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HNO. JOSE JOAQUIN

Nombre Civil: Antonio Di Meo.

Fecha de Nacimiento: 17/02/1921.

Lugar de Nacimiento: Celzi di Forino — Provincia de Avellino — Italia.

Fecha de Profesión: 14/01/1940.

Fecha de Defunsión: 09/02/1940.

Hno. José Joaquín
Profeso Temporal 1921 – 1940.
Nacimiento: 17/02/1921 — Celzi di Forino — Provincia de Avellino — Italia.
1928, Primera Comunión. 1935: Confirmación.
10/08/1935: Junior en Gassino.
04/09/1937: Junior en Villa San José.
08/03/1938: Ingresa al Postulantado. Poco después es internado en el Hospital San Juan de Dios, La Plata.
Diagnóstico: proximidad de un desenlace final, confirmado. 14 meses de lucha contra el mal.
14/01/1940: Primeros Votos, autorizado por el Consejo Provincial.
26/01/1940: “Yo quiero hacerme santo”.
(De Sus Propósitos).
09/02/1940: Visita del Hno. Simeón, Maestro de Novicios.
Fallecimiento: +09/02/1940 — 19 Años.

Antonio Di Meo nació en Celzi di Forino, Provincia de Avellino, Italia, el 17 de febrero de 1921. Sus padres, Juan – labrador- y Asunta Tornatore. Aún muy pequeñito, de familia muy cristiana, su madre le enseñó a invocar los nombres de Jesús y de María.
Asistió a la escuela del estado, viéndoselo dotado de excelentes cualidades humanas. Sobresalía por su buen humor, tenacidad en el estudio, docilidad al maestro, afectuosidad y sencillez para con sus compañeros. Se inició en las tareas propias de la ayuda litúrgica.
Como se puede apreciar, era terreno propicio para aceptar la invitación que le dirigiera el Hermano Promotor vocacional marista, lo cual hizo muy resueltamente. Inició su Juniorado en Gassino. Pasados los años propios de esta etapa, los Superiores le propusieron trasladarse a Argentina, donde continuaría su formación con miras a su futuro apostolado. Viajó a nuestro país para incorporarse al Postulantado en Villa San José.

Un condiscípulo de Noviciado ha dejado testimonio sobre su profunda piedad eucarística, su apertura al Hno. Maestro de Novicios, sus ensayos apostólicos entre los enfermos del Hospital.
En efecto, no tardó el médico de la casa en aconsejar que Antonio fuera internado, lo cual se cumplió en el Hospital San Juan de Dios, de La Plata. Contó con una excelente
atención médica, y con el apoyo de la comunidad de Hermanas de la Misericordia que servían a sus enfermos.

Hubo alternativas de mejoría y empeoramiento. Pero llegó el día en que se hubo de diagnosticar que no estaba alejado un desenlace final. Las hemorragias, incontrolables, eran los hitos de su progresivo desmejoramiento. Recibió con gran fortaleza el anuncio del diagnóstico, completando el holocausto con el ofrecimiento de la propia vida en cumplimiento de la voluntad de Dios.
No lo desanimaba el poco eco que su vivencia religiosa encontraba en otros pacientes, entre quienes tampoco faltaban personas sensibles a su testimonio y aconsejamiento religioso, especialmente en los sacramentos de los enfermos. Mientras pudo, acudió, aun arrastrándose, hasta la capilla. Ha quedado escrito por una de las religiosas las horas de adoración que ofrecía al Ssmo. Sacramento del Altar.

Fueron catorce meses de lucha contra la misma enfermedad que aquejó a Santa Teresita. El Hno. José Joaquín manifestó su deseo de “morir abandonado, solo, como Nuestro Señor Jesucristo”. Pero su petición a Dios consistía sobre todo en que le concediera la gracia de morir siendo religioso marista. Incluía en esta intercesión a la Beata Josefa Rossello, fundadora de las HH. de la Misericordia.

Ante tal período de “probación”, verdadero Noviciado no convencional, y visto su deseo tan comunicado, informado especialmente por el P. Capellán y por las Hermanas, el Consejo Provincial le otorgó la posibilidad de emitir sus primeros votos. Los pronunció el 14 de Enero de 1940, ante los Hermanos Pablo y Bajulus. “…realizóse junto a mi cama mi Toma de Hábito, mi profesión religiosa y me fue administrada la Santa Unción”, escribe él mismo al día siguiente al Hno. Maestro.

Por su carácter de religioso profeso, las Hermanas lo hicieron trasladar el día 16 de sala común a un pabellón dividido en celdas. El 9 de Febrero de ese año 1940, menos de un mes después de su profesión, desde Luján viene a visitarlo el Hno. Simeón, Maestro de Novicios. A esta gran alegría, se le sumó el hecho de que le trajo carta de sus padres, que le leyó. Hacia las 16 horas se despidieron los visitantes. Un aviso telefónico a la Escuela San Vicente, a las 18,30, comunicó que el Hno. José Joaquín había perseverado, falleciendo a las 17,40. La Madre Superiora lo había asistido en sus últimos momentos, con otras dos Hermanas. A su pedido, (“Que venga Antonio el enfermero, que venga pronto, que me voy…que me ponga el Hábito…quiero irme al cielo con el Hábito”), le colocaron el Hábito Marista. Un cuarto de hora antes de su partida, se puso a cantar el Avemaría. Al encontrarlo en agonía, la Madre Superiora advirtió que apretaba contra su pecho un rosario y una cruz, ésta recuerdo de su madre.

Velado en el mismo Hospital al día siguiente, se celebró la Misa de Requiem, continuándose con el Oficio de Difuntos y el rezo ininterrumpido del Rosario. Las dos comunidades maristas platenses, el P.Capellán y las Hermanas del Hospital, organizaron todo y lo llevaron a cabo.
Fue sepultado en el cementerio de La Plata. Su tumba estuvo al lado de la del padre del abogado Dr. Ceferino Prieto, gran amigo de los Hermanos del Colegio Monseñor Rasore y San Luis, quien también comentó que era visitada por gente que oraba cabe los restos del Hermano, y solían traerle flores. Sus restos fueron trasladados años después al panteón marista de Luján por gestiones personales del Hno. Mariano José.

Del Hno. Primo Brunato, compañero suyo de Juniorado y de viaje: “Venía del sur, creo que de Salerno. Sobresalió enseguida por su piedad y austeridad, virtudes a menudo incomprendidas por nosotros, sus compañeros, que lo hacíamos no pocas veces objeto de burlas que él soportaba con paciencia y con una permanente sonrisa. Como tenía la edad, pasó pronto al Postulantado y siendo novicio enfermó de tuberculosis. Su sueño se iba cumpliendo. No pocas veces nos repetía que “moriría tísico a los 19 años como San Gerardo Maiella”, a quien imitaba en la piedad y austeridad. Enfermo ejemplar hasta su muerte, considerada como la de un santo por médicos, enfermeros y compañeros de dolencia. Tuvo la gracia de emitir los votos religiosos in articulo mortis. Uno de tantos santos maristas desconocidos”.

Ecos De Familia, Diciembre/1942, Pág. 58:
“El día 9 de Febrero de 1940, en un hospital de La Plata, falleció el piadoso novicio, Hno. José Joaquín. De una extensa nota compuesta sobre el virtuoso Hermanito por el estimado Hno. Marcial, extractamos varios pasajes sumamente edificantes, los que serán leídos con verdadero agrado por todos los Hermanos.

Testimonio de la Hna. Viriginia, Superiora del Hospital:
“Todavia conservamos profundos recuerdos del Hno. José Joaquin. Personalmente, cuantas veces contemplo su recogida figura en una pequeña foto que dejó a la Comunidad como recuerdo o, hallándome en alguna dificultad, le pido que me ayude, me siento reconfortada, pues me lo imagino entre los ángeles de Dios.
Desde que llegó al Hospital, en el que permaneció por espacio de 14 meses, observe en él un porte y una conducta intachables. En medio de sus sufrimientos y privaciones daba inalterables muestras de una unión inquebrantable a la divina Providencia. Verdaderamente era una de esas almas escondidas de nuestro siglo para quienes la conformidad con el divino Beneplácito es la perfección del amor.

Era sumamente mortificado. Tenía sujetos todos sus sentidos, particularmente la vista. ¡Cuántas veces me edifico con su admirable modestia! De intento le observe varias veces en la Capilla: siempre lo veía inmóvil.
Era alegre, a pesar de sus agudos dolores. Una sonrisa habitual iluminaba su rostro. Cuando se le preguntaba sobre su estado, respondía sonriendo: “Esperando que venga”. Se refería a la muerte.
Era sumamente devoto de la Santísima Virgen, a la que suplicaba incesantemente le concediera la gracia de morir como religioso marista.
Ejerció constantemente apostolado entre sus compañeros de Hospital. Y como muchos de ellos eran reacios a su intento, no dejaba de experimentar alguna que otra mortificación en esa tarea. Consiguió, no obstante, que varios de aquellos enfermos que en su principio lo habían rechazado y hasta molestado por sus ideas, terminaran pidiendo los últimos Sacramentos por sus instancias.

El día siguiente de su profesión religiosa, 15 de enero, se arrastró como mejor pudo a la Capilla del Hospital. Recibió allí el Pan de los Ángeles, permaneciendo después por espacio de varias horas frente al Santísimo, con una compostura y una devoción tales que llenaban de admiración a cuantos enfermos le veían.

Los últimos días de su vida los paso en una pieza aislada, bastante alejada de la Capilla. Esa circunstancia no le impidió llegarse todas las mañanas hasta el altar para oír la Santa Misa y comulgar con un fervor angelical.
Temía encontrarse solo cuando le llegara el momento de irse al Cielo, no fuera que le dejaran sin su Hábito. Para salvar ese peligro, llego a dormir tres noches revestido con su sotana. Murió el séptimo día de su novena a la Virgen Santísima de Lourdes”.

Propósitos:
Escritos de su letra, se hallan estos propósitos en una libreta de apuntes. Llevan la fecha del 26 de enero: “En todo estaré contra lo que me inspira la naturaleza y mi gusto. Tendré que sufrir mucho, pero cueste lo que cueste, quiero ser santo. Quiero ser otro Jesús. Quiero honrar el nombre de mi santo Patrono, mi hábito y mi Instituto. Quiero mantener mis sagradas promesas: viviré pobre, casto y obediente; humilde, sencillo y modesto. De veras, de veras, es esto lo que quiero”.

El Tránsito:
El día 9 de Febrero, procedente de Luján, llegaba a La Plata el Rdo. Hno. Maestro. Se trasladó luego al Hospital acompañado de un Hermano de la Escuela “San Vicente”. La visita del Hno. Maestro y la lectura de una carta llegada de sus padres, produjeron indecible alegría al enfermo.
A las 16 volvieron los dos Hermanos a la escuela “San Vicente”. Y a las 18:30 el Hno. José Joaquín se extinguió para la vida terrena.

Oigamos lo que dice la Hna. Superiora sobre los últimos instantes de nuestro Hermanito: “A las 18 oí que el Hermano me llamaba. Fui a verle. ¡Cual no sería mi sorpresa al encontrarlo en agonía!

Tenía entre sus manos un Rosario y un pequeño Crucifijo, recuerdo de su madre. Pidió que el Crucifijo fuera devuelto a la madre.
Un cuarto de hora antes de morir se puso a cantar el Ave María. De pronto se apagó el canto: entonces atendimos todos los circunstantes, pero, solo alcanzamos a oír que repetía: Ave María, Ave María.
Unos instantes después suplicó le pusiéramos el Hábito. “Quiero irme al Cielo con el Hábito”. Como ello era imposible, le extendimos el Hábito sobre el cuerpo y le dije; “Ya puede irse, Hno. Joaquín, ya está vestido”. Y se durmió pacíficamente en el Señor”.
Las dos Comunidades platenses, el Padre Capellán y las buenas Hermanas del Hospital se apresuraron a cumplir lo exigido por las circunstancias. A la mañana siguiente hubo Misa de Rquiem por el eterno descanso de su alma, y al lado del féretro, se turnaron los Hermanos rezando el Santo Rosario y el Oficio de Difuntos. Sus restos reposan en el Cementerio de La Plata.”

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