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HNO. FERMIN MISAS

Nombre Civil: Gregorio Misas Lorenzo.

Fecha de Nacimiento: 04/05/1921.

Lugar de Nacimiento: San Llorente del Páramo — Palencia — España.

Fecha de Profesión: 02/02/1940.

Fecha de Defunsión: 15/04/1978.

Perpetuo 1921 – 1978.
Nacimiento: 04.05.1921 — San Llorente del Páramo, Palencia — España.
Junior: Carrión de los Condes, 09.09.1934.
Luján: 01.09.1935.
Postulante: Luján, 08.03.1938.
Toma de Hábito: 25.01.39.
Primera Profesión: 02.02.1940.
Profesión Perpetua: 08.01.1946.
Fallecimiento: +15.04.1978 — Buenos Aires — 56 Años y 39 Años de Vida Religiosa.

Gregorio MISAS LORENZO fue el menor de cuatro hermanos, y el único varón. Su padre, Don Melitón MISAS GUTIÉRREZ, era agricultor. Fallece en 1952. Lo precede su esposa, Doña Bonifacia LORENZO VILLASUL, en 1951. Nuestro Hermano estaba en los 30 años, y ya en Argentina desde el 1º de setiembre de 1935. Se nos ha conservado el nombre de una de sus hermanas, Matilde, con domicilio en la misma casa paterna.
Los Sacramentos de Iniciación. El santo Bautismo, el 9 de mayo/1921, en la parroquia de San Llorente, en su pueblo. Confirmado en la parroquia de San Llorente de la ciudad de Villarrabé (sic), el 23 de octubre del año siguiente, 1922.
Otras fechas. El Segundo Noviciado lo llevó a cabo en Grugliasco, en el primer turno, febrero de 1953. Constan las de sus visitas a la familia: 1953, con motivo de su viaje a Grugliasco; en diciembre de 1962 y 1969; y tres años antes de fallecer, en julio de 1975.
Documentos. Libreta de Enrolamiento 5122938, D. Militar 19; Cédula de Identidad de Policía Federal 3304379. Fecha de nacionalización, 30.04.1947.
Títulos habilitantes. Enseñanza Primaria: APTITUD PEDAGÓGICA, capital, 1957. TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO. Provincia de Buenos Aires, 1941; Mendoza, 1943. E. Secundaria: TÍTULO SUPERIOR DEL MAGISTERIO, 1948; PROFESOR EN CIENCIAS NATURALES (CONSUDEC), 1955. .

Por la proximidad de un párrafo del Hno. Alejandro del Amo con la actuación del Hno. Fermín, lo aporta-mos aquí. Se refiere a su deceso, y continúa: “Y me gustó que fuera un sábado pues se trataba del paso a me-jor vida de un Hermano MARISTA Educador, Profesor de Ciencias Natu-rales que nunca dejó de tener in-quietudes apostólicas.
Aparte de sus catequesis diarias a los alumnos que frecuentaron sus aulas, atendió Centros catequísticos y de promoción social en barrios y suburbios de Buenos Aires: Zona del Puerto, Villa Martelli, entre otros. También asesoró Centros de Acción Católica y Con-gregaciones Marianas. Y como este sábado era víspera del domingo del Buen Pastor (…)mi pensamiento voló a los años en que, como Promotor Vocacional de la provincia marista argentina (1956 – 1967), frecuenté el Colegio Champagnat.
Siempre Fermín me facilitó el trabajo, ya sea en las divisiones al frente de las cuales estaba, ya y sobre todo, en la Congregación Mariana que él asesoraba.
A través, precisamente, de los congregantes marianos del citado colegio, llegaron a muchos hogares cristianos unas hermosas estampas de la Inmaculada de Murillo con una oración para pedir vocaciones maristas, cuyos objetivos se explicaban.”(Cf. E-LEVACIÓN, junio 1978, pág. 10).

A continuación encontraremos la nota necrológica que escribiera el Hno. Palomino del Río (León Gonzalo) en ELEVACIÓN. Se halla en las páginas 8 – 9 del número de junio 1978.

+ Hno. FERMIN (Gregorio Misas Lorenzo). Semblanza.
Acrisolada en breve tiempo ¡Así es! Esta alma esclarecida seguirá ejerciendo muy notable influencia entre los Hermanos y en los ambientes en donde actuó.
“La vida es ante todo un deber” se oye decir en tono doctoral y magistral. Y con esta aseveración podemos encerrar la vida vocacional y la obra marista del H. Fermín. Porque con tal pensamiento iluminó, con penetrante luz, su carrera terrena y su labor, hechas de trabajo y de esfuerzo, de entrega y dedicación. La siembra de sus lecciones y de sus ejemplos, especialmente en la última etapa de su existencia, cuando el terrible mal le había minado el organismo físico, pero no el espiritual, ha de haber penetrado en hondura y amplitud en cuantos lo vieron y trataron, en cuantos oyeron sus palabras y captaron la calidad de sus bellos y ricos ejemplos.
La múltiple actividad y la acendrada disponibilidad de su vida, dispuesta para la acción en diversas formas y en abundosos aspectos, se nos manifiestan, luego de su muerte, de modo más profundo y de manera más luminosa que cuando estaba entre nosotros, inserto en las tareas diarias de la enseñanza o en el complejo vaivén de la cotidiana marcha comunitaria.

En la ruina de los días no paramos mientes en el valor puesto en el esfuerzo exigido para desarrollar el crecimiento espiritual y para vivir en las pautas de la lucha para mantenerse en el marco de las virtudes maristas y en la línea de la verdad; para sostenerse con firmeza en el sufrimiento, vivir el Evangelio y la ley del Amor; nutrir el alma en las esencias de las Bienaventuranzas, para la escalada sublime hacia la perfección divina, tal cual lo supo hacer el dilecto H. Fermín.
Porque, como nos lo dicta nuestro Beato Padre Fundador, “lo que cuenta en el día de presentarse ante el Señor, no son las dignidades ni las prebendas materiales de este mundo, sino los méritos adquiridos con el deber cumplido en nuestra vida de esfuerzo y sacrificio”… Así lo comprendió el H. Fermín, para quien la obediencia a la ley de la vida y a los compromisos jurados no consistió tanto en vivir para sí mismo, cuanto en sembrar a su alrededor con gesto sonriente y mano generosa, con alma abierta y corazón expansivo, la riqueza de la verdad y de la ciencia; trasmitir los tesoros de la belleza y del bien. Así lo llevó a cabo, como quien debió cumplir un programa ambicioso, bello y promisor, que quiso llevar a cabo la sabia y santo máxima: “Llevar una existencia ejemplar y arriesgar la vida en continuo esfuerzo hacia la meta final de la perfección religiosa marista”.

La página última de su vida, escrita con pulsaciones de dolor en la lámina transparente de su alma, purificada por el largo sufrimiento, nos brinda la vibración atrayente de su fino espíritu y el cautivante temple de su recio corazón, modalidades de su estructura psíquica y moral, trasuntadas en el gesto tranquilo y ene l aire gozoso, con los que puso de manifiesto que ya tenía asegurada la corona de gloria en la posesión perenne del descanso en la Casa del Padre…
Quien escribe estas líneas estuvo con el dilecto Hernando Fermín pocos días antes de su fallecimiento. Y ya se daba cuenta que sus fuerzas físicas tocaban a su fin, pero en proporción inversa demostraba que sus reservas espirituales se agigantaban ante la perspectiva de estas cerca de la hora de recibir de Dios Nuestro Señor la orden de partida: “Manda, Señor, aquí estoy”. Sus palabras serenas ensedadas en patético gozo, su gesto equilibrado y modoso, indicativo de nobleza y de hidalguía y su actitud gentil y confiada en los designios de Dios y en el ambiente maristas que le rodeaba, transmitía tranquilidad en quien lo visitaba y brindaba el aleluyante placer de conversar con él para traer a colación anécdotas del pasado, peripecias del presente y perspectivas consoladoras del patente futuro, que ya palpaba con sus enflaquecidas manos y presentía con su debilitado corazón.

El estado de su espíritu, en aquellos postreros días, se percibía en sus palabras: “Aquí estoy, como Dios quiere y ordena… Ser paciente y valeroso; dado a su Santa Voluntad, pues nada ni mejor podrá ayudarme y sostenerme hasta el final de mis días”. Gesto ejemplar que conmueve y reconforta. “Seamos fieles y seremos fuertes”. Para muchos de nosotros la actitud del H. Fermín nos da la guía de una atrayente concepción de la santidad: abierta y jocunda; sencilla y franca, expansiva y gozosa. El espíritu de Dios nos dicta una nueva lección. Es cuestión de saber aprovecharla. El H. Fermín nos ha legado un mensaje. Sepamos comprenderlo y cumplido. “Sólo el que perseverare hasta el fin tendrá el premio seguro”.
Cerraremos esta estilizada semblanza con la presentación de la amplia y hermosa trayectoria de su vida. El Hermano Fermin Misas (Gregorio Misas Lorenzo) vino al mundo el 4 de mayo de 1921. Y fue en San Llorente del Páramo, de la provincia de Palencia, pueblo de vieja heráldica por sus hechos encumbrados y por haber sido cuna de progenies ilustres y de numerosas vocaciones maristas.

A los 13 años, el 9 de septiembre de 1934 ingresó en el Juniorado de Carrión de los Condes, al cual hemos hecho alusión muchas veces en las páginas de ELEVACION.
Desde allí vino muy pronto a la Argentina y el 1º de septiembre de 1935 se incorporó al Juniorado de Luján. Cursó luego el Postulantado y el Noviciado también en Luján y el 25 de enero de 1939 tomó el Hábito Marista con el nombre de Hermano Fermín, según las normas de aquella época.
Pronunció los primeros votos el 2 de febrero de 1940 y la Profesión Perpetua el 8 de enero de 1946. Cursó los estudios del Escolasticado en 1940 y desde entonces su actuación docente podemos concretarla en la siguiente trayectoria: En febrero de 1942 se inició como maestro de Primaria en La Inmaculada, de Buenos Aires y hasta 1952 se desempeñó en años sucesivos en San Rafael (Mendoza), Champagnat (Buenos Aires) y La Plata. En febrero de 1953 viajó a Europa y asistió al curso del Segundo Noviciado en Grugliasco (Italia).

De regreso a la Argentina actuó de profesor en el Escolasticado y en el Juniorado Mayor, de Luján. Luego en idénticas funciones lo vimos en el Colegio Manuel Belgrano de Buenos Aires y desde 1956 a 1971, en el colegio Champagnat. En 1971 pasó a Rafaela como Director de Estudios y profesor y en el 1972 a la Inmaculada. Finalmente desde 1975 hasta su muerte estuvo en el Champagnat, donde, como hemos anotado en estas líneas, falleció el 15 de abril de este año a los 57 años de edad y 39 de vida religiosa, con la conformidad de un santo varón de Dios y la ejemplaridad de un auténtico discípulo de Marcelino Champagnat y fiel Hermanito de María.
La rica y eminente lección de la vida del inolvidable H. Fermín podemos sintetizarla en la antigua máxima: “la vida es un deber que cumplir, un dolor que sobrellevar y un apostolado que ejercer”.
H. L. GONZALO, Rosario, mayo de 1978.

En el mismo ejemplar de ELEVACIÓN, páginas siguientes 10 y 11, encontramos una bella nota, de la que hemos trasladado algún párrafo, completando así la grilla de su cronología apostólica. Agregamos ahora algún párrafo más significativo.

EVOCACIÓN. CONSIDERACIONES VOCACIONALES EN TORNO AL FALLECIMIENTO DEL HNO. GREGORIO (FERMIN) MISAS LORENZO.
Sábado 15 de abril de 1978. A las 11 suena el teléfono de la Casa de la Sagrada Familia: 23-9898. Habla el Hno. Julio Torres, “Le comunico, con pena, me dice, que el Hno. Fermín Misas acaba de fallecer.”
No por esperado, el hecho dejó de ser noticia. De inmediato inicié estas consideraciones vocacionales sobre un acontecimiento tan definitivo en la vida de Gregorio (Fermín) Misas Lorenzo, a quien desde los 12 años venía conociendo y estimando al compartir con él la misma vocación.
Hoy, sábado y en el Colegio Champagnat, a los 56 años de edad, 35 de los cuales dedicó con eficiencia a la educación a la educación cristiana de la juventud Argentina, entrega su alma a Dios mi amigo Hno. Fermín.
… Una oración para pedir vocaciones maristas, cuyos objetivos eran: Estudiar a Jesucristo y seguir sus ejemplos. Cooperar con Dios en la gran misión de salvar las almas. Poner los fundamentos religiosos en las parroquias. Esparcir la semilla evangélica entre los niños y entre los jóvenes. Asegurar la educación cristiana en las naciones. Amar a María y hacerla amar de todos extendiendo su reino por toda la tierra. Concluía la súplica con este envío: “¡Oh MARÍA!; despierta las vocaciones ignoradas; anima las vocaciones vacilantes; sostén las vocaciones combatidas.
Vocaciones vacilantes y combatidas somos todos. Por eso hay que rezar y no vacilaremos. Venceremos finalmente en el combate. Tal me parece lo sucedido con Fermín Misas. Y la Señora, la Inmaculada, “la más buena y guapa de cuantas mujeres llegaron al Plata”, como dijera el poeta, un sábado marista, le otorgó la perseverancia final.
Una perseverancia y unos funerales a lo grande. A su estilo. Por eso no lo lloramos. Lo envidiamos.
H. ALEJANDRO DEL AMO, fms. Buenos Aires, abril 17 de 1978.

Una Nota De Transición:
El Hno. Jesús Des López publicó en ECOS DE FAMILIA, en “un cierto número” de 1978, muy difícil de identificar. Páginas 3 – 5. En esta nota, el autor combina el mensaje de dos Hermanos fallecidos en proximidad de fechas: H. Fermín Misas, el 15.04.1978; y el H. Pascual Pellegrino, el 14.06 del mismo año. Entonces, aquí se podrán leer los pasajes que se refieren en exclusiva a Fermín, y en la próxima biografía, la del H. Pascual, insertaremos los pasajes que se refieren a él o a los dos conjuntamente. Vamos a ello.
(Sin haberlo buscado, la máquina encontró la real realidad. El vocablo “fechas” quedó separado de modo que es más y primero proximidad de fe que de alma – naque…¿Otra ‘picardía’ de Fermín?)

Hnos Fermín Y Pascual: Dos Sembradores De La Santa Alegría De Vivir.
”Una semana antes de mi llegada a Anisacate, había regresado a Buenos Aires el Hno. Fermín Misas. Lamenté su ausencia. Me dijeron que había ido a las sierras cordobesas para descansar, pero sintiéndose mal, había optado por volver al lado de su médico de cabecera. Y allí, en su habitación del Colegio Champagnat, lo fui a visitar y conversé con él pocos días antes de su fallecimiento. Yo mismo acababa de abandonar el sanatorio después de operarme de un tumor maligno: Nuestras situaciones, pues, eran un tanto parecidas y podíamos hablar de tú a tú, de cruz a cruz como Cristo y el Buen Ladrón.
Fermín estaba levantado y de vez en cuando se recostaba sea en la cama, sea en un sillón. Era una estatua de cera. El cáncer de estómago lo iba consumiendo lenta pero implacable-mente.
Mi visita duró más de una hora. Yo no quería cansarlo, pero él no me dejaba marchar. Los dos estábamos a gusto.
Hablamos del modo de santificar el dolor, de cómo ingeniarse para que en la soledad, los días largos y las noches en vela transcurrieran sin que resultasen inacabables, y también, claro está, de la muerte y de su aceptación.
Yo mezclé prosa y verso de circunstancia, él gastó alguna broma que celebramos juntos y, como ramillete espiritual, salpicamos todo con una letanía de jaculatorias, litúrgicas unas y caseras otras. Algunas de Fermín me parecieron formidables, como diré después.
Confieso que quedé sorprendido de la paz, del sosiego espiritual y de la sumisión tranquila al beneplácito divino que inundaba el alma de Fermín ante la idea de un desenlace que ya presentía inminente. Quien bromeó toda su vida, seguía hablando alegre y resignado de la próxima llegada de la hermana muerte.

La vida es una partida de tute, me dijo él, y hay que ganar las diez de últimas. Él las tenía aseguradas y sentíase feliz.
Según Chesterton, el santo canciller Tomás Moro fue al martirio de la Torre de Londres riendo y bromeando. Fermín igual. Pocos instantes antes de expirar chanceaba con Mons. Tortolo sobre el “cuarto hombre argentino” y la designación del futuro Presidente… Talis vita finis ita. Fermín murió en su ley.
“Señor, – escribió Rainer María Rilke – da a cada uno su muerte; una muerte brotada de la vida”.
El 15 de abril, un edema pulmonar tronchó la existencia de Fermín… Fui a rezar ante su cadáver y me sorprendió la palidez de su rostro, que esbozaba una sonrisa. Daba gusto mirarlo; parecía tener a flor de labios un chiste que contar.
Morir sonriendo… Sólo mueren así los que en vida llenan su alma del gozo espiritual de vivir, y a la rosa de los vientos, lo siembran en derredor. Fermín y Pascual así lo hicieron.
Que hablen de ese amor y de esa entrega cuantos se beneficiaron de los cuidados y mimos de Fermín como enfermero diplomado. Que lo digan sus alum-nos de Biología del Profesorado del Consudec, del Instituto Superior Marista, del Colegio William Morris…

En Perú, en un cursillo de renovación espiritual, conviví un mes con Fermín Misas. Allí hizo las delicias de todos. Su amigo y compinche habitual, el Hno. Julián Diez, podría publicar un libro con las ocurrencias que en aquel mes dijo Fermín. Con tal bromista de compañero, una excursión de tres horas en autobús, de Lima a Huacho, pasaba en un periquete. Su colección de chistes era inagotable. Lástima que, a veces, se olvida de hacerlos pasar por la censura y resultaban de un color verde botella. Pero aun entonces, se las componía para paliar el efecto desabrido con una gracia especial que almibaraba la acidez del chiste.
¿Qué tal? – pregunté a Fermín, al pasar a su lado la víspera de su fallecimiento – “En cruz y preparándome para morir en paz”, me respondió con calma y sonriente.
Morir en paz… 14 de abril… Ese último día, con su corona de espinas y la cruz a cuestas, y ya cerca de la cima del calvario, me imagino que habrá dicho Fermín una retahíla de jaculatorias que me enseñó en su lecho de dolor:
Hermano Valero, ruega por mí… Hermano Fausto, ruega por mí…
Hermano Julio Rafael, ruega por mí… Hermano Sulpicio, ruega por mí…
Hermano Sixto, ruega por mí… Hermano Simeón, ruega por mí…

Para rezar semejante letanía se requiere una gran fe y un gran amor, y absoluta certeza de la santidad de los Maristas que nos precedieron en la vida.
Virgen Santísima, “causa nostrae laetitia” causa de nuestra alegría, ten a tu lado a los Hermanos Fermín y Pascual, que pasaron por el mundo sembrando la santa semilla del gozo de vivir. Amén. H. Jesús Des López
Estampa recordatoria de las Bodas de Oro del Hno. Santos Ramos, 1.1.1933 al 1.1.1983. Leemos: “Dios Padre, en su Hijo muy amado y en el Amor del Espíritu Santo, me quiso crucificado en el dolor.
María, la Madre de Jesús, contempló mi situación y me sostuvo con gozo espiritual para seguir así mi camino. Por eso: mi alabanza y acción de gracias.

Luján, 8 de diciembre de 1983. Hno. Santos Ramos.”
Ya sabía de su enfermedad de cáncer, y con esa disposición celebra sus Bodas de Oro.
Sin postergar a otros Herma-nos con parecidas actitudes, he querido unir a estos tres, Fermín Misas, Jesús Des López y Santos Ramos. Un verdadero trío mozarteano de primer nivel, frente a la misma enfermedad que los consumió, y con la partitura escrita por Jesús desde la Cruz. Benditos sean.

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