Back to all Post

HNO. NORBERTUS

Nombre Civil: Bernardo Buchheit.

Fecha de Nacimiento: 19/08/1892.

Lugar de Nacimiento: Reifenber — Provincia de Zweibrücken — Alemania.

Fecha de Profesión: 19/03/1911.

Fecha de Defunsión: 04/09/1973.

Estable 1892 – 1973.
Nacimiento: Alemania 19.08.1892.
Junior en Arlon, Bélgica.
19.03.1910: Toma de Hábito.
19.03.1911: 1ª profesión.
1920: Profesión perpetua.
Pocos años después, viaja a nuestro país.
Maestro o prefecto de disciplina, actúa en numerosos colegios.Colabora con Uruguay: CoFundador en Chajarí.
9 años en Sagrada Familia.
Año y medio, retirado en Villa San José.
Fallece en Luján.
+ 04.09.1973 87 Años.

BUCHHEIT, Bernardo, nació en Reifenber, población que se complementa con estos datos geográficos: provincia de Zweibrücken; departamento, Palatinado. Nuestras instancias de memoria provincial no han sido generosas con él. Lo decimos porque no contamos ni con foto aceptable ni con ficha provincial. Menos mal que hay una nota en la revista LUJÁN, tomo 1972 – 1973. Sin duda, siendo la peor época de nuestras revistas provinciales, la foto de nuestro Hermano ha quedado muy deficiente.
Sus padres, Jacobo y María Dietrick, fueron fervientes católicos. Además de Bernardo, tres hijas profesaron en la vida religiosa. Al día siguiente de su nacimiento, lo bautizaron, imponiéndole el nombre del santo del día, Bernardo.

El período de su formación marista y primeros años de apostolado, transcurrieron en plena guerra de 1914. Con emoción, narraba cómo San José lo había protegido milagrosamente. Unos años después de que profesara perpetuamente, fue enviado a nuestro país. Le costó lágrimas esta obediencia. Acató por considerar que así se le manifestaba la voluntad de Dios.

Numerosos establecimientos contaron con su labor. Luján, Marcos Juárez, Capilla del Señor, Belgrano, La Plata. En 1933, estando en el C. M. Belgrano, le corresponde el período del 2do. Noviciado, que cumple en Grugliasco.
Los Hermanos de Uruguay han inscripto entre sus difuntos a tres de nuestra provincia, quienes fueron cedidos temporalmente como ayudas. Son los Hermanos Santiago Baron, nuestro Norberto y Pascual Pellegrino. Él formó parte de la comunidad fundadora de nuestro colegio La Inmaculada, de Chajarí, junto con el H. Fredien. Su actuación, posteriormente, fue en Pergamino, antes de estar nueve años en la Casa de la Sagrada Familia en calidad de Recepcionista, o Portero, como se decía entonces más ramplonamente.

Su casi nula vista y otros achaques, forzaron al H. Provincial a destinarlo a un merecido descanso en Villa San José. Sólo duró un año y medio. En sus últimos momentos, llamaba con frecuencia al sacerdote, en búsqueda de tranquilidad. El presbítero, un tanto impaciente, se resistía: “ ¿ Para qué, si no tiene ningún pecado ?” Quienes lo han conocido de más cerca, saben bien cuán exigente era para consigo mismo, y cuánto lo apenaban hasta las imperfecciones. Durante esos últimos años de paciente, acentuó mucho más su piedad. Su vida se tornó aún más testimonial. Así lo aseguran quienes lo rodeaban y lo visitaban. Nada era pequeño para él. Impecable señal de la cruz…visitas al Ssmo. Sacramento, la piedad de su oración, su espíritu de recogido silencio, su permanente y amable fraternidad, su conformidad ante cualquier achaque, incomodidad o deficiencia… todo era una lección apostólica. Así compensaba lo que ya no podía ejercer como apostolado entre los niños. Según propia confesión, esto le causaba profunda pena.

Se fue como había vivido, sin ruido, pero dejando tras sí la estela de perfecta observancia marista.
(Todo lo que se ha leído, prácticamente, es debido al artículo de nuestra revista provincial, firmado por el entonces Director de Villa San José, Hno. Víctor Vaillanc.)
Testimonio que nos aporta el Hno. Emilio Garone. A este santo Hermano he tenido la inmensa suerte de tenerlo como maestro de 7º grado, 1932, y como cohermano de Comunidad en el antiguo colegio San José de Pergamino, 1942, siendo él maestro de 7º grado.

He podido observar en él a un verdadero Hermano Marista, como lo hubiese querido nuestro Beato Padre Fundador. En toda su persona se destacaban una serie de virtudes que, no por ser un tanto ocultas, eran menos apreciadas. Entre ellas se destacaba una disciplina férrea en el cumplimiento de sus deberes como religioso, como educador y como marista. Tal vez rayaban hasta una escrupulosidad que podía ser molesta para aquéllos que lo miraban y analizaban con superficialidad.
Algunas anécdotas servirán para confirmar mis afirmaciones.

Como maestro. La escrupulosa preparación de sus clases, previendo hasta los últimos detalles. Recuerdo con cariño las de Botánica. Nadie podría poner en duda su preparación, pues siempre llevaba con él todo cuanto podía servir de ilustración acerca de cuanto nos enseñaba: láminas, plantitas, raíces, flores, hojas, frutos y cuanto podía para ilustrar más didácticamente sus clases. Si en algo se destacaba, era en sus clases de Religión, que sabía hacer interesantes y muy amenas. Sobre todo las de Historia Sagrada, en las que ponía una especial unción. Solía ser bastante exigente, pero comprensivo y justo.

Como religioso, un pantallazo. En ausencia del Hno. Víctor Florentino, nuestro Director, solía presidir él nuestras oraciones. ¡Cuánta piedad trasuntaba toda su persona! Su compostura, su piedad, sus facciones, su voz…, todo en él se transfiguraba. Yo diría que más parecía un Serafín que un hombre; y su sola presencia, ¡cuánto bien nos hacía! Era una verdadera invitación a una fiel imitación y a conceptuar nuestros ejercicios de piedad como lo más importante en la vida de un formando. Me parece todavía verlo en la pequeña Capillita de la Villa San José, donde nos reuníamos todos sus moradores. Ëramos como 160 personas. Cuando se acercaba a recibir la Santa Comunión, su compostura, su caminar, sus manos juntas, su cabeza ligeramente inclinada hacia su corazón… todo indicaba en él al “santo” que iba a unirse con su Dios, el verdadero sostén de su vida.

También desempeñó el oficio de enfermero. Tal vez se lo encomendaron teniendo en cuenta su actuación como tal en la Primera Guerra Mundial. Todas las noches, en su celdita del dormitorio, atendía con solícito cuidado a quienes acudían a él en busca de alivio a sus pequeñas dolencias. No debía ser muy experto. A veces recomendaba remedios no adecuados. Un ejemplo: esa tarde, como todos los jueves, habíamos tenido un partido de fútbol en el llamado “Arbolito zonzo,” un potrero en el descampado. Jugando, me había lastimado la rodilla y me dolía bastante. Ya en el dormitorio, fui a verlo. Le conté lo sucedido, haciéndole ver mi lastimadura. La miró con cuidado, y muy seriamente me dijo: “Mañana haga dieta de alimentos durante todo el día… procure comer poco y verá como todo se le pasará…”

1973, su último año de vida. Ya enfermo y anciano, vivía recluido en el primer piso de nuestra actual Casa de Ejercicios Espirituales. Yo ocupaba el cargo de Director de Primaria en el Cgio. Ntra. Sra. de Luján. De vez en cuando, me hacía una escapadita hasta allá arriba, y me pasaba algunos minutos deliciosos con él. Hablábamos de nuestra vida pasada, del Juniorado, del C. San José de Pergamino y de otros temas, siempre relacionados con nuestra Provincia de Luján. Noté que debía añorar a su lejana patria, pues a menudo su conversación recaía sobre sus años juveniles, y sobre todo los de la primera Guerra Mundial, que le tocó vivir como “soldado y enfermero” en los campos de batalla. Sus anécdotas lo emocionaban fuertemente, y era entonces cuando me veía obligado a desviar estas conversaciones hacia otros temas menos tristes y más recientes de su vida religiosa y marista.

En su fallecimiento, no sólo quise participar de la Misa de cuerpo presente. Tuve la dicha de llevar su ataúd hasta el coche fúnebre, rezar el Santo Rosario, mientras, doloridos y lentamente, acompañábamos sus restos mortales hasta su última morada terrena. Luego del canto de la Salve y de las oraciones propias de entierro, quise ayudar a los sepultureros a colocar el féretro en el nicho. Fue grande mi dicha: consideré una lastimadura que me produje al asir una de las manijas, como una despedida. Ese algo de mi sangre, fue una última señal de despedida… una señal de profunda y fraterna amistad sellada con mi propia sangre de exalumno agradecido y Cohermano en nuestra vida apostólica. Hno. Norbertus, que tu bella alma de Religioso Marista descanse en la paz de Dios.

Por lo que recordamos y hemos oído, fue un muy abnegado docente de Enseñanza Primaria toda su vida apostólica activa. Lo he conocido personalmente en su labor de Recepcionista en Casa de la Sagrada Familia… ¡ otro violetero de la humildad, sencillez y modestia !

DESARROLLADO POR ENERGICA CREATIVOS