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HNO. HERIBERTO WEBER

Nombre Civil: Heriberto Weber.

Fecha de Nacimiento: 19/03/1908.

Lugar de Nacimiento: Recklinghausen — Alemania.

Fecha de Profesión: 21/11/1926.

Fecha de Defunsión: 29/12/1988.

Estable 1908 – 1988.
Curado por milagro de MARCELINO CHAMPAGNAT.
Nacimiento: Alemania 19.03.1908.
06.10.1921: Junior en Recklinghausen.
Abril 1925: Postulante en Furth bei Landshut.
21.11.1925: Toma de Hábito.
21.11.1926: Primera profesión.
2ª y 4ª emisión en Cham.
3ª emis. en Mindelheim.
5ª emis. en Furth.
28.12.1931: Profesión perpetua.
21.01.1944: Voto de Estabilidad en Montevideo.
Actuac. ……………………………..53 años.
En Alemania …1930 – 1936……. 7 a.
En Uruguay …. 1937 – 1988…… 51 a.

Servicio educativo – hombre alegre – contento en su vocación – enamorado de la naturaleza – gran trabajador – uruguayo de ley ¡un charrúa made in Germany!
No hizo estadía en el Escolasticado argentino. Sí en el C.M.Belgrano.

Documentos: Céd. Identidad, Carta de Ciudadan. (1949), Credencial Cívica y Pasaporte uruguayos. Títulos: Magisterio, de Alemania. Y Misión Canónica.

De fotocopia del cuadernillo de Estado Civil de los Hermanos, sabemos que nació en la provincia de Rheinland, en Essen – Borbeck. Heinrich, su padre. Anna Nellessen, su madre. Ambos en vida en la fecha de ingreso a la casa (C. Santa María): 27.02.1939, procedente de Buenos Aires. Dejó el establecimiento el 15.02.1940, habiendo ejercido de profesor.

Hno. Valentín Semmeth. El Hno. Heriberto fue mi primer director en Santa María. Era recto, hacía kermeses para juntar dinero para el edificio que está en el fondo, que no existía en aquel entonces. Él decía “Todo para el fondo, toda la plata para el fondo”. estando yo en Santa María y él estaba en la casa provincial de director y también estaba Max como encargado de los juniores, y estaba el Hno. Arturo Chávez. Venían a comer a Santa María todos los días, ya que no tenían cocinero. Yo era administrador allí, de la comunidad. Entonces me daba muchas indicaciones cuando iba a la casa. Después el Provincial me insistió que hiciera un curso, y él me enseñaba al principio computación. Era la única computadora que había en la provincia. La había traído el Hno. Ernesto para Rocha…

Entonces me dijo: “Usted empieza a trabajar aquí”, e iba todos los días dos horas y Heriberto me atendía a las mil maravillas. Esa casa era un castillo y en algunos rincones, tenía escondidas algunas botellitas de algún licorcito, pero él no tomaba.
Pero de pronto deciden vender la casa y trasladan de nuevo la casa provincial donde está ahora la central, que es en Santa María, en el segundo edificio. Abajo está la biblioteca. Allí estaban también los ex-alumnos y me nombraron también asesor de ellos.
Lo primero que tuve que hacer fue decirles que tenían dos semanas para desalojar, porque estaba destinada a ser casa provincial. Entonces el hermano Heriberto empacaba todo, venía, me hablaba; pero, un día lo atropella un vehículo. Yo estaba en Durazno en ese momento y estábamos con el problema de Cuniberto que estaba internado, de manera que no sabía si había algún otro internado. Sí supe como fue el accidente.

¿Cuántos días pasaron desde el accidente hasta el fallecimiento?
Creo que un mes. Todos los días me tocaba ir a cuidarlo al sanatorio, de 2 a 4. El último día, cuando murió, estaba yo. Está enterrado aquí, en Pando.

Hno. Pablo Walder. Lo conocí de paso siendo director de Santa María, cuando éramos juniores. Era interesante visitar Zorrilla y Santa María. Nos invitaban con Coca Cola y masitas. Los juniores éramos un poco los mimados en los colegios. Creo que fue ahí donde conocí al Hno. Heriberto, pero tuve la suerte de estar con él en comunidad en Chajarí, por lo menos dos años. Era administrador en ese lugar, por alrededor de los años 70. Comentaban que como director era muy exigente y las cosas debían hacerse de la manera correcta. Incluso en comunidad era muy exigente, pero como Hermano de la comunidad era muy alegre y dicharachero. En los paseos era el que buscaba hacer las bromas más sofisticadas, siempre que no ofendieran al otro, y las disfrutaba y se reía a carcajadas.

En las fotos siempre está sonriente, salvo en las fotos de grupo, donde posaba. Además era exageradamente servicial, que era su principal característica. Si uno llamaba a Heriberto y le decía “Voy a llegar a las 11”, él te esperaba con un plato de comida caliente, y sobre todo si venía un Hermano de viaje.
Era atento hasta el extremo, alegre, bromista, buen compañero, generoso, atropellado al hablar cuando quería contar alguna anécdota. Me acuerdo en Chajarí con Grigolato, que siempre le hacía picardías y lo hacía caer con bromas en los momentos de ocio, en los paseos.
Cuando salíamos de paseo, siempre quería ir a pescar.

Era un trabajador incansable, su generosidad y su fuerza creo que las sacaba de su ser como hombre de oración, obviamente dentro de los esquemas de la época. No vamos a pretender que fuera un contemplativo, sino que fue moldeado a martillo y cincel.
Siempre trataba de dar alguna alegría a la comunidad. Estuvo mucho tiempo de administrador y se defendía en esa tarea lo mejor que podía, porque a pesar de no ser especialista, la cosa marchaba. En Chajarí siempre trataba de solucionar los problemas edilicios.
Allí fui operado la primera vez. Un quiste del coxis, y Heriberto estaba solo conmigo en el colegio. Como estaban arreglando los baños del lugar, me trasladé a una de las casitas que había en el colegio. Todos los días me llevaba la comida y lo que necesitara. Me decía “Tú tienes que estar bien atendido y quedarte quieto hasta que el médico diga que te puedes levantar”.

Era su característica el ser servicial y cualquiera de sus ex-alumnos pueden dar cuenta de ello.
No lo conocí dando clases ni como director del colegio. Tampoco lo tuve como superior, salvo un tiempito en la Casa Champagnat. Pronto viajó para efectuar un curso y visitar a su familia.
Era una persona muy agradable para estar con él y realmente le gustaba hacer bromas y contar cuentos. Con él era difícil gastar de más.
De Heriberto tengo unos recuerdos preciosos. Una vez le dije: “Heriberto, te veo muy triste, algo te está pasando”. Me respondió: “Sí, se fue un Hermano y para mí eso es un dolor tan grande que me cuesta superarlo y me dura, me dura; habrá tenido sus motivos, habrá sido por mil cosas, pero eso me hace sufrir terriblemente”.
Cuando estuvo enfermo, creo que el mayor milagro fue que nunca se achicó en la enfermedad, sino que siempre tenía el optimismo de que tenía que superar eso y que tenía que levantarse para volver a su trabajo.

En Pando cuentan que los sábados cocinaba él. Desde temprano empezaba con sus preparativos, iba a hacer compras y preparaba alguna exquisitez. Cuando llegaba el mediodía gritaba “Hermanos, es hora de comer. Uno se rompe todo, y ustedes no vienen y la comida se enfría”. Claro, algunos estaban haciendo deportes, otros estaban en el colegio y demoraba en reunirse la comunidad y por eso comenzaba a gritar que se apuraran, que había algo especial.
Contaba un señor de Pando, que está trabajando en la Pastoral Social, cuya señora es administradora del colegio. Una excelente familia. Durante el Encuentro de Solidaridad, cuando le tocó hablar de Pando dijo: El Hno. Heriberto , hace unos 30 años, en Pando un día me llama, que era un muchacho de 18 años, y a otro señor. Nos pide que vayamos con nuestra bicicleta. Cuando le preguntamos a dónde íbamos, respondió “Ustedes síganme” . Los llevó a la salida de Pando, a una capilla de ese barrio. La estaban ocupando como establo. Cuando llega, les dice que había que recuperar eso y que si ellos lo ayudaban lo iba a lograr. Con él nació la Pastoral Social en Pando, porque después ahí comenzaron a reunir chicos para la catequesis, arreglaron esa capilla y la pintaron; después se hizo un merendero, porque uno de los que después siguió allí fue Juan Miguel Sastre, un comerciante de Pando que siempre decía que había que hacer algo más estable, porque eso de reunirlos y darles de comer, era muy perecedero. Así nació una guardería. Incluso consiguieron después una monjita para que atendiera a los niños. El fue un poco la chispa de todo eso.
Este hombre lo recordaba con mucho cariño. Decía que primero iba con su bicicleta, y después se consiguió una moto.

El domingo pasado estuve en Pando. En el momento evangélico de la multiplicación de los panes, el cura dijo: “Vamos a guardar un minuto de silencio para recordar a alguna persona que haya tenido algún gesto servicial con nosotros, y que a través de gestos nos haya hecho descubrir a Jesús”. Un señor dijo que se había acordado del Hno. Heriberto, y contó la misma anécdota que había contado el nombrado antes, y que él un poco lo había escuchado de la gente. No creo que lo haya presenciado, porque era joven.
El gesto del Hno. Heriberto era el servicio, estar ahí para atender las necesidades del otro.
Del Hno. Pascual Gebble. Era muy alegre. Yo vine con él de Alemania en el barco. Fue profesor mío de física cuando yo era junior en Alemania. Era muy querido por la gente. De hecho, en la clase tenía problemas de disciplina.

Hermano no identificado. Yo lo conocí en el Curso de Tercera Edad, en Roma. Nos contó su experiencia, contó el milagro, pero nadie le llevó el apunte, porque no sabíamos ni de qué se trataba. Era el comienzo de todo esto y realmente fue una pena. Fue muy querido por los Hermanos también.

Del Hno. Francisco Schuler. Lo conocí bastante bien porque viví con él muchos años, en Zorrilla y en Santa María, donde él era superior de la comunidad. Era muy activo, con un espíritu de familia que pocas veces se ve, entregado totalmente a su
misión, por sobre todo como Hermano. Comprendió la tarea que se le encomendó como misionero en nuestro país.
A Heriberto, lamentablemente, lo perdimos en un accidente. Fue atropellado por una moto, al cruzar la calle 8 de Octubre. Al caer -según testigos- se golpeó la cabeza en el cordón de la vereda y de allí no salió más.
Nos alegramos muchísimo cuando el Señor lo curó de su cáncer de pulmón.
Una vez en que regresábamos de un viaje, lo encontramos más muerto que vivo, y dos días después llegó la noticia que había pedido levantarse, porque se sentía fuerte, bien, y todos sorprendidos pensábamos que había llegado el final. Uno sabe que muchas veces, cuando se está enfermo y llega el final, se presenta como un revivir del enfermo, pero es tan sólo una llamarada y después se termina. Pero acá no fue así; fue una realidad y se levantó. Se hicieron todas las placas correspondientes y ninguna daba indicios de cáncer de pulmón, de manera que eso se lo tenemos que agradecer al Señor y a Champagnat por lo que ha hecho en este hombre. En los 12 años que sobrevivió, no hubo ningún indicio, ninguna recaída, lo cual reafirma aún más el milagro.

Sra. Lila Graciela Flores de Vila. Un hijo mío tuvo que ser internado en el Círculo Católico y le tocó de compañero de habitación el Hno. Heriberto.
Un Hermano español, que era Director en ese momento en el Colegio Santa María, nos dijo, confidencialmente, que el Hno. Heriberto estaba con una siembra de cáncer en el pulmón. No pedía nada ni protestaba por nada. Creo que esto fue a comienzos de julio.
Como el Hno. Heriberto estaba en la misma habitación que nosotros, yo atendía a ambos. Lo tenían un poco abandonado, como que ya no había nada que hacer. Él me decía que no le daban medicamentos y que los médicos no lo iban a ver. Por ese motivo, yo voy a ver al Dr. Maqueira, que es traumatólogo y una excelente persona. Le pido que lo fuera a ver, porque el no atenderlo era cómo decirle que se iba a morir. Entonces el Dr. Maqueira iba a atenderlo y le mandaba ultrasonido y cosas por el estilo, para entretenerlo.

Además le pedí a la religiosa del piso que le diera algún medicamento, entonces se los dieron, aunque no sé qué le daban.
Mi hijo estuvo internado más tiempo del previsto, porque hizo una complicación. Cuando ya nos íbamos, el Hno. Heriberto estaba muy sensible y se le llenaron los ojos de lágrimas. Entonces le dijimos que no lo íbamos a abandonar y que lo íbamos a ir a cuidar.
De manera que yo iba a la hora de almorzar, porque él no quería casi comer. Como no quería tomar la sopa, yo le decía “Mafalda.”
Entonces lo obligaba a comer y mi hijo, que había sido operado, iba de noche para asegurarse que le dieran los medicamentos. Además, una de mis hijas, que después fue enfermera en el Círculo, iba durante el día a estar con él. Nos turnábamos.
Un día, cuando fui, lo encontré levantado y me dijo que le iban a dar el alta. Entonces le pregunto “cómo que le iban a dar el alta”. Me responde: “Sí, porque dicen que estoy curado”. Fui entonces a hablar con Sor Amelia, que era la Hermana encargada del piso, y le pregunto si lo mandan para que muera en Pando, a lo que me responde “¡Cómo que se muera! si está curado”.

Cuando le pregunté “¿Cómo que está curado?” me responde con otra pregunta: “Si yo no creo en los milagros.” Yo creía en los milagros, pero no había visto ninguno. Ante esto fui al colegio, hablé con el Hno. Roque y con el director y les dije lo que había pasado. Fueron a ver de qué se trataba, y al ir al Círculo les confirmaron que le habían hecho placas y no tenía nada. Todo eso sucedió de un día para otro.
Con él yo había estado casi 15 días, porque mi hijo estuvo internado una semana, y nosotros después seguimos yendo a verlo. Además, él pidió que le dieran el alta cuando llegáramos nosotros, porque él no quería ir a Pando si no lo llevábamos mi esposo y yo, ya que decía que su madre del Uruguay era yo. Para Navidad y Semana Santa me mandaba cartas diciendo que yo era la madre espiritual de él. Me saludaba para esas fechas. Mientras vivió, siempre recibí tarjetas suyas.

Cuando llegamos a Pando, tuvo un gran recibimiento. Todo Pando estaba en las calles para esperarlo, y nadie podía creer que el Hno. Heriberto estuviera allí.
Se pasaba todo el día rezando el rosario. Incluso me trajo un rosario vasco de regalo. Lo usé durante mucho tiempo, hasta que se me gastó, y ahora lo tengo guardado.
La Hna. Sor Amelia es reacia a todo esto, porque, a pesar de haberme dicho “¿Usted no cree en los milagros?”, después se mostró reacia en sus explicaciones de creer que fuera un milagro. Cuando yo fui estaba Monseñor Tartelli de obispo y mandaron de Roma unos papeles y unos cuestionarios, que creo que los tengo guardados, y se hizo una reunión donde yo fui a hablar con esta Hermana para ir a testimoniar, porque habían venido médicos de Roma para certificar el milagro.

Al final, Facchelo, que era el médico internista, no quería reconocer esto como milagro; pero a la vez estaba el Dr. Pinto Fuentes, que era neumonólogo y lo atendía por su problema, y que en ese entonces vivía en el prado y yo le conseguí una entrevista con él a los médicos que habían venido de Italia, por intermedio de Sor Amelia. Ella, lavándose las manos, me dio su dirección para que fuera y no tener que meterse en nada.
Ella todavía está allí y es muy viejita, porque hace años que está allí y sigue siendo encargada del primer piso, donde estuvo internado el Hno. Heriberto , cuarto nº 117.
En esa época estaba internado también allí Monseñor Barbieri, que después falleció, porque ya estaba muy viejito. En ese momento le llevaron al Monseñor una imagen de una Virgen que no recuerdo si en Boston o en Canadá había derramado lágrimas y estaba todo el personal del Círculo formado para recibirla. Yo llegué en el momento, me incliné y le pedí por el Hno. Heriberto. Luego fui corriendo hacia su habitación y le dije si quería que pidiera una silla de ruedas para llevarlo a verla; pero me respondió que no, porque Monseñor Barbieri y la Hermana del piso no querían que hubiera mucho bochinche en el Círculo; “Si usted rezó, ya está”. En ese momento él estaba enfermo y fue a los dos o tres días de ese acontecimiento que se curó. Fue un asombro para todos. Ellos no creerán en un milagro, pero son de esas cosas que uno cree o no cree.

En cuanto llegó a Pando, comenzó a trabajar de inmediato y era Director de allí en ese entonces. Salió caminando del Círculo Católico hasta la camioneta en la que lo llevamos a Pando. Realmente fue una fiesta.
Tenía en su mesa de luz imágenes religiosas y todo el día rezaba el rosario. Era un santo. Iba a mi casa a visitarme. Una o dos veces al año nos venía a saludar y se quedaba conversando con nosotros. Además, para su cumpleaños, siempre le hacía una torta y se la llevaba, porque después él vino a Montevideo. Con los maristas de acá, era como mi casa, entraba hasta en el comedor. Tuve 9 hijos al mismo tiempo en el Colegio. Los mayores primero fueron al Zorrilla, y cuando el mayor entraba al liceo, vino el Hno. Roque y me aconsejó, porque el Zorrilla quedaba muy lejos. Me ofreció lugar para todos. Los puse a todos en el Santa María, donde finalizaron sus estudios.
Antes de ese milagro, él no se levantaba ni caminaba. Estaba en la cama continuamente, y cuando yo fui, ya ni le daban medicamentos. Cuando hablé, le comenzaron a dar, y nosotros controlábamos que se los dieran, pero no sé si lo que le daban era efectivo. Para ellos, el Hno. Heriberto estaba desahuciado.

“CURACIÓN DEL HNO. HERIBERTO WEBER”. De esta monografía del Hno. Eugenio Magdaleno, extraemos información de interés sobre la vida del Hermano Heriberto. Como paso previo, aclaramos que no coinciden varios datos del párrafo 1, cuyo título es “Perfil biográfico”, con los que hemos ofrecido en la currícula. Ésta proviene de la ficha provincial que obra en los archivos uruguayos maristas. Transcribimos casi todo el párrafo 2 . El hombre signado por la enfermedad. Tenía semblante y colores de niño. Los tuvo siempre, aun siendo mayor. Era de una contextura sólida. A pesar de todo esto, padeció varias enfermedades, soportó operaciones. Podríamos decir que la clínica y el hospital le eran familiares.

En el lejano 1927, siendo miembro de la comunidad de Cham, sufrió una pleuritis. Antes de regresar al Uruguay en 1938, fue operado de urgencia de apendicitis.
En Montevideo lo operaron dos veces de hernia, en 1947 y 1951. Esta última vez, hernia estrangulada, que puso en riesgo su vida.
Regresa a Alemania en 1952. Era su primera visita a la familia después de la guerra. Allí le sorprende otra vez una pleuritis aguda, de la cual tarda en recuperarse.
Durante muchos años sufrió de espondilosis cervical y lumbar que le hicieron sufrir mucho, pero no alterar su carácter de hombre bueno y servicial. De esta enfermedad fue tratado y estuvo hospitalizado tanto en Uruguay como en Alemania.
Por fin, en mayo de 1976, a sus 68 años, comienza el calvario de la enfermedad que lo llevara, una vez más, al borde de la muerte y que motivara la novena al P. Champagnat pidiendo su curación.

En 1982 se vio afectado de insuficiencia coronaria y tuvo fractura de codo. Ninguno de los hechos están relacionados con la supuesta curación.”
En párrafos posteriores se nos dice que la circular del Hno. Ignacio, Provincial, pidiendo novena de oraciones al P. Champagnat por él, es de fecha 15 de julio. Al iniciarse la novena, la enfermedad sufre un empeoramiento. A tal punto, que el H. Ignacio pidió al H. Alfonso comunicara a sus familiares de Alemania la gravedad de su estado y el inminente desenlace fatal. No olvidemos que ni siquiera se le había efectuado biopsia:
su estado de salud no la hubiera soportado, y habría dado en su deceso. Cuando todos esperaban lo peor, se dio el milagro. Entre los días 23 y 25 de julio se dio una leve mejoría que se torna en curación total en la noche del 25 al 26 de julio. A la vista del restablecimiento, se ordenan radiografías: los nódulos cancerosos de los pulmones han desaparecido. Nadie podía creer que las radiografías anteriores al 26 y las de los días siguientes eran de la misma persona. El Hno. Heriberto volvió a los pocos días a trabajar a su Pando querido en la doble tarea de administrador y de docente. Las oraciones de toda una comunidad educativa marista que lo quería “arrancó” el milagro.

Ninguno de nosotros debiera dejar de conocer esta monografía. En el título 4 El reconocimiento del milagro: un difícil y largo viaje, están detalladamente explicados los jalones que terminaron felizmente con el reconocimiento de la curación milagrosa. El proceso se inició con la etapa arquidiocesana en 1985. El voto favorable y unánime de la Junta Médica vaticana data del 26 de junio 1997. El de la Comisión de Teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos, casi por unanimidad, lo reconoce en 20 de febrero de 1998. La Comisión de Obispos y Cardenales hace lo propio el 2 de junio del mismo año, corriente.

Por FMS, 4/7/’98, sabemos que el decreto papal ha sido promulgado en 3/7/’98. Se está a la espera de la comunicación de la fecha, seguramente en el transcurso de 1999.
Terminamos con el párrafo final del H. Eugenio Magdaleno:
Mucho se ha hecho y hay que agradecerlo. Nos toca una serena espera y seguir orando para que Juan Pablo II nos regale la alegría de la canonización que premia la vida de un apóstol y de un sacerdote ejemplar, nuestro padre, el querido Marcelino Champagnat.

Además del H.Eugenio Magdaleno, en su carácter de Consejero General enviado para nuevas entrevistas/ investigaciones/ testimonios, nos consta de la eficiente tarea que, en esos mismos términos, ha realizado en su momento el Hno. Salvador Martínez Conde. Los obtenemos en rápida síntesis de una carta del mismo Hermano dirigida al H. Gonzalo S. Coloma, Provincial, y que el autor, por sugerencia del H. Provincial, nos ha cedido fraternalmente a este efecto. Desarrollamos como por jalones.

1.- En 1977, dos Hermanos comenzaron el estudio de esta curación. Debió ser a pedido del Hno. Postulador General. A comienzos de 1984 no tenían nada para aportar. Es posible que, por distintas causas, el interés se haya ido esfumando hasta, prácticamente, desaparecer.

2.- Llamada telefónica del H. Basilio Rueda, Sup. Gral., desde la pvcia. marista de S. Catarina al H. Claudio Lozano, Provincial. Pregunta qué hay del caso de la curación del H. Heriberto. Ante el pedido del H. Claudio de quién se va a encargar… finalmente acepta el H.Salvador Martínez. En su interior no vaciló y resolvió: “Buscaré la verdad de la curación del H. Heriberto, que fue y permanece siendo un milagro…”

3.- Podía ser una labor de un año. Gracias a la colaboración del Secretario Provincial, H. Anselmo Liessmann, pudo hacerse en tres meses. Anselmo pasaba a limpio los informes, con una muy buena presentación y veloz realizado, de los testigos y de los pocos datos médicos e historia clínica que se conseguían.

4.- El 9 de abril de 1984 una llamada del Hno. Luiz Silveira, Cons. General, le informa de un pedido del Consejo General en pleno. Por su preparación, el H. Salvador es quien mejor puede cubrir el puesto que corresponde hacerlo a nuestra Congregación en el Consejo Pontificio para la Cultura. Después de una semana para pensarlo, comunica al H. Luiz que lo acepta, pero que se trasladará a Roma una vez finalizada la investigación que lleva entre manos, según la obligación contraída con el H. Basilio Rueda. Casi 3 meses después, llega a Roma “con el milagro entre manos”, podemos decir nosotros, el 27 de junio de 1984.

5.- Marzo, abril, mayo y junio 1984 fueron meses de investigación. Agotada la escasa documentación clínica a la que pudo tener acceso, se dedicó a contactos personales de médicos tratantes, consultantes y otros; entrevistó a enfermeros, a la Jefa del segundo piso del Círculo C. de Obreros, Dra. Sor Amalia Julia Fedullo, Religiosa Capuchina; consiguió testimonios de algunos HH. y de otras personas que estaban al tanto de la curación. Faltos de querer escribir su testimonio los entrevistados, se tomó el trabajo de redactarles lo que habían declarado y, con las correcciones que introdujeron, firmar su testimonio.

6.- El 24 de junio daba por finalizada la investigación. El 25 viajaba a Roma, ciudad a la que llegó el 27.06.1984. Todo lo actuado fue entregado al H. Postulador General, H. Agustín Carazo. Con lo cual el estudio de la curación había ingresado en la esfera de la Postuladuría General con sus más de 20 testimonios. En nuestra Casa Generalicia y luego, en 1985 al correr del Capítulo General, renacía la esperanza de la canonización como real posibilidad.

7.- Luego del estudio de la documentación y de consultas en las altas esferas vaticanas, el H. A. Carazo recibió del Consejo General la orden de iniciar en la Curia del Arzobispado de Montevideo el Proceso Super Miraculis. Abarcó desde febrero 1985 hasta mediados de junio del mismo año. Su eficiente realización mereció el elogio de la Sagrada Congregación para los Santos.

8.- En mayo de 1993 se efectuó una tarea de ampliación de investigación. El Consejo Gral. comisionó al H. Eugenio Magdaleno para que viniera a realizarla en las cuencas de los ríos Paraná, Uruguay y Río de la Plata, buscando datos en instituciones sanitarias de algunos puntos de las cuencas de los grandes ríos, consultas a facultativos y estudios de estadísticas. Lo mismo hacía simultáneamente en el Uruguay, (Río de la Plata), el H. Salvador.

9.- Una omisión involuntaria de alguien, que Salvador no detalla, retrasó el proceso desde 1993 hasta 1997. Explica que quiso ser subsanado por él mismo en llamada telefónica al H. Gabriele Andreucci el 7.6.1996. El nuevo postulador le aclaró que ya no era necesario, a la vista de que el proceso estaba bien encaminado.

En suma, la aceptación del H. Salvador Martínez de relanzar los estudios de la curación 8 años después de 1976, significó el inicio del nuevo camino que, gracias a Dios, está a un paso de culminar y de llenar de gozo a toda la Congregación Marista, la del Beato Marcelino Champagnat. Si nuestros Superiores lo disponen, confiamos en que nos representará en el acto de canonización de Marcelino… ¡tan bien ha contribuido en los estudios investigatorios que dieron finalmente en la aprobación del milagro…! Alguien ha definido este retomar de la causa como “el segundo puntapié inicial…¡que termina en gol para la Iglesia!”

FMS: ÚLTIMAS NOTICIAS, del 4 de Julio de 1998, nº 29.
Como complemento de esta biografía única, con su milagro, transcribimos el siguiente título, aparecido en este FMS., lo cual permite una visión de conjunto del proceso de aprobación.
Promulgación del Decreto sobre el milagro del Beato Marcelino. El día 3 de julio, en presencia del Papa ha sido promulgado el Decreto sobre el milagro atribuido al Beato Marcelino Champagnat, el único que se ha presentado en esta fecha para una canonización. En ese mismo acto se promulgaron otros trece decretos sobre milagros para beatificaciones, heroicidad de virtudes y de martirio. En la audiencia estuvieron presentes los HH. Gabriele Andreucci, Postulador de la causa, Sean Sammon, Vicario General, y Henri Vignau, Consejero General. (Habiendo sido ampliamente consignados más arriba, omitimos los elementos biográficos.)

En mayo de 1976, en medio de su actividad normal, se ve aquejado de altas fiebres y fuertes dolores en la columna vertebral, que lo obligan a guardar cama. Los médicos le diagnostican neoplasia primitiva desconocida con metástasis en los pulmones. Es desahuciado por los doctores que lo cuidan y como tal es tratado en el Sanatorio en el que permanece ingresado.
El día 13 de julio, a petición del H. Provincial de Uruguay , los Hermanos de la Provincia junto con sus alumnos, inician una novena para pedir por intercesión del Beato Marcelino Champagnat la curación del Hno. Heriberto.

Al finalizar la novena, el 26 de julio de 1976, el enfermo siente una mejoría súbita e imprevisible. Las radiografías realizadas en esa fecha revelan que los signos de la enfermedad han desaparecido. El Hno. Heriberto, los Hermanos de las comunidades del Uruguay y los alumnos que le conocían, consideran esta curación, desde el primer momento, como milagrosa.
El proceso informativo diocesano sobre la presunta curación milagrosa fue pedido por el H. Agustín Carazo, a la sazón Postulador General, y se celebró en Montevideo entre los meses de marzo y mayo de 1985.

Presentado el caso a estudio ante la Junta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, el 1 de abril de 1993, los doctores piden ampliación de la documentación para poder precisar la diagnosis, que resultaba insegura, a partir de las actas procesuales precedentes. El Consejo General encarga al H. Eugenio Magdaleno, Consejero General, que viaje al Uruguay y a las provincias limítrofes de la Argentina para que complete las diligencias solicitadas por la Junta de Médicos. Estudiado de nuevo el caso, el 25 de noviembre de 1993, la Comisión médica concluye diciendo que, a causa de las inseguridades persistentes sobre el diagnóstico, “no se puede afirmar nada más que la excepcionalidad del caso.”

El 28 de febrero de 1995 el Postulador General de la Causa, H. Gabriele Andreucci, teniendo en cuenta el parecer de dos peritos médicos “super partes”, solicita de la Congregación para las Causas de los Santos que se presente de nuevo el caso ante la Junta Médica para su revisión.
Estudiada de nuevo la curación el 26 de junio de 1997, a la luz de las nuevas investigaciones, los doctores definieron la enfermedad como “infección pulmonar grave, caracterizada por diseminación medular bilateral, con marcada insuficiencia respiratoria, en un sujeto con gravísimas complicaciones por su estado general.” Y teniendo en cuenta que la curación fue muy rápida, completa y duradera, concluyen que tal modalidad de curación es científicamente inexplicable.

El 20 de febrero de 1998 el presunto milagro es estudiado por la Comisión de Teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos, y finalmente, un mes más tarde, el 21 de marzo de 1998, el H. Benito Arbués, Superior General, puede anunciar a todo el Instituto que el resultado del informe escrito por la Comisión de Teólogos “es favorable por seis votos afirmativos y uno solo negativo” a considerar como milagrosa la curación del Hno. Heriberto Weber.

El paso siguiente para llegar a la ansiada canonización fue la reunión de la Comisión de Cardenales y Obispos que se tuvo el 2 de junio de 1998 y que se expresó con votación favorable sobre la curación milagrosa del H. Heriberto.
Después de la promulgación del decreto de ayer, próximamente, en Consistorio público ordinario, el Papa preguntará a los Cardenales presentes en Roma sobre la oportunidad de inscribir en el elenco de los santos al Beato Marcelino y determinará la fecha de su canonización. (Fin del texto de F.M.S.)
(¡¡Hasta el Bernini no paramos!!)

En fecha 16 de diciembre de 1998, el diario “Chajarí al día” publicó una entrevista que una periodista le había hecho al Hno. Ignacio del Pozo. Fue el Superior Provincial que pidió a comunidades y colegios de Uruguay oraciones a Marcelino Champagnat pidiendo el milagro de la curación del Hno. Heriberto. La publicamos de modo casi total.
“El hermano Ignacio presentó el caso al Vaticano…”

El Milagro que Determinó La Canonización de Marcelino Champagnat.
La grata noticia vertida el pasado 2 de junio, cuando se dio a conocer al mundo entero la canonización de Marcelino Cham-pagnat – fundador de la congregación de los hermanos Maristas – aflora aún en toda esa comunidad.
No obstante – y a pesar de lo que ya hemos informado – es dable resaltar la par-ticipación en esta canonización – aunque, co-mo él lo indica, responde a una decisión de Dios, del hermano Ignacio del Pozo, nacido en España, quien hoy visita el colegio de los hermanos Maristas de Chajarí.

En una extensa charla que mantuvo con este matutino, el religioso comentó los pormenores del largo camino recorrido para alcanzar la canonización de Champagnat.”
Explica brevemente el llamado a la santidad dirigido a todos y los pasos que conducen a la canonización, y continúa así: “El proceso indica, en primer lugar, que después de la muerte de una persona, tal es el caso de Champagnat que se ha distinguido por su “fervor, virtud, amor a Dios, a los pobres, a los niños más necesitados”, se establecen los pasos destinados a recoger las enseñanzas de su vida. Esos testimonios se presentan a un examen, denominado el proceso de heroicidad de las virtudes, por el que el fundador de la congregación fue proclamado el 11 de julio de 1920, por Roma.

Luego, en una segunda etapa, la Iglesia pide dos casos milagrosos. El 29 de mayo de 1955 se reconocieron dos milagros para la beatificación: uno a favor de una señora de Canadá que padecía cáncer, y otro a favor de un alumno de la congregación Marista en Madagascar – isla del Pacífico – quien sufría la misma enfermedad. Ambos se salvaron por las plegarias elevadas al Señor por mediación de Champagnat.

Enfermedad La última etapa fue comentada por el Hno. Ignacio con lágrimas en los ojos. El Vaticano exige un milagro más para definitivamente dictar la canonización. La historia se remonta a 1976 en un pueblo de Uruguay, Pando, donde se encontraba el Hermano Heriberto Weber, quien fue director del Colegio Marista de Chajarí.

Heriberto estaba enfermo, en principio se hablaba de una gripe, pero luego, tras ser internado en Montevideo, los médicos descubrieron que tenía nódulos cancerígenos en los pulmones. El H. Ignacio, quien acompañó en esos días a Heriberto en su internación, recibió de los médicos la noticia sobre el delicado estado de su compañero, a quien le daban una semana de vida, sin ni siquiera la posibilidad de hacer una biopsia.

En esa oportunidad, Ignacio debió viajar al Vaticano, para participar de una Asamblea de todos los superiores de su congregación.
Antes de partir, Ignacio – autoridad provincial – envió una circular a todas las comunidades del Uruguay informándoles de la situación del Hno. Heriberto y vaticinando una novena para que Marcelino Champagnat interceda ante Dios por su curación.
“Me fui con un dolor tremendo”, dijo con los ojos humedecidos al recordar aquél momento…”

El Milagro.
Ya en Roma y al encontrarse después con un miembro de la congregación que venía desde el Uruguay, Ignacio le preguntó: “¿Qué día lo enterraron a Heriberto?”, ante lo cual reconoció a nuestra cronista “me siento avergonzado por tan poca fe”, más aún cuando recibió como res-puesta que el hermano se encontraba bien, que le habían dado el alta.
A partir de ese momento, Ignacio comenzó la tarea de recoger toda la información sobre el fenómeno milagroso y elevó el material a Roma para que sea estudiado. Los médicos del Vaticano reconocieron, luego de estudiar el caso, que aparentemente había una siembra de nódulos, pero exigían la biopsia que no había sido realizada.
El caso fue estudiado también por una comisión de teólogos, quienes lo reconocieron como un hecho milagroso a través de la intercesión de Marcelino Champagnat. Ignacio no se explica cómo, tras mucho tiempo de insistencia y sin contar con la biopsia exigida, los médicos dieron por aprobadas las pruebas. “Tal vez ése también fue un milagro,” dijo.

Finalmente el 2 de junio, los cardenales dieron el veredicto de que ese hecho implica el reconocimiento de un milagro.
La emoción que en todo momento manifestó el H. Ignacio tiene una justificada razón de ser: el Hno. Heriberto – quien murió diez años después de esa enfermedad al ser chocado por una moto – fue curado milagrosamente por la intercesión de Champagnat. Y aunque la humildad del H. Ignacio lo lleva a quitarse mérito, fue la persona que confió en el caso y logró que finalmente el Vaticano determinara la canonización para la que aún no hay fecha de concreción.

Perfil Biografico del Hno. Heriberto.
Por Eugenio Magdaleno.

El Hno. Heriberto nacio en Essen-Borbeck, Alemania, el 19 de marzo de 1908.
El 6 de octubre de 1921 ingresa al seminario marista de Recklinghausen. Su primera profesión la hace en Furth el 21 de noviembre de 1926, los votos perpetuos también en Furth en 1931.
Estudió magisterio en la ciudad de Straubing y en Uruguay profesorado, ejerciendo la docencia aun después de su curación teniendo 68 años.
Toca las tierras rioplatenses en 1936. El año 1937 lo vemos trabajando en el colegio Manuel Belgrano de Buenos Aires y en 1938 se integra al Uruguay definitivamente. El Hno. Heriberto ejerció su misión educadora en todos los colegio de su provincia Marista, menos en el de Durazno.
Su vida ha estado al servicio de la educación como docente, director, administrador y catequista, dejando a su paso la imagen de un hombre alegre, contento de su vocación, enamorado de la naturaleza, gran trabajador y aunque alemán, uruguayo de ley y de corazón. Era un verdadero Charrúa.
Fallece a consecuencia de un accidente de calle en Montevideo el 28 de septiembre de 1988. Tenía 80 años bien cumpliditos. Sobrevivió 12 años a la milagrosa curación atribuida al Beato M. Champagnat, padre y fundador de los Hermanos Maristas.

El Hombre Signado por La Enfermedad.
El Hno. Heriberto tenía semblante y colores de niño. Los tuvo siempre aun siendo mayor. Era de una contextura sólida. A pesar de lo dicho anteriormente el Hno. Heriberto padeció varias enfermedades, y soportó operaciones. Podríamos decir que la clínica y el hospital le eran familiares.
En el lejano 1927, siendo miembro de la comunidad de Cham, Alemania, sufrió una pleuritis. Antes de regresar al Uruguay en 1938 fue operado de urgencia de apendicitis.
En Montevideo lo operaron dos veces de hernia, en 1947 y 1951. Esta última vez, hernia estrangulada, que puso en riesgo su vida.
Regresa a Alemania en 1952. Era su primera visita a la familia después de la guerra. Allí le sorprende otra vez una pleuritis aguda de la cual tarda en recuperarse.
Durante muchos años sufrió de espondilosis cervical y lumbar que le hicieron sufrir mucho, pero no alterar su carácter de hombre bueno y servicial. De esta enfermedad fue tratado y estuvo hospitalizado tanto en Uruguay como en Alemania.
Por fin, en mayo de 1976, a sus 68 años, comienza el calvario de la enfermedad que lo llevara, una vez más al borde de la muerte y a que motivara la novena al P. Champagnat pidiendo su curación.
En 1982 se vio afectado de insuficiencia coronaria y tuvo fractura de codo. Ninguno de los hechos están relacionados con la supuesta curación.

Itinerario de Una Curación.
A fines de mayo de 1976, se acentuaron sus conocidos dolores cervicales, complicados con molestias pulmonares. Comenzó a tener fiebre alta, tos persistente que no cedía ante los fármacos. El cuadro se complicó con la inapetencia, cansancio general, dificultad progresiva y acentuada en la respiración, taquicardia y grave desmejoramiento orgánico.
El Dr. Martínez Teti, clínico de la comunidad marista de Pando, le dio la orden de internación urgente. Era el 10 de junio y fue hospitalizado en la clínica “Dr. L.P. Lenguas” del Círculo Católico de Obreros en Montevideo.
El director de la clínica, Dr. Oscar Facello Ortiz formó un equipo de médicos (traumatólogos, neumonólogos, neurólogos, urólogos), quienes después de estudiar el cuadro del enfermo diagnosticaron, además de los problemas cervicales, un cáncer pulmonar bilateral generalizado (siembra de nódulos cancerosos).
Varios médicos más tuvieron oportunidad de atender al Hno. Heriberto confirmando la situación delicadísima de su estado.

Era tal la gravedad que no le pudieron hacer biopsia, porque le hubiese acarreado la muerte instantánea.
Los médicos le dan por desahuciado, caratulando su cuadro “exitus mortis”. Tanto es así que lo trasladan a una habitación que la clínica reservaba para los enfermos en trance final inminente.
El 14 de julio el Hno. Ignacio del Pozo, provincial, pregunta al Dr. Facello si encontraría con vida al Hno. Heriberto a su regreso de Europa después del Capitulo General. El doctoro le contesta: “A lo sumo tiene unos ocho días de vida”. (Testimonio del sumario p. 25).
La Hermanoa Julia Ángela Fedullo, jefa del piso, ofrece este testimonio: “EL caso del Hno. Heriberto es mortal a breve plazo, según opinión de los médicos”; (Test. Del sumario, p. 34).
En lo mismo abunda el enfermero Sr. Damaso Serna Ribero, quien afirma haber escuchado a los médicos decir que le quedaban pocos días de vida y que su estado era de suma gravedad.

Constatando el empeoramiento progresivo y la degradación continua, el Hno. Ignacio, Provincial, envía el 15 de julio una circular a los Hermanos, familias, docentes de los colegios Maristas de Uruguay y ruega a todos comenzar una fervorosa novena al P. Champagnat para obtener por su mediación la curación del H. Heriberto. En el Sumario presentado al Vaticano hay numerosos testimonios maristas, que reconocen haber hecho la novena al recibir la circular del Hno. Provincial.
El Hno. Ignacio informó al Hno. Heriberto del inicio de esa cadena de plegarias al Beato Champagnat para implorar su curación, más aun, colocó sobre la mesita de luz del enfermo una reliquia del Beato.

La Sra. Lila Graciela Flores Goyén de Vita, visitaba asiduamente al Hno. Heriberto y atestigua que hacía la novena con él, “en lo que podía seguir, pues estaba muy mal”. “Me llamó la atención que el Hno. Siempre tenía el rosario entre las manos”.
En los primeros días de la novena se agravo de tal forma que el Hno. Provincial pidió al Hno., Alfonso se comunicara con la familia del Hno. Heriberto en Alemania y la informara de la gravedad de su estado y del inminente desenlace fatal.

Cuando todos esperaban lo peor se dio el milagro. Entre los días 23 y 25 de julio se dio una leve mejoría que se torna en curación total la noche del 25 al 26 de julio de 1976.
En efecto, comenzada la actividad de la clínica el día 26 y visto el restablecimiento inesperado del Hno. Heriberto, se ordena un estudio radiológico arrojando el resultado de que los nódulos cancerosos de los pulmones habían desaparecido. El estudio comparativo de las numerosas radiografías tomadas a lo largo de su internación y las radiografías del día 26 daban el resultado increíble e inexplicable para los médicos, pero real. Nadie podía creer que las radiografías tomadas antes del 26 eran de la misma persona que las sacadas ese día, día de su curación.
El Hno. Heriberto renació el 26 de julio de 1976, por voluntad de Dios Padre Bueno, la mediación del Beato Marcelino Champagnat y las oraciones de toda una comunidad educativa marista que lo quería y “arrancó” el milagro.
El Hno. Heriberto volvió a los pocos días a trabajar a su Pando querido en la doble tarea de administrador y de docente.

El Reconocimiento Del Milagro: Un Difícil y Largo Viaje.
Tanto los Hermano, como muchos amigos y conocidos creyeron siempre que la curación del Hno. Heriberto fue algo que la ciencia no podía explicar y que se produjo después de pedir la mediación del P. Champagnat. Pasado el tiempo, en 1985 se comienza el proceso ante el Tribunal arquidiocesano en Montevideo para iniciar el estudio del caso y recopilar material médico y testimonios de personas que conocieron al Hno. Heriberto.
Toda la documentación fue presentada en Roma al Dicasterio responsable de las causas de los Santos.
El Sumario hecho en Montevideo fue reconocido como un trabajo cuidadosamente documentado y de una riqueza testimonial y médica elogiable.(…)

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