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HNO. IRENERO

Nombre Civil: Luis Pedro Regner.

Fecha de Nacimiento: 07/03/1910.

Lugar de Nacimiento: Diamante — Spatzenkutter — Entre Ríos — Argentina.

Fecha de Profesión: 02/02/1933.

Fecha de Defunsión: 17/01/1992.

Estable 1910 – 1992.
Nacimiento: Spatzenkutter Entre Ríos 07.03.1910
02.02.1922: Ingresa al Juniorado.
02.01.1926: Postulante.
02.07.1926: Toma de Hábito.
02.07.1927: Primeros votos.
02.02.1933: Profesión perpetua.
29.01.1948: Voto de Estabilidad.
Actuac.: ………………59 años.
Maestro ………. 6 a.
Profesor ……….28 a.
Director ………..16 a.
Retirado ………………….. 4 a.
Fallece en Luján.
+ 17.01.1992.
81 Años. 65 Años de vida religiosa.

De su ficha provincial. REGNER, Luis Pedro, es del departamento de Diamante. De familia de agricultores. Su padre, José (+ 1941); su mamá, Magdalena Schropp (+ 1965). Consta el domicilio de su hermana, Teresita R. de Méndez, Combet 1197, Chilavert, F.N. Mitre. Copiamos del H. Eutimio Merino: En ese piadoso hogar no fue difícil que surgiera la vocación de Luis, que se manifestó de inmediato y se decidió a seguir el llamado divino al pasar por su hogar el Hno. Fernando (Fredien), promotor vocacional marista.

El Hno. Luis Regner, para nosotros Ireneo, al acudir al entierro de uno de sus hermanos menores (eran una familia numerosa), manifestó que éste le comunicó muchas veces que se extrañaba que él también no le hubiese imitado en seguir idéntica vocación y lo atribuia a que el reclutador no se lo había sugerido cuando vino
a buscar al H. Ireneo.

Ingresó en el Juniorado de Luján el 2 de febrero de 1922 cuando aún no había cumplido los 12 años y se distinguió en sus años de formación por su vida de piedad, de acuerdo a la educación recibida en su cristiana familia. ( Las citas provienen del nº 3, octubre 1992, y se encuentran entre las páginas 34 – 42.) Sobre el surgir vocacional, hay más en otra nota: Las primeras noticias sobre vocación las tuve a través del ambiente cristiano del pueblo, de mi familia y de los hechos.
Toda la gente sabía que tal o cual muchacho o muchacha del pueblo, de la parentela o, simplemente, de familias – conocidas o no -, aunque no vivieran en el pueblo, había entrado en el seminario o en el convento.
La revista semanal Volksfreund, que llegaba a todos los pueblos de las colonias alemanas, traía esas noticias vocacionales que mi madre siempre comentaba con mucha simpatía y cantidad de detalles.

Pero las primeras insinuaciones directas me llegaron del lado de mis abuelos paternos: querían hacerme sacerdote de la benemérita Congregación del Verbo Divino. Por supuesto, mi madre los apoyaba. Era natural que mis abuelos pensaran así: los Padres del Verbo Divino fueron siempre los capellanes de ese grupo – Valle María, Campo María (Spatzenkutter), San Francisco, Brasilera, Salto – de las colonias alemanas de la Pcia. de Entre Ríos. Pero – es la verdad – nunca llegué a simpatizar con ese proyecto, ni, por consiguiente, a convencerme.

Mi padre era el Schulmeister del pueblo, o sea, el maestro de escuela. Pero, en el original alemán de las colonias alemanas de E. Ríos, significaba entonces mucho más. Quizás fuera justo traducirlo por “diácono”, al estilo de los que tenía en mente Mons Kemerer, por ejemplo. Porque, además de maestro de la escuela alemana, era catequista, organista y cantor litúrgico; presidía los rezos en la iglesia, el Rosario, el Mes de María; era el encargado de la iglesia y de la casa parroquial. Los Padres residían en Valle María y de allí se trasladaban a los cinco pueblos de la parroquia según un riguroso turno. De modo que sólo algunos días en el año pernoctaban en el pueblo. Pero mi padre, como todos los hombres de las colonias, era chacarero, un pequeño chacarero.

De la chacra vivíamos, los trabajos a favor de la comunidad significaban muy poco económicamente.
Por cuanto se dijo más arriba, mi padre muchas veces debía descuidar sus intereses. Sin embargo, había que comer y éramos muchas bocas.
Pero en las colonias, y más entonces, los muchachos se iniciaban muy pronto en las labores del campo. Así, mi hermano mayor, desde temprano fue como el socio de mi padre y yo el socio de mi hermano.
Precisamente, en una de ésas, estando en el campo planeando la siembra de verdeo nos distrajimos y llegamos tarde a casa.

Al llegar de regreso, en casa ya habían almorzado. Nos pareció natural, ya que traíamos un buen retraso. Pero, sí, nos sorprendió que estuvieran todos en el patio, como esperándonos, como si hubiera pasado algo fuera de lo común. Allí estaba mi padre, mi madre, mis hermanos menores y mi hermana, mayor que yo.
Cuando bajamos del carro, para desenganchar, todos se acercaron y mi herma-na, adelantándose me dijo a media voz: — Luis, esta vez te colgaron. — ¿Me colgaron? ¿Por qué?– Pero mi madre la reprendió: — No digas tonterías, Rosa. – Y acercándose me dijo: –Luis, ha venido un Hermano Marista de Luján – era el Hno. Sebastiani — , para saber si, quizás, querrías ir con él para estudiar de Hermano. Pero no tienes ninguna obligación de decir ¡Sí! Ahora, mientras almuercen, lo piensas y, después, tu dirás.
Y, efectivamente, lo pensé. Al parecer, a mi madre le interesaba la respuesta, ya que, apenas terminamos de comer, me preguntó: — Y, Luis, ¿qué resolviste? El Hermano volverá esta tarde para verte y saber tu respuesta.

¡ Mi respuesta! Creo que hasta para mí fue inesperada, vistos mis antecedentes al respecto. Siempre esquivaba el tema con mis abuelos. Sin embargo, me pareció que mi respuesta debía ser ¡Sí!, y así contesté a mi madre: “¡Sí, iré !”
Ella quedó como tranquilizada y, desde entonces, mi madre fue la que más decididamente, la que siempre me apoyó. Aun cuando mi padre, que, naturalmente también estaba de acuerdo conmigo, presionado muchas veces por las dificultades económicas, eran años muy duros aquéllos, no sabía cómo componérselas. Así, en estas circunstancias, conocí a los Hermanos Maristas.
Justo es dejar constancia que el abuelo – la abuela había fallecido antes de la visita del H. Sebastiani – también siempre me alentó.
Cuando más adelante le comuniqué que el 2 de julio de 1926 vestiría el hábito marista me respondió que se sentía muy feliz y que había pedido a Dios que le diera vida, por lo menos, hasta esa fecha para poder verme en hábito. Me vio en fotografía. Falleció el 1º de noviembre de 1926. Mi toma de Hábito fue su “Nunc dimitis”, hace 50 años. ( Cita de la revista LUJÁN, nº 249, pág. 9).

Segundo Noviciado: Grugliasco, febrero – julio 1950. Títulos habilitantes: E. Primaria: APTITUD PEDAGÓGICA, 1957 (C.Federal); TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO: pcia. de Bs. Aires, 1928. E. Secundaria: TÍTULO SUPERIOR DEL MAGISTERIO, 1935.

Su estilo como formador. Era comprensivo con las dificultades de los adolescentes y estos manifestaban que los comprendía y solucionaba sus dudas y pequeños problemas.Los animaba cuando los veía un tanto desalentados y se condolía cuando los veía desertar y cansarse del camino emprendido. Pero al fin se resignaba si alguno se retiraba y procuraba mantener correspondencia con ellos y si alguna vez los ex juniores venían al Juniorado, los acogía con cariño y les aconsejaba en el nuevo camino elegido. (H. Eutimio Merino.)

Rememorando al Maestro. Fue nuestro Director en el Juniorado Mayor. Hombre tranquilo y metódico. Paciente y preocupado por todos sus formandos. Amante de la música clásica, en especial de las sinfonías de Beethoven, las que lentamente nos hizo gustar.
Para los que vivimos con él aquellos años, nos resulta casi imposible ir por la “escuelita”, y en especial por la sala “Hno. Paulius”, sin que la imaginación no nos traiga la figura del Hno. Ireneo presidiendo horas de actividades libres, con la maravillosa música sinfónica.
En sus clases, preferentemente de Matemática y de Historia Argentina, era modelo de claridad, de orden y se adaptaba al ritmode cada alumno.
Estaba siempre con nosotros, cumplía fielmente con la pedagogía de la presencia. En los rezos, en los juegos, en los paseos, de los que tenemos tan gratos recuerdos.

También cumplía con la entrevista, a su estilo y de acuerdo a la formación de su época. En esto era particularmente regular y respetuoso del fuero interno de cada junior. Todos podíamos dialogar con él en libertad.
Creo poder afirmar que nunca tuvo problemas con nadie, su caridad y cordialidad no tenían límites. Más bien, en algún caso concreto, posiblemente haya sido demasiado
paciente, y haya dado excesivo tiempo para la recuperación, que finalmente no llegó. Pero entiendo que esto no desmerece en absoluto su actuar.
Alguna vez, charlando con él en sus últimos años, comprobé que reconocía haber tenido excesiva paciencia con algunos chicos de entonces y que hoy obraría de otra manera.

Tuvimos la suerte de haber tenido con él una comunidad de Hermanos formadores de primer orden. Y era hermoso percibir la armonía que había entre ellos, a pesar de tener formación e intereses diferentes. Fue sin duda la capacidad de aglutinar voluntades y la sabia coordinación del H. Ireneo, parte importante en estos logros.
Creo que todos nosotros, adolescentes entonces, sentimos en la personalidad de este Hermano, la seguridad que necesitábamos.
Hombre profundamente religioso, con la religiosidad y tenacidad heredada de los alemanes del Volga, y completada con la mística marista de Champagnat, cumplió maravillosamente su misión, es un ejemplo para todos. (H. S. Jacob.)

Su propia manera de ver. Todo muchacho, antes que ninguna otra cosa, es hijo. Porque ingrese a un Juniorado o Seminario, no altera su condición primera. Los hijos, para llegar a ser lo que deben ser, necesitan del amor y de la autoridad de sus padres. Del amor bien entendido y de la autoridad –no del despotismo – que da la bondad, la comprensión, la firmeza y algunas otras cualidades que mencionaban, por ejemplo, nuestras Antiguas Reglas, hablando de las cualidades del Maestro. Recordemos además, que así como hay temperamentos diferentes que han de ser tratados en alguna forma distinta, hay también, en nuestro país, grupos raciales distintos que, en algunos aspectos, también exigen trato diferente.

Siempre me ha sido útil un consejo que recibí de la revista “Éducation”: ‘Al niño y al joven hay que tratarlos siempre como si fueran lo que deben ser, porque sólo así, tendremos “entrada” para con ellos, y los podremos hacer mejores. Pero, si los tratamos como en realidad son, siempre los haremos peores. (De su reportaje, pág. 40.)

El Hno. Rubén Seipel, recogiendo elementos de los que tanto hemos abundado, expresó una acción de gracias en la Misa funeral y de alabanza al Señor por el don de la vida tan rica que regaló al H. Ireneo. Bajo el título de GRACIAS, HNO. IRENEO, la podemos hallar en pág. 35.

DISTINCIÓN DEL DIVINO MAESTRO. Le fue otorgada el 25 de octubre de 1985. CONSUDEC quiso reconocerle así su abnegación al servicio de los jóvenes argentinos durante un período de 57 años de labor ininterrumpida. El H. Septimio hizo preceder la entrega con estas palabras (pág. 40 – 41.) Fotografía de ficha de Secretaría Provincial

Hno. Irenero:
Queda tu recuerdo como un jardín escondido de sencillas flores silvestres: las pequeñas virtudes maristas. Hijo fiel del P. Marcelino las practicaste casi sin que se percibiera: humildad, sencillez, modestia, paz, paciencia, benignidad, afabilidad, mansedumbre, condescendencia, alegría reposada, sobriedad, gozo espiritual. En ti se realizó cumplidamente lo que dice San Pablo en Gálatas 5,22 de los frutos del Espíritu.
Ireneo era del signo de piscis. La mentalista Blanca Curi –Predicciones 1999- acierta en varias de las características psicológicas, vbgr.: “humilde, compasivo, benévolo, sensible, adaptable, “(…) Pero desbarra con nuestro Hermano: “… sus características son, a menudo, como las del mar, con sus oscuras profundidades, sus súbitas tormentas y sus fuertes y variables corrientes.” Lo verá en el título que sigue, IRENEO, SIEMPRE IGUAL.

Además, con cuántas ganas reía al seguir al cómico Fidel Pintos en su personaje de adivino – bola de cristal y turbante-, dirigiéndose especialmente a las féminas de
‘p i s c i s’, y su servidor (Eddie Pequenino, también director de la “Porteña Jazz Band”)solicitando que se enviaran emolumentos para los… filamentos de la bola adivina. Este show le caía muy bien.
La nota que sigue es del H. Francisco G. Casto.

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