915.

Estable 1879 – 1915.
Nacimiento: Francia 19/9/1879. Exalumno Marista. Junior en St.Paul y Bourg de Péage.
15/8/1894: Toma de Hábito. Desde septiembre 1895, sucesivamente: cocinero en varias escuelas.
9/9/1900: Profesión Perpetua.
24/ 1/1908: Llega a Buenos Aires.
Enero 1912: Voto de Estabilidad. Fue Ecónomo y Consejero del Distrito Argentino.
Habiendo enfermado, fue internado en La Plata.
+ 11/9/1915 38 Años.

”Id y haced discípulos míos a todos los pueblos (…) enseñándoles a guardar todo cuanto yo os he mandado.” Mt.28,19 – 20.
Ernesto Buis nació en la pequeña villa Buis – les – Baronies (Dpto. Drôme, Francia), el 19 de septiembre de 1879. Alumno de la escuela marista de su pueblo, su inteligencia y sólida piedad, hacen que los Hermanos lo inviten a la vida religiosa marista. Ingresa en el Juniorado de Saint Paul, en pleno apogeo vocacional. En esos tres meses, ingresan seis juniores más. Todos han perseverado. Por reparaciones edilicias en St. Paul, establecen juniorado en Bourg de Péage, donde reside algunos meses, con un año de Juniorado en total, antes de ingresar en el Postulantado.

Profesa en 1895. Encargado de las manualidades, especialmente como cocinero, en varias escuelas. Cuatro años lo tenemos “secularizado ” (significa que debió vestir de civil y no aparecer como religioso), siempre al servicio de escuelas maristas que deben adaptarse a la ley Combes o desaparecer. Un hermano suyo fallece de tuberculosis en los primeros años de labor como profeso temporal. Él actúa en Marsella, al frente de una de nuestras escuelas, y sigue la insinuación del Hno. Constancien de ir a la misión marista en Argentina. Aprende castellano unos meses, un mes antes va a despedirse de su familia. El 3 de enero de 1908 se embarca en Barcelona con el Hno. Honorato, ocho Hermanos y 13 juniores. Arriban el 24 de ese mes.

Nueve años trabaja en Argentina, siendo conocido en nuestro ambiente escolar como Hno. Ernesto. Maestro de Infantil en Luján, ese mismo curso de 1908. Director del Colegio. La Inmaculada, donde sucedió al Hno. Ignacio. Ese cargo fue simultaneado con el de Ecónomo del Distrito Argentino, labor en que lo sustituyó el H. Victorino, 1916. Profesó estabilidad en enero de 1912, junto con los HH. Bonnal y Bajulus. Fue nombrado Director del C.N.S. de Luján ( 1913 y 1914) en remplazo del que fuera el primero, H. Agritius (Gran Noviciado).

Debió enfrentar una situación de grave indisciplina escolar, que superó hasta con medios de rigor, contrarios a su temperamento. Esto atentó contra su salud, que decayó visiblemente. Asimismo, vale hacer notar la merma de alumnos que ocasionaron las dos inundaciones: septiembre de 1913 y marzo de 1914.

Un ataque cerebral le sobrevino la noche del 20 de junio de este año. Ese mismo día, en un ir y venir por el puente del colegio en un paseo que era habitual entre los Hermanos franceses y los de esa época, había participado al Hno. Vital: ”No sé lo que tengo hoy, siento como dolores mortales que abarcan todo el lado derecho, desde el hígado hasta la coronilla de la cabeza. Y noto que periódicamente se han repetido, a menudo.”

Habiendo renunciado, se lo internó en un sanatorio de La Plata, donde fue atendido durante dos meses y medio. Los Hermanos Agritius, Honoratus, Lidoire y Anacleto se sucedieron a la cabecera de nuestro enfermo. Sobre los últimos días de su enfermedad, le acometieron atroces dolores de cabeza. La invocación a Jesús, a María y a José, el rezo del Padre Nuestro y del Ave María se sucedían frecuentes durante sus horas de lucidez y en sus delirios. La cruz de profesión en sus labios era su modo de pedir a Dios valor y conformidad con su santa voluntad.

Fallece el 11 de septiembre de 1915, de un ataque cerebral. Días antes había renovado sus votos ante el Hno. Visitador. Fue velado en la capilla del C. San Vicente, de la ciudad. Mons. Nepomuceno Terrero, obispo de La Plata, bendijo el féretro. Unos 20 Hermanos y delegaciones de alumnos y exalumnos de los colegios La Inmaculada y Luján, acompañaron sus restos hasta el cementerio de la ciudad antedicha. Sus restos fueron trasladados a Luján en 1926. Fue compañero de Juniorado del H. Septimus, del grupo de siete perseverantes, como se dice en la vida de este Hermano.

Nos ha llegado una fotocopia extraída de “Notices biographiques”con amplia referencia a nuestro Hermano. Fundamentalmente se trata de la nota necrológica que enviara el Hno. Visitador del Distrito de la Rep. Argentina, H. Constancien. Tal nota lleva fecha de 12 de setiembre, habiendo fallecido Frère Ostianus el 11.09.1915, a la edad de 36 años. Extraemos largos pasajes.
“(…) Ha sido en el bello día del Santo Nombre de María y en la octava de la Natividad, un sábado, cuando la Ssma. Virgen ha venido a buscar a nuestro querido y bienamado Cohermano.

Su fin ha sido el del justo, y Ustedes no habrán de leer sin interesarse las noticias que siguen… Puedan consolar vuestra aflicción fraternal y darnos mutuo ánimo.
No lo dudéis: los más grandes cuidados le han sido prodigados tanto por parte de nuestros Hermanos Agricio y Honorato como por parte de los abnegados HH. Lidoire y Anacleto, quienes no lo han dejado ni de noche ni de día.

Los médicos han frecuentado sus visitas. Inclusive una interconsulta ha tenido lugar, la que no hizo más que confirmar la absoluta gravedad del mal y la impotencia de todos los medios humanos para superarla. Ha sido el momento en el que nos hemos dirigido con toda confianza y fervor al Venerable Padre Champagnat.
No nos ha sido dado ver escuchadas nuestra plegarias en el sentido que fueron elevadas, habiendo juzgado Dios a nuestro querido H. Ernesto digno de la recompensa eterna, pero es seguro que le han ayudado a soportar muy religiosamente sus sufrimientos y a obtener la gracia de una buena muerte.
En efecto, ha mostrado admirable paciencia y resignación a lo largo de las diez semanas de su enfermedad. Su gran espíritu de fe su piedad sincera constituían la edificación de quienes se le aproximaban.

Apenas sucedido el primer ataque, puesto al tanto de la gravedad de su estado, sólo pronuncia palabras de gratitud por el gran favor, dijo, que acaba de hacérsele, y agrega, simplemente: ”Ya que es así, voy a prepararme, hagan venir al sacerdote…”
Y desde ese momento, el pensamiento de la muerte no habrá de abandonarlo. Y continúa preparándose a ella con esa calma, esa serenidad, ese dominio de sí mismo que le hemos conocido.
Desde entonces no dejará de agradecer al buen Dios el beneficio de su vocación. Y dijo: ”¡Cuánto se estima en estos momentos y cómo se siente uno feliz de ser Marista! ¡Pobres los Hermanos que tienen la tentación de abandonar su santo estado…! Quisiera estar cerca de ellos para decirles lo que se siente en estos momentos. Hermano Visitador, agregó, por favor diga a todos los Hermanos que se interesan por mí que me ayuden a agradecer a Nuestro Señor todas las gracias que he recibido… sí, ya que me brindan la caridad de sus oraciones, que agradezcan a Dios todos los beneficios que me han sido concedidos.” Entonces, desde lo más profundo de su corazón, agrega: “En sus manos, querido Hno. Visitador, como representante del R. H. Superior General, renuevo mis votos de pobreza, castidad, obediencia y estabilidad… Virgen Ssma., etc. Diga a nuestros Superiores mi filial afecto y mi felicidad completa por morir siendo hijo de la Congregación.”

(Hace presente su gratitud para con los Hermanos que lo cuidan y atienden. Y continúa el H. Visitador:) “Una leve mejoría nos había hecho nacer felices esperanzas. Fue entonces cuando se lo trasladó a La Plata, a fin de acelerar una curación que todos deseábamos.
Pero estaba en los designios de Dios el llamar a Él a su siervo, luego de haberlo purificado a través de acerbos sufrimientos; sobre todo sus dolores de cabeza fueron muy agudos.
Es cuando obtiene por la oración y los sacramentos la energía para no quejarse nunca. Su piedad, su espíritu de resignación parecen acrecentarse y su unión con Nuestro Señor hacerse más continua.”

(Refiere su comunión diaria, los días que le es posible; su repetición de las jaculatorias que le dicen sus Hermanos en las frecuentes visitas que le brindad. Cuando la respuesta era ”tened piedad de mí, rogad por mí”, su acento conmovía a todos profundamente. Alta voz y clara pronunciación cuando, en sus lapsos de delirio, decía el Padrenuestro y el Avemaría. Su consuelo mayor, besar su cruz de profesión.)

“Tres días antes de su muerte tuvo larga conversación con el R. P. Capellán del Asilo, quien no pudo dejar de decir: ”Dios mío, qué alma más bella… cuánto quisiera yo estar en su lugar!” Y todos los sacerdotes que lo visitaban expresaban los mismos sentimientos a la vista de su resignación, su generosidad, de su abandono en las manos de Dios.
Al decirle que todos los Hermanos ruegan por él, piden su curación, agradece con una inclinación de cabeza, un suave apretón con la mano, y sus labios murmuran: ”¡ A la voluntad de Dios!”

(Se refiere a su empeño, no obstante su gran debilidad, en trazar sobre su cuerpo un gran signo de la Cruz, cada vez que el sacerdote lo bendice o le da la comunión, y en unirse con todo su corazón a todas las oraciones.)
(…) “En lo alto, no lo dudamos, será nuestro protector, el pararrayos del Distrito.”

“Habiéndose agravado repentinamente el estado de nuestro querido enfermo, un sacerdote fue convocado a las 9 p/m para aplicarle la indulgencia ‘in articulo mortis”, que recibió con pleno conocimiento. Se unió a las oraciones por los agonizantes y poco después entraba en agonía, y se prolongó hasta el día siguiente. A las 8 y 30 de la mañana, entregaba en paz su alma a Dios. Era sábado 11 de septiembre. Su cuerpo fue colocado en la capilla del Asilo, que se convirtió en capilla ardiente.”

(Menciona la presencia de los Mons. Tenero y Alberti, que bendicen su féretro, recitan las oraciones litúrgicas y ofrecen sus paternales condolencias. Citamos tal cual lo que dice sobre Mons. Rasore.) “ Se ha multiplicado para ofrecernos pruebas de su inagotable bondad y de su benévola solicitud. No contento con haber desplegado en su iglesia parroquial de San Ponciano las pompas de los días de gran duelo y de celebrar con diácono y sub-diácono, Misa cantada piadosamente por los niños de nuestro Asilo San Vicente de Paúl, y ha tenido a bien acompañar él mismo al querido difunto a su última morada, bendecir su tumba y recitar las últimas plegarias.
La presencia de una interesante delegación de alumnos de Luján, respetuosos y recogidos, que rodeaban su féretro, y la emoción que se leía en sus rostros, mostraban cuánto era estimado y venerado el H. Ernesto. Muchos de sus exalumnos de Buenos Aires se hicieron igualmente presentes para ofrecer a su querido y recordado ex Director tal homenaje de su gratitud. A una veintena de nuestros Hermanos que acompañaban su marcha final, se habían unido representantes de diversas comunidades religiosas de La Plata y de Luján. Y ahora nuestro querido difunto duerme su último sueño a la sombra de la Cruz en el cementerio platense, esperando el día de la resurrección.”

(Luego de insistir en elevar plegarias por su eterno descanso y recordar de cumplir enseguida con los sufragios establecidos por las Reglas, aclara que no es su propósito hacer el elogio del Hermano, sino pedir eso mismo que se acaba de decir. Y continúa así:) “Todos lo hemos conocido. Especialmente quienes hemos estado más próximos a él, hemos apreciado su gran espíritu de fe, su piedad no ostensible pero muy sincera, y su perfecto dominio de sí mismo.

Hombre de autoridad, era el primero en respetar las decisiones de sus Superiores, a quienes obedecía como un niño. Hombre recto, de Regla, de consejo inspirado, ¡cuántos servicios no ha prestado a unos y a otros por su ejemplo, su sabia dirección, su labor incesante. Ciertamente, su desaparición deja un gran vacío en el Distrito. Nos ha sido llevado en la fuerza de la edad, con apenas 36 años, cuando esperábamos beneficiarnos, por muchos años aún, con su preciosa colaboración, con su experiencia en asuntos y cuestiones, ya muy notorios.
Que esta prueba, a la cual ha complacido someternos a la Providencia, no nos aflija, sin embargo, como si careciéramos de esperanza. En medio de nuestra fraternal aflicción, no olvidemos que Dios torna a los acontecimientos para su gloria y el bien de sus elegidos, y sepamos encontrar su misericordiosa mano hasta en los golpes con los que nos aflige. ¡En lo alto nuestros corazones, pues, y coraje y confianza! ¡Siempre adelante!

Volvamos nuestra mirada hacia María, nuestro Recurso Ordinario, hacia San José, nuestro especial Patrono.
Y ante el gran vacío que deja nuestro bienamado difunto, renovémonos en la resolución de encontrarle sucesores, de encontrar para nosotros mismos futuros colaboradores, capaces de proseguir nuestra obra, de continuar la obra tan bien iniciada por aquellos que nos dejan, sobre todo por aquellos a quienes la muerte golpea en plena madurez y en el momento en el que parecía que ofrecerían un mejor servicio. “Que nuestro amor por el querido difunto, más fuerte que la muerte, lo haga vivir en nuestro recuerdo y en nuestras obras!

Nacido con el nombre de Ernesto Emilio Buis, frère Ostianus había nacido en Die (Drôme) en 1879, había tomado el Hábito religioso en el Noviciado de Saint-Paul-trois-Châteaux, el 15 de agosto de 1894, y después de pasar una quincena de años a título de profesor en diversos establecimientos nuestros de Francia, a invitación de nuestros Superiores partió gustoso hacia la República Argentina, donde ha dirigido con distinción, sucesivamente, la escuela de calle Caseros y el Colegio de Luján. Contaba 36 años y 21 de vida en comunidad marista.
R. I. P. “

Ensayo De Historia De La Provincia
1915: Hno. Ostianus:
El Hno. Ostianus se llamaba en el mundo Ernesto Buis. Nació en el año 1879, en el pueblo de Buisles – Baronies (Departamento de Drome.)
Llegado apenas al uso de razón empezó a frecuentar la escuela que los Hermanos regenteaban en su pueblo natal. En 1892, a los 12 años de edad, cuando ya terminaba los estudios en la citada escuela, manifestó deseos de abrazar la vocación de sus maestros, y con el consentimiento de sus cristianos padres, fue acompañado a la Casa de Saint-Paul por el Hno. Director. Años más tarde había de seguirle a la misma Casa uno de sus hermanos, que falleció muy joven, apenas iniciado el apostolado en una escuela de Marsella.

Antes de ingresar al Noviciado pasó un año en el Juniorato de Bourg-de-Péage, debido a ciertas refacciones que por ese tiempo se llevaban a cabo en Saint-Paul. El 15 de agosto de 1894, finalmente, revistió el santo hábito. Al concluir el Noviciado, y conforme postulaba la familiar tradición, fue enviado a diversas comunidades con encargo de las manualidades.
Consumada la secularización de las Congregaciones religiosas en Francia por las leyes inicuas de 1903, quedó el Hno. Ostianus por tres años en Marsella, de civil. En 1906, y por expresa invitación del Hno. Constancien, quien lo estimaba de modo especial, se embarcó a bordo del Provence, rumbo a la Argentina. Le acompañaron en su venida a la Patria los RR. HH. Constancien, Vincent Ferrier, Castorien, y desde Barcelona, los RR. HH. Valero y Victorino. Después de 26 días de navegación, el 26 de noviembre, recalaban los viajeros en Buenos Aires.

Nueve años vivió vida marista argentina el Hno. Ostianus. En todos ellos se hizo notar como religioso rígido, sumamente observante, y Superior dotado de singulares dotes de mando y dirección.
A principios de 1907, se estrenó como Profesor en el Colegio Ntra. Señora de Luján, al frente de la clase de los parvulitos. Poco tiempo después remplazaba al Hno. Ignacio al frente del colegio La Inmaculada, al tiempo que se desempeñaba como Ecónomo General del Distrito.
En agosto del año 1913 fue designado Director del Colegio Ntra. Sra. de Luján. Estuvo poco tiempo al frente de este importante establecimiento. Su salud, ya débil por temperamento, sufrió excesivamente a raíz de las conocidas dificultades disciplinarias que entorpecieron la vida del Colegio en los años 1913, 1914 y 1915. Consultados los médicos en forma definitiva en el mes de junio de 1915, aconsejaron un descanso total y su traslado a un sanatorio de La Plata. No reaccionó, sin embargo. A principios de septiembre, el mal que lo aquejaba hizo crisis. Murió el 12 de setiembre, a los 36 años de edad y veintiuno de vida religiosa, en forma altamente consoladora.
En el próximo número publicaremos la hermosa Circular con que el Hno. Visitador comunicó la noticia de su fallecimiento al Distrito.”

2.- “1945 (sic): CIRCULAR ENVIADA POR EL HNO. VISITADOR AL DISTRITO EN OCASIÓN DEL FALLECIMIENTO DEL Hno. OSTIANUS.
La Plata, Escuela San Vicente de Paúl. 12 de septiembre de 1915.
Estimados Hermanos: Con el corazón lleno de emoción y tristeza pongo en vuestro conocimiento la muerte de nuestro buen Hno. Ostianus. Dios acaba de llamarlo a sí, dejando en nuestro corazón, como en el Distrito todo, un gran vacío. Ha de consolarnos, sin embargo, en nuestro dolor el saber que tenemos un nuevo protector en el cielo, que desde allá se interesará por nosotros, rogando para que Dios continúe bendiciendo nuestros Colegios y nuestra Casa de Formación en sus diferentes secciones.

Digno hijo del Venerable Champagnat, amó profundamente el Distrito, por él se sacrificó y supo consumirse abnegadamente a favor de su prosperidad. En la hermosa fiesta del Dulce Nombre de María, en un día sábado y en la Octava de la Natividad, la Santísima Virgen vino a buscarlo. Su muerte fue la del justo. Creo serán de vuestro agrado, estimados HH., las siguientes noticias que al par que os servirán de edificación, os consolarán y os darán ánimo para continuar la sublime misión que Dios os ha confiado.

Los más atentos cuidados fueron prodigados a nuestro querido Hno. Ostianus por parte de los HH. Honorato y Agricio, como también por parte de los abnegados HH. Anacleto y Lidoire, quienes no lo dejaron solo ni de día ni de noche durante su enfermedad. Los médicos multiplicaron también sus visitas, a pesar de que cada una de ellas diagnosticaba su gravedad como caso mortal. En vista de ello, sólo a Dios pudimos encomendar el malestar del enfermo. Principiamos una novena al Venerable Fundador, confiando su curación a las manos de la Providencia y de su fiel siervo. No nos ha sido dado ver satisfechos nuestros deseos; juzgó el Señor que nuestro querido Hermano era ya digno de la recompensa. Opinamos que la eficacia de nuestros rezos le habrá ayudado a soportar con tanta resignación los agudos dolores de la enfermedad y alcanzarle la gracia de una buena y santa muerte.

Durante las diez semanas que duró su enfermedad, fue un modelo de resignación y paciencia. Su gran espíritu de fe y su piedad sincera se tornaban en edificación de los que le visitaban. Cuando se le anunció que su estado era irremediablemente grave, dijo: “Si tal es la voluntad de Dios, la aceptó gustoso. Que venga sin tardar un sacerdote.” Desde ese momento, el pensamiento de la muerte le ayudó a aceptar los violentos dolores en todo instante renovados, con gran calma y tranquilidad y con esa posesión de sí mismo que todos le conocíamos. No dejaba de dar gracias a Dios por el beneficio de su vocación: “¡Ah!, decía el buen Hermano, cómo, en este momento, se aprecia la vocación y qué dicha se experimenta por haber vivido como un verdadero Marista. ¡Pobres esos Hermanos que en ciertos momentos se hallan en la tentación de abandonar su santo estado! ¡Cuánto quisiera verlos en derredor mío, y expresarles lo que siento en estos momentos!”

Otra vez, llamándome a su lado, pidió: “Rdo. Hno. Visitador: os ruego digáis por favor a los HH. que me ayuden a dar gracias a Nuestro Señor por todas las gracias que de Él he recibido. Sí, ya que me hacen la caridad de sus oraciones, que se unan a mí para tributar al Señor el agradecimiento que merece por todos los favores que me concedió en los años de mi vida religiosa.” Terminado este coloquio con el Hno. Visitador, con toda la efusión de su alma renovó sus votos y agregó: “Decid a los venerados superiores mi filial afecto y la dicha que siento en estos últimos momentos de morir en la Congregación Marista.” Al mismo tiempo expresó su profunda gratitud a los HH. que tan bien lo atendieran en el período de su enfermedad.

Después de ser administrado hubo unos días de mejoría bastante pronunciada. Pero estaba en los designios de Dios llamar a la recompensa a su servidor, tras haberlo purificado con tantos sufrimientos. Encontró en la oración y en la recepción de los sacramentos la energía suficiente para no quejarse nunca, máxime en la recaída final. Su piedad y completa resignación parecían acrecentarse a medida que se tornaban más acerbos y agudos sus dolores. Cada mañana comulgaba. Le era muy familiar la jaculatoria “Jesús, María y José, os doy el corazón y el alma mía.” También repetía con frecuencia: “Que vuestra voluntad se haga Señor, y no la mía. Jesús mío, misericordia. Todo por Vos, oh Dios mío. Sagrado Corazón, sed mi amor. Venerable Padre Champagnat, rogad por mí.”

En los últimos momentos, su consuelo era besar a menudo su cruz de profesión. Tres días antes de su dichoso tránsito, tuvo una larga entrevista con el Padre Capellán, quien después de su muerte se complacía en decirnos: “¡Qué alma bella la de este buen Hermano! ¡Cómo quisiera tener sus disposiciones en mi hora postrera!”
Otra virtud de que dio prueba nuestro buen Hermano fue su extremada delicadeza en todo el período de su enfermedad. Era muy parco en las atenciones que suelen pedir los enfermos; siempre que pudo bastarse solo, se abstuvo de molestar a nadie, aun a costa de grandes esfuerzos muchas veces.

El día 11 por la tarde, vino el capellán de la Escuela San Vicente para visitar al enfermo que se hallaba malo. Le aplicó la indulgencia In articulo mortis. Pocas horas después entraba en agonía. Se reunieron los Hermanos de la Comunidad para rezar las oraciones preparatorias a la muerte y las Letanías de los Agonizantes. Su agonía duró toda la noche. A la mañana del 12, fiesta del Dulce Nombre de María, nuestro buen Hno. Ostianus entregaba su bella y santa alma al Señor.
R.I.P.”

DESARROLLADO POR ENERGICA CREATIVOS