Back to all Post

HNO. HUMBERTO

Nombre Civil: Francisco Marcos Celestino Aguirrebengoa.

Fecha de Nacimiento: 16/01/1903.

Lugar de Nacimiento: Mar del Plata — Provincia de Buenos Aires — Argentina.

Fecha de Profesión: 01/01/1918.

Fecha de Defunsión: 28/07/1974.

Profeso Perpetuo 1903 – 1974.
Nacimiento: 16.01.1903 — Mar del Plata — Provincia de Buenos Aires — Argentina.
29.01.1917: Postulante.
01.01.1918: Toma de Hábito.
06.01.1919: Profeso Temporal.
06.01.1924: Profesión Perpetua.
Maestro … 48 Años.
Fallecimiento: +28.07.1974 — Mendoza — Provincia de Mendoza — Argentina — 71 Años y 56 Años de Hermano Marista.

Francisco Marcos Celestino Aguirrebengoa es el tercer Ex Alumno del Instituto Peralta Ramos ingresado a nuestras filas. Si inició el grado preparatorio a sus seis años, habrá ingresado al colegio en 1909, en el quinto año desde su fundación.
Su familia: Su padre, de quien no consta ocupación, era Don Ramón, fallecido a los 10 años suyos, en 1913. Doña Javiera Iturralde, su madre, fallecida en 1917. Siendo tres hermanos, los dos mayores eran mujeres. Figura una de ellas, Juana Aguirrebengoa de Liébana, con residencia en calle Mariano Rodán s/n, en la ciudad de Juárez, Provincia de Buenos Aires.

Sacramentos:
Fue bautizado y confirmado en la parroquia San Pedro. No se dan fechas.

Documentos:
Libreta de Enrolamiento 163504, D. Militar 2. Cédula de Identidad por la Policía de Mendoza, 16424.

Habilitaciones Para La Enseñanza Primaria:
APTITUD PEDAGÓGICA, Capital Federal, 1957; Mendoza, 1962. TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO, en provincia de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.
En Villa San José. Accedió al Postulantado en 1917, uno o dos años después de finalizada la Enseñanza Primaria, y habiendo recalado antes en el Seminario de La Plata, aconsejado por un santo sacerdote, el Padre Campagne. Por ello su ingreso fue directamente al Postulantado, en 29 de enero del año 1917.

Semblanza — +Hermano Humberto.
Nos lo imaginamos –quienes los conocimos- tal como era: un hombre físicamente fuerte, macizo y vigoroso, conforme a su estirpe vasca y como lo dicen sus apellidos: Francisco Marcos AGUIRREBENGOA e ITURRALDE.
Nació en Mar del Plata el 16 de enero de 1903. Allí anduvo aprendiendo las primeras letras en nuestro Instituto Peralta Ramos. Luego pasó al Seminario de La Plata, llevado por un santo sacerdote, el P. Campagne, pero el 29 de enero de 1917 llegó a Luján e ingresó directamente al Noviciado Marista, a cuyo frente estaba el veterano y benemérito Hno. Paulius, actualmente decano de los Maristas en Argentina y uno de los fundadores de la Provincia en 1903.
Quien estas líneas escribe vio llegar al joven Aguirrebengoa a Luján y asistió a su Toma de Hábito el 1º de enero de 1918, en cuya ceremonia recibió, según el uso de aquellos tiempos, el nombre de Hermano Humberto. Un año después emitió los primeros votos y el 6 de enero de 1924 hizo la Profesión Perpetua.

Cumplidos unos meses de Escolasticado en 1919, también en Luján, en la histórica Villa San José, pasó en mayo de ese año a actuar en el Instituto San José, de Morón, en funciones de Maestro de Grado y luego y sucesivamente en idénticas tareas de desempeño en el correr de los años, en los colegios de Capilla del Señor, del Manuel Belgrano y Champagnat, de Luján, de La Plata, de Jáuregui, hasta el año 1934 en que viajó a Grugliasco (Italia) para seguir los cursos del Segundo Noviciado. Así pudo pasar a España para conocer la tierra natal de sus padres y visitar a familiares y amigos.
De regreso de Europa actuó nuevamente de Maestro en Champagnat, La Plata, San Rafael, Marcos Juárez y finalmente en 1951 pasó a Mendoza, donde, en el Colegio San José, se desempeñó de Maestro de Grado y en otras actividades, hasta que en 1973, las deficiencias en la salud le obligaron a quedarse en reposo. Porque el organismo se le había debilitado con peligrosidad, hasta tal punto que pesaba sobre él la amenaza de tener que cortarle una pierna pero no se llegó a tal extremo.
Y así con altibajos en su estado físico le llegó de improvisto la muerte “con la soltura y suavidad de un nudo que se desata” el 28 de julio de este año, a consecuencia de un paro cardíaco, cuando estaba acostado y solo en su habitación, lo que tomó de sorpresa a los HH., quienes momentos antes habían estado a su lado. Tenía71 años de edad y 56 de Vida Marista.

Había deseado siempre llegar al fin de su vida, así, sencillamente y sin sobresaltos ni molestias para nadie y en perfecta paz con Dios, favor que el cielo le concedió, sin duda, porque su vida fue así, una hurdimbre de tendencias activas y generosas, en continuo trance de superación y en actitud de darse en bondad y en modo amplio de comunicarse con llaneza y sencillez, sin disonancias en la voz ni ex-abruptos en el gesto, como quien sabe llevar siempre un proceder vital de sapiente autor de sus actos y de cumplido actor al ejecutarlos.
Lo he visto y conocido al H. Humberto desde nuestros primeros años de Vida Marista en la Villa San José, de Luján. Y a su lado he actuado muchos años en las tareas docentes en varios colegios. He podido así, en el dintorno colegial, captar con enfoque directo y certero las características de su rica estructura psicofísica y espiritual, de relevantes dimensiones y de acusados perfiles. Porque en el marco material de su recia personalidad actuaba un alma de facetas igualmente inconfundibles, que se ponían de manifiesto en el equilibrio de su ánimo, en la tenacidad de su carácter y en la dedicación permanente y eficaz a las tareas que la obediencia le había encomendado. En la labor docente se desempeñó siempre en las clases de párvulos y de Enseñanza Primaria, en cuyas actividades adquirió alta competencia y eficiente habilidad. Por eso siempre fue muy querido de los alumnos y admirado de los padres de familia. Del mismo modo que en el ámbito comunitario marista conquistó en todo momento el aprecio sincero y la adhesión franca y leal de cuantos Hermanos lo trataron y conocieron. Y en esta línea del trato cordial fraternal y admirativo los Hermanos le apodamos con cariño “El Vasco”, por antonomasia, porque en él se manifestaban los rasgos y características de su vigorosa ascendencia.

Y en la misión docente, aparentemente monocorde, llevó adelante y con agrado su Vida Marista, matizada de ejemplar constancia en el deber cotidiano de la Vida Religiosa y poblada de sabrosas anécdotas, de abundoso contenido y largo metraje, que quedan insertas en las páginas inéditas del libro de su existencia y que quedan también vivas y palpitantes de los anaqueles de la memoria de cuantos con él las vivimos. En las mismas pervive el optimismo que era para él fuente de energía y reserva de fuerza y entusiasmo.
Porque así, para el H. Humberto la labor diaria y la obligación cotidiana, sin ser pan comido, resultaba traguito deleitoso.
Lo dicho hasta aquí “a vuela pluma” en estos breves enfoques lo dejamos como pautas historiadas para más largas cuartillas, cuando el apremio de meter esta apretada semblanza en ELEVACION no nos corra con tanta insistencia. (El reciente viaje del Director ha sido la causa).

Tal fue en alma y cuerpo, en espíritu y corazón el “vasco” Hermano Humberto: Un digno y buen Hermano Marista, de figura prócer y estampa inconfundible: lo pregonaban su noble y recio aspecto, su sonora y pausada voz y hasta su modo grave y circunspecto y cadencioso de andar, tres circunstancias humanas que dimensionan en altura, anchura y profundidad la verdad sin retaceos de su personalidad, cuyo alcance prospectivo es para nosotros guía de conducción de nuestra labor docente y apostólica y meta de perseverancia de nuestra Vida Marista.
El Hno. Humberto, con el ejemplo de su vida y la pauta de su muerte nos dice con tono requisitorio y alentador: “solo vencen los que alcanzan la cumbre final”, donde brilla la consigna del Beato Champagnat: “Perseverad y os aseguro el Paraíso”.

Últimas Horas Del Hermano Humberto…
Silenciosamente se alejó de nosotros para ir junto al Padre, el buen Hno. Humberto, a quien todos llamábamos cariñosamente el “Vasco”. Lo era de origen y lo denunciaba su apellido.
El Domingo, 28 de julio, se apagó su vida. A las 11 de la mañana asistió a Misa y comulgó. Su andar, al acercarse a la Sda. Mesa, denotaba ya mucha pesadez y estado anímico decaído, pero nadie podría vislumbrar lo que iba a pasar pocas horas después. Bajó al comedor y se sentó a la mesa, como de ordinario; comió poco y durante el almuerzo se levantó y se dirigió a su cuarto. Hacia las 16 horas estaba en la sala de lectura; poco después un Hermano lo vio encaminarse hacia su habitación con paso cansino. Debió sentirse ya muy mal, pues interrogado por ese Hno. cómo se sentía, le contestó: “¡Bastante mal; figúrese que ni ganas de fumar tengo!”. Hacia las 17 el Hno. Pellissier se acercó al cuarto y con voz fuerte preguntó desde fuera: “Vasco, ¿qué quiere tomar por merienda?” No obteniendo respuesta, abrió con cuidado la puerta y lo halló vestido sobre la cama, acostado del lado derecho, y con la boca entreabierta, como la solía tener cuando dormía. El Hermano se retiró lamentándose el haberse expuesto a despertarlo, ignorando totalmente que al buen Hermano se le iban las últimas instancias de su existencia. En efecto, pocos minutos después fui yo, y con toda precaución para no despertarlo, entreabrí la puerta, despacio, asomé la cabeza y lo hallé acostado de espaldas, ojos y boca cerrados. Creyendo que dormía pero un tanto inquieto, dije al H. Julio que hallé al paso: ¡Duerme, pero se diría que está muerto”, claro, sin la total convicción de lo que decía; la prueba está que al encontrarme con el Hno. Director que también iba a visitarlo, le dije: “Mejor no molestarlo, se halla profundamente dormido”.
Así pasaron casi dos horas. A las 19, hora en que cada día iba yo a conversar un rato con el “Vasco”, entré con cuidado en la habitación, siempre temeroso de despertarlo, y al ver que se hallaba en la misma postura que en mi anterior visita, me sorprendió mucho. Había poca luz, me acerqué y observé con atención para ver si notaba ritmo respiratorio, y al no percibir ningún ruido ni movimiento de tórax o abdomen, prendí la luz y aunque el rostro indicaba sueño profundo y tranquilo, la frialdad del rostro y de la frente, me revelaron la gran realidad: nuestro Hno. Humberto, en un religioso silencio y sin ni siquiera despedirse de nadie, se había volado a la eternidad. La impresión en todos los Hermanos de la Comunidad fue muy intensa; no era para menos.
Aquél que pocas horas antes caminaba y con versaba, con el que le salía al paso, ya no era de este mundo. Ante el llamado del Padre, como siervo bueno y fiel, pudo responder: “Aquí me tienes, Señor, ¡PRESENTE!”
Feliz de él que con todos los signos de bienaventurado, traspasó la línea divisoria entre el tiempo y la eternidad. ¡Hno. Humberto, acuérdate de nosotros, ahora que estás en Su Reino!”

Hno. Pablo Rafael…
Partida inesperada. La notícula que sigue, aparecida en un número de la revista LUJÁN de 1974, da fe de la pertinencia de este título.
Aquí le rendimos homenaje a esta advocación de tierras vascas, NUESTRA SEÑORA DE ARÁNZAZU.
Vasco Querido, Ruégale Por Nosotros…

“El Vasco”, como cariñosamente le llamábamos, tenía 71 años, y desde 1919 trabajó con eficiencia en la Viña Marista Argentina. Bienaventurado él. “Un buon finir tutta una vita onora.” Descanse en paz. La comunidad del Mar del Plata presentó su pésame a su señor hermana en nombre de sus Hermanos en religión.

Insertaremos nuevos elementos encontrados en la revista ELEVACIÓN.
Corresponden a biografías de Hermanos ya presentadas. Las titulamos “Páginas complementarias.”

En cuanto a sus Bodas de Oro de Toma de Hábito, no encontramos nota, sino solamente una foto suya, igual a las que figuran en esta misma carpeta. Al pie, un breve saludo. (Abril 1968, p. 29). Cerrando ya lo que hemos hallado sobre él, acudimos a diciembre 1968, p. 18 – 20.

Hitos Para La Ruta…
Conversando con nuestos mayores “El alma es grande o pequeña; el amor es su amplitud” (P. Schener). Se agrupan los temas en consonancia con las preguntas que le dirigiera el entrevistador, Hno. José María Mazuelas. No se da cuenta de todos.

—Por su apellido lo llaman “El Vasco”. No recuerda quién se lo puso, pero fue ya en el Noviciado.
—Sobre el día más alegre de su vida: “Todos los días, más o menos. Tengo un temperamento muy ecuánime.”
—Sobre su atracción e ingreso a la Congregación, nos dice: “Mi madre por sobre todo. Estuve tres años con los Herma nos en el Instituto Peralta Ramos. Ella fue la que me guió. Un H. Francés, Castorien, me encaminó al juniorado, después de haber hablado personalmente con mi madre. En 1917 entraba en el Postulantado, con mis 16 años.”
—Interesante su panorama sobre la ciudad en aquellos años: “Un pueblo chico. Donde está el I. P. R. era todo baldío. En el Club Pueyrredón funcionaba la ruleta. No había Casinos. Ni ferrocarril había, pues llegaba sólo a Dolores. De Dolores a Mar del Plata se llegaba en galera. Las galeras eran de Don Belardi, un paisano de mi padre, de Oñate, para más datos. Mi padre vino a nuestro país en el año 1869.”
—Dice que visitó el país vasco en 1934. Encantador. Gente sencilla y religiosa. El día que estuvo en casa de sus parientes, al despertar de la siesta se encontró solo en la casa: todos habían acudido al Santo Rosario.
—Estuvo en todos los colegios, salvo Rafaela y San Francisco. En el que más estuvo, fue en ese mismo de Mendoza, en el que llevaba entonces 18 años.
—En referencia a amigos, aclara que con todos los Hermanos ha estado muy bien. Destaca a los HH. Isidro, fallecido, Bernardo Mackinson y Fausto López.
—En torno a personajes históricos, destaca a Do mingo F. Sarmiento, “porque mire Ud., si lee su vida, hizo grandes obras, p. e. su obra educacional. Y los radicales, como la mayoría de los HH. eran de ese partido, yo también me afilié, y con pasión. Y por último, los norteamericanos. Me han sido siempre muy simpáticos. Nos defienden contra el comunismo… aunque miren también por sus intereses…”
—Su modalidad de ser tan tranquilo, “La he heredado. Mis padres eran así. La vida del campo, chacareros, cultivadores de papas, en Cobo, cerca de Mar del Plata.
—Los exalumnos, todos lo recuerdan bien, cree. Su cualidad sobresaliente, la bondad, sin que le costara la disciplina. “Esa tranquilidad, esa serenidad, me han ayudado mucho.”
—La verdad religiosa que más le impresiona, es la tranquilidad por la vida de la gracia.
—Referente a algún Hermano que le haya ayudado mucho: “Sí, Hno. Mariano, que me tuvo en tercer grado en Mar del Plata, allá por el año 1914. ¡Qué catecismos nos daba! ¡Qué láminas y qué cánticos amenizaban sus lecciones!”
—Desde esta altura de su vida, aconsejaría a los Hermanos jóvenes que sean muy amantes de la Virgen y amen el trabajo.
—Sobre alguna incomprensión de Superiores o Cohermanos, alguna experiencia así. “No, para conmigo, no. No me ha costado la obediencia. Y menos aún ahora. Van cambiando mucho los Superiores. Me parece un adelanto. Y es que saben mandar de otra manera de la que se hacía antes.”
—Sobre el buen resultado obtenido en la enseñanza, es que ha tratado con cariño a los muchachos, con bastante paciencia. Y luego, la preparación de la clase, aunque ha tenido los mismos grados durante 49 años seguidos.
—Encuentra positivas las reformas en la Congregación, en la Provincia. “Uno se desenvuelve como una persona mayor y no como un chiquillo, como nos trataban antiguamente.”
—No vislumbra solución al problema vocacional, los relevos. Traerlas de Europa. Nuestros colegios son para familias pudientes y no hay esperanzas de obtener vocaciones. Recuerda con nostalgia a San Vicente, el I. Fahy, Mar del Plata de antaño, Marcos Juárez.
—Debido a que siente la Patria, prefiere los libros históricos. Ha leído a Mitre, Gálvez, Martínez Suviría. Simpatiza más con Belgrano que con San Martín a causa de la pureza de su vida y de su desinterés.
—Finaliza diciendo que nunca le habían hecho entrevista semejante, y se despide dando las gracias.

Esta reflexión cierra la página del Hno. J. M. Mazuelas: “Y me he despedido yo también de este buen H. que, en 1968 celebró sus bodas de oro, con un ¡muchas gracias! Hno. Humberto. Me han impresionado sus pausas en las respuestas. Pensaba y pensaba en algunas. Es decir, se me va un poco misterioso: no he llegado a conocerlo por falta de trato. Eso sí, siempre se mostró amable conmigo, desde que me ofreció jabón y toalla, como durante el breve trato de la vida de comunidad. El hombre que pensaba y pensaba —y me hacía pensar a mí— en la pregunta número trece, casualmente. Y me trae a la memoria el que tal vez llevamos una vida un tanto inconsciente, la complejidad de la vida, el misterio impenetrable que todo hombre lleva en su interior. En el día comunitario dedicado a honrar al H. Humberto, quise resumir su manera típica de ser y me salieron estos versos:

Pasito a paso camina, y casi siempre en silencio.
De la sala a la capilla, de la celda al refectorio.
Va sereno… ¡Qué cosas tiene la vida!.
(Mendoza — Noviembre 1968 — Hno. José María Mazuelas…)

DESARROLLADO POR ENERGICA CREATIVOS