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HNO. JUAN ROMUALDO

Nombre Civil: Domingo A. Perruchon.

Fecha de Nacimiento: 01/01/1914.

Lugar de Nacimiento: Champorcher — Provincia de Aosta — Italia.

Fecha de Profesión: 01/01/1930.

Fecha de Defunsión: 04/07/1957.

Hno. Juan Romualdo
Profeso Perpetuo 1914 – 1957.
Nacimiento: 01/01/1914 — Champorcher — Provincia de Aosta — Italia.
14/02/1924: Junior en Mondoví.
06/09/1928: Llega a nuestro país y continúa el Juniorado.
25/02/1929: Postulante.
01/01/1930: Toma de Hábito.
13/01/1931: Votos Anuales.
02/02/1936: Profesión Perpetua.
1931/1933: Escolasticado.
Actuación:
Colegio Champagnat ….. 9 Años.
Otros colegios: Belgrano, Luján, Rosario. Ayudante en Editorial H.M.E.: casi un año.
27/04/1957: Enfermo, es llevado a Sagrada Familia.
Fallecimiento: +04/07/1957 — 43 Años.

Domingo A. Perruchon nació en Champorcher, Provincia de Aosta, Italia, el 1 de Enero de 1914. Su padre, José, era zapatero de profesión. Su madre, Julia Minete. Tuvo dos períodos como junior: en Mondoví, al que ingresó con 10 años, y Luján, desde su llegada. Continúan las etapas formativas y de votos según consta. Lujo para su época, hace tres años de Escolasticado.

Podemos Seguir El Detalle Se Sus Obediencias:
—Colegio Champagnat ….. 1934/1942.
—Colegio Belgrano ….. 1943.
—Luján/1944, cuando finaliza su primera etapa como docente.
—Continúan luego: ayudantía al Hno. Victorino en HME. ….. 1945/1949.

En 1950, 2do. Noviciado, primer período, que finaliza en julio. Habrá visitado a su familia, con seguridad. Y termina ese año colaborando con nuestra Editorial.
Vendrá un retorno a la docencia, en el Colegio Nuestra Señora del Rosario, desde 1951 a 1957. En 1956 lo ataca un grave mal, del cual es operado en Rosario, octubre. Como ahora en estos casos, también se dijo que la intervención había resultado muy bien. Pero, como muchas veces ahora, el mal tornó a su virulencia. Fue trasladado a Casa de la Sagrada Familia el 27 de abril del cincuenta y siete. Conste que su nombre figura, en la lista de destinos del mismo, en el Colegio de Rosario…

Se siguieron poco más de dos meses con dolores muy acerbos. Su afección era cáncer en el páncreas. Se lo instaló en un cuarto que corresponde a actual pieza privada del Hno. Ecónomo Provincial (1996) segundo piso, fondo a la derecha, que era lo mejor de que se disponía entonces.

En referencia al Hno. Roberto González, ya sea por su artículo en Ecos de Familia (Julio/Agosto 1957, Págs. 119/120), ya sea por su transmisión oral, le agradecemos porque nos da fraternal consuelo poder transmitir momentos de este calvario de casi 70 días de nuestro Hermano. Frente a la propuesta de oración por su curación —con novenas y súplicas de unas 33 congregaciones de religiosas—, su respuesta era invariable: “Lo que Dios quiera”. Y quédenos muy claro que fue para él muy duro asumir su enfermedad y fin de su carrera en este mundo… La gracia de Dios encontró en él un corazón bien dispuesto, y se “dejó vencer por Dios”.
Accediendo a su deseo, recibió la Extremaunción el día de María Auxiliadora, 24 de mayo. Con el agregado —vaya ejemplo de piedad y entereza viril— de que él mismo dirigió los pasos del rito. El Padre Castillo le impartió la bendición papal, luego del sacramento. Nuestro paciente pidió perdón por sus faltas de caridad, delicadeza y consideración.

El mismo Hno. Roberto lo acompañaba cada noche en el rezo del Acto de Resignación a la Muerte. Asimismo oraba asiduamente las letanías del Padre Champagnat, de la Resignación y del Amor de Dios, enviadas por el Hno. Pablo Rafael. Varios salmos de su predilección: 50, 85, 102. Jaculatorias escritas en una estampa… Visitantes que leían para él capítulos del Kempis, de libros como “Confianza” (de Jaegher) “Dios en nosotros” (de Plus), y “Glosas a las Letanías Lauretanas”(Cavatoni).
Recibía muchas cartas, que contestó mientras le fue posible. Luego se las dictaba a dos compañeros de noviciado, los HH. Augusto Emilio (Palma) y Tiburcio José (Jesús Casal). El Dr. Santiago José Fernández, posteriormente afiliado al Instituto, lo visitaba todos los días. Las últimas tres semanas le recetó el calmante más poderoso en esa época para su mal, el Pantopon. Nunca dejó traslucir el menor gesto de impaciencia, y lo que más lo consolaba en esa aproximación a la muerte, era la fraterna atención que recibía de parte de los Hermanos, especialmente de los HH. Mariano José, Samuel Eutimio e Ignacio Claver. Llegó a manifestar que se sentía aplastado ante “La gran caridad que todos tienen conmigo”.

Desde el 16 de junio, pidió rezaran con él, diariamente, la Recomendación del Alma. Se ve que quería saborear con toda lucidez el contenido de esas consoladoras plegarias. Y el 4 de Julio de ese 1957, a las 4:20, acaeció su santa muerte. Tenía 43 años de edad, 26 de vida religiosa, y faltándole un año para completar sus 30 de vida en nuestra Provincia. No podemos dejar de destacar su vocación misionera patagónica, vivida en los veranos, durante las vacaciones. Citamos de Ecos de Familia: “Año 1951. Por iniciativa del Hno. Juan Romualdo, los maristas van por primera vez a las Misiones Rurales Patagónicas. Junto con él integran el grupo los HH. Pablo Marcelo y Tiburcio José.” (Septiembre/Octubre de 1957, pág. 162.).

Hno. Juan Romualdo.
El Hno. Jesús Casal nos ha hecho llegar su testimonio en carta desde Rosario, con fecha 5 de febrero de 1997. Ya publicada la carpeta nº 3, se agrega esa nota posteriormente, que agradecemos al gran colaborador firmante, siempre dispuesto a recordar a quienes NOS PRECEDIERON. Gracias, Hno. Jesús.

“Llegó a Lujan en noviembre de 1928, sin saber castellano, hablando italiano y francés. El 24 de febrero de 1929 pasó al Postulantado con un grupo de 19 juniores del Juniorado de Luján (entre los cuales Septimio, Diego, Vargas, Casal…). El 1 de enero de 1929 tomó el santo Hábito; el 13 de enero de 1931 hizo su primera profesión y el 28 de enero de 1936 (por una circunstancia especial se le adelantó la fecha, que estaba señalada para el 2 de febrero), la profesión perpetua. Hizo tres años de Escolasticado para obtener los títulos elementales de Primaria y luego seguir los primeros años de alumno libre del Secundario, en Mercedes (Buenos Aires) como era norma de la Provincia.

A pesar de la dificultad del idioma para los títulos elementales, demostró tenacidad en sus estudios como alumno libre. Era una de las inteligencias más vivaces de su grupo. (Se solía salir del Escolasticado con el 3er. año de Bachillerato). (El Hno. Roberto González terminó el Escolasticado en 1928 y fue destinado al Noviciado en 1929, encargado de los Postulantes, que éramos un grupo de 19 muchachos, con no más de 15 años. Roberto podría señalar las características dominantes temperamentales, de capacidad, vocacional, etc., que descubrió en Peruchon, siendo postulante y novicio.)
En una de las visitas que el Hno. Leoncio Versino hacía a la Editorial en tiempo de la enfermedad del Hno. Juan Romualdo, siendo Director de Pilar, lo visitó y le comunicó que la Comunidad y los juniores estaban haciendo una novena al Padre Champagnat para obtener su curación si era voluntad de Dios. Juan Romualdo le contestó: “¿Quieren mayor milagro que el estar en estos momentos preparado para morir…?”

En una de las visitas que yo le hacía cotidianamente desde Champagnat, lo encontré revisando y vaciando su valija de viajes, y le pregunté: “¿Qué estás haciendo?” Me respondió: “Que no se me cuele nada que signo de antitestimonio de morir como un ‘pobre’, en consonancia como he vivido…”
En 1949 estuvo en Rosario conmigo, los jueves por la tarde era libre. Visitaba y atendía a una que otra familia o ‘solitario pobre’ de un barrio humilde de Rosario. Era un apasionado de los ‘pobres y humildes’, a quienes no retaceaba dedicarles el tiempo para solucionarles situaciones extremas, y me decía: “¡Tiburcio, no dejés nunca de atender a los ‘pobres’, que da una gran felicidad espiritual!”

Fue un incondicional devoto del ÁNGEL DE LA GUARDA. Me confió hechos inéditos que despertaron en mí la devoción a mi Ángel de la Guarda, y hoy es una de mis grandes devociones diarias junto con la de la ‘Buena Madre y San José.’ He sido protagonista de hechos inauditos en mi propia vida. Uno de los tantos que oí de labios del mismo Juan Romualdo: “Estando en la Editorial, a las órdenes del H. Victorino, le encomendó en una ocasión que se ocupara de la llegada de un grupo de juniores del Distrito de Uruguay, que venían para el Postulantado de Luján, desde Montevideo, en el buque de la Carrera que hacía, entonces, viajes diarios Buenos Aires –Montevideo y viceversa. Le previno que venían sin la documentación en regla y que tendría inconvenientes que los dejaran bajar. Diez minutos antes de la llegada ya estaba Juan Romualdo en el atracadero del puerto.

Al llegar el barco —con su viveza y rapidez que le eran propios— subió al barco presentándose y preguntando a uno de los principales, por un grupo de muchachos que venían de Montevideo. Le respondió: ‘Ahí los tenemos detenidos para devolverlos a Montevideo por no tener la documentación en regla.’ Juan Romualdo le pidió si, por favor, le podía indicar a qué autoridad superior debía presentarse para explicarle la situación de los muchachos para que los dejen bajar, ya que él era el responsable, y le
indicó el lugar adonde podía ubicar a su superior.
En el trayecto se encomendó al Ángel de la Guarda… y frente ya al responsable quien le escuchó silenciosamente, y, sin más, se levantó, lo invitó a que lo acompañara a la oficina donde estaban detenidos los muchachos en custodia y, al encontrarse con el encargado de la oficina, sin más, le dio la orden de que le entregara los muchachos.

El Hno. JUAN ROMUALDO, los acompañó hasta la salida del barco y les dijo que lo esperaran ahí, que iba a saludar y agradecer la gentileza. Como no lo encontró, se dirigió directamente a la oficina donde estaban los muchachos detenidos y preguntó al jefe dónde podía ubicar en ese momento al superior que acababa de darle la orden de entregarle los muchachos. Le contestó: ‘¡Qué sé yo…! Si no lo conoce Vd. que vino con él, ¿cómo quiere que sepa yo si no lo conozco?’

El H. Juan Romualdo sacó la conclusión —al no encontrarlo en todo el barco— que fue el Ángel de la Guarda. Al finalizar su carta, nos dice: “Te sugiero que emplees el término ABANDONO en las manos de Dios, en lugar de RESIGNACIÓN… ABANDONO tiene un contenido muy rico de “entrega incondicional y de plena libertad” a lo que Dios disponga. RESIGNACIÓN, en cambio, tiene un contenido de ‘fatalismo’, de quien se siente ‘esclavo’, a quien no le queda otra cosa que ‘resignarse’ (e.d., no me queda otra cosa que ‘aguantar’ la situación, lo que es una ‘actitud jansenista’).

Hno. Jesús, muchísimas gracias por su preciosa carta, de la que deseamos asimilar, vivir sus ricos contenidos. ¡Dios se lo pague…!

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