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HNO. MARIO RICARDO FUSANI

Nombre Civil: Mario Ricardo Fusani.

Fecha de Nacimiento: 24/02/1921.

Lugar de Nacimiento: Fontia — Provincia Massa – Carrara — Italia.

Fecha de Profesión: 25/01/1939.

Fecha de Defunsión: 11/12/1989.

Estable 1921 – 1989.
Nacimiento: 24.02.1921 — Italia.
19.12.1934: Junior en Gassino.
04.09.1937: En Argentina, junior en Luján.
08.03.1938: Postulante.
25.01.1939: Toma de Hábito.
02.02.1940: Primeros Votos.
08.01.1946: Profesión Perpetua.
23.12.1965: Voto de Estabilidad.
Actuación: ….. 48 Años.
Escolástico ….. 4 Años.
Maestro ….. 33 Años.
Celador ….. 8 Años.
Ayudante Administrativo. ….. 3 Años.
Fallecimiento: +11.12.1989 — Darregueira — 68 Años y 50 Años de Vida Marista.

Nació en la población llamada Fontia, de la provincia Massa – Carrara, siendo sus padres Gino y María Evelina Bruschi, fallecida en 1963. El papá, en vida en la fecha de la ficha, figura como de quehacer “cantero”, y con domicilio en la Vía Tossone, de Fontia (M.C.) Se mencionan tres familiares sin mención del grado de parentesco: Ricardo, en la misma Fontia. Gina y Celina, en Miseglia y Codiponte, en la misma provincia.
Segundo Noviciado, en Grugliasco, 1er. turno (febrero) de 1955.
Visitas a su familia: diciembre de 1962 y 1971; julio de 1978. Es raro que no haya una más.
Títulos docentes: APTITUD PEDAGÓGICA, 1943; TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO, 1944. No obtuvo títulos ni ejerció en la Enseñanza Secundaria.
Observación que me atañe: Ejerció la celaduría de los internos menores del C. N. Sra. de Luján en 1981. Al fin de año expresó que había sufrido mucho con esos chicos. Le hice notar que tal cargo lo había ejercido 7 años, hasta 1974 incluido, y los había llevado muy bien. Me dijo que ya eran alumnos muy distintos, ahora con más dificultades, y él con más años. En 1982 fue destinado al colegio Pablo VI, en Viedma, donde ejerció apostolado docente en Primaria durante 5 años.

Testimonio sobre el Hno. Mario. Ya habían pasado las épocas doradas, en las que la revista de familia presentaba más de una nota sobre cada Hermano que perseveraba. Créase o no, no hay ningún artículo sobre nuestro Mario. Apenas unas líneas de simpatía que le dedicó el Hno. José María Mazuelas, de la provincia de Córdoba. ¿Tal vez haya sido porque una vida tan violeta, sencilla y silenciosa como la suya, no da pie para tejer profundos razonamientos filosófico – teológicos? Sea lo que sea, no hay una sola nota necrológica firmada por Hermano de nuestra Provincia de Luján, lo que anteriormente se lograba con expresos pedidos de la dirección de la revista. Y es aquí donde podemos hacer resaltar la gran colaboración del Hno. Emilio Garione. A pedido del Hno. Guillermo F. Casto, ha hecho llegar su testimonio, que trasladamos para nuestra información y mejor recuerdo del difunto. Dice así:
“Es fruto de mi convivencia con él en los colegios de Luján y de Pergamino, con las anécdotas que aquí se transmiten”.

Colegio Nuestra Señora de Luján. En 1972, ’73 y ’74. Se desempeñaba en la tarea de Celador de los pupilos Menores y como maestro del área Matemática en 6º grado. En mi seguimiento de la tarea escolar —ya que me desempeñaba como Director de Primaria— observé un desempeño didáctico, una eficiente labor. No era,digamos así, perfecta, pero sí satisfactoria, sin desmejorar para nada el nivel del resto de la enseñanza, que se encontraba a cargo de la maestra titular. La disciplina era buena, los alumnos lo querían y lo respetaban bien como maestro, pero sobre todo como religioso marista educador. No recuerdo haber tenido que intervenir en su clase nunca… bajo ese aspecto me sentía tranquilo y feliz. Destacaba por su puntualidad y esmero, tanto en su presentación en la hora indicada, como su preparación y la consignación de cuanto debía enseñar durante la semana acerca de las Matemáticas. Sus alumnos no abusaban de su gran bondad y paciencia. No recuerdo haber tenido quejas suyas para con ninguno de los alumnos, ni de ellos en su desempeño para con ellos.

Su tarea de Celador de los pupilos Menores, mismo colegio. Varios aspectos a mencionar, que atentan contra una eficiente labor del Hermano. Excesivo número de pupilos, que pasaban de los 60, si no recuerdo mal. Un dormitorio repleto, con tres filas de camas, a 20 por cada una. Lo mismo digamos del comedor, situado en el primer piso, cuyo acceso era una empinada escalera de tres tramos, con 20 gradas cada uno. Los patios destinados a sus 60 internos, con edades que iban entre los 9 y los 14 años, eran tres. Se debía estar con los ojos muy abiertos para ejercer el debido control. Estas informaciones vienen al caso. En efecto, desde un principio pude observar que el sistema nervioso del buen Hermano Mario se iba deteriorando. En su sección había un cierto número de pupilos que, a mi modo de ver, se hubiesen tenido que alejar del colegio por indisciplinados, rebeldes a toda corrección. La mayoría de ellos provenía de la capital federal o de sus alrededores, y eran hijos de padres separados y/o divorciados, los cuales, ciertamente, “envenenaban” el sistema nervioso del Hermano. Su exacerbación se fue acrecentando hasta el extremo de que yo mismo tuve que intervenir en varias oportunidades para que las cosas no pasasen a mayores. Luego de tres años de actuación en la mencionada dirección escolar, fui trasladado al C. San José de Pergamino, como Director de Estudios, de Primaria y del Jardín de Infantes, solicité al Hno. Provincial tuviese a bien cambiarlo, enviándolo a mi nuevo colegio. Le expliqué previamente lo que el lector acaba de leer. Me referiré ahora a su actuación.

En el Colegio San José de Pergamino. Le ofrecí el 7º grado. Con buen criterio, prefirió un grado menos alto. Convinimos en el 5º grado, que aceptó muy gustoso. Convivimos así cinco largos años. Su actuación, si no fue perfecta, fue bastante satisfactoria. Si juzgamos el aspecto didáctico, fue suficientemente bueno y pasable.
Como religioso y como marista, diré tan solo dos palabras. Mucho aprendí de él bajo estos dos aspectos. Su humildad, sencillez y prudencia siempre me han edificado mucho. Muy reservado en cuanto decía o emprendía, nunca buscó sobresalir… más bien diría que supo practicar la virtud de la modestia en grado muy destacado. Prefería la vida humilde, oculta, escondida… cumpliendo lo mejor posible sus obligaciones diarias, sin pretender ni sobresalir ni hacerse ver. Siempre lo noté fiel cumplidor de sus obligaciones como religioso, como educador y como marista. Creo que logró practicar en grado eminente nuestras tres virtudes: la humildad, la sencillez y la modestia.
A veces íbamos caminando desde nuestro antiguo colegio, situado en pleno centro de la ciudad, hasta nuestro campo de deportes, distante unos 5 kms. del centro. Tanto a la ida como a la vuelta, nuestras conversaciones giraban sobre temas de espiritualidad o bien acerca de temas didácticos. Fue muy prudente en juzgar a los demás. Si se hablaba de algo en lo que él había tenido que actuar, lo hacía con mucha prudencia y callando las cosas objetables ya pasadas, y a las cuales yo no se podía poner remedio.
Amaba a su patria, la bella Italia. Sobre todo tenía su corazón en la hermosa Massa – Carrara, sus paisajes encantadores, las famosas canteras de mármol de carrara, que él veía desde su pueblo natal. La vista del Mar Mediterráneo a la distancia, los hermosos pueblitos desparramados en las laderas de los Apeninos, la sencillez de su gente y el cielo siempre azul de su tierra.

¡Hermano Mario, que tu bella alma, llevada prematuramente de nosotros, tan religiosa y tan marista, descanse en paz!

Completamos estas páginas con unas líneas que hace llegar el Hno. Guillermo F. Casto.
—Entre 1957 y 1958, el Hno. Mario fue enviado a la Villa San José por problemas de desaliento. Tengo la seguridad de que ha sido el Hno. Paulius quien le levantó el ánimo y le salvó la vocación.
—En 1971, era yo Director del Juniorado Mayor. Tenía en mi comunidad al Hno. Lorenzo Benedettini, quien era amigo íntimo del H. Mario. El querido “Lúrenz” pasaba todas las tardes con él, conversando y ejerciendo ambos la vigilancia de los Menores.
—El 16 de Octubre de 1967, en momentos de la gran inundación, el H. Juan Moine tuvo el ataque cerebral. Fue el Hno. Mario quien lo encontró caído sobre una de las mesas de juego del club de los Menores. Era muy amigo de Mario, quien siempre andaba con él y en más de una ocasión lo remplazaba o colaboraba con él en la vigilancia de los patios. Además, Mario dormía en una de las piezas del dormitorio de los Menores y atendía a los pupilos en horas de la noche, cuando era necesario.
Respecto de ese día 16, yo era el Director del colegio. El Hermano fue llevado a la Sala de Estudios de la comunidad. Allí pudo decir algunas palabras, imposibles de descifrar. Luego cayó en la inconsciencia. Más tarde, casi oscuro, nos arreglamos con el Dr. Anghileri para que él nos esperase en la otra punta del puente peatonal del colegio. Al paciente lo colocamos sobre un colchón y lo transportamos a mano alzada, entre seis Hermanos, hasta el puente y, desde allí, hasta la cabecera del mismo que da a la ciudad. Allí se encontraba el Dr. Anghileri con su coche, en el cual fue llevado a la clínica Güemes. Quedó internado. Estaba en estado de coma. Posteriormente fui yo. Estuve con él toda la noche.
En varias ocasiones en que quise rezar algunas avemarías, le apretaba la mano, y sentía su respuesta: él también ejercía su presión.

El Hno. John estuvo los días siguientes, hasta el 19, en que murió por la mañana. Su sepelio fue acompañado por una multitud. Se le dio al club de los Menores el nombre de Hno. JUAN.
El Hno. Mario fue nombrado por mí en la tarea del Hno. Juan. Fue ratificado por el Hno. Provincial como sucesor del Hno. Juan en la celaduría de los Menores. Aceptó inmediatamente y se puso manos a la obra con toda sencillez.

Entre las hojas que se han recibido en torno a nuestro Hermano, se encuentra carta del Hno. Teófilo Miguel, Provincial, a su hermano Ricardo, comunicando el fallecimiento y presentando las condolencias y la seguridad de la plegaria de los Hermanos por su eterno descanso. Entresacamos y traducimos: está redactada en italiano.

No sé qué le diría en sus cartas de este 1989, pero nosotros estábamos intranquilos porque se veía que no estaba bien y no se sabía con certeza la causa de su malestar. Por tres veces en el mismo año debió ser internado en hospital para someterse a estudios clínicos, mas los médicos no atinaron a decirnos nada muy preciso. La última vez fue el 9 de diciembre, debido a fuertes dolores en el abdomen. Su internación tuvo lugar en un moderno y pequeño hospital de la ciudad de Darregueira. En él, las Hermanas, las enfermeras, nuestros Hermanos y los médicos, tuvieron para con él toda clase de atenciones y gentilezas. Con todo, en menos de dos días, sin que nadie pudiese haber la menor sospecha, en la mañana del 11 de Diciembre, y sin que el mismo Mario se quejase de ningún dolor especial, nos sorprendió su muerte súbita. Todos debimos superar el primer momento de asombro y aceptar la realidad: el corazón de nuestro querido Mario no había querido latir más.

Las campanas de la iglesia central de Darregueira y la radio principal de la zona llevaron la noticia a todas las familias porque Mario era muy conocido y considerado como un santo, amigo de Dios y de la gente.
Durante todo el día, los restos fueron velados en la capilla del colegio. Fue una continua procesión de gente que venía a verlo por última vez y a rogar por él. En realidad, muchos comentaban que, en lugar de orar por él, hubiera más bien correspondido pedirle a él que rogara por nosotros a Dios, siendo tan bueno.
Tras un día de respetos, oración y despedida de sus restos, fueron trasladados a la ciudad de Luján donde, con gran concurso de gente, discursos y solemne funeral, fueron depositados en el cementerio local, a menos de 500 metros del Santuario de la Virgen de Luján. En este camposanto, panteón donde reposan muchos otros Hermanos Maristas, descansa en paz y espera la resurrección final y la recompensa eterna prometida por Jesús a sus fieles discípulos… Requiescat in pace…
Apreciadísimo Ricardo Fusani, hacemos llegar a Vd. y a todos los miembros de la familia, nuestras sinceras condolencias.

La despedida incluye una cita del Apocalipsis. Y, bajo la firma, se lee: Hno. Teófilo Martín, superior de los Hermanos Maristas de la Argentina… —20 de Diciembre de 1989—.

En el recordatorio – estampa que le dedicaron sus Hermanos del San José Obrero, leemos este pensamiento: “Nos enseñó la paz y la mansedumbre ganadas a su temperamento impulsivo, la humildad y el silencio…”

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