Back to all Post

HNO. GUILLERMO HOWLIN

Nombre Civil: Guillermo Howlin.

Fecha de Nacimiento: 20/05/1908.

Lugar de Nacimiento: Rojas — Provincia de Buenos Aires — Argentina.

Fecha de Profesión: 02/07/1924.

Fecha de Defunsión: 22/11/1999.

Profeso Perpetuo 1908 – 1999.
Nacimiento: 20.05.1908 — Rojas — Provincia de Buenos Aires — Argentina.
Junior: Luján 02.08.1921.
Postulantado: 10.02.1923.
Toma de Hábito: 02.07.1923.
Primera Profesión: 02.07.1924.
Profesión Perpetua: 02.02.1930.
Secularización: Diciembre de 1936.
Reingreso y perseverancia.
Aspirante: mayo de 1980.
Novicio: Villa San José y Casa Sgda.Familia: 1981.
Profesión Temporal: 16.01.1982.
Retirado en Residencia Champagnat.
Fallecimiento: +22.11.1999 — 91 Años y 15 Años de Vida Religiosa.

HOWLIN, Guillermo Isidro nació en Rojas, Provincia de Buenos Aires. Su padre era puestero en estancia, y se llamaba Esteban. Su madre era Mariana Lacey. Por separado ofrecemos la currícula de sus dos períodos de vida religiosa.

Currícula:
1923/1936 ….. .
1924/1926 ….. Escolástico.
Julio/1927 ….. Maestro, Capilla del Señor.
1928 ….. Profesor, Noviciado.
1929 ….. Maestro, Mar del Plata.
1930 ….. Celador.
1931/1932 ….. Maestro, Instituo Fahy, Moreno.
1933/1934 ….. Maestro, Marcos Juárez.
1935 ….. Maestro, Escuela San Vicente.
1936 ….. Maestro, La Inmaculada.
XII/1936 ….. Indulto de secularización.
1981/1999 ….. .
1982 ….. Profesor, Mar del Plata.
1982 (sic) ….. Titular de 1er. Año, Manuel Belgrano.
1983/1988 ….. Sub-Director Primaria.
1989/1990 ….. Recepcionista, Casa Sagrada Familia.
1991/1993 ….. Sacristán, C. San José, Uruguay.
1994 ….. Recepcionista, R. Champagnat.

No consta cuándo dejó su última labor y debió retirarse. Fallecido el 22 de noviembre de 1999, los últimos años los pasó en cama. En ocasiones, con traslados o paseos en silla de ruedas.

Gracias al H. Guillermo F. Casto se han conseguido recordaciones escritas por las damas que lo han atendido como enfermeras en sus años postreros. A estas afectuosas y cuidadosas señoras les agradecemos. Le guardan un recuerdo muy cordial y amistoso. En primer lugar trascribimos la nota del mismo Guillermo.
HNO. Isidro HOWLIN. Notículas para su biografía. Donde conocí realmente a Willie, fue cuando tuvo que venir a la Residencia CHAMPAGNAT de Luján en 1994. Siempre me llamó la atención su fisonomía rubicunda y su permanente sonrisa. En una oportunidad visitó la Residencia un sacerdote, el cual, mostrándome a Willie me dijo sorprendido:
“¡Qué cara de felicidad tiene ese Hermano!!” Era realmente un irlandés sin haber nacido en Irlanda sino en la pampa argentina. Una situación que me recuerdo y que se daba a menudo en verano, y , sobre todo durante los retiros en la Villa, era la presencia junto a la pileta y con traje de baño, de los Hermanos Luis Colombo y Willie, hacia las 11, 30 para darse un regio chapuzón. Willie fue siempre un enamorado de las piletas. La de Belgrano lo conocía muchísimo.

Tuve la oportunidad de encontrarme en la Casa San José de Montevideo con ocasión de un cursito de espiritualidad. Fue hacia el año 1993, en que Willie estaba allí como sacristán. Sus diferencias con el H. Valentin Semmet eran proverbiales, máxime debido a los perros que cuidaba Valentín. En esos días Valentín buscaba un plumero que necesitaba y Willie se lo había escondido de tal forma que era inhallable. Era de ver la alegría de Willie y la bronca de Valentín!!!
Dejando de lado esas anécdotas jocosas, hay que admirar en él la seriedad de su vida, su gran amor a la Eucaristía, su puntualidad a los ejercicios y su generosidad.
Si no me equivoco, el hecho de venir a la Villa San José (1994) fue debido a un accidente que tuvo en el patio del Colegio Manuel Belgrano, con ocasión de venirle al dedillo una pelota como para reventarla de un regio patadón. Tan mal le salió la cosa que se quebró el tobillo.

Se inició en la Villa San José como recepcionista. Luego le dieron el cargo de sacristán, ocupación que desempeñó con total eficiencia. Tanto es así que se tomó el trabajo de poner orden perfecto en el local, lustrar todos los vasos sagrados y dejar un inventario bien completo de todas las existencias.
Un buen día, bajando a oscuras desde la sacristía al altar, tuvo un resbalón y una caída que le dejó muy mal el hombro. Este inconveniente le obligó a retirarse a su cuarto de la Residencia, en forma definitiva.

Voy a transcribir apreciaciones procedentes de enfermeras que lo atendieron durante su estadía en la Residencia Champagnat.
De ZUNILDA Y ANA: “Era muy prolijo en su persona. Pedía que se le afeitara diariamente, que le cortaran las uñas y que lo peinasen con cuidado. Tenía una habilidad especial para zafarse del baño diario. Solía decir: “Ya me bañaron esta semana.”

Padecía un poco de “celos”; cuando el personal conversaba o atendía a otro Hermano, él se empeñaba en llamar hasta el cansancio y, enojado, pedía atención. Ansiaba que las enfermeras estuviesen siempre cerca de él. Le gustaban los chocolates de cualquier especie y procedencia. Agradecía los caramelos que le dejaba cada mañana el H. Emilio Garione, pero no siempre los comía.
Cuando le preguntábamos si quería que lo llevásemos con la silla de ruedas para dar un paseo por el parque, en principio decía que ¡NO! Pero al rato se entusiasmaba, se enfundaba la gorra y salíamos. En el trayecto nos recordaba los árboles que él había plantado. Nos contaba, a veces, que él había jugado al polo, que andaba mucho a caballo y mencionaba los nombres de caballos preferidos. Cuando llegábamos a la pileta, recordaba las veces que la había limpiado y las veces que se había zambullido en ella.
Le encantaba recordar todo lo del campo y su vida en Rojas. Que le había ayudado a su papá a arriar las ovejas con la ayuda de unos hermosos perros ovejeros adiestrados al efecto. En su escritorio tenía una foto de un hermoso mastín y decía que era parecido a los ovejeros de su campo.

Solía cantar una canción de cuna que cantaba su mamá, y le salía del alma un verso sobre la rosa y el jazmín. Cuando oía al H. René que canturreaba a sus canarios: “Colorín colorete… cantate otro motete”, él murmuraba algo… y, maliciosamente se reía a carcajadas. Se sentía muy feliz cuando lo visitaba algún Hermano del Cgio Belgrano. Y le contaba anéc-dotas de sus buenos tiempos de jugador de fútbol. Tenía días de me-lancolía, a causa del recuerdo de su querida esposa. Pedía que le leyeran el diario, no tanto por las noticias, sino porque así tenía cerca a las enfermeras. No le gustaba la T.V. No obstante, estaba enterado de todo. Tenía un aprecio especial por el H. Julián.
No le gustaba que le cambiáramos de lugar el Rosario misionero y la estampita de San Patricio, su santo patrono irlandés, que yo le había regalado. Reía con ganas y clamorosamente cuando el H. Luis Ticona le contaba al oído cuentos de subido color. Aparecían sus cachetes rojos como manzanas y le bailaban sus hermosos ojos azules. También él tenía sus buenos cuentos “verdecitos” que contaba con picardía y se reía con ganas.
Cuando los domingos estábamos de turno las dos, le preguntábamos con cuál de las dos quería quedarse… y contestaba… “Con las dos”.
Más de una vez llamaba insistentemente y cuando acudíamos, al preguntarle qué deseaba, solía contestar: “Nada…quería saber si estaban y dónde”.

De INÉS: Lo recuerdo al Hno. Willie con mucho cariño; éramos amigos y confidentes. Compartimos en los dos últimos años que se desplazó en silla de ruedas, la lectura de los periódicos todas las tardes. En ellos encontrábamos siempre —si no se lo inventaba— algún apellido irlandés. Él me decía: “Ése es irlandés”, muy feliz.
Al principio hablaba de su infancia en la estancia Lennon… las 500 ovejas, los 4 perros. “¡¡Eran formidables: hacían todo el trabajo!!”
Otra anécdota graciosa: quería trasvasar la orina de un orinal a otro —usaba dos—. Por lo tanto, inundación de ropas, colchón, piso… ¡enojo general! Pobre viejo mío. Un modo de convencerlo: usar un balde, a lo que se negó. “¿Y si le compro uno verde, del color de la bandera irlandesa?” Aceptó gustoso. Pasó poco tiempo. “¡Hay que usar pañales!!” —“No, eso no. Es para los chicos.” Pero luego los aceptó. Cuestión de insistir cariñosamente.
Éstas y otras anécdotas lo pintan de cuerpo entero.

Se fue despacito con sus 91 años, sin darse cuenta. ¡Que descanses en paz al lado de la Virgencita y de Jesús, querido Hno. Willie Howlin!

Un par de recuerdos míos (Soy el Hno. José Luis Soler.) Siendo Superior Provincial, se hicieron las gestiones para su reingreso a la Congregación, luego de unos meses más de cuarenta años desde su retiro del Instituto en diciembre de 1936. El Consejo Provincial de ese entonces, c.1980, se abstuvo de juicios sobre la situación personal de Willie referida a su salida congregacional. Una observación del H. Septimio, consejero ese año, consistió en decir que no sucediera que al reingresar, entrara en la variante de juzgar a los Hermanos de hoy según los criterios, costumbres y circunstancias imperantes en su época anterior de religioso. Inclusive, se sabía que era exagerado su atuendo de modestia en el vestir, por ejemplo, al ir a lavarse al lavatorio común, llamándoselo “San Luis Gonzaga”. Fui Superior local en el Cgio. M. Belgrano, y puedo decir con toda verdad que Willie, para nada entró en una instancia juzgatoria de la vida de los Hermanos. Es más: en alguna charla informal expresó que había necesitado el perdón de Dios por su infidelidad a sus votos perpetuos…

Para su reingreso jugaron a su favor la condición de buen católico, muy fiel a la Santa Iglesia, su fidelidad, incluso al rezo del Oficio Parvo de la Virgen, la insistencia de su esposa en el sentido de que volviera a la vida religiosa a su desaparición. Y pesó con influencia su actitud de sacrificado samaritano en los seis años postreros de ella. Casi totalmente inmóvil, la acompañó y sirvió con todo espíritu cristiano y de fiel esposo, noche y día. Mucho sufrió ella, y tuvo en él un valido de categoría superior.
Resulta adecuada la figura comparativa. Lo digo porque, en ese mismo tiempo, un ex Hermano residente en Mar del Plata, abogado exitoso, también solicitó el reingreso. Lo hizo previendo el tiempo adecuado para ello. Se trataba de hacerlo luego de un viaje al-rededor del mundo, a guisa de despedida. El Consejo Provincial no consideró coherente el retorno a una vida de pobre Hermano Marista tras una tan opulenta despedida. No le cayó bien mi respuesta. Y fue entonces el pedir las referencias para, digamos así, apelar ante el Hno. Superior General, a modo de instancia de alzada. Con respeto se las hice llegar, aunque nunca tuve conocimiento de paso posterior alguno.

Volviendo al tiempo de su estancia en el Colegio Manuel Belgrano, fue una figura discreta, de muy buen Hermano, de vida religiosa que dejó de lado todo posible asomo de arrepentimiento de haberlo recibido en esas condiciones, tan fuera de lo común. No sólo arrepentimiento, ni siquiera regomello.
Piadoso, cuidadoso del Señor Eucaristía, con gran cuidado en la atención de la sacristía, muy fiel a la oración comunitaria y a las obligaciones propias de nuestra vida religiosa y comunitaria. Buen miembro de comunidad, con excelente espíritu, mantenedor del clima de alegría. Sabía sostener las bromas de los más jóvenes, sin que pueda decirse que fuera ingenioso, pero para nada, tampoco, quejoso. Ni taciturno ni de mucho hablar. Sí participativo. Asiduo al trabajo, preocupado de tener todo en orden y al día. Cultor de limpieza.

Miembro estimado, nombrado y comentado con simpatía por parte del personal de Primaria y del Departamento de Inglés, que atendía esta especie de Academia en la E. Primaria. Las “teachers” le hacían, con ocasión de alguna celebración, (derecha, arriba) obsequios sencillos. Recuerdo una bella tetera, con un bonito colador, acompañados de la provisión de buen té. ¿Un té preparado con los prácticos y hoy habituales saquitos, por parte de Willie? Jamás. Fiel a su “five o’clock”, el tiempo justo de inmersión que indican los más seguros cánones, con el chorrito final de agua fría, según las más confirmadas tradiciones irlandesas para la infusión.¿Té? Un verdadero emblema racial.
Un tema que nos causaba gracia, era el de las inefables mezclas de alimentos.

Recuerdo algunas: sardinas con dulce de leche, mayonesa con miel para untar en el pan. Era característica suya el no hacerle la menor mella ninguna observación crítica sobre estas pequeñas cosas y otras. Sus cachetes, habitualmente sonrosados, adquirían mayor volumen, consistencia y subido tono rojizo, en el aquél de los brindis. Una medida de whisky, sin abuso, pero con sus ribetes gozosos y risueños. En realidad, los irlandeses no beben whisky. Ellos lo llaman “whiskey.”Una irlandesada que no le hemos conocido, es la famosa cerveza negra. No recibí, ni personalmente ni a través del Consejo Provincial, expresiones contrarias a su reingreso. Salvo, alguna vez, comentarios a mí dirigidos del querido y recordado Hno. Bernardo Hipperdinger. Fincaban fundamentalmente en “que había pasado su vida con mujeres.” Fue fácil hacerle comprender que había vivido con sólo su esposa, en una vida digna y muy cristiana. Más le molestaba que —siendo próximos ambos de promoción de vida religiosa— había sido preferido para trabajos “finos” en la casa de formación, y él mismo, con otros, sólo eran llamados para brutas tareas. Y “que las autoridades de la congregación, después de tantos años afuera, lo habían recibido con los brazos abiertos.”Es bueno recordar que Bernardo era un intransigente, en esto como en algunas otras causas, pero, fundamentalmente, era hombre de obediencia, respetuoso de la autoridad. En fuerza de esta modalidad suya, le hice notar que el reingreso había sido autorizado por el Papa. ¡Era demasiado alta la persona traída a colación! Nunca le volví a oír el tema. Con todo, no le fue fácil relacionarse con Willie, sin que jamás haya dado en fórmulas ofensivas, dentro de lo que yo sé.

Estando ya prácticamente armada, finalizada, el por siempre colaborador Hno. Emilio Rubiolo, a quien Dios bendiga y nosotros agradecemos, nos ha alcanzado una página. Puede ser considerada como “menor”, pero reveladora de la pícara ingeniosidad de Willie. Además de valores fundamentales “willianos”. Va tal cual.

“En la Casa San José se mostraba atento y servicial para con cuantos se le acercaban.
Los empleados y bastantes personas que lo conocieron lo recuerdan con simpatía.
Un Hermano le solía achacar defectos y lo trataba con cierta insolencia. Él, dejaba hablar sin responder de inmediato. Dicho Hermano le dijo que era un irlandés cuadrado… un sinvergüenza… un aprovechador… A todo esto le respondía con tranquilidad: “No hay que ser zonzo… ¡En la vida hay que avivarse!”

Con más de 80 años solía juntar el pasto cortado para luego quemarlo. Con frecuencia se lo veía con una escoba, barriendo. Encargado de la capilla. Cuidaba que no faltaran flores. Iba a adquirirlas en una florería del centro, lo cual desagradaba al administrador, y se lo hacía notar, a causa de las erogaciones ocasionadas a las arcas comunitarias…
Era conversador. Gozaba narrando chistes, al término de los cuales reía más que los presentes.

A sus pasados 80 años quiso participar en un partido de fútbol con alumnos del Colegio Manuel Belgrano. Al pegarle a la pelota, sufrió fractura de un tobillo. “¡Qué mala pata!”, decía.
Había probado la vida del mundo y palpado sus desengaños. Conversando con él me decía: “Mi vida sólo encuentra sentido en la comunidad marista, donde puedo llevar vida de piedad y de amor divino. El mundo es un engaño.”
Le agradaba celebrar pícaramente tres veces su cumpleaños: una, el día real de su nacimiento; otra, el día que fue anotado oficialmente, y la tercera, la celebración comunitaria.
Cada vez que lo visitaba en su cuarto de la Villa, me lo agradecía repetidamente…”

DESARROLLADO POR ENERGICA CREATIVOS