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HNO. MALC MARCOS

Nombre Civil: Jean Louis Clauzon.

Fecha de Nacimiento: 27/02/1883.

Lugar de Nacimiento: Saint Cirgues — Francia.

Fecha de Profesión: 28/08/1900.

Fecha de Defunsión: 02/10/1923.

Profeso Perpetuo 1882 – 1923.
Nacimiento: 27/02/1883 — Francia.
1897: Junior en Serres.
15/08/1898: Toma de Hábito.
28/08/1900: Primera Profesión.
28/08/1905: Votos Perpetuos.
24/01/1908: Llega a Buenos Aires.
Actuación: Ecónomo en Luján, en Marcos Juárez, V. San José y del Distrito Argentino.
1923: Enferma.
Fallecimiento: +02/10/1923 — Buenos Aires — 41 Años.

Jean Louis Clauzon nació el 27 de febrero de 1883 en Saint Cirgues. De familia cristiana fervorosa, era hermano de Frère Chaumond. No hubo resistencia cuando el promotor vocacional, Hno. Liberius, siguiendo los deseos del jovencito, solicitó a sus padres la autorización para que ingresara en el Juniorado de Saint Paul. Era a fines de 1896.
Dice él mismo: “Llegado a Saint Paul, me mandaron a otro Juniorato secundario que teníamos en Serres (Dpto. de Altos Alpes ) que en la fecha escaseaban los juniores, pasando de cien el de S. Paul. Vino a buscarnos el Rdo. H. Marie Charles a mí y a varios otros compañeros, para descongestionar un tanto al Juniorato de la casa Provincial, demasiado recargado. Llegamos a Serres y siempre recordaré la grata recepción que nos hicieron; mi sueño se había realizado y mis deseos se habían cumplido.” Tomó el Hábito el 15 de agosto de 1898, pronunciando sus primeros votos el año 1900. Fue enviado a diferentes colegios de la Provincia.
La persecución del nefasto Combes lo encontró en la escuela de Saint Mauront (Marsella), que hubo de ser cerrada. Sin querer secularizarse, esta desgraciada circunstancia le dio motivo para realizar otro de sus sueños: salir hacia las misiones lejanas. Apenas sucedido el cierre mencionado, volvió a la Casa Provincial.

Desde Mondoví, a la voz del Hno. Constancien, Provincial, que solicitaba nuevos operarios para el Distrito Argentino, formó parte del grupo de los Hermanos que salieron de Génova con los fundadores del primer Juniorato establecido en el Distrito.
El 24/ 1/1908 llegaron a nuestras playas. Muy apto para la contabilidad, fue dedicado a estas tareas. Su delicadeza en materia de pobreza, muy llamativa. Asimismo su abnegación, especialmente con ocasión de las inundaciones, en Villa San José. Asumió economato y celaduría en el colegio de Luján. Celador en Mar del Plata/1919 – 1920; Luján, ecónomo/ 1921; en calle Caseros, vice Administrador Provincial/ 1922 – 1923.
En 1923 le sobrevino un gran cansancio. En setiembre no pudo más con tal estado, debiendo dejar toda tarea. En creciente agotamiento, y al modo de estampas religiosas propias de la época, con su cruz de profesión en las manos expresaba su disponibilidad al querer del Señor, con el gozo de ver próxima su perseverancia.
Citamos del núm.1 de “Ecos de Familia”, julio/1923, pág.15: “Una infección gripal agotó en breves días sus fuerzas (…) Y como si el Señor hubiera querido acabar de purificar en vida aquella existencia permitió que la luz de la razón se ahuyentara de su espíritu y que por espacio de cuatro días agonizara en un letargo interminable. A las 2.30 del martes, 2 de octubre, se dormía dulcemente en el Señor el querido Hno. Marcos.

Hacía tiempo que presentíamos su fin; pero tan acostumbrados nos tenía a esa su peculiar actividad, tan silenciosa como fecunda, que aun contra todas las apariencias creíamos poder conservarle largo tiempo. Era el día de los Ángeles Custodios. Tenía 41 años”.
En esa misma nota, de la cual hemos hecho cita parcial, se presentan las condolencias a un Hermano de nombre RAMÓN, llegado pocos días antes de Europa, y que revista como Director del C. San José —Morón— en la lista de destinos de 1924. Es nuestro HNO. CHAUMOND, hermano suyo de familia. Se hace lo propio para con el Hno. Victorino, a cargo de la Editorial, a cuyas órdenes trabajaba nuestro difunto.

Este justo epitafio, según ECOS DE FAMILIA:
“Aquí yace un religioso que guardó su Regla hasta la muerte y a quien su Regla guardó para el cielo.” Hno. Marcos, de abnegación heroica, complaciente aun en el dolor, manso y bueno.

La Famille, nº 4, Diciembre de 1919, pág. 104: La cita está contenida en una larga nota, en la que se deja constancia en 8 páginas y media ( 103 – 111) de la fundación de la Asociación de Exalumnos del Colegio Ntra. Señora de Luján. Eran una cuarentena reunidos ese 12 de octubre. Lo primero, visita a Ntra. Señora de Luján. Misa de comunión. Ya en el camarín, se pone bajo su especial protección la naciente asociación. Saludos muy efusivos, nostálgicos, y el encuentro con los antiguos profesores. Desayuno. Deportes, visitas emocionadas a las secciones del colegio… clases, espaciosos dormitorios, grandes corredores, la graciosa capilla, el gabinete de Física, el laboratorio de Química. Y, traducimos al castellano lo que dice textualmente: “Finalmente, el son argentino de la campana se hizo oír. Era la señal del festín. El aspecto del comedor era encantador. Bajo la hábil dirección del querido Hno. Malc, Hermanos abnegados habían dispuesto todo con el gusto más exquisito.” A los postres, saludo del Hno. Constancien, Visitador, y larga intervención del Asesor de la iniciada Asociación, Hno. Sixto. Sus palabras no han perdido absolutamente ninguna actualidad, y contienen más ilusiones de las que la realidad muestra por doquier. Línea tras línea se capta el ilusionado entusiasmo que animaba a Ex Alumnos y Hermanos. Al final del artículo consta la lista de los 9 miembros de la Junta Directiva.

Ecos de Familia, 1923, nº 4, pag. 15. Nota Necrológica.
EL HERMANO MARCOS, (Q.E.P.D.). En Buenos Aires, el 2 de Octubre.
A las 2.30 del martes, 2 de octubre, se dormía dulcemente en el Señor el querido Hno. Marcos. Hacía tiempo que presentíamos su fin; pero tan acostumbrados nos tenía a esa su peculiar actividad, tan silenciosa como fecunda, que aún contra todas las apariencias creíamos poder conservar le largo tiempo. Una infección gripal agotó en breves días sus fuerzas, y el que en vida supo de los heroísmos de la obediencia y del sacrificio aceptó dócilmente el mandato del que le llamaba al descanso y al premio. Tranquilo y sereno, con la sencillez y conformidad con que aceptaba las menores prescripciones se preparó a la muerte, y de sus labios no salió una sola queja. Y como si el Señor hubiera querido acabar de purificar en vida aquella existencia permitió que la luz de la razón se ahuyentara de su espíritu y que por espacio de cuatro días agonizara en un letargo interminable.
Dios nos lo había dado para nuestra edificación y ejemplo, Dios nos lo quitó, ¡sea alabado su santo nombre!
Sobre la tumba del H. Marcos se podría grabar el áureo epitafio que resume el mejor elogio que de él pudiera hacerse: ”Aquí yace un religioso que guardó su Regla hasta la muerte y a quien su Regla guardó para el cielo.”
Después de haber vela do sus restos en la capilla ardiente del colegio de “La Inmaculada” por la que desfilaron en piadosa romería todos los alumnos y numerosas personas del barrio, fueron llevados a Luján, en donde, previa misa de cuerpo presente, fueron inhumados con la religiosa solemnidad que es de tradición.

Nos hacemos un religioso deber de presentar en nombre de todos los miembros de la provincia nuestra más sentida condolencia al querido Hno. Ramón, hondamente afectado por esta pérdida, acaecida a los pocos días de su llegada de Europa; igual manifestacion de pesar hacemos extensiva a los miembros de su digna familia y al buen Hno. Victorino.
En retorno y por especial encargo del primero, queremos dejar expresa constancia de su íntima gratitud para con todos los Hermanos que le han acompañado en su pesar y en sus plegarias por cuantos con sus cuidados y desvelos han tratado de endulzar las últimas horas de su digno y virtuoso hermano.
El Lirio de San José, en el número de diciembre de 1923, pág. 310. Extraemos párrafo contenido en “ECOS DE NUESTRA ESCUELA APOSTÓLICA. Diario de un junior. Octubre 2. (…) Por la tarde se nos comunica la triste noticia del fallecimiento del querido Hno. Marcos (R. I. P.) Vice – Ecónomo Provincial. Nos hemos hecho un deber de rezar para el eterno descanso de su alma. Presentamos nuestro más sentido pésame a su inconsolable hermano, el Rdo. Hno. Ramón.”

“PROVINCIA MARISTA ARGENTINA, 1903 – 1953”, pág. 95 – 100, y en el BULLETIN DE L’INSTITUT, diciembre 1923, pág. 479 – 483. Dos notas necrológicas: Ecos de Familia, octubre 1923, pág. 15; y en ANALES DE LA CASA PROVINCIAL, pág. 103. Lo substancial aquí será la transcripción combinada de los dos primeros, aclarando que son muy semejantes, y, en largos pasajes, idénticos. No aclaramos la procedencia de las citas.
“+FRÈRE MALC, Profeso de votos perpetuos, nació el 27 de febrero de 1882 en Saint Cirgues, burgo comercial y, más todavía, muy cristiano, en las montañas del Vivarais. Buen número de miembros de nuestro Instituto, originarios de estos parajes, deben acordarse con edificación de haber visto, en numerosas ocasiones, en el transcurso de las ferias muy frecuentadas que se hacen ahí, a los bravos lugareños interrumpir sus conversaciones al tintineo de la campana que se oye a mediodía, descubrir religiosamente su cabeza, santiguarse y recitar en voz baja el Ángelus en una actitud que hacía pensar en el célebre cuadro de Millet, del Ángelus del campesino.
El pueblito de Saint-Cirgues en Montagne puede compararse al pueblo de Italia llamado LU, que ha procurado más de trescientos de sus hijos o hijas a la Iglesia de Dios. El departamento de l’Ardèche ha dado cantidad de vocaciones a la Provincia de Saint Paul, muchos sacerdotes a la diócesis de Viviers y un sinnúmero de misioneros a varias Congregaciones religiosas, y a nuestra querida Congregación Marista dos SUPERIORES GENERALES.

O sea que la infancia de nuestro Jean Louis Clovis CLAUZON, en el hogar paterno, fue acunada con el espectáculo fortificador de las prácticas de la vida más cristiana. Todos los días, en familia, como en un santuario bendito, se recitaban con ejemplar exactitud las oraciones de la tarde y, de modo supererogatorio, el rosario. En cuanto a los días domingo y festivos, eran verdaderamente los días del Señor. Además de la Misa y canto de las Vísperas por la tarde, había a menudo hacia el anochecer una piadosa lectura sobre la Historia Sagrada u otro libro piadoso. Es más, todos los días, al terminar la cena, los hijos, reunidos en derredor de la mesa, la oración de la noche seguida de un corto examen y, según se ha dicho, como complemento se agregaba el santo Rosario. Sus piadosos padres sabían aprovechar para hacer nacer en su espíritu y en su corazón el germen de esas sólidas virtudes cristianas que deben constituir la principal herencia que querían dejar a sus hijos. En este ambiente de piedad creció el niño Jean Louis. Más tarde había de ingresar también en la Congregación su hermano Jean Léon, con el nombre de Hermano Chaumont. (Ramón, en Argentina.)
De modo temprano, según la costumbre de esas regiones donde el aire es puro y lleno de vida, pero donde la tierra, más bien avara, no rinde más que al precio de un trabajo rudo el pan de cada día, comenzó a tomar su lugar en las ocupaciones de la familia y, a la edad de 10 años, fue colocado en la escuela de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, quienes habían inaugurado poco tiempo antes una escuela en el pueblo.

Su aplicación, su carácter abierto y sus inclinaciones piadosas no tardaron en atraer sobre él la atención de sus maestros, quienes con gusto le habrían dado un lugar en uno de sus Junioratos; pero la Providencia, que lo destinaba a otro lugar, dispuso suavemente las cosas para llevar a cabo sus designios sobre él. Nunca pensó en un tal ingreso porque tenía un pariente de la familia Clauzon en nuestro Instituto, quien lo llevó más tarde al Juniorato de Saint Paul, para seguir luego en el Juniorato de Serres.”

En sus notas íntimas, el Hno. Malc ha trazado por sí mismo las circunstancias de su vocación a nuestro Instituto. He aquí en qué términos:
“Estaba yo todavía bajo la feliz impresión de mi Primera Comunión. Mis padres, como Gedeón en los tiempos de Israel, estaban en el aquél de batir el trigo, cuando vino a pasar, a la manera del ángel del Señor, el Hno. Libanius en visita de familia. A su vista, me sentí como transportado. El hábito y el nombre de Hermanito de María, la lejana misión en perspectiva, el fin de educar a los niños: todo se me presentaba como la más feliz realización de mis sueños sobre el futuro. En mi entusiasmo, corrí a encontrar a mis padres para expresarles mi deseo y pedirles permiso para seguirlo; con todo, después de escucharme con atención, me dijeron: “Niño, lo que nos pides es demasiado importante e implica consecuencias demasiado serias como para ser decidido a la ligera, bajo la impresión de un entusiasmo poco considerado. Reflexiona y reza; nosotros haremos lo mismo, y un poco más tarde veremos.”
“Reflexionar, no tenía necesidad: mi resolución estaba tomada, mi elección había sido hecha, consideraba mi opción como irrevocable; entonces, a partir de ese momento, todas mis oraciones tendieron a obtener de Dios la realización de mi ardiente deseo. Él mismo se encargó de arreglarlo todo, y pronto llegó el día en el que pude decir: “Aquí estoy Señor, puesto que me llamas.”
“Esto era a fines de 1896. Llegado a Saint Paul, donde pensaba continuar mis estudios en el Juniorato con otros compañeros del terruño, me mandaron a otro Juniorato secundario que teníamos en Serres, departamento de los Altos Alpes, en el que en esas fechas escaseaban los juniores, pasando de cien el de Saint Paul. Vino a buscarnos, a mí y a otros varios compañeros, el Hno. Marie Charles, entonces Director del Juniorado de Serres. Me hizo una paternal bienvenida. Recordaré toda mi vida la grata recepción que nos brindaron. Yo estaba, por fin, en ese paraíso, objeto de todos mis deseos.

Ochenta niños de corazón feliz, de fisonomía sonriente y despierta que poblaban la casa, me recibieron como a un hermano. Un espíritu delicioso reinaba entre ellos, y la más previniente caridad se hacía notar en todas sus relaciones, al mismo tiempo que una generosa emulación estimulaba y sostenía en el esfuerzo para adquirir el saber y la virtud. Fue así como, enseguida, me encontré en mi elemento. Los ejercicios de piedad, los cantos en la capilla, la emulación escolar, los alegres movimientos de diversión en los bordes del Buech y los grandes paseos a las cimas alpinas: todo me llegaba a encantar, y habría apenas concebido que los hijos de los reyes pudieran gozar de una dicha comparable a la mía…”
En medio de este contento, no olvidaba sin embargo, que el feliz tiempo del Juniorato no es más que una etapa en la vida de un aspirante a la vida religiosa, y no cesaba de aspirar por el día en que le sería dado dar un paso más en el camino que había emprendido. El 15 de Agosto de 1898 le fue dada esta gran satisfacción. Admitido a recibir el santo hábito, podía al fin dar un adiós definitivo al mundo y enrolarse para siempre en la armada bendita de la Reina de los Cielos. Fue en esta ocasión cuando, según el uso establecido en las comunidades religiosas, cambió su nombre de Jean Louis Clauzon por el de Hermano Malc, que ha llevado tan dignamente.
Alma generosa y ardiente, el H. Malc, desde su entrada en el Juniorato se había entregado sin reserva al Señor, y jamás le vino el pensamiento de mirar para atrás. Esto no significa que no haya tenido, como todos, batallas que enfrentar, luchas que sostener; pero, con los ojos fijos en el cielo, fue siempre hacia adelante, aceptando el combate como la condición de nuestra vida en este mundo, y contando con el socorro de lo alto para llegar al triunfo final. Sabía bien este verso del poeta: ‘Vencer sin peligro es triunfo sin gloria.” Luchó y venció.
“Durante mi noviciado y mis primeros años de vida religiosa, leemos también en sus notas íntimas, he tenido las más grandes dificultades a superar; he estado enfrentado a obstáculos de toda índole y que renacían todos los días, por decirlo de alguna manera; pero la Ssma. Virgen, a quien he amado siempre apasionadamente, me ha obtenido la victoria. Al entrar al Noviciado me dije: para amar a Dios más perfectamente es por lo que he abrazado la vida religiosa; para servir a María más filialmente por lo que he querido hacerme marista; para salvarme con mayor seguridad es por lo que quiero perseverar hasta el fin cueste lo que cueste… y ayudando la gracia de Dios, quiero mantener mi palabra a todo precio.”

Agregaremos que estaba plenamente sostenido y apoyado en estas firmes resoluciones por sus religiosos padres, quienes no cesaban de repetirle en todas sus cartas: “Querido hijo, sé un buen Hermano; ama mucho al buen Dios; sirve bien a la Santa Virgen; salva tu alma y ayúdanos con tus oraciones a salvar la nuestra. Tú sabes bien que ha sido únicamente por estos motivos por los que hemos consentido en dejarte alejar tan joven del seno de nuestra familia.”
Terminado el año de probación con unos breves estudios en el Escolasticado, el H. Malc fue sucesivamente ocupa-do, como encargado de lo temporal, en varios establecimientos de la Provincia de Saint-Paul-3-Châteaux, a la que pertenecía. Bajo la influencia de la campaña violenta y encarnecida emprendida entonces por la francmasonería contra las congregaciones religiosas, soplaba contra ellas un viento de inquietud y de inseguridad del que sus miembros jóvenes sufrían casi todos más o menos sus efectos. Aquéllos en los cuales la vocación religiosa había sido determinada por motivos más o menos humanos, soñaban con una situación menos precaria. Lamentablemente no dejaron de prestar con frecuencia prestar con frecuencia oído dócil a las solicitaciones de la carne y de la sangre. Solamente quienes habían sido inspirados por fines verdaderamente sobrenaturales no se dejaron quebrantar.

La persecución del desgraciado Combes lo sorprendió en nuestro colegio de Saint Mauront (Marsella). Con fortaleza, de este número fue el H. Malc. Frente a las deserciones que veía producirse en tales y tales de sus condiscípulos a quienes había querido y estimado, su divisa fue: “Adelante siempre en la abnegación y el sacrificio,” y sin dudarlo, puso el Océano entre él y aquellos que lo empujaban a romper los santos compromisos que había contraído frente a Dios y a su Instituto. Se embarcó hacia la Argentina. Pudo así realizar otro de sus sueños: salir para las misiones lejanas y, para ello, después del cierre del colegio de S. Mauront, se fue a nuestra Casa Provincial.
De ella, muchos Hermanos jóvenes salieron de Francia rumbo a la hospitalaria tierra italiana que les ofreció hospitalidad en Latte, Vintimiglia y Mondoví. Viendo algunas deserciones en los primeros meses de la secularización, se arraigó más en el H. Malc el deseo de las misiones para poner a salvo su vocación.
Desde Mondoví, a la voz del H. Constancien que solicitaba nuevos operarios para el Distrito argentino, el H. Malc formó parte de los Hermanos que salieron de Génova con los fundadores del primer Juniorato establecido en el Distrito en enero de 1906 y llegados a nuestras playas el 24 del mismo mes.
Me sería muy grato —dice uno de sus Directores, a quien debemos todos los detalles de esta notícula— seguir a nuestro buen Hermano por los diversos establecimientos de Francia, Italia y Argentina donde fue sucesivamente nombrado. Habiendo gozado diez años en su edificante compañía en Marsella, Mondoví, Luján, Marcos Juárez, etc., sería una deuda de reconocimiento que yo rendiría con mucho gusto a su memoria en pago de los eminentes servicios que me ha ofrecido constantemente; pero esto sería sobrepasar los límites de una sencilla nota necrológica. Que me baste, pues, con decir que, siempre piadoso, regular, modesto, puso constantemente su dicha en sacrificarse para hacer felices a todos.

Quince años pasó entre nosotros. Fue este Hermano de una abnegación ponderable; bien lo saben los que convivieron con él, máxime en ocasión de las molestas inundaciones que, sin solicitar permiso, invadían el colegio y nuestra Casa Provincial. Como Ecónomo que fue de nuestra Casa Provincial y de la contabilidad del Cgio. N. Sra. de Luján, como también de Marcos Juárez, siempre mereció los plácemes del Consejo Provincial, merecidas felicitaciones por el orden y la contabilidad esmerada. Su obediencia fue como la del soldado del Evangelio, a quien su jefe decía: ve allá, y él va; haz esto, y lo hace; y nadie practicó la santa pobreza con mayor perfección que él.
Encargado, a causa de su empleo de Ecónomo, de la administración de los recursos de la Comunidad, no solamente no se concedió nunca nada de lo que no tenían los demás, sino que más bien se olvidaba de sí mismo para favorecer a los otros.

Abnegado en exceso, reservaba para sí las tareas más penosas, y lo que no alcanzaba a realizar de día, lo hacía de noche. Particularmente en las horas de descanso de los demás ponía al día los libros de cuentas, siempre muy bien llevados y con una rigurosa exactitud.

Su espíritu jovial ha permanecido legendario. Como entendía perfectamente la broma, gustaba chancearlo, tomarlo en chiste, a lo que se prestaba en una buena forma de la que nunca se llegó a cansar. En verdad, la juventud monacal de aquel tiempo fue la de siempre, haciendo verídico el verso de La Fontaine: ‘cet âge est sans pitié…’ Atacado de todas las instancias dichas, en todas partes y a propósito de todo, en las recreaciones y en el refectorio, a propósito de su galpón, su huerta, su jardín, su administración, el “bautismo” de los productos de su bodega, las llanuras en pendiente de su lugar de origen en las que los espléndidos autos llevaban a los forasteros a los lujosos hoteles, tenía siempre adecuada respuesta ingeniosa, perfumada de alegría, y cuando, raramente, no le venía en el momento mismo, pedía un tiempo con la promesa de encontrarla perentoriamente.
Se hallaba devorado por un inmenso deseo de hacerse útil, permaneció largo tiempo refractario a todas las tentativas de que optara que, sin embargo, su salud hubiera tornado muy oportuno. La eternidad, decía “será lo bastante larga para descansar”; o bien, citaba como en broma este dístico, con el cual gustaba de hacerse un como baluarte:
Un Alpin fainéant est un type odieux: Je ne veux pas ternir l’honneur de mes aïeux.

Sin embargo, llegó el día en el que el intrépido obrero sintió caer de sus manos desfallecientes los instrumentos de labor. Pasó el año 1923 bastante cansado y hacia mediados del último septiembre sintió disminuir las energías; no daba para más y se conformó con el descanso que le obligaron a tomar. Fue atacado por un acceso de gripe que en poco tiempo había de acabar con las pocas fuerzas que aún le quedaban. El enfermo comprendió que el llamado de Dios se encontraba cercano; y calmo, resignado, besó su crucifijo con amor y confianza, diciendo desde lo hondo de su alma: “Pues bien, Señor, he trabajado hasta el fin. Por vuestra gracia he perseverado, he cumplido lo menos mal que he podido lo que me habéis encomendado; dignaos en vuestra misericordia, darme ahora lo que me habéis prometido.”
Y, sin duda, el meritorio religioso, cuando ya se hacía silencio en torno a su lecho de agonía, habrá oído de la boca del Divino Maestro estas tan consoladoras palabras: “Servidor bueno y fiel, has sido fiel en las pequeñas cosas, yo te confiaré las grandes; entra en el gozo de tu Señor.” Era la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, el 2 de octubre de 1923.
Resumiendo un poco esta vida de 25 años de vocación Marista, diremos que hizo sus primeros votos en agosto de 1900 y su profesión perpetua en agosto de 1905.”

Anales de la Casa Provincial, pág. 103. “Muerte del Hno. Marcos. 2 de Octubre 1923, en Buenos Aires. A las 2,30 del martes 2 de octubre, se durmió dulcemente en el Señor el querido Hno. Marcos.
Hacía tiempo que presentíamos su fin, pero tan acostumbrados nos tenía a esa peculiar actividad, tan silenciosa como fecunda, que aun contra todas las apariencias creíamos conservarlo aún largo tiempo. Una infección gripal agotó en breves días sus fuerzas y el que en vida supo de los heroísmos de la Obediencia y del sacrificio aceptó dulcemente el mandato que lo llamaba al descanso y al premio tranquilo y sereno, con la sencillez y conformidad con que aceptaba las menores prescripciones se preparó a la muerte y de sus labios no salió una sola queja. Queriendo acabar de purificar en vida aquella existencia, permitió Dios que la luz de la razón se ahuyentara de su espíritu y que por espacio de cuatro días agonizara en un letargo interminable.
Y el día 2 de Octubre a las 2,30 de la mañana entregaba su alma al Señor. Murió en el colegio “La Inmaculada.”
Dios nos lo había dado para nuestra edificación y ejemplo; Dios nos lo quitó, ¡Sea alabado su santo nombre!

Sobre la tumba del Hno. Marcos se podría grabar el áureo epitafio que resume el mejor elogio que de él pudiera hacerse: Aquí yace un religioso que guardó su Regla hasta la muerte y a quien su Regla guardó para el cielo.
Después de haber velado su cuerpo en la Capilla ardiente del colegio La Inmaculada, por la que desfilaron en piadosa romería todos los alumnos clase por clase con sus respectivos profesores y numerosas personas del barrio, sus restos fueron llevados a Luján, en donde, previa Misa de cuerpo presente, fueron inhumados con religiosa solemnidad, que es de tradición. Y ahora nuestro querido difunto duerme su último sueño a la sombra de la Cruz en nuestro panteón, junto a las tumbas de otros de sus Co-Hermanos que tuvieron la dicha de perseverar hasta el fin en su santa vocación.
Que Dios lo acoja en su seno y que por mediación de María Santísima le envíe al descanso eterno.”
La nota de Ecos de Familia concluye así: “Nos hacemos un religioso deber de presentar en nombre de todos los miembros de la provincia nuestra más sentida condolencia al querido Hermano Ramón, hondamente afectado por esta pérdida, acaecida a los pocos días de su llegada de Europa; igual manifestación de pesar hacemos extensiva a los miembros de su digna familia y al buen Hno. Victorino.
En retorno y por especial encargo del primero, queremos dejar expresa constancia de su íntima gratitud para con todos los Hermanos que le han acompañado en su pesar y en sus plegarias y por cuantos con sus cuidados y desvelos han tratado de endulzar las últimas horas de su digno y virtuoso hermano.”

Pasajes Complementarios.
Ecos de Familia, octubre 1944, pág. 122 y 123, bajo el título de HISTORIA DE LA PROVINCIA, 1908, Juniorato: “Efectivamente, el 3 de enero de 1908, una valiente falange de pequeños juniores italianos, españoles y franceses partían del puerto de Barcelona, bajo la custodia del Hno. Honoratus, quien debió para ello, arrancarse al afecto de sus juniores y novicios de Mondoví. Veintiún días más tarde, tras un viaje muy apacible, el grupo inicial de juniores se instalaba en el dulce nido que la Virgen de Luján, por intermedio de los Padres de la Misión, le había dispuesto a la sombra de su Santuario. Ese día 24 de enero constituyó una jornada muy feliz para todos los Hermanos del Distrito, quienes veían en la fundación del Juniorato una prenda de continuidad para la obra marista en esas tierras del Plata. Junto con los juniores vinieron, además del ya nombrado Hno. Honoratus, los HH. Amy, Malc, Giusto y Paolino, fallecidos ya los dos primeros y residentes los dos últimos en Italia.”

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