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HNO. GIUSEPPE ANTONIO

Nombre Civil: Miguel Agustín Cacció.

Fecha de Nacimiento: 29/04/1894.

Lugar de Nacimiento: Borghetto de Arroscia — Liguria — Italia.

Fecha de Profesión: 06/10/1910.

Fecha de Defunsión: 28/04/1948.

Estable 1894 – 1948.
Nacimiento: 29/04/1894 — Borghetto de Arroscia — Liguria — Italia.
25/09/1906: Junior en Ventimiglia.
1909: Postulante en Mondoví.
29/09/1909: Toma de Hábito.
06/10/1910: Primera Profesión.
25/10/1911: Con un cohermano, desembarca en Buenos Aires.
04/02/1917: Profesión Perpetua.
10/01/1932: Voto de Estabilidad.
Actuación: 1912/1947 — 35 Años en Argentina y 25 Años en la Enseñanza Secundaria. Son 8 colegios. Unos meses en el Juniorado, en Marcos Juárez.
1947: Debe ser internado en el Hospital Español, Buenos Aires.
Fallecimiento: +28/04/1948 — 54 Años.

Miguel Agustín Cacció nació en Borghetto de Arroscia, Liguria, el 29 de abril de 1894. Su padre, comerciante, se llamaba Lorenzo. Su madre, María Magdalena Donato. El paso del Hermano Promotor por su casa tuvo gran colaboración, ya que los padres de Miguel, tan cristianos, apoyaron su decisión.

Fue así como ingresó al primer Juniorado fundado en Italia, en Mondoví, el 26 de septiembre de 1906. Luego de dos años y medio, lo vemos en el Noviciado el 20 de marzo de 1909, etapa que finaliza con sus primeros votos en Villa Santo Stefano, Casa Provincial de Saint Paul en Ventimiglia, el 6 de octubre de 1910.
Al año siguiente, con un compañero de Toma de Hábito, el Hno. Benvenuto, tiene lugar su viaje a nuestras tierras, a donde llegan el 25 de octubre de 1911. Al iniciar el curso escolar siguiente, ya está prestando servicio educativo en el I. Peralta Ramos hasta agosto de 1912. Termina el año en M. Juárez. En La Inmaculada/1913 -1914; Mar del Plata/1915-1918; Luján/1919-1920; Champagnat/1921; Luján/1922-1927; Grugliasco, para el Noviciado Mayor/hasta agosto de 1928; termina el año en San Luis de La Plata; Luján/1929 – 1936; Pergamino/1937 – 1943; Morón/ 1944 hasta setiembre de 1947. En el colegio de Luján es donde permaneció más tiempo.

Durante 25 años se desempeñó en la E. Secundaria. Y como tal, estando en Morón, hubo de retirarse de la tarea poco antes de los exámenes finales de 1947. Cerraba así el cuarto de siglo al servicio de la educación de los jóvenes de la Enseñanza Secundaria. Casi no hay asignatura del Bachillerato que no haya enseñado: Latín, Inglés, Francés, Geografía, Historia, Matemática, Química, Física, Filosofía, Ciencias Naturales y Literatura. En lecciones de idioma, menudeaban las pruebas escritas, que corregía escrupulosamente con tinta colorada.
Para su mejor atención fue internado en el Hospital Español, en una breve estadía. Luego de una —solamente— promisoria mejoría, a fines de diciembre, por propio pedido, fue llevado a la Villa San José.
Su enfermedad Cardíaca avanzaba sin pausa. Fue administrado por segunda vez el 1° de abril, pues ya lo había sido en Morón. Con mucha presencia y asistencia lo atendió el P. Gerardo Lerena, capellán de la Villa.
Sus últimos quince días fueron de acerbos sufrimientos, una lenta agonía. Su deceso se produjo en 1948, el miércoles 28 de abril a las 0.40. Contaba 54 años de edad, 42 de vida religiosa y 37 de docencia. Se hallaban con él los Hermanos Mariano José, Pablo Ignacio y Elías (Apolinar Isidro, entonces.) Poco antes el P. Lerena le había dado la absolución con la indulgencia “In articulo mortis”.

El mismo día se celebró la Misa de Sepelio. De 9 a 17 se cumplió la vigilia de oración, llamada velatorio. A la hora del sepelio, una tormenta notable impidió el normal desarrollo de la marcha hacia el cementerio. Las delegaciones, con numerosas personas de la capital, de Morón, de la Comisión de Damas Bienhechoras y de Ex Alumnos del mismo C. N. S. de Luján, todos los alumnos de su Quinto Año, y un nutrido grupo de Hermanos de los colegios de Buenos Aires, no pudieron participar del responso de cuerpo presente previsto en el colegio, tan importante era el aguacero, y se rezó en él un Padre Nuestro y tres Avemarías. Muchos de los Hermanos y de la gente más joven, acompañaron bajo la tormenta el último camino terrestre del Hno. José Antonio.
Ha dejado un gran recuerdo de hombre totalmente entregado a la educación de los jóvenes, permanentemente ocupado en estudiar y preparar su catecismo y las asignaturas, abarcadas por él en importante abanico. Era de importante estatura y corpulencia. A veces se lo designaba con el apelativo de LE TRÈS HAUT (El Altísimo.) Una cierta timidez no dejó de plantearle algunas dificultades en el aspecto disciplinario de su quehacer. Fue hombre de gran humor y afabilidad. Profesor de Química, se hizo famoso su principio, remedo del importante axioma sobre la conservación de la materia y de la energía, que dice: “Nada se pierde, todo se transforma.” Si alguna vez se le rompía una probeta o algún elemento de vidrio de las experiencias, no dejaba de decir lo que, entre nosotros, se llamó “la Ley Cacció”:

Aquí retenemos muy poco de los innumerables testimonios que nos aporta su cronista, aunque se puede leer la nota publicada en “Ecos de Familia”, número de mayo de 1948: “Nunca pidió nada, nunca rehusó nada, y jamás habló mal de nadie.” “Entre las principales virtudes que caracterizan al religioso Marista, dos de ellas lo han distinguido principalmente: su legendaria paciencia y su tradicional caridad.” A ellas, dice el cronista que hay que agregar su filial amor a María Ssma. Bendito sea Dios por este marista que regaló a nuestra patria.

Las citas provienen de la revista provincial Ecos de Familia, salvo donde se indique algo diferente.
—Noviembre 1927, pág. 23: “Candidatos al segundo noviciado. Han sido designados para iniciar los ejercicios del segundo noviciado que se abrirán el 20 de enero próximo, los HH. José Antonio, Luperto y Expedito, venidos al país en 1911 el primero, y en 1912 los dos últimos. Lleguen hasta ellos nuestras expresivas felicitaciones.”

—Junio de 1928, pág. 107: “Ecos del segundo noviciado. Los cinco representantes de la provincia siguen con ánimo generoso los ejercicios del segundo noviciado, emulando en fervor con sus predecesores. En la actual tanda figuran 30 Hermanos representando a 16 provincias del Instituto. Para edificación de todos transcribimos unas líneas copiadas textualmente de la carta que con fecha 4 de marzo nos dirigía el querido Hno. José Antonio:
“¡Que fortuna para la provincia si todos sus Hermanos viviesen estos pocos meses de escuela de vida interior, de piedad, de acción, de ‘sport’ espiritual, de vencimiento y de desprendimiento, de alejamiento del ‘yo malo’ para acercarse cada vez más a Jesús e instalarlo definitivamente en su trono que es nuestro corazón. Es un trabajo (el del segundo noviciado) eminentemente introspectivo, subjetivo; es el estudio de sí mismo por la conciencia. Es un baño de espíritu marista.
Los Hermanos argentinos estamos todos muy bien dispuestos y llenos de la mejor buena voluntad y por eso creo que sacaremos de estos ejercicios gran provecho.” Que nuestras plegarias los ayuden a realizar tan santos ideales.”

—Julio 1945, pág. 76: “ENSAYO DE HISTORIA DE LA PROVINCIA. …1911…: Hermanos llegados en 1911. En el transcurso de 1911 llegaron a la Provincia los HH. Louis – Célestin, Asterio, Benvenuto, Ciro, Giordano, Giuseppe Antonio y Jules Raphael.”

—Junio 1947, pág. 47: “Crónica. El Hno. José Antonio entregó una correcta traducción, realizada en tiempo record, de la obra del Hno. León, ‘Pour mieux enseigner.’”

—Octubre 1947, pág. 97: “Enfermos: El querido Hno. José Antonio estuvo de cuidado en la primera quincena de septiembre. Debió, por prescripción médica y muy a su pesar, abandonar sus clases y hasta internarse por una temporadita en el Hospital Español. Ahora, de regreso a la comunidad de Morón, se halla mejor, aunque deberá seguir su reposo total hasta fin de curso. Formulamos los más ardientes votos por el restablecimiento completo de tan laborioso obrero de la Viña del Señor e invocamos con tal fin y fervientemente a la salud de los enfermos.”

—Abril 1948, pág. 7: “Nuestros enfermos. El mal que aqueja al virtuoso Hno. José Antonio se ha agravado notablemente en estos últimos días. No dejemos de encomendarlo particularmente al Señor en nuestras oraciones. Diversos Hermanos de la Casa Provincial cuidan de él con ejemplar abnegación.” Consultando la nómina de 1948, que encontramos en la página 10 del mismo número, vale que anotemos su presencia entre los Enfermos, y no ya, como hasta esta instancia, en la comunidad del C. San José de Morón. Acabamos de leer en este mismo párrafo que era atendido en la Casa Provincial, la Villa San José.

Hno. JOSÉ ANTONIO.
+ En Luján el 27 de Abril. Nota necrológica. Una de Ecos de Familia (mayo 1948, pág. 21 – 22) y otra en el trabajo del Hno. Fredien (pp. 279 – 288). Ambas contienen datos exclusivos.

Hno. Fredien.
“A medida que recibamos otros datos, de los que insertamos en ECOS DE FAMILIA del mes de mayo, completaremos la noticia necrológica sobre nuestro querido Hermano Giuseppe Antonio.
Encabezamos hoy nuestra reseña, con una impresión personal que es la de todos los Hermanos de esta Casa Provincial, diciendo cuán grande ha sido la edificación que ha dado a los HH. de esta casa, no solamente a los que lo atendieron con fraternal cariño en su lecho de dolor, sino a los demás que lo visitaron durante estos cuatro meses pasados en la enfermería, llevándole una palabra de aliento y sobre todo de conformidad con la santa voluntad de Dios, en su larga y penosa enfermedad, soportada con tanta resignación.
(…) El Hermano tenía en la fecha de su deceso, 42 años de vida religiosa en el Instituto Marista, de los cuales 37 dedicados a las actividades de la docencia y 39 de toma de Hábito.
Llamábase en el mundo Miguel Agustín CACCIO. Nació en Borghetto de Arrosia, (Liguria, Italia), el 29 de abril de 1894.

De sus años de infancia nada sabemos; sencillamente suponemos que de nuestra casa de Ventimiglia (Italia), bastante cercana a dicha población, un Hermano Reclutador haya pasado por Borghetto, visitando algunas familias en la búsqueda de vocaciones y, entre ellas, halló en la familia Caccio a nuestro Miguel Agustín, tan bien dispuesto para la vida religiosa de futuro educacionista, que tan pronto como lo vio decidido, y de común acuerdo con sus cristianos padres lo llevó a Mondoví, nuestro primer Juniorado fundado en Italia, que tan buenas vocaciones ha dado a la provincia de Italia y a la nuestra.
Por datos recogidos en los Archivos de la Casa Provincial nos consta que ingresó el 26 de septiembre de 1906, quedando en el citado Juniorado dos años y medio. Pasó al Noviciado en esa misma casa de formación el 20 de marzo de 1909, para terminarlo en Ventimiglia, “Villa Santo Stefano”, designada como nueva Casa Provincial de Saint-Paul-Châteaux. Emitió en ella sus primeros votos el 6 de octubre de 1910.
Anhelaba, como muchos otros compañeros de Juniorado y de Noviciado, alistarse entre los que pedían para futuros misioneros del Distrito Marista Argentino, fundado en 1903.

Obtuvo permiso de sus buenos padres y de sus Superiores, y en compañía de otro cohermano de la misma toma de Hábito, actualmente en la Villa San José, se embarcaron en septiembre, llegando a nuestras playas el 20 de octubre de 1911. Pasó los meses de vacaciones en nuestra Casa Provincial, y al inaugurarse el año escolar de 1912, inició su vida misionera en nuestro colegio de Mar del Plata. Quedó tan solo un año, y a principios de 1913, los Superiores lo mandaron como profesor del Juniorado que se había trasladado desde Luján a Marcos Juárez.

Sucesivamente pasó por los colegios de Caseros, Champagnat, Luján, Mar del Plata nuevamente, La Plata, etc., etc. Hizo su profesión perpetua en el año centenario de la fundación del Instituto Marista, el 4 de febrero de 1917, completando el holocausto con el voto de Estabilidad el 10 de enero de 1932.

Tomó parte en la primera tanda de ejercicios para el 2º Noviciado en 1928, y a su regreso terminó el año escolar en el Colegio “Monseñor Rasore” en La Plata.
Su estadía más larga como profesor del Nacional ha sido en el Colegio Ntra. Señora de Luján, luego pasó como profesor a nuestro colegio de Pergamino; por fin al Instituto “San José” de Morón, hasta que tuvo que deponer las armas en la sublime misión de educacionista, debido a un gran agotamiento de fuerzas que le obligó, por orden expresa del facultativo, a suspender sus tareas en los años del Nacional, poco antes de los exámenes finales de 1947.
Para procurar mayor atención al enfermo, fue internado en el Hospital Español; estuvo allí una breve estadía, pareciéndole que la mejoría, aunque lenta, era de promisorias esperanzas.
Al poco tiempo sintió debilitarse nuevamente, a punto tal que, condescendiendo con su deseo, fue llevado a fines de diciembre a la Villa San José.
En esta mansión de paz, rodeado del afecto y cariño de sus cohermanos en religión, le parecía más placentera la estadía, a pesar de la enfermedad cardíaca que le minaba lentamente.
Encontraba también más a su gusto la atención espiritual de nuestro buen y abnegado Padre Capellán. Por otra parte, venía a la Casa Provincial completamente resignado a lo que Dios dispusiera de él, haciendo desde ya el holocausto de su vida, si pluguiera al Maestro.

A pesar de las atenciones del facultativo de la Casa, las del Hermano enfermero y demás que lo rodeaban de afecto y cariño, la enfermedad llegó a un punto tal de gravedad, que, por indicación del P. Capellán, se le administró por segunda vez la Extremaunción: era el 1º de abril. Ya se le había administrado en Morón.
Desde ese momento se vio la necesidad de atender al paciente, que nunca supo quejarse, ni de día ni de noche, relevándose por turno los HH. de la Comunidad.
En las cuatro últimas semanas de enfermedad más aguda, los que lo cuidaron son unánimes en repetir lo admirable que fue el carísimo enfermo y cómo quedaron edificados de la resignación y la conformidad en todo a la voluntad del Señor, evitando el molestar a los HH. que lo atendían; casi nunca se quejaba, ofreciendo sus largas horas de insomnio al buen Jesús para purificar más y más su bella alma.
Los últimos quince días fueron una lenta agonía y con acerbos dolores en casi todo el cuerpo. Todo lo soportó silenciosamente hasta el momento de su dichoso tránsito que ocurrió el miércoles 28 de abril a las 0.40, recibiendo su último suspiro los Hermanos Mariano José, Pablo Ignacio y Apolinar Isidro.
Breves minutos antes había venido a visitarlo, como lo hacía varias veces en el día, el Padre Gerardo Lerena, Capellán, dándole la santa absolución con la indulgencia “In articulo mortis”. Cosa digna de admirar es cómo sabía contestar a todas las piadosas jaculatorias que se le sugería aun en lo más agudo de la enfermedad.

Amortajado, se bajó el féretro a la Capilla. El mismo día 28 hubo la misa de cuerpo presente. De las 9 a las 17 en la misma capilla tuvo lugar el velatorio. Todas las secciones de la casa se turnaron para orar devotamente por el bienaventurado reposo del querido difunto. En este mismo día se comunicó la triste nueva a todas las Comunidades. A las 17, hora fijada para el sepelio, vino una delegación de las Comunidades de la Capital, los Hermanos del Instituto San José de Morón, la Comisión de Damas bienhechoras del Colegio, los alumnos de 5º año del Nacional, numerosos Exalumnos, casi todos los egresados de las últimas promociones y bastantes padres y madres de familias vinculadas con el Colegio, como también los Hermanos, alumnos y algunos Exalumnos del Colegio N. S. de Luján, en el que tantos y tan laboriosos años trabajara nuestro Hermano.
Tras el canto de las preces rituales partió el cortejo fúnebre de la Villa San José. Pocos minutos después se desató un copioso aguacero. Sin embargo, muchos animosos cohermanos, bajo un verdadero diluvio, acompañaron al querido difunto hasta el panteón. Se invitó a las familias, como alumnos también, a esperar en el Colegio hasta que pasara el temporal. Se había convenido en el Colegio un responso de cuerpo presente en su claustro, lo que no pudo hacerse a causa de la amenaza de la lluvia, rezándose en cambio un Padre Nuestro y tres Avemarías.

Así concluyó la carrera terrestre de un verdadero Marista que desaparece envuelto en el cariño de sus Superiores, Hermanos y discípulos, dejándonos para edificación y para ejemplo, la hermosa lección de una vida incomparablemente laboriosa, abnegada y modesta. Transcurrió su existencia colmada de méritos y embellecida de virtudes. Se puede decir en pocos renglones: “el Hno. Giuseppe Antonio fue un hombre de Regla, un Religioso completo, aunque la perfección no es de este mundo. Bien lo conocía quien en pocas palabras resumió la vida del finado querido, diciendo que nunca pidió nada, nunca rehusó nada, y jamás habló mal de nadie. Era el primero en el salón de estudios, el amigo de los libros, el candidato obligado para las horas sobrantes o para las asignaturas que no encontraban pretendiente. En cuantos lo conocieron, jamás se esfumará su imagen de Hermano callado y piadoso, adicto al Colegio, amante del Instituto, apóstol del bien. Es fácil tributar a su memoria; es difícil merecerla. El querido Hermano Giuseppe Antonio la mereció por su fidelidad, por su conciencia del deber, por la responsabilidad con que explotó el tiempo, por su constancia.”

Ojalá podamos expresar cada uno de nosotros al ver llegar nuestra hora postrera lo que él decía con toda serenidad al Padre Capellán, quien le insinuaba conformarse con la voluntad del Señor, a la que se sometía con toda resignación: “Con gran paz de conciencia, Padre, veo llegar mis últimos momentos: desde mi venida a la Villa San José me estoy preparando con gran confianza en la misericordia de Dios, para hacerme cada vez más digno de presentarme ante su divino tribunal, ya que deseo vivir y morir, revestido de las libreas de un Hermanito de María.”

Damos otra apreciación: nuestro querido Hermano era un verdadero Marista; su sencillez casi infantil era del agrado de sus cohermanos, que a veces lo sabían chistear a título de broma jocosa, como para pasar un rato de expansión durante las horas de recreo.
Su sencillez, su buen humor, su sociabilidad, hacían de él un Hermano muy simpático a todos. Su fisonomía y su porte exterior eran imponentes, además de su respetable estatura y cualidades físicas.
Sus dones intelectuales eran de los más favorecidos por la Providencia. Dios lo había dotado de una inteligencia y de una memoria no ordinaria y poco común.
Supo cultivarlas toda su vida; dice quién nos remitió esas líneas; he conocido al H. G. A.; era tan avaro de su tiempo como muy pocos Hermanos he conocido; únicamente se daba en bien de sus cohermanos y de sus alumnos.
Así pudo llegar a un nivel de conocimientos de gran valor, que admiraron sus cohermanos y los mismos alumnos. Todo este caudal de ciencia adquirida así, le fue sumamente útil durante los años de su docencia, máxime entre los alumnos de los cursos Nacionales, y esto durante más de 25 años en que actuó en dichos cursos.

De un carácter más bien tímido, que como buen Nataniel no ve malicia en los que lo rodean, de esta sencillez tan ingenua de niño, que nada de picaresco supone en otro, algo tuvo que sufrir respecto a la disciplina en su clase y en los diversos cursos que dictaba.
A pesar de esto nunca se desanimó. Cuenta se daban los niños de criterio recto que, si mucho aflojaba en cuanto a disciplina, merecía la atención de todos ellos, por lo claro y conciso con que dictaba las lecciones a su cargo, y por este motivo reinaba cierta quietud que suplía en parte a los momentos de expansión juvenil que los alumnos saben crearse cuando un profesor carece un poco de disciplina y firmeza de carácter.
En las mismas notas recibidas para completar esta necrología, los Hermanos terminan su apreciación sobre el querido difunto de la forma siguiente: “Hay que ver la escrupulosidad con que se dedicaba a preparar sus catecismos; se ve que su único afán era interesarse sobremanera en la formación del alma de sus educandos.”

Entre las principales virtudes que caracterizan al religioso Marista, dos de ellas lo han distinguido principalmente: su legendaria paciencia y su tradicional caridad.
A esas cualidades, que de por sí honran al religioso difunto, conviene agregar su filial amor a María Ssma., que procuraba comunicar a sus alumnos en su catequesis del sábado, dentro de las dotes intelectuales con que Dios lo había favorecido; era muy humilde, no haciendo alarde de su saber.
Muy sumiso a los Superiores, lo mismo que su espíritu de familia que nunca se desmintió.
Tal es, a grandes rasgos, lo que nos pareció podría encontrar un pequeño lugarcito en la necrología de ese buen Hermano que consagró 37 años de actividad en nuestra amada Provincia Marista Argentina.
Paz en su tumba y el galardón prometido a todos los que mueren revestidos de las libreas maristas. V. V. Mayo de 1948…

DATOS SUPLEMENTARIOS SOBRE EL QUERIDO — HERMANO GIUSEPPE ANTONIO…
No aspiró nunca a los altos cargos, se complacía en las posiciones humildes y sin brillo. Se contentaba en la enseñanza con las asignaturas que buenamente le ofrecían, sin pretensiones, sin insistir, sin rodeos… y naturalmente aceptaba lo que, a decir verdad, otros no querían… Fácilmente llegó a dejar asignaturas a otro Hermano para complacerle y no escatimaba el esfuerzo para prepararse en otra nueva.
Ante el Colegio Nacional de Mercedes gozaba de gran prestigio, especialmente cuando los Doctores Isnardi y Míguez dirigían la enseñanza de las ciencias morales. Contribuyó con la preparación que daba a los alumnos a prestigiar el Cgio. Ntra. Señora de Luján ante las autoridades del Colegio Nacional durante los años que van de 1924 a 1936.
“Con semejante maestro Vd. debería saber más”, dijo un día el Doctor Isnardi a un alumno que se presentó con poca preparación.
Sus condiciones de hombre de estudio son bien conocidas; casi no hay asignatura del Bachillerato que no haya enseñado: Latín, Inglés, Francés, Geografía, Historia, Matemática, Filosofía, Ciencias físico-naturales, Literatura.
Pruébalo su voluminosa colección de manuscritos, de contenido que escribió con una letra menuda pero muy clara. Tenía la pasión de tomar apuntes y escribir.
Con razón que nunca se le veía perder tiempo, aun durante los fuertes calores del verano se le veía en el salón de estudio ocuparse en algo útil después de tomar una breve siesta.
No ocupándose nunca en juegos y deportes, aprovechaba el tiempo de los recreos o paseos en enriquecer su acerbo intelectual.
Se puede decir que fue el hombre del tiempo bien ocupado.

Exigía mucho de los alumnos, y en lecciones de más menudeaban las pruebas escritas, que corregía con tinta colorada, escrupulosamente.
Las miles y miles de páginas que así habrá devorado días tras día, año tras año…
Cuando daba clases durante las vacaciones en Mar del Plata, y esto sucedió durante 8 ó 10 años, su trabajo diario llegaba fácilmente a cinco horas consecutivas, y a veces le alcanzaba alguna hora de la tarde. Pues nunca se le oyó quejarse o rezongar por la carga impuesta a sus hombros. Todo lo aceptaba con tranquilidad y buen humor.
Estos sacrificios meritorios soportados por él desde largos años, honran los orígenes de la provincia Marista Argentina y muestra que si la situación actual es más desahogada, débese a esos buenos Hermanos que se sacrificaron durante largos años para asegurar la manutención de Juniores y Novicios.
A pesar de su talla y fuerza hercúlea, era de temperamento tímido y por ese lado tuvo que sufrir mucho, sea por parte de los alumnos, sea por parte de Hermanos a veces poco comprensivos y considerados. Pero guardaba absoluta reserva sobre lo que le apenaba, no obstante la preocupación que traicionaba su semblante algo velado de tristeza, indicaba un drama interior que le afectaba, y sin duda esos sinsabores traídos por la mano de la Providencia así purificaba y modelaba su alma, han contribuido mucho a su temperamento cardíaco. Las penas íntimas refluyen al corazón y no desahogándolas, poco a poco lo paralizan.

Era notable su conocimiento de la liturgia que había adquirido por el uso constante del Eucologio romano, y rápidamente solucionaba cualquier dificultad relativa a las festividades o a la primacía con el orden de las fiestas, o de las ceremonias litúrgicas.
Hombre de silencio, pocas veces se le veía hablar en los tiempos libres, sobre todo en el salón de estudio, convertido por su ejemplo asiduo en templo de estudio y de laboriosidad.

Muy amigo de casa, evitaba las visitas y cuanto olía a disipación y vaivén inútil. Sólo aceptaba su paseíto al campo, lejos del mundanal ruido y aun pasando por los lugares menos poblados para evitar de encontrarse con el público y no llamar la atención de nadie.

Hombre de gran puntualidad, ha pasado sin duda años sin llegar una sola vez atrasado a la Salve por la mañana, y es admirable igualmente su puntualidad a todas las distribuciones del día. Nunca se ha oído queja de un profesor titular el que demorase un minuto de concurrir a clase.

Humilde en su vestido y en su porte, sin ningún acicalamiento en su persona, exento de vanidad, fue un Hermano de María en quien han resplandecido las características del Instituto: humildad, sencillez, modestia, no obstante una gran cultura y una vastísima ilustración… ”H.L.M. …”

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