Nombre Civil: Fernando Brings.
Fecha de Nacimiento: 18/09/1937.
Lugar de Nacimiento: Korschenbroich/Grevenbroi — Provincia de Renania — Alemania.
Fecha de Profesión: 29/08/1957.
Fecha de Defunsión: 24/07/1984.
Profeso Perpetuo 1937 – 1984.
Nacimiento: Alemania 18.09.1937.
1949 – 1954: Junior en Furth.
1956: Postulante.
Agosto 1956: Toma de Hábito.
29.08.1957: Primera Profesión. Furth — 4 Renovaciones en Luján.
06.01.1963: Profesión Perpetua — Mar del Plata.
Actuación: … 20½ Años.
Maestro … 11 Años.
Enc. Catequesis … 8 Años.
Dir. Escol. … 1 Años.
Maestro de Noviciado … ½ Años.
Fallece en Montevideo: +24.07.1984 — 47 Años — 28 Años de Vida Marista.
BRINGS, Fernando, es originario de Korschenbroich/Grevenbroi, en la Provincia de Renania. Su apellido materno es Maasen. Hermanos compañeros suyos de Escolasticado, aseguran que estuvo mucho tiempo como estudiante. (HH.S. Jacob y M. Basgall.) No recuerdan mal, ya que permaneció en tal etapa por cuatro años. Se tituló de MAESTRO NORMAL ARGENTINO.
Consta en su ficha que obtuvo la cédula de identidad Argentina y la carta de ciudadanía uruguaya.
Es muy abundante el material disponible para establecer su biografía. No será posible citarlo todo. Iremos haciéndolo, completando con resúmenes, según se vea. Hasta poseemos una selección de párrafos de cartas suyas, debido a la preocupación del H. Ángel Emeterio.
Fue Consejero Provincial, habiendo remplazado al H. Antonio C. González. Desde enero/1981 hasta su deceso, julio/1984.
Entresacamos de dos escritos. Uno, extracto de los Anales del C. Zorrilla de San Martín, julio 1984 (se indica con el signo &; y otro de una hoja fotocopia sin firma, que se indica con *) “en 1958 llegaste hasta nuestras tierras y desembarcabas en Buenos Aires. En Luján pasaste cuatro años, a fin de ir adaptándote al idioma y a las costumbres de estos lares, y capacitándote para tu misión de educador.” (&) “Llegó a la Argentina teniendo ya en Uruguay un tío suyo como marista: el Hno. Enrique Maasen. (…)
Su bondad, alegría y cierta ingenuidad, sobre todo en los comienzos de su estadía sin los suficientes conocimientos del idioma, fue causa de una alegre convivencia, que le granjearon gran estima sobre todo en varios hechos jocosos. Fue para las comunidades siempre un gran estímulo y apoyo.” (*) Muy en consonancia con estas afirmaciones, contamos con el aporte obtenido en una conversación hoy mismo (julio 29/1998) mantenida con dos Hermanos compañeros suyos del Escolasticado, Silvestre Jacob y Marcelo Basgall. Recuerdos de familia que merecen un espacio aquí.
Canción del viejito Simón. Fernando, no sólo tocaba la guitarra. Además, sobre ella montaba un sostén metálico para una armónica, cuya posición la dejaba a la altura y proximidad de los labios. Tocando el instrumento básico mayor, ora cantaba, ora hacía dúo guitarra – armónica. En los fogones de los días de fiesta, lucía sus condiciones y animaba la alegría comunitaria. El H. Marcelo Basgall le había enseñado una canción empleada en alguna práctica pedagógica. En boca de Fernando, por ahí se colaba algún error de origen alemán. Lo incluimos en la transcripción del texto.
Fernando tenía una cancioncilla alemana que usaba de presentación cuando actuaba. Gracias al Hno. Augusto Jenemann tenemos el texto correcto y su traducción.
Tabak and rhum// liebt ein cowboy.// Und einen Kuss sans genis.//liebt ein cowboy noch mehr. Tabaco y ron, ama un cowboy; y un beso, sin avergonzarse, ama el cowboy mucho más. Hay más, en insistencia con lo de estos hechos jocosos…
Un compañero de aupa. El Hno. Felipe Fuente había hecho sentar a Fernando al lado de Marcelo Basgall en la sala de estudio. Le ayudaba en comprensión de términos o cosas parecidas. Con espíritu de cruzado le repetía consigna que, al principio, Fernando repetía tal cual… hasta que aprendió un poco más. Decía la voz de guerra: “ ¡Tenemos que defender la fe con c.r.j.!” Las vocales fugadas no van como en coraje. Van así: “a.a.o” . Y, de mayor enjundia y consecuencias…para Marcelo, fue esto otro. En jornadas de trabajo, pasaban la tarde en la poda de los plátanos de la avenida, en Villa San José. Fernando y Marcelo, a cargo del carro de transporte de ramas. Llegaba la hora de la merienda. Sólidos sandwiches se acompañaban con un deguste de vinillo. Cada uno se lo servía por el morrillo fino de una pipeta. Caía el chorrillo directamente sobre los labios. Fernando probó en su turno. Comentó con una expresión que le había enseñado Marcelo para cuando se trataba de destacar la bondad de algún producto. Y, en consecuencia, dijo: “Está de p.t. m.dr.” Oyeron ambos superiores, Elías Gustavo (hoy Serapio) y Felipe Fuente. Después, y con toda razón, Felipe levantó en peso a nuestro Marcelo. Estos trances para nada ofendieron el espíritu amplio de F. Brings. Al contrario, la anécdota del vinillo fue contada por él mismo en ocasiones posteriores…
“… viniste al Zorrilla (1977 – 1980), en el año 1981 te encargaron de los Hermanos jóvenes de la comunidad Champagnat (Casa Provincial), y al mismo tiempo continuaste vinculado al Zorrilla.
Llegó Europa para fortalecer tu formación y por último te encontrabas allí, en el Noviciado, responsable de esta etapa tan fundamental en el camino de una vocación religiosa, y como no podías con tu vena, estabas encargado, en Primaria de Santa María, de la orientación de la Catequesis.
Tu etapa en el Zorrilla, que abarca de 1977 a 1981, fue muy fecunda.
En 1980 introdujiste la Escuela de Padres (ECCA). Dedicaste gran esfuerzo a orientar con tu profunda espiritualidad estos grupos de padres. Fue en esta circunstancia que muchos de nosotros te conocimos y trabamos una amistad plena de sinceridad y cariño.
También por esta época, y dando cabida a tus inquietudes sociales, convocas a un grupo de Padres que sintonizan inmediatamente contigo y forman la Comisión de Promoción Social del colegio.
Como educador de la fe, más allá de los límites del colegio, te diste sin descanso a la Iglesia Diocesana y del país, actuando en el equipo del Oficio Catequístico.
En fin, los que nos relacionamos contigo vivimos tu preocupación hacia los problemas de la educación en general y sobre todo los referidos a la Fe, siempre te mostraste emprendedor y perseverante en tus planteos y concreciones. Parecía que las dificultades se volvían acicate y reto, y por eso te vimos en todo instante muy fiel en lo que veías que era lo mejor y “manos a la obra“.
Supiste congeniar la reflexión, profundidad e interioridad, con la alegría expresiva del chiste, la chanza, y los festejos intrascendentes. Tu sonrisa afloraba sin dificultad.
Sabías también expresar tu desacuerdo o desaprobación con posturas firmes. Te hacías notar, y de qué forma. (&)
Hemos recibido un aporte testimonial muy valioso. Es de los pocos que profundizan las características de valores recibidos por el contacto con el biografiado, cualquiera sea él. Mucho se lo agradecemos al Hno. Danilo Farneda. Se intercalan citas y resúmenes.
Fue su maestro en 4º y 5º grado, con 9 ó 10 años, en Chajarí. Una serie de ideas renovadoras en pastoral. Venía de hacer estudios en Bs. Aires y en Montevideo. Estaba en los 30 y algo de años.
Eran cosas que no se hacían en pastoral, y menos a nivel jóvenes. Armó la PREJEC (Prejuventud Estudiantil Católica.) Eran chicos de 9 – 10 años. Reuniones de fin de semana para reflexión y oración. Gran novedad que desembocó en actividades concretas. Campaña de la botella, de los diarios: juntar fondos para barriadas pobres.
Era en 1967, 1968: tenía sensibilidad social, y veía con claridad ese tipo de proyección que debían alcanzar nuestros colegios. En esto fue un adelantado.
No era un gran guitarrista, sí “un rascador”. Le salía bien. Les enseñaba canciones del Padre Alejandro, preparaban pequeñas obras de teatro, animaban algunas celebraciones de barrio en fiestas patronales. En especial atendían una barriada llamada Salto. Eran no más de 10 ó 12 chicos. Y dice lo siguiente, en cuanto a experiencia vocacional.
Lo cierto es que para mí la experiencia con Fernando fue fundamental en cuanto a mi vocación. Lo considero la imagen de identificación primera que tuve con un marista, una imagen fuerte de identificación con los maristas. Tanto es así que siempre yo decía “quiero ser como Fernando”, aunque evidentemente a esa edad no sabía que quería ser Hermano Marista, pero me afirmé mucho en la idea de serlo con él. En mi casa recuerdan eso y siempre mi madre dice “ése fue el Hermano que te marcó”, y es cierto.
También era muy cuestionador, y crítico para con las casas de formación de entonces. El no quería que yo ingresara al juniorado tan joven, porque de hecho en mi familia se daba un contexto muy especial, ya que mis hermanos mayores eran animadores, muy comprometidos con grupos juveniles y metidos precisamente en la animación de esos grupos, que en ese entonces eran toda una novedad.
Viendo ese contexto familiar, él decía que era mucho más sano que yo madurara desde mi casa y no desde los juniorados, que iban y venían con mil propuestas, sobre todo en la parte uruguaya. De hecho, eso se confirmó, porque yo igual ingresé al juniorado y el primer año tuve 4 directores, lo cual señala toda la crisis en la que estaban los juniorados en aquella época, sobre todo el de Montevideo, en el km. 16.
Explica que, tras su experiencia de junior ahí, la decisión fue la de pasar al de Luján, a 3er. año, sólo con miras de convalidar estudios en Argentina, y poder integrarse en su sistema educativo. Era como un acuerdo entre el Hno. Gandolfo, su familia y él. Pero, su decisión era la de abandonar el Juniorado en su momento. ¿Qué sucedió? El Director era el Hno. Isaac Diez, quien alentaba una propuesta de organización en equipos de vida y demás. Reengancha, entonces, con los pasos propios de la vocación marista. Después se refiere a Fernando en etapa de su crecimiento.
Y, citamos: Volviendo a Fernando, lo tuve luego en mi etapa de crecimiento como una referencia. A veces recibía algunas cartas claves de él, de las cuales conservo algunas, donde le contaba de mis cuitas y él me aconsejaba. Y finalmente lo fui conociendo en los Encuentros Provinciales como un hermano muy crítico, muy amante de un nuevo estilo de vida religiosa.
Era uno de los abanderados de la transformación de la vida religiosa, porque soñaba otro estilo y lo pregonaba así. Para mí y para todos los hermanos jóvenes del Uruguay, que éramos casi una decena, él era una referencia, junto a los Hnos. Luis Fernández, José Luis Urrutia, Emeterio, Max.
Después de un año de vida apostólica en Chajarí, me trasladan al Colegio de Zorrilla. Para mí era toda una garantía venir al Zorrilla y tenerlo a Fernando como compañero. Ahí sí ya lo pude conocer un poco más, porque ya tenía mis 22 años o 23, de manera que estaba en otra etapa de mi vida y podía entrar en relación con él desde otra perspectiva.
En el Colegio de Zorrilla era el coordinador de Pastoral, que era otra de las figuras que no existían en esa época. Desde el año 74 ó 75 el Colegio Zorrilla en eso fue abanderado, porque inició toda una nueva forma de animar la Pastoral en los colegios. Y cuando me encuentro con Fernando, él ya era toda una personalidad a nivel Catequístico.
Tuvo una etapa de formación en Roma, en el Pas, en el Pontificio Ateneo Salesiano, que luego fue Universidad Pontificia Salesiana. Había venido con “todas las pilas cargadas” y era una persona con una metodología de trabajo muy exigente. Estaba animando la catequesis de niños, catequesis sacramental, formando parte y dirigiendo de alguna manera los respectivos equipos de Pastoral de niños y Pastoral de adultos en el Oficio Arquidiocesano de Colegios. Se puede decir que él ha sido, a nivel nacional, la referencia fundamental en esta etapa de renovación de la Catequesis uruguaya. De hecho, es curioso, pero hay sólo una sala que está dedicada a una sola persona en el Oficio Catequístico Diocesano de Montevideo y ésta es la “Sala del Hno. Fernando Brings”. Se debe a que era un catequista de relevancia, de alma, con una dedicación total.
Ahí lo tuve como compañero de camino y como maestro, porque me puso a su lado a hacer catequesis de adultos. Era interesantísimo: toda la catequesis sacramental sacada del colegio, porque era una propuesta revolucionaria. Además se trataba de la catequesis planteada como encuentro Catequístico y no como clase de religión. Luego, la catequesis sacramental, que implica una opción de vida, exigía otra opción por parte de los padres y él era muy claro en eso.
No porque un chico ingresara al Colegio ya era un católico comprometido que desea la vida sacramental, entonces exigía de los padres una opción de acompañamiento distinto y se tenían que hacer al año por lo menos 10 encuentros catequísticos con los padres, y los padres que no cumplían no podían acompañar a sus hijos. Incluso hubo casos de retomar la vida cristiana y de reconversión de los adultos a partir de esta catequesis que el Hermano hacía.
Yo me enganché mucho en eso, a tal punto que quedé encargado de la catequesis de adultos; y luego, para que la catequesis sea de inserción eclesial, otro aspecto que él manejaba con mucha fuerza. Manejaba la identidad pastoral que tiene un colegio, pero también manejaba la identidad parroquial de ese colegio. Por lo tanto decía ” lo que hace a la vida sacramental tiene que estar más en contacto con la parroquia que con el colegio”. El colegio sí debía prestar el servicio, porque la parroquia tenía sus limitaciones, pero nosotros hacíamos nuestro trabajo sacramental en las parroquias, para lograr una mayor integración parroquia-colegio, que era otra de las grandes luchas de él. Lo logró, con mucho éxito.
Como compañero de comunidad lo descubrí en una dimensión distinta, con una coherencia tremenda. Todavía tenía en esa época ciertas rasgos, como que lo violentaba su propia radicalidad, su proyecto de vida religiosa, etc. Le molestaba que ciertas cosas no se vivieran de una manera más radical, etc.; pero era un hombre pacífico, no era un hombre que protestara y que creara mal clima, sino al contrario. La comunidad era un espacio de crecimiento excelente y él llevaba nota de todo lo que se iba asumiendo en las reuniones comunitarias, otro aspecto que entre los maristas del Uruguay se practicó desde hace muchos años: la tarde comunitaria. En el Colegio Zorrilla fueron los primeros en establecerla de forma sistemática. Y Fernando era su gran defensor. Se tenía que suspender toda actividad y la comunidad estaba para ella misma toda una tarde, donde se reflexionaba, se oraba… era muy profundo y él iba a lo medular y nada de cháchara ni de perder el tiempo. Si la comunidad se iba tras bueyes perdidos, él sacaba su librito, su cuadernito de apuntes, y comenzaba a recordar lo que se había dicho en reuniones pasadas y qué se podía hacer al respecto.
De vez en cuando le tomábamos el pelo y le decíamos “acá mucho bla, bla, pero no pasa nada”, que era una expresión suya. Era un hombre sistemático y ordenado en eso como buen alemán, con una opción por un nuevo estilo de vida religiosa, muy exigente consigo mismo.
Esa fue la etapa del Colegio Zorrilla, donde compartí con él dos años en comunidad. Luego tengo que salir del Zorrilla, pero sigo con él, aunque tiene otra etapa de formación en Roma y es nombrado Maestro de Novicios, en la única etapa que hubo noviciado en el Uruguay Marista. Éramos Viceprovincia y habíamos tomado la opción por votación y por apoyo de Roma de ser Provincia, porque ya estaba Roma con evitar las viceprovincias.
Había toda una historia de indefiniciones respecto a la pertenencia del Uruguay por el modo en que fue fundado, ya que fue fundado por españoles en estado de conflicto con España, por lo tanto quedaron solos en cuanto a la dependencia de sus superiores de allá. En realidad las dos corrientes de fundación, la española y la alemana, tenían grandes problemas para mantener relaciones normales con sus superiores, lo que le dio una independencia muy particular al Uruguay Marista y un modo sui generis de manejarse, que ha marcado mucho a este sector; que ha sido manejado por determinados líderes naturales y no tanto por la congregación, con toda su estructura vertical y secuencial. Acá es como que la secuencia se corta y los que vinieron se quedaron solos y cada uno se rascó con sus propias uñas, y los superiores de entonces hicieron lo que buenamente pudieron, con cierta independencia de Alemania o de España.
En conversación con un Hermano que lo ha conocido, he anotado el siguiente testimonio: “…Fue leal a sus Superiores y a sus cohermanos, con actitudes críticas aun para con quienes más se daba…”
Volviendo al tema de Brings, cuando se crea el noviciado de la Provincia del Uruguay, él es nombrado maestro de novicios. Para eso había estado un par de años en Roma nuevamente.
Allí ya lo conozco en una nueva etapa, la etapa de la “espiritualidad profunda”, que evidentemente había cultivado durante toda su vida, porque creo que la palabra clave para definirlo era “coherente”, ya que tenía una coherencia impresionante, una coherencia sin temores, sin tactos. Se trata de esa coherencia que cada uno de nosotros trata de tener, pero que uno empieza a pactar. Él, después yo lo descubro en sus libretas de notas, tenía un seguimiento de su vida personal impresionante. Un ejemplo de sus notas era: “Con fulano de tal, un Hermano muy difícil en la comunidad o en la provincia, hace tanto que no hablo con él, voy a acercarme a hablar con él”.
Esas eran sus notas de seguimiento personal, de examen de conciencia diario. Entonces iba y hablaba.
Enfrentaba las situaciones, todas, las personales, las más privadas como las públicas. Además se había ganado un gran respeto de los demás porque era coherente y además porque no hablaba con violencia, sino que hablaba de la forma que creía que correspondía.
Siendo maestro de novicios, ya lo encuentro como un “hombre de Dios”; siempre lo había sido, pero esta vez tomando un cariz tremendamente espiritual, siguiendo con su coherencia, con su compromiso sistemático por la catequesis. Fue un catequista nato, un formador de catequistas en el Oficio, formador de coordinador de catequesis (otra figura que no existía) y sistematizador de todo lo que sea material pastoral. Ha ordenado y ha dejado carpetas y carpetas llenas de trabajos sobre catequesis y ha escrito en muchísimas reuniones y muchísimas cosas de ésas.
De la comunidad de Zorrilla paso al noviciado como ayudante, y él sigue como maestro de novicios y coordinador de la Pastoral de Primaria de Santa María y yo soy coordinador de la Pastoral Educativa Provincial. Tenía 24 ó 25 años y necesitaba alguien que me ubicara y alguien con quien charlar después de cada una de las visitas de los colegios y de enfrentar situaciones que en ese momento eran muy especiales. Estoy hablando de los años 82, 83 y 84.
En ese momento nosotros nos habíamos lanzado después de muchos años de experimentar el “Ideario educativo”, otro de los documentos que casi no existía en América Latina, pero ya se notaba y en Uruguay se hacía más perentoria la necesidad de definir la propia propuesta educativa frente a un pluralismo que era muy laicista. En Argentina demoró más la conciencia de tal necesidad, por ser una sociedad más de cristiandad. Acá por ser un país laicista se tomó conciencia de la diversidad de forma mucho más temprana, entonces la necesidad de definirte como institución también fue mucho más precoz.
Por ese motivo, ya en los años 74-75 el Colegio Zorrilla ya tenía su primer “Ideario educativo”. En base a ese ideario, a las nuevas ideas y a mi formación universitaria, ya que estaba estudiando la licenciatura en ciencias de la educación y me estaba especializando en teoría educativa, elaboramos ese primer ideario educativo de la provincia del Uruguay.
Para ese entonces comenzamos en forma sistemática a hacer encuentros de educadores maristas, que se comenzaron a hacer ya en torno al año 82-83, donde ya teníamos semanas completas de reuniones en la Casa San José. Yo estaba con Brings y él era en todo ese proceso la referencia del diálogo, el que me ubicaba, el que objetivaba, el que me calmaba, el que me daba nuevos criterios. O sea, para toda esa tarea, que era muy ardua y desafiante para un joven de 24 años, tenía como padre y compañero de camino a Fernando. Esto fue algo que añoro bastante, porque eran una referencia muy fuerte estos Hermanos. Había otros con los que nos quedábamos horas hablando acerca de lo que habíamos hecho y compartiendo; cosas que ahora casi no hacemos, lamentablemente. Emeterio era un compañero de camino. El era director de Zorrilla y por lo tanto en comunidad crecimos juntos allí. Hay todo un grupo de Hermanos que está en esta salsa y creo que el Hno. Fernando Brings fue el hombre de la profundidad dentro de ese grupo, fue quien dio profundidad a todo el proceso. Además de ser un compañero con el cual podía compartir en profundidad.
Yo estaba profundamente admirado de su espiritualidad. El utilizaba todas las técnicas que hacen a la concentración, al calmarse, a la respiración profunda, etc. Todos los jueves nos pasábamos la mañana reflexionando sobre el material que él había traído de Roma y que compartía sin ningún problema. Todo lo que encontraba de bueno y de nuevo lo compartía inmediatamente y se lo daba a todo el mundo. Era un hombre totalmente abierto, un educador nato, un distribuidor de conocimientos y un provocador de reflexión continua.
Puedo dar testimonio de los momentos de oración y de contemplación del Hno. Fernando, que fueron sublimes. Realmente nos confesaba una unión con Dios Padre total, de manera que uno compartía, pero uno se veía de lejos compartiéndolo, y yo puedo dar testimonio de que eso me ha impactado enormemente en sus últimos dos o tres años de vida, cuando él fue Maestro de novicios.
Realmente una unión con Dios impresionante, cultivada. Aquello que decimos “La Fe es un don y una conquista”, en él se hizo totalmente realidad.
También me queda, en lo que es personal, todo su llamado a poder discernir las actividades que el Señor nos pide y a no meternos en tantas cosas. Además me ha queda su preocupación final antes de morir, una notita escrita sobre su escritorio, donde había puesto “Danilo” y había escrito tres o cuatro líneas. Esas líneas decían: “presencia comunitaria, ordenamiento en la tarea”, cosas que hoy siguen siendo un problema para aquellos que tenemos muchas tareas y que tenemos que discernir por dónde ir. El había logrado una paz y un discernir por dónde el Señor lo quería que era notable.
El Hno. Fernando, en el conjunto de la provincia del Uruguay (quien les habla es un poco un “pollo” de él y entonces estoy marcado por eso) fue muy criticado. Era un hombre frente al cual muchos Hermanos se tensionaban y no querían saber de él ni de sus ideas, porque era muy exigente, con una idea de renovación, pero no en la pavada ni hacia el facilismo. Fue una renovación que era mucho más comprometida que vivir la regla y entonces, evidentemente, molestaba.Sin hacer juicio ético sobre las personas, eso era lo que pasaba.
El fue muy criticado por muchos Hermanos y se las bancaba todas. Y en ese sentido puedo dar testimonio también de su gran amor por los Hermanos y de su no caer en la crítica y en la maledicencia, jamás de los jamases. Todos sabíamos lo que opinaban de él, pero él no se ponía de víctima ni de nada; él tenía objetivos por los cuales trabajar y no analizaba lo que decían de él.
En ese contexto, de un hombre profundamente de Dios, muy equilibrado y serenado, es que lo sorprende a él y a todos nosotros su muerte.
Era Viceprovincial y como tal era el hombre que equilibraba y acompañaba al Hermano Provincial de entonces, que era el Hermano Claudio Lozano. De hecho el Hno. Lozano al quedarse sin el Hno. Fernando perdió un punto de referencia, perdió seguridad en su animación y de hecho al año renuncia como Provincial, un hecho insólito en la congregación. Pocos casos existen de un Hermano Provincial que llega a enfermar y a tener que renunciar el gobierno y retirarse de la provincia por los problemas y las tensiones que había y que Fernando las estaba manejando y ayudaba a manejar.
Muchos de nosotros repetimos varias veces en nuestras charlas “el Uruguay Marista hubiera sido otro con el Hno. Fernando Brings”, que era el Viceprovincial. Pero de todas maneras ésos son los caminos de Dios y creemos que Dios permite las cosas para el bien de los que ama, de manera que no dudamos de que toda esta historia es de salvación… También el hecho que el Hno. Fernando se nos haya ido a los 47 años de edad.
Fue un Hermano muy llorado, había trabajado mucho por los laicos y así terminó su vida, que creo que fue muy profética y por eso produjo enfrentamientos en algunos.
En cuanto a su enfermedad, él sufría de artrosis de cadera y había aguantado todo el tiempo que pudo, pero ya a los 47 años rengueaba y sufría mucho. Ya en sus estadías en Roma había tenido que comprarse una “motonetita” para poder trasladarse, porque no podía ni siquiera subir y bajar la Colina de Glew, y entonces siendo tan joven los médicos le decían que aguantara y que se operara más tarde, a lo cual él respondía que “necesitaba la cadera ahora y no cuando tuviera 70 años, porque tenía que seguir moviéndose en ese momento”.
En eso lo acompañamos en la comunidad y lo llevamos a operar. La comunidad formadora estaba compuesta por el Hno. Fernando, el Hno. Max y yo.
Lo llevamos al Hospital Británico y la operación la realizó el Dr. Maqueira, que era un eminente traumatólogo del Uruguay. La intervención fue excelente, volvió a casa.
Estaba ya en el postoperatorio, hacía 18 días que se había operado, y la herida había cicatrizado cuando falleció. Es que en su sentirse bien, como era coordinador de la catequesis de Santa María, una tarde decide ir allí con su muleta.
Max, que estaba en la Pastoral Vocacional a nivel Diocesano, se había ido a una reunión en Canelones y yo estaba en la catequesis de adultos en el Zorrilla, dando mis charlas de catequesis a padres. Entonces él se quedó solo con dos novicios y esa tarde fue al Santa María, dio una vuelta, visitó a los coordinadores de catequesis que estaban allí y subió una escalera hacia la capilla. Creemos que por esa razón hizo demasiado esfuerzo que le provocó una apertura de la herida interna. Cuando se fue a duchar, mientras escuchaba el noticioso, le dio una embolia pulmonar y muere asfixiado, que es una de las muertes más terribles, porque estaba totalmente consciente.
Cuando llegamos, yo traía una carta para él (llegué alrededor de las 10,30 de la noche) y como veo luz en su cuarto, decido alcanzársela. Después pensé que tal vez estaba por acostarse y seguí para mi cuarto, que era externo a la casa.
Me fui a dormir. A la hora me llama Max, que había llegado de Canelones, y me dice que me apurara porque Fernando había muerto. Yo no lo puedo creer y bajo, me encuentro con Max que está pálido en el teléfono, queriendo hacer un llamado.
En realidad Max quedó como paralizado y ni siquiera pudo discar el número de teléfono para llamar a emergencias. En cambio, como yo frente a esas cosas que impactan me acelero, hago todo lo necesario en poco tiempo.
De manera que lo encontramos muerto en la ducha.
Fui al Zorrilla en auto. Busco a unos médicos y de allí mismo llamamos a emergencias. Vinieron e hicieron una serie de intentos, hasta shocks eléctricos y demás, pero ya hacía unas dos horas que había muerto.
Lo podríamos haber salvado. Las circunstancias de su muerte fueron muy especiales. Incluso el novicio que había quedado lo podría haber salvado, porque escuchó que el Hermano fue a la ducha antes de cenar. Bajó, cenó solo, subió y siguió escuchando la ducha, e igual se acostó. Si hubiera averiguado qué pasaba, lo podría haber salvado, porque esas situaciones tienen un lapso de hasta una hora para poder superarlas. No se pudo hacer nada.
Guardé algo poco común: un sacramento de su vida, mi padrino en lo vocacional. En ese momento le habían hecho tomas de sangre y yo guardé un frasquito. Esa sangre la tengo fechada y está sin coagular, aún hoy.
Su entierro fue una cosa muy fuerte para todas las comunidades, para toda la gente que lo conocía, para los catequistas. A tal punto que al poco tiempo se le dedicó una de las salas del Oficio Catequístico.
Murió el 24 de julio. Para nosotros esa fecha es San Fernando. Siempre nos acordamos y lo decimos.
Extraemos de una selección de cartas suyas al Hno. Ángel Emeterio. Está titulada RESPIGANDO EN LAS CARTAS DE FERNANDO. Primero, un pasaje ad hoc para nosotros todos, hoy, durante la Asamblea Provincial Vocacional en Villa San José, 16/08/98: “Me describe la realidad provincial en cuanto a vocaciones. Con miras al futuro, mucho trabajo por realizar, pocos aspirantes: “No obstante, en esta realidad está el Señor y nos acompaña, y mima y ama. El asunto es que debemos estar con el mazo dando con todo, y rogando también con todo. Y en esta oscuridad y en esta falta de vida viene el Señor trayéndose a si mismo, su vida, su amor, su alegría.
Vamos, pues, a abrir bien grande nuestra puerta para que entre profundamente en nuestra pobreza. (…) Sabemos que Él no responde al porqué del sufrimiento, sino que con-sufre. Ya no estamos solos… Ël está con nosotros, ya no somos solitarios, sino solidarios… (…) Que podamos cada vez más decir vitalmente: merece la pena ser hombre, pues Dios quiso ser uno de nosotros. Merece la pena vivir la vida con sus dificultades, monotonías, fidelidades y luchas porque Dios la vive con nosotros. Ha aparecido el Emmanuel.” (carta del 12.12.’83, vive la proximidad de la Navidad.)
De su última carta, 10.06.1984: Dice, después de las noticias sobre Uruguay: Seguramente me olvidé alguna novedad, pero ya tenés para ir carburando. Y la mejor de las novedades, que Dios nos ama con locura y sólo espera que le aceptemos su amor, bueno ya la sabes y la vivimos, Flaco.
Cierre, de un poema al H. Fernando.
Fernando, fruto del amor de Jesucristo,
árbol maduro de la Iglesia y de nuestra familia marista;
aquí ,en Montevideo, el día de tu muerte cercando amorosamente tu memoria,
te ofrecemos, entre lágrimas alegres nuestro brindis final,
el gozo intenso y cristiano de vivir como tú,
a la luz y por la fuerza de Jesús de Nazareth,
y a la manera de María, nuestra buena Madre. Tú, ya estás subiendo, amigo,
por las resucitadas alas del futuro, hacia Dios, a quien gustabas llamar
Padre y Hermano.
Ya estás metido —nadador experto— en el río imparable
de todas las victorias, del viaje sin final y sin orillas,
de la paz eternamente conseguida.