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HNO. MARIANO JOSE

Nombre Civil: Mariano Jose.

Fecha de Nacimiento: 01/01/1895.

Lugar de Nacimiento: Italia.

Fecha de Profesión: 08/12/1912.

Fecha de Defunsión: 14/09/1971.

Estable 1895 – 1971.
Nacimiento: 01.01.1895 — Italia.
1911: Inicio, Desembarca.
03/1911: Postulante.
08.12.1911: Toma de Hábito.
08.12.1912: Primera Profesión.
10.01.1918: Profesión Perpetua.
01.01.1934: Voto de Estabilidad.
Actuación: 58 Años.
Docente: 1913/1932.
1933/1971: 38 Años en la Villa San José. Enfermero, ecónomo, despensero.
Fallecimiento: +14.09.1971 — 77 Años.

Foto. Así. En un más allá de todo aquello que ocupa la atención de la mayoría. Con pocos seres humanos se tornaba tan tangible el aforismo: toda persona es un misterio.
Admiración, 30%; festejo, 10%; unas pizcas de temor, 10%; margen de arcano, + seguridad, 40%; proximidad, confianza, 10%. Creo que así era, para mí, junior, este excelso varón. Lo admirábamos por todo su saber, su trabajo, su dedicación a todos y a la casa, lo que oíamos decir de él (capacidad musical, estudio, renuncia a todo lo intelectual y a su capacidad para ello por su cansancio, ya enfermedad). ¿Festejo? El modo de encimar los anteojos sobre su frente, al revisarnos; alguna de sus pronunciaciones. Un poco de temor: algún remedio no convencional, el absoluto régimen de abstención de comida si ibas a la cama con gripe (juniores que anticipaban el alta, con tal de ir a cumplir ingesta con todos.) Un poquillo de temor, verlo tan ajeno y (?) distraído al cruzarte con él. Pero, también, proximidad y confianza: un Hermano absolutamente seguro y confiable. Íbamos a él confiando plenamente en su capacidad de enfermero. Nos ateníamos a la letra a sus aconsejamientos.

Con los años, fui descubriendo otras facetas. Alguna más discutible. Por 1965, dimos en comer tortilla de tilla tilla de alfalfa. Corría que, cuando preparaba la leche para la merienda, merienda, la vaca que más contribuía era “la campeona“. Robusta canilla, remate niquelado de importante caño. Colocada muy a mano de todo el ollaje, era sencillo dirigir su surgente caudal, directamente, a algún magno recipiente. Manaba el agua, vertical, intempestiva y turgente, ruidosa, en largo chorro brillante.Y generosa.
Pero, también, con el paso de los años, fue ir conociendo su versación en Sagrada Escritura y su interés por el momento religioso de la Iglesia (se puede ver su carta al Hno. Roberto en LUJÁN, tomo 1971, penúltimo número, pág. 33). Por su formación, edad y modalidad personal —y lo digo con todo respeto y profundo afecto a un hermano mayor, sabiendo que ha sido un coloso de fidelidad, espíritu marista y trabajo— no “disfrutó” el Concilio Vaticano II. Las novedades que lo acompañaron, con su porcentaje de lamentar, incidieron en su concepto de manera un tanto prevalente. Más allá de “carcas“ y de “progres“, estamos en condiciones para ponernos en lugar de estos prodigios de fidelidad, con el sufrimiento que les han acarreado los cambios.

Pero, por no querer oír yo comentarios bíblicos que consideraba superados, me perdí conversaciones que pudieron ser magníficas, con temas y comentarios escriturísticos de, por ejemplo, el Ilmo. Felipe Scio de San Miguel, obispo de Segovia (cuya biblia, de “seis tomazos que parecen misales” (ver carta), formaba parte de su “casi pequeña biblioteca“), o de la obra “Las Morales”, de San Gregorio Magno. Y a este gran varón, Mariano, me lo perdí, teniéndolo en mi propia casa, al alcance de mil momentos para dialogar con él. El Señor me perdone esta falla de juventud.
A continuación podremos leer la página que, cuando falleció, nos entregó el Hno. Paulius, LUJÁN, 1971, últ. núm., pág. 37 – 40, y fragmentos de la carta mencionada más arriba.

En Villa San José.
Dejadas sus cátedras del Colegio Nuestra Señora de Luján por orden del médico y después de actuar largos años como enfermero y ecónomo en el Instituto Fahy, de Capilla del Señor y de Moreno, al dejar la Congregación de regentear dicho instituto, llegó el Hno. Mariano a la Villa San José a fines del año lectivo de 1932.
Joven todavía, pues contaba con 37 años, emprendedor, de robusta constitución y religioso a carta cabal, debía ser para la Casa Provincial un verdadero tesoro durante los casi 40 años que residió en la Villa San José. Encargado de la enfermería, pero por falta de personal y de dinero para pagar a los empleados, poco a poco vino a ser también ecónomo y despensero.

Enfermero.
Con gran capacidad por lo que aprendió en el Instituto Fahy, fue perfeccionándose por la experiencia, el estudio y el contacto con profesionales, llegando a desempeñarse correctamente. A más de atender y visitar a los que guardaban cama, recibía en la enfermería después de las comidas; atendía, además, al personal de servicio y algunos del colegio, o a vecinos que lo consultaban y que recibían gratis remedios de su fabricación o que obtenía como muestras gratis de los laboratorios de Buenos Aires que visitaba de vez en cuando.
Así, después de su ataque febril se hizo traer, para que las viera el H. Director, unas cuantas cartas de presentación y pedido que tenía preparadas para diversos laboratorios que pensaba visitar en próximos viajes a la capital.
Tenía tantos de esos “obsequios médicos” que con frecuencia mandaba al Noviciado o entregaba al Hospital de Luján.
Conocía muchos hospitales y era conocido y apreciado por médicos y por las Hermanas que los dirigían.
Sólo Dios sabe cuántos Hermanos o alumnos habrá atendido, así como las horas de abnegación pasadas a la cabecera de los operados aquí o en Buenos Aires.
A bastantes preparó para recibir la extremaunción y ayudó en sus últimos momentos para el viaje decisivo a la eternidad. Además, hasta hace algunos años, corrían por su cuenta los trámites con las pompas fúnebres, amortajamiento de los difuntos y tramitación de las inscripciones en el panteón.

“Fue de quien se sirvió el Señor para traer a la vida religiosa al H. Ruperto. Mi familia vivía entre Moreno y La Reja (Provincia de Buenos Aires) frente al Instituto FAHY, ruta 7 de por medio. Yo iba lunes y sábado al Instituto para traer y llevar la ropa de los empleados, que era lavada por mi querida madre. En más de una oportunidad, el maravilloso H. Mariano me hablaba con todo cariño, otras veces me hacía tomar el desayuno, y otras me hacía asistir a Misa.
Como mi conducta dejaba mucho que desear, mis padres decidieron llevarme a Luján para internarme en el Colegio. Resulta que el precio del internado era exactamente lo que ganaba mi padre mensualmente. Eso fue lo que nos dijo el H. Veremundo en la conversación que tuvimos con él. En esa conversación le dijimos que conocíamos al H. Mariano. Él nos encaminó a la Villa, donde estaba el H. Mariano. Allí mi madre se quedó hablando y yo salí al corredor, con el panorama de los Novicios y Escolásticos, de sotana, jugando. ”Aquí no entro”, me dije. La Providencia tomó cartas en el asunto.
Un mes después, el H. Mariano y el H. Fredien se vinieron a mi casa, en La Reja. Hablan con mis padres, preguntan mi opinión, y… ¡Sí!
El 30 de Mayo de 1933, los mismos Hermanos me vienen a buscar, e inicio mi vida religiosa…”

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