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HNO. EUGENIO HEINRICH

Nombre Civil: HEINRICH FRANKFORTER Eugenio Francisco.

Fecha de Nacimiento: 08/03/1917.

Lugar de Nacimiento: Klingenmünster — Alemania.

Fecha de Profesión: 29/09/1936.

Fecha de Defunsión: 12/02/1996.

Estable 1917 – 1996.
Nacimiento: 08.03.1917 — Klingenmünster — Alemania.
Junior: 02.05.1931, Munich.
Postulante: 1934-VIII/1935 — Furth b/Landshut.
Novicio: 29.08.1935.
Primera Profesión: 29.09.1936.
Votos Perpetuos: 05.01.1941 — Chajarí.
Votos de Estabilidad: 08.12.1954 — Montevideo.
Llega a Luján: 13.03.1937.
Lugares de Profesión:
1ª-2ª: Furth b/Landshut.
3ª-4ª: Luján.
5ª: Chajarí.
Fallecimiento: +12.02.1996 — Montevideo — 72 Años y 61 Años de Vida Religiosa.

HEINRICH FRANKFORTER, Eugenio Francisco, vio la luz del día en Klingenmünster. Antes de cederle la palabra, damos los nombres de sus papás: Francisco y Berta. Citamos de su “Extractos de un diario del tiempo de fundación de la Provincia Marista del Uruguay.”De testimonio de costumbrismos maristas de época, del espíritu de los Hermanos de entonces, es un opúsculo muy recomendable. Leemos en la página 1:
Prólogo. ¿Me permiten presentarme? Soy el hijo mayor del agente de policía, don Francisco Heinrich. Después de mi debut en el escenario de este mundo, aparecieron sucesivamente cuatro nuevos actores: dos hermanitas y dos hermanitos. (Trabajo agotador para la pobre cigüeña.) Pronto me di cuenta de las ventajas de mi primogenitura: mientras yo recibía las prendas nuevas, mis hermanitos tuvieron que conformarse con aquéllas que me quedaron chicas.

El hermoso pueblito de Klingenmünster en Alemania del Suroeste, tuvo la dicha de verme nacer. Aún en el día de hoy se pueden encontrar allí restos del paraíso, perdido a causa de nuestros envanecidos antepasados.
Mis felices años de juventud pasaron en la pequeña ciudad de Landau. Papá cuidaba la disciplina y los buenos modales en el trato con los vecinos. Dejó a Dios en su cielo ser el “papá bueno” y al diablo no le “daba piola”. Mamá era la encargada de conseguir las vitaminas necesarias para alimentar a su marido y a sus cinco hijos, tarea nada sencilla en aquellos años de escasez posteriores a la primera guerra mundial. También cosía gran parte de nuestro vestuario, durante largas noches de invierno. “Religión” no era para ella una palabra indiferente.
El tiempo de preparación para mi Primera Comunión fue de singular importancia. Me di cuenta del inmenso Amor que el Hijo de Dios nos tiene a todos y a mí en particular. Meditando la vida y pasión de Nuestro Señor surgió un nuevo rumbo para mi futuro: la vida religiosa y mariana. El pensamiento: ‘Jesús se sacrificó para mí,¿qué puedo yo hacer por Él?’, me impactó y busqué la respuesta. Esperé cuatro años hasta que se lo comuniqué a mi mamá. Ella quedó contentísima. Papá a su vez contestó: “Ya eres grande y sabes lo que haces. Te doy tres días para pensarlo. Luego no te vuelves atrás.” Yo tenía entonces 14 años.

Me enteré más adelante del costo que tuvo que pagar mi padre por esa respuesta, en una época de lucha antireligiosa: la renuncia a todo grado superior en su carrera.
Después de haber estudiado diferentes prospectos de Congregaciones que se dedican a la enseñanza, decidí hacerme Hermano Marista.”

De La Nota En La Revista PANORAMA, de Pando:
“Landau es una ciudad alemana de unos 30.000 habitantes ubicada al sur del país entre el río Rhin y la frontera con Francia. Está rodeada de hermosos parques naturales, mejorados por la mano del hombre. En sus alrededores y en los jardines y calles se impone la presencia de una flor: la dalia (foto), al punto de ser esta zona el centro más importante de cultivo de esa flor en toda Alemania.
Es una ciudad de actividad multifacética por cuanto existen en sus alrededores numerosas bodegas y enormes extensiones de plantaciones de viña, también se practica la horticultura, existen varias industrias y es un centro educativo de importancia.”

(…) “…tuvo en su seno una formación musical.’Papá y mamá tocaban la cítara. Todos mis hermanos también hacían música y en las reuniones familiares cantábamos juntos. A mí me mandaron a estudiar violín, que no me gustaba. Luego aprendí piano, armonio, órgano, acordeón y también la cítara.’En cuanto a su pasión por el dibujo, recuerda: ‘ Yo dibujaba con facilidad antes de ir a la escuela. Los maestros en realidad nunca me enseñaron nada nuevo en materia de dibujo. De chico, sin conocer la técnica de la perspectiva, siempre dibujé las cosas como las percibe el ojo.’ La escuela primaria en Alemania abarca ocho años y tiene un horario de ocho horas. ‘Ir desde casa a la escuela me llevaba media hora. Tenía que atravesar toda la ciudad. Todo lo que camino hoy —que puedo hacer varios kilómetros por día— lo puedo hacer gracias a las caminatas de aquel tiempo. En la ciudad no había ómnibus, sólo había un tranvía que los escolares no lo usábamos y el hábito de la bicicleta no estaba muy difundido (…) A pesar de la diversidad de religiones, nunca teníamos problemas por cuestiones religiosas. Mi mejor amigo en la clase era un protestante.’

Cuenta que al llegar a los diez años sintió por primera vez la vocación por ser maestro. ‘Esa idea me acompañó durante cuatro años. Yo quería ser útil a la humanidad y principalmente a los niños (…)
En vísperas de la segunda guerra mundial, el gobierno de Hitler comenzó a perseguir tenazmente a los colegios católicos, además de los de instrucción judía. Se levantaban calumnias permanentemente contra nosotros, llegaban los soldados a cualquier hora y revisaban los edificios, buscaban entre nuestros libros y la ropa elementos que les sirvieran de excusa para clausurar los colegios. En esa época se veía venir la guerra y la situación para nosotros era insoportable. Entonces nuestros superiores decidieron sacar del país a todos los Hermanos jóvenes con la intención de reforzar centros de enseñanza marista que ya estuvieran funcionando en otras partes del mundo o crearlos si no los hubiere.’

Así fue como Eugenio con algunos de sus compañeros viajaron a América del Sur. El pretexto era el de realizar un viaje de estudios y se les concedió permiso para permanecer seis meses fuera de Alemania.
‘Antes de embarcarnos en Hamburgo, los nazis me hicieron pasar a una casilla que había en el puerto y me revisaron íntegramente a mí y a mi equipaje. Sólo permitían que saliéramos con 50 marcos y ropas personales. Luego en el barco nos dimos cuenta que había un hombre que nos seguía a todos lados y nos vigilaba constantemente. Una noche se me acercó y me dijo que él sabía que nosotros éramos curas y me sugirió que era mejor que regresáramos a Alemania, proponiéndonos ingresar en el ejército, y que él arreglaría para que lo hiciéramos en condiciones muy ventajosas.’

El 8 de marzo de 1937, en plena travesía oceánica, Eugenio celebró su vigésimo cumpleaños junto a sus compañeros.” En su opúsculo citado, leemos (pág.5): “ …el día 8 de marzo del año 1937, viajo en busca de nuevos horizontes con mi hermano en religión Guillermo Wächter en el gran transatlántico alemán Cap Arcona, orgullo de la Hamburg Südamerikanischen Dampfschiffahrtsgesellschaft. (…) De la Argentina, el país al cual me destinaron, tenía conocimientos muy vagos. Soñé de toldos indios, pieles rojas, caras pálidas y cosas por el estilo. (…) Cumplo mis veinte años. A bordo hay una cena de despedida, música, luces, baile. Al día siguiente llegaremos a Río de Janeiro. (…) (En Montevideo) Después de una visita a los Hermanos en su colegito pegado a la iglesia de Tierra Santa, regresamos al puerto en tranvía. Parece un modelo sacado de algún museo alemán. Su marcha es lenta y pesada. Los cristales de sus ventanillas están sucios y bailan al compás del movimiento del vehículo. El chillido de las ruedas, el golpear de los hierros y vidrios producen un ruido que impide toda conversación.
Por poco perdemos el barco, pues cae un chaparrón que en pocos minutos convierte la calle en río y deja a nuestro tranvía sin energía eléctrica. Por fin termina la lluvia y sale el sol. Llegamos al barco, subimos y poco después (…) hacia la gran metrópoli, Buenos Aires.

El día 13 de marzo desembarcamos en su puerto. Habíamos salido de Hamburgo el 24 de febrero.(…) Nos espera un Hermano de la Provincia Argentina. Nos habla castellano y luego en francés. No entendemos nada. Al fin con gestos internacionalmente reconocidos comprendemos. Nos remolca hasta el C. M. Belgrano donde nos entrega a un Hermano de origen ruso-alemán de Entre Ríos, que nos saca de apuros. Nos reciben muy bien y pronto nos acompañan al Escolasticado de Luján, ciudad de peregrinación donde se venera a la Virgen.” (De págs. 5 y 6.)

Mencionamos asuntos que narra en esas páginas: # En Luján se encuentra con otros Hermanos alemanes. En el aula no se produce el milagro de Pentecostés (no entiende las lecciones), y lo mandan a trabajar a la quinta con un Hermano francés que sabe un poco más que él de castellano. A raspar cortezas de la vid con un viejo cuchillo. Y nadie le enseña ese idioma tan diferente al alemán. Única diversión, sumergirse en el viejo tanque australiano. Cuidadosamente prepara una carta al Hno. Provincial. En suma, que los Superiores de Alemania lo habían enviado a aprender la lengua, y no para estar todo el día trabajando en la quinta. El H. Provincial le habla en tono severo, pero él no entiende nada. La vida en el convento sigue igual. Pasa un año trabajando en la quinta, sin que nadie se molestara por él. Aparece el H. Gelasio, a la sazón Director del colegio de Chajarí. Y, citamos: “Le pido que por favor me lleve para allá, pues me encuentro en una situación más que penosa en mi aislamiento.” Transcurrida experiencia tan negativa, nos lo encontramos en Chajarí.

Su Grilla De Obediencias:
—1935/1937, en Furth, Casa Provincial ….. En la Administración.
—Marzo 1937 a febrero 1938, en Luján, Casa Provincial ….. Trabajo manual en la quinta.
—1938/1942, Chajarí, Colegio La Inmaculada ….. Trabajo manual en tareas de limpieza.
—1942/1943, Durazno, Colegio San Luis ….. Celador. Músico.
—1943/1945, Rocha, Colegio Dámaso de Larrañaga ….. Cocinero. Músico.
—1946/1950, Montevideo, Casa San José ….. Cocinero. Músico.
—1951/1995, casi 45 años, en Pando, Colegio San Luis (nuestro Preescolar) ….. Maestro de Preparatorio.

De su ficha, otros elementos. Fecha de la última visita de familia. Julio 1975; agosto de 1980. Otro familiar: Habiendo fallecido sus padres, familiar más allegado, Otto Heinrich, 6741 Hochstad,, Hauptstr. 137. Y teléfono de vecino Haefke: 06347/569. Reciclage: Curso en Limache, de un mes de duración. Segundo Noviciado: No consta.
Un deseo imposible. Son de mucho interés los comentarios que él mismo nos ha dejado escritos de su paso por los distintos establecimientos. Sería mucho alterar el esquema de trabajo que nos hemos dado como consigna con el Hno. Guillermo F. Casto hacer citas de ellos. Sólo citamos de su estada en Chajarí: “Si me preguntáis por mi trabajo, se lo diré: profesor de canto en el Colegio, organista en la iglesia parroquial, sacristán en nuestra capilla, además como portero, barrendero, jardinero, apicultor, pintor, pianista, etc.” (pág.15.) A vuela pluma, sin citar: Procesión de Santa Rosa, patrona. En el viejo ómnibus del pueblo, sentado al comando del armonio medio destartalado, asegurado en el vehículo. Por altavoces acompaña los fervorosos cantos en la procesión.

## Famosos festivales del colegio. Prepara el coro. Colabora con el H. Sigwaldo, artista en las preparaciones de festivales. Se impone adquirir un método de piano para mejorar las ejecuciones de acompañamiento. Plata no hay. A ejemplo de algún santo, da vuelta la estatuita de San José. Conseguido el pedido, dice, ya “nos miraremos otra vez de frente.”De resultas, severo sermón. Cita: “¡Ahora, ni siquiera se puede imitar los ejemplos de los santos!” ## Como sacristán, está a cargo de la casa del Padre Capellán. Son siete los gatos que se albergan en ella. No salen para sus necesidades. Tan sucios, les declara la guerra. Dos desaparecen misteriosamente. Finalmente, la gata madre… queda viuda. El presbítero sospecha, y no tarda en llegar la sanción “eclesiástica”: prohibición absoluta de ingresar en la casa. “Todo por culpa de esos gatos malcriados”, dice para terminar el entrevero.## La patria lejana, en guerra insensata. Guerra que siega millones de vida. Se pregunta cuántos familiares suyos estarán con vida. Sólo a través del Padre Capellán obtienen noticias. No hay dinero para comprar periódicos ni para adquirir una radio.## Después de la cena, sentados al pie de la gruta de Lourdes en el patio. El Hno. Alfonso (Bossle) saca su armónica y entonan canciones recordando la patria lejana. Son momentos de unión fraternal. Pasan entre charlas amenas y cantos alegres.## Aparece, ¡sorpresa!, una máquina de hacer helados. Sigwaldo la maneja bien. Otros aprenden. Se lucen en domingos y días festivos.

## En cierta ocasión, se baña en el arroyo Mocoretá, cruza la laguna a nado. Después se entera por un paisano del peligro de tal acción: es que en la laguna hay pirañas que te pueden dejar en esqueleto. Eso sí, nadie lo libró del ataque de los tábanos al llegar a la otra orilla.## El H. Anselmo, su compañero de juniorado y de noviciado, monta a caballo en el campo del convento. Cuelga de una rama su capa marista. Al volver, ha desaparecido. Días después, entrenándose, advierte de unos alambres domésticos, colgada su capa, hecha ya una pollera femenina. Furtivamente, la arranca y se la lleva. Elemento sagrado, se la “consagra” a la limpieza del piso de la capilla conventual…

Colegio San Luis, Durazno. A fin de 1941, se traslada a él a fin de ayudar en la fiesta de fin de año. Prepara y ensaya diversos números. Después, el Hno. Provincial le solicita que permanezca allí todo el año siguiente, 1942. Trabaja de celador ayudante (40 internos, hijos de estancieros, lo que colabora en la mejor salud de las arcas.)De profesor de piano, de canto, de sacristán y de portero. El H. Provincial presenta al Hno. Antonio Corentino González. Se hacen grandes amigos. Preparan la zarzuela “Los dinamiteros.”Muy bien el coro y las danzas. Dice: “También, con ese ayudante que tengo! Tiene hermosa voz de barítono y sabe bailar las alegres danzas españolas como ningún otro.”

Colegio Dámaso Larrañaga, Rocha. 1943 – 1946. Inicialmente, difícil obediencia de cocinero, labor de la que nada sabe. Pero, “Con un poco de buena voluntad se pueden superar grandes obstáculos.”(Pág. 23.) Da clases de canto, toca el armonio en la iglesia parroquial, ayuda dando dibujo en las clases superiores.## El participa en el paseo a la laguna Rocha, en la que se perdieron en una chalana tres Hermanos, como se narró anteriormente. Le toca remar desde la una de la mañana, perdidos, durante cinco horas. Al fin, salvados. Es 16 de julio, Ntra. Señora del Carmen.

Casa San José, Km. 16, Montevideo. 1946 – 1951. Cocinero para el Juniorado. Combustible, ramitas secas de viña y marlos. Es cuestión de estar sentado, alimentando constantemente el fuego. ¿Aceite? Semanalmente se traslada y ensaya el coro de Pando, lo que le significa conseguir cada vez dos litros…

## El H. Miguel (Brenner) se ofrece durante el verano, y Eugenio puede —por esos años— comenzar a tomarse un mes de vacaciones…

## Colabora en la enseñanza, inclusive con juniores al lado suyo en la cocina, practicando lectura…También pinta… todo el edificio nuevo por dentro y por fuera. En todos los salones pinta grandes cuadros con siluetas. Cambia el cucharón por la brocha. En ratos libres recorta siluetas en papel negro, que pega sobre papel blanco, armando lindos cuadros. Anselmo los vende en la capital, y con el producto de la venta se puede comprar arroz, aceite, azúcar, café, ropa, etc. Con permiso de los superiores puede enviarlos a su familia en Alemania. Grandes penurias a consecuencia de la guerra Citamos: “Un hermano fallecido en Holanda, nuestra hermosa casa recién construida, en ruinas, mis familiares dispersos, mi buena madrecita postrada ya medio año en el lecho del dolor esperando la muerte y pidiendo con insistencia verme por última vez, así dicen las cartas que recibo de casa. Pero visitar a mi querida mamá no puedo. No hay plata.”

## Con un pequeño armonio, arma un hermoso coro de voces infantiles que, con los Hermanos de la comunidad, cantan a cuatro voces.

## Dedica dos páginas, 28 y 29, a los animalitos de la propiedad: vacas, caballos, perros, la palomita blanca, que comía de su mano y se posaba en su hombro. También hay sapos, hormigueros. Incluye un lastimero pasaje con el tema del dolido tractor.## Después de recordar la bella épica del fundador, Hno. José Verius, dice: “Y ahora lo tenemos acá. Sufre de corazón. El médico le aconseja descanso. Pero esa palabra no figura en su vocabulario. Ayuda y anima donde sea necesario. Corre detrás de los peones para que hagan su trabajo y procura que los Hermanos jóvenes tengan siempre alguna ocupación. (…) Duermo al lado de la pieza suya. Cuando una noche oigo golpear la pared. Me levanto y lo encuentro en un estado muy agitado. Llamo al H. Juan de Britos. Le alcanzamos el remedio que nos pide, pero ya no surte efecto. Con las palabras ”Mon Dieu!, entrega su alma al Creador. “ (pág. 30). Colegio San Luis, Pando. 1951 – 1995. ¡45 años de maestro de Preparatorio (Preescolar)!El H. Gelasio, Provincial, lo nombra en esta casa: “Te mando a este colegio del interior, ya que no dominas el idioma y tienes mala pronunciación.”- “¡Vaya consuelo!” Pide cualquier división, menos la de los más chiquitos… que es la que le destinan. Durísimos comienzos.”Es para enloquecerse, pero aguanto”, dice él mismo. Búsqueda de medios: caramelos, proyección de dibujitos (Mickey, Caperucita Roja, el Gato con botas, Blanca Nieves, etc. Hay picardías, travesuras, cariño. Leemos sus palabras: “Así pasan los primeros años de maestro de párvulos. Poco a poco comienza a gustarme. Siento algo como una vocación nueva. Me invade una alegría. Me siento feliz en medio del montón de chiquitines. El número de ellos aumenta año a año. Este año ya pasan los cincuenta. Pronto serán setenta y setenta.” (Pág. 32.)

## Otras actividades y trabajos: Canto y música, coro de niños, clases de acordeón, organista parroquial. Formación de un conjunto musical, orgullo del colegio. Fuera del horario escolar, enseñanza del alemán. Más adelante, y siendo mixto el alumnado, toma dos turnos de preescolares. Pronto se duplican todas las clases.

## A su llegada, piezas húmedas, bajas, sin aireación. Piso de madera con sus vigas podridas. Reuma con terribles dolores por más de un mes. Es un arrastrarse al salón de clase. Atiende a los alumnos sentado, sin poder moverse. El H. Director manda celebrar Misas por las almas del Purgatorio. De golpe, completamente curado. No vuelve a su pieza. Durante un año duerme en la sala de estudios, metido en su canoa inflable. La ayuda de Adveniat les permite construir habitaciones nuevas.

## A fuerza de pintor, en vacaciones deja el colegio como nuevo.

## Pasados 17 años, vuelve a visitar a su familia. La encuentra con pérdidas muy sensibles…¡esa guerra loca!, dice. Exalta las actitudes de Adenauer y Schumacher (Francia): con espíritu cristiano supieron unir dos pueblos enemigos. Regresa con nuevos bríos a su patria de adopción.

## Recuerda que en 1969 se nos permite no usar más la sotana. También dice que, con ella, no hubiera recibido invitaciones non sanctas por parte de dos señoritas, respectivamente en San Salvador de Bahía y por parte de una de tantas “milanesas ambulantes” allí mismo, en Milán. No sufre por demás al recordar que es la época en que se desvanece lentamente la figura patriarcal de los superiores. Exalta el que la comunidad comienza a tomar parte y responsabilidad en planificaciones y propuestas, como se acostumbra en toda buena familia. Ni se tilda de mal religioso a quien cambia unas palabras amistosas con un humano del otro sexo.

## Le merece un recuerdo muy grato el curso de actualización en Chile, sobre todo la familia marista internacional que se vive. El canto, no especialmente afinado, del himno uruguayo, a cargo de tres Hermanos alemanes, cuyo instrumento vocal no responde a los mismos códigos de afinamiento (Godofredo y Jorge). Él trata de compensar con su acordeón. Siguen contratos, dice, para amenizar sobremesas… Una experiencia nueva: un seísmo nocturno. Volver a Uruguay, un alivio.

## Recuerdo inolvidable de los campamentos de Hermanos en la playa. No faltó el salvamento de un cofrade. Sin saber nadar, en una balsa se había alejado mar adentro, llegando a la isla de Flores. Hubo que ir a buscarlo. Salvarlo, en suma.

## Tiempo después, y aprovechando experiencia, se inician los campamentos para los niños. No sólo de Primaria. También de los preescolares. Muy bellas páginas.

## Sin título, una paginita fechada en el mismo Pando el domingo de Pentecostés de 1990. No deja de añorar los otrora tiempos austeros. “A menudo nos olvidamos de dar el ejemplo de vida sencilla a nuestros prójimos menos favorecidos por la fortuna.” Y, más adelante: “Mi intención es evocar el pasado para no olvidar los sacrificios de nuestros Hermanos, que ya se han ido a disfrutar las promesas de Dios. Lo escribo para cumplir un deseo de mis superiores, a quienes dedico esas páginas.”

Recuerdos del Hno. Laureano González. Cuando yo llegué a Pando, me nombraron director del Colegio. Los grupos del H. Eugenio pasaban de 50 alumnos, pero a duras penas lo pude convencer de que no podía ser que tuviera 60 alumnos en cada turno, porque era demasiado desbordante y podía no hacerle bien a su salud. Logré después de bastante insistencia limitar a 50 el número de alumnos para cada uno de los turnos. A veces tuvimos que cambiar por motivos varios y pasar esa cantidad a 52 ó 53. Así fue hasta los últimos años.

Del Hno. Eugenio todos hemos destacado su capacidad de trabajo. Era una persona que desde principio de año, desde el mes de febrero, comenzaba a preparar sus cursos. Tenía dos o tres cuadernos que preparaba en vacaciones, con los rudimentos de lo que iba a dar durante el año. Imprimía con aquel sistema antiguo de la pasta hectográfica. Después se modernizó y utilizaba el sistema de fotocopiado. En los primeros 20 ó 30 años, todo fue mano de obra. Otra de sus cualidades era la facilidad para el dibujo. En realidad hacia dibujo copia, no era creativo; pero copiaba maravillosamente bien. Los dibujos que recuerdo especialmente eran los que tenía en las paredes de su clase, en los accesos a las escaleras y otros lugares. Hizo otros dibujos después en el Colegio, como por ejemplo la vida del Padre Champagnat en la Capilla, siempre en Pando, y un retablo o parecido que hizo en el fondo de la iglesia. En el salón parroquial se ve una Virgen pintada por él.

Toda la vida fue maestro de Preparatorio, salvo en algunas circunstancias en las que, en razón de su capacidad, tuvo alumnos de música. Alumnos mayores, por ejemplo, en aquellos años, cuando formó una pequeña orquesta de acordeones, haciendo maravillas con los chicos de la ciudad. Todo eso lo hizo en Pando. De los años que dio clases, dejó fotos. Las iba exponiendo en sus cursos. Dedicó su estudio y su afán en trabajar con los chiquitos.
Antes de llegar a la Casa San José, por lo que he sabido, estuvo en la fundación del Colegio de Durazno, cuyo director fue el Hno. Alfonso. De allí pasó a la casa San José y después fue a Pando. Esas fueron las tres comunidades donde él vivió.
No podemos omitir su capacidad de organizador de fiestas, sobre todo los desfiles de primavera, donde todo Pando sabía que los hermanos maristas, y sobre todo los alumnos del Hno. Eugenio, iban a ser la sensación de la población. ¿En qué consistían estos desfiles?

Los caracterizaba según el tema. Por ejemplo, caracterizaban la primavera poniéndose vestimentas con alas, con sombreros en forma de flores, etc.; otro año tomaban como tema el carnaval o algún acontecimiento de otro país.
Para fin de año organizaba la fiesta de fin de curso en la cual el número del Hno. Eugenio era el último y coronaba toda la actividad del año. Obviamente las madres hacían los trajes, pero él se encargaba de la organización. En la celebración de fin de curso juntaba a todos los niños, un centenar de ellos, que actuaban simultáneamente, haciendo un espectáculo simple pero maravilloso.
En esto sí era muy creativo. Ya medio año antes de terminar el curso tenía en su mente la música, los trajes, las figuras que quería representar. Por ejemplo, tomaba como tema “los bailes principales de todo el mundo” (bailes españoles, mexicanos, brasileños, uruguayos, etc.); otro podía ser la representación de un cuento infantil, donde representaban los personajes con distintos bailes.
En fin… del Hno. Eugenio hay tantas facetas en las que se destacó que sería muy largo contar todo y habría que hacer una biografía muy extensa sobre sus actividades.
¿Cómo era el Hno. Eugenio en su relación comunitaria con los hermanos? Porque se ve que con los chicos anduvo mil puntos: estar a cargo de 50 alumnos por la mañana y 50 por la tarde, es fuera de serie.

Podemos decir que era el tipo de alemán callado, reflexivo, serio, con chistes de tanto en tanto, bien definidos y bien ubicados. En general era el hombre serio, calmo, tranquilo y reservado. Era muy ameno, tenía sus momentos de picardía y toda su vida tuvo sus momentos de alegría, de bromas puntualísimas y bien buscadas.
Otra cosa que él hacía era organizar campamentos con niños de 5 y 6 años, que fue uno de sus distintivos. Al terminar las clases, en el mes de diciembre, organizaba campamentos en distintos lugares. Los últimos fueron en las instalaciones de campamento de Piriápolis. Por supuesto que tenía su personal para hacerlo, eran 10 ó 12 personas, incluyendo médico en todas las circunstancias, madres, cocineras de excelente condición… y todo se hacía gratuitamente. Es decir, recibía donaciones de múltiples instituciones y entidades de Pando, de empresas. Luego solía hacer algún tipo de beneficios, rifas y otros tipos de ayuda, especialmente para poder llevar niños de muy escasos recursos y pagando lo mínimo. Otros de esos campamentos los hizo en el balneario La Paloma y hubo otro a unos 20 kms. de Punta del Este. No eran campamentos para jugar todo el día. Había muchas excursiones, recreos, actividades musicales. Los últimos 6 ó 7 años, de esos campamentos, realizó unos videos maravillosos. Otra de las cualidades del Hno. Eugenio era su exquisito gusto por la fotografía, lo cual le valió obtener unas tomas maravillosas, no sólo del Uruguay sino que también de cuando viajaba a Europa, de España y Alemania, de donde trajo en un principio muchas y muy buenas fotos y más tarde videos completos sobre fiestas alemanas, paisajes, etc.

Esa fue la vida exterior del Hno. Eugenio, pero también se pueden destacar valores espirituales muy grandes, sobre todo su fidelidad a la oración, a sus horarios de comunidad, como buen alemán, y todo lo que se refiera al orden.
No iba mucho a los campamentos de los hermanos, porque prefería en vacaciones ir pensando en el material que iba a usar durante el año. Buscaba material en librerías, dibujos y formas para hacer cada vez mejor lo que él se proponía.
El hecho es que en Pando, con 5 años, al terminar el curso de preparatoria, los niños sabían leer, sabían contar, sabían escribir. No sólo escribían su nombre, sino que leían con facilidad, lo cual actualmente se hace en primero o casi segundo año de escuela primaria.
No sé si eso hoy en día es aceptado, porque las exigencias modernas dicen de no adelantarse demasiado al tiempo, a pesar de que en Uruguay actualmente ya se busca que las escuelas comiencen casi con 4 años. Se está buscando que los jardines de infantes sean universales, que comiencen para todos los alumnos, pero no para enseñar lectura y escritura como obligatorias, sino simplemente para comenzar esa relación de “fuera de casa”. Luego sí ir comenzando desde pequeños, pero especialmente con el tema de idiomas.

¿Cómo Fueron Sus Últimos Años, Su Tránsito a Dios Nuestro Señor?
El último año de su vida lo pasé fuera de la comunidad de Pando, pero estuve igual allegado a él. En vacaciones, con el Hno. Pablo Walder y el Hno. Emilio, íbamos a atenderlo. Por motivos de campamentos y otras circunstancias, los hermanos de la comunidad tenían que ausentarse.

¿Qué Padecía En Los Últimos Años?
Se pensó en varias cosas, hasta que al final, por una tomografía computarizada, se le detectó un tumor en el cerebro. Le costó asumirlo. Parecía no darse cuenta. Falleció el 12 de febrero del 96. Seguía con la ilusión de comenzar las clases, y le costó mucho el último campamento, al cual ya no pudo concurrir. Se le descubrió el mal en noviembre del 95, por los mareos. Le costó muchísimo no poder presidir la fiesta gimnástica de fin de curso. Atendía toda la educación física de los niños.
En sus clases de mañana y tarde no había ningún profesor extraño. Daba catequesis, música, hacía gimnasia con ellos, organizaba las excursiones al campo de deportes durante el año, hacía uno o dos ensayos de campamento porque iban a La Tuca. Ahí pasaban un fin de semana para ver cómo era el comportamiento de los chicos y ver cuáles estaban más o menos en condiciones de poder separarse de los papás por 5 ó 6 días, cuando iban al campamento de fin de año.
Por ese motivo ese momento le costó mucho e incluso los padres, sintiéndolo así, habían pensado en llevarlo, aunque fuera en un sillón. Al final, parece que él no quiso. Como que no quería aceptar que ya no podía más; para no dar esa impresión y con la esperanza de poder seguir y pensar en el curso del año 96.

¿En Qué Momento Se Dio Cuenta de la Gravedad de Su Enfermedad?
No sabemos. Estábamos en quién se lo iba a decir y no sé quién se encargó de anunciarle que lo que tenía era irreversible. Tenía la ilusión de seguir y seguir.
En las vacaciones durante las que murió, en el mes de enero todos los hermanos lo acompañamos. Yo dormía en el Colegio de Pando. Había un enfermero a tiempo completo en el último mes. Pero había un hermano también: así lo quería él. Estuvo internado al final. Murió en la clínica cerca de Santa María.
Cuando los médicos descubrieron lo que tenía, ya era tarde. De hecho no valía la pena la internación. El mal era irreversible. Tanto es así que uno de los médicos, ex alumno nuestro, dijo “¡Pobre hombre!, hace un año que tiene eso y no lo descubrimos antes”.
Hacía un año que sufría ese problema, pero como era muy callado, no se quejaba nunca, nunca había estado enfermo… Creo que nunca había tomado medicamentos y ¡tenía una vitalidad..! Medio año antes había caminado de Pando a Montevideo a pie, que son 30 kms. En vacaciones iba de Pando a La Tuca 3 ó 4 veces caminando y se volvía del mismo modo. Son 34 kilómetros.
Al ver las fotos con sus alumnos, me da la impresión de que era un hombre que tenía una disciplina natural. Era como que los chicos lo respetaban, lo querían…
Esa es otra de sus condiciones. Era serio y eso hacía que los niños un poco se compusieran, se cuidaran. Lo querían, pero al mismo tiempo le tenían respeto. Incluso la mamás nos decían que con el Hno. Eugenio era difícil hablar, porque era muy reservado. Ellas nos decían “nunca nos mira a los ojos”. A algunos padres que no eran de confianza, les costaba hablar con él, con ese alemán frío o aparentemente frío, reservado.

¡Pero Con Los Chicos Funcionaba Bien! Sí, pero era reservado.
(Hno. Guillermo: Yo estuve con él dos o tres años antes de su muerte. Me había invitado para un campamento, para vivir con él en ese campamento. Creyó que yo le había dado una respuesta positiva. Al final no fui porque no pude. Cuando me volvió a encontrar me dijo: “Te estuve esperando, ¿cómo es que me fallaste?).
Cuando hablan de tumor de cerebro, se sabe que va presionando el cerebro y va produciendo muchas distorsiones en el uso del aparato locomotor, cefaleas terribles, etc. ¿Padeció ese tipo de afecciones? Sí, todo eso y además cierto tipo de alucinaciones.
Cuando tuvo uno de sus ataques finales, los que lo visitamos lo vimos muy mal. Lo fuimos a ver en cuanto se hubo repuesto. En ese momento nos comentó que ese día era la fecha en que había muerto su madre y que él la había visto y hubiera querido ir con ella, como si hubiera querido morir con ella, pero parece que no pudo ser así.
Había momentos en que hablaba con una persona imaginaria. Algo típico del tumor.
El Hno. Pablo Walder sabe mucho de todo esto porque fue prácticamente el enfermero.
Entre los médicos que asistieron al Hno. Eugenio en los últimos tramos de la enfermedad, había una doctora que lo acompañó durante muchos años en los campamentos de Piriápolis. Fue la que más presión hizo para que el instituto de seguridad médica del Hermano (CEMECO) hiciera ese estudio para detectar el origen del problema. Ella se impuso y dijo que había que hacerle una tomografía computarizada, porque no se acertaba con el diagnóstico. Posteriormente, otro médico joven, ex-alumno del Hno. Eugenio, también lo atendió en esa instancia.
Junto con esa médica había una enfermera del CEMECO. También lo acompañó muchísimo en el final de sus días, junto con la maestra que en estos momentos tiene la clase que era del Hno. Eugenio. Es ex-alumna suya. Trabajó en varias oportunidades. Ya le había dicho que cuando él se jubilara, ella iba a ser la maestra de preparatoria, “de los niños de mi clase.”

Efectivamente, así se hizo. Se trata de una joven maestra, muy activa, muy dinámica, muy creativa y que lo acompañó mucho tiempo en campamentos y en todo lo que fuera escolaridad. Incluso lo aconsejaba mucho. Lo que nosotros apreciábamos en él era que un poco se había estancado en los métodos.
Como le había ido muy bien en sus años de docencia, no hizo uso en los últimos años de las novedades didácticas, lo cual a nosotros nos urgía intentar. Por ejemplo, más dedicación a la manualidad, desarrollar la motricidad de los niños, lo cual le costaba un poco, porque en su tiempo no se daba tanto esa insistencia pedagógica.
Redondeando, podemos decir que el Hno. Eugenio tuvo casi 40 años de docencia en Pando. De no haber sido cura o religioso, tendría en esa ciudad monumentos y su nombre en alguna calle. Los Rotarios de Pando han puesto en su colegio una placa recordando al gran maestro, al Hno. Eugenio, por sus años de docencia. Es posible que esta idea también la hayan tenido los ex-alumnos, pero nunca lo llevaron a cabo. El Hno. Eugenio merece tener en Pando un recuerdo. Por ser religioso, por ser cura, desgraciadamente no ha logrado lo que bien se merecía. De haber sido laico, ciertamente ya hubiera tenido recuerdos especiales en Pando.

Fue animador de las fiestas de la ciudad, especialmente en el Día de la Primavera; animador de campamentos: animador de todo lo que era progreso en la ciudad; sin embargo no se ha logrado todavía el reconocimiento que él se merecía como maestro, como religioso y como persona de bien para Pando.
En la placa que colocaron en su honor me parece haber leído: “Al gran maestro, el Hno. Eugenio”.
Supongo que tanto el Hno. Eugenio como otros hermanos alemanes una vez terminada la guerra recuperaron su visita de familia. ¿El también pudo hacerlo?
Sí, sí, pudo después de la guerra volver periódicamente a su familia, para recordar a sus seres queridos. No recuerdo cuántos eran, creo que 6 de familia, uno o dos que murieron en la guerra. Tenía en su cuarto una pintura cubriendo toda una pared. Hecha por él, la había sacado de una foto de su madre y sus hermanos. Su padre no estaba. Creo que murió en la guerra.

¿El Hno. Eugenio Estuvo Lúcido Hasta Sus Últimos Momentos?
Sí, casi hasta el final. Cuando perdió el conocimiento, fue el final.

¿Él Se Daba Cuenta Que Se Moría?
Sí, era muy inteligente. Ya anteriormente, en algún momento en que se había visto muy mal había pensado mucho en el cielo, en su madre y demás.
Me imagino que ha sido un buen lector de diarios, porque le interesaba el mundo, su patria en Europa, todo…
Sí, y además parece ser que era un buen literato y un buen escritor en alemán. Eso se notaba en el hablar y en el escribir. Se debía a que leía mucho en alemán: recibía revistas y diarios de la diócesis y muchos artículos de su país. Siempre tuvo muchas cosas de Alemania.

Es el Turno de los del Hno. Pablo Walder:
Con Eugenio tenía mucha afinidad porque cuando lo conocí a él le gustaba mucho caminar y en ese momento todos en la Comunidad de Pando estaban “pasados de kilos” y les gustaba poco caminar. Estoy hablando del año 64. Éramos 6 hermanos, y como a mí me encanta caminar, salíamos de sotana, capa y sombrero, a veces en pleno verano, después del almuerzo. Iba con su máquina de sacar fotos, por el costado de la ruta; o íbamos a la playa con un trozo de pan y una barrita de chocolate a pasar el día. A la vuelta cenábamos bien y ya estaba.
Después, a él le venían bien algunas habilidades prácticas que yo tengo, cuando quería hacer algún trabajito. Era muy autodidacta, se autoabastecía en lo que era preparar material para la clase, pintar los salones con dibujos, preparar los cuadernos de los chicos. No perdía tiempo, tomaba su día de descanso. Era muy metódico, sumamente regular. A la hora indicada decía : “Es el horario del menor, me voy a dormir, ¡hasta mañana!”.

Hablaba en un castellano alemanizado. Cuando se enfermó tuvo dos o tres accidentes, de uno de los cuales fui testigo: se llevó por delante una columna. Yo tenía que sacarle fotos a los chicos y me demoré un poco, entonces fue a buscarme y se golpeó contra la columna.
No quiso ir al médico. Decía que eso no era nada. A los dos meses empezó a quejarse de que se mareaba. Entre idas y vueltas lo hicimos ver por un segundo o tercer neurólogo, el mismo que me había visto a mí. Ordenó una tomografía, con la que descubrimos el mal.
Como yo era Vicedirector de Primaria y tenía un poco más de tiempo, podía estar más cerca de él como para atenderlo. Se encariñó un poco conmigo. Todo enfermo tiene ciertas mañas y exigencias que es bueno tenerlas presente. Si bien no era delicado, algunas tenía. A medida que avanzaba la enfermedad, por ejemplo, era muy difícil lograr que comiera porque no le sentía gusto a la comida, tenía dificultades en la higiene, porque el tratamiento del organismo lo llevó a eso. Sí tenía algo muy en claro; todos los días, a la tardecita, me decía: “No me trajiste la comunión todavía”. De eso no se olvidaba.
Y si venía un hermano nuevo a visitarlo y no había comulgado ese día le decía “¿Por qué no me traes tú la comunión hoy?”. Si venía algún sacerdote, le pedía a él que se la trajera.
Quedó muy contento un día que lo visitó el Padre Miguel, que fue marista y muy amigo de él, que le administró el “Sacramento de la Fortaleza” como lo llamamos acá. Es la Unción de los Enfermos. Le recordó mucho del Padre Champagnat, lo cual le produjo una gran alegría.

Otro detalle en el que siempre le dejábamos la iniciativa, era el de invitar a personas muy afines para rezar el rosario con él, cuando podía. De hecho el rosario era lo primero que buscaba cuando entraba en estados no de angustia, pero como que sentía que su fin se iba aproximando. Esto nunca lo mencionó, sino que siempre soñaba que se iba a levantar y al año siguiente iba a dar clases, pero que ya iba a aflojar, iba a dar menos horas, como para no perder el contacto con los chicos.
Eugenio tenía una picardía sana. Era muy agradable en sus relatos y conversación, lo cual ustedes lo pueden descubrir en lo que él escribía. Tenía una forma muy amena y agradable de hacer las cosas.
A veces, cuando estábamos solos, comenzaba a contar anécdotas y cuando él veía que lo estaban escuchando y podía ser protagonista de lo que contaba, “se desembuchaba”, como decimos nosotros.
Una noche estábamos hablando pavadas con Andrés y nos empezó a contar acerca de cuando aprendió a manejar. Llegó la orden del Provincial de que debía aprender a manejar, entonces consiguieron un coche y él manejaba. A él se agregó el Hno. Carlos Enrique, que fue Provincial en su tiempo, para aprender también. Eugenio manejaba y él decía que aprendió tan rápido que se olvidaba que al acelerador había que quitarle el pie.
Después no pudo sacar el carnet porque no tenía los documentos en orden y tampoco tenía demasiado interés.

La última hazaña suya antes de enfermarse fue en las vacaciones de julio, que ésa la saben pocos. Me reí cuando me la contó, pero fue un poco imprudente, pensando en lo que pasó después. Lo invitó un amigo a pasar unos días cerca de Punta del Este, amigo que encontró a raíz de los campamentos que él hacía con los chicos en Piriápolis. Se reservó un día para subir al Pan de Azúcar, que es un cerro de 500 y algo de metros junto a Piriápolis. Me dice que iba a tomar un camino distinto al que usan los otros. Empezó a subir y subir. En un momento dado se encontró con una pared infranqueable, con una roca cortada a pique, tipo precipicio. Empezó a buscar y encontró una grieta de un poco más de medio metro y se metió “de espalda contra una pared y piernas y manos contra la otra”. Así salvó unos 10 ó 15 metros y llegó a la cumbre, trepando de esa forma. Y me decía: “Cuando uno se propone algo y pone constancia, lo logra; ése siempre fue un tema de mi vida”. No aflojaba así nomás. Y en clase era igual, cuando se proponía algo, lo llevaba adelante.

Otro Detalles:
Los sábados hacía venir a los chicos que les costaba aprender y les daba clases de apoyo. Si los chicos necesitaban, los hacía venir desinteresadamente, combinando el horario que más le convenía. A trabajar en lengua y matemáticas (leer, escribir y contar).
Los campamentos que hacía con los chicos, era algo sagrado para él. Durante el mes de diciembre, 20 días instalado en Piriápolis, y toda la primaria pasaba por ahí. Iban padres de familia, maestros. Era organizador y directivo de todos esos encuentros.
¿O sea que no eran solamente campamentos con sus chiquitos de 5 y 6 años?
No, no. Ese era un grupo de los que iban, pero además iban todos los alumnos de primaria que quisieran ir, excepto 6º grado, que hacían un viaje a las Termas. Los chicos se anotaban y él organizaba, tanto que cuando se enfermó, su tarea la asumió el Hno. Andrés y los campamentos siguieron con su curso normal.
Era muy exquisito en la música. Seleccionaba cosas de su gusto y no guardaba cosas que no le gustaran. En la fotografía era igual, muy delicado, muy preciso; para él sólo lo bueno era útil. Lo demás lo descartaba. Lo mismo en las filmaciones. Iba al detalle, siempre a la perfección.

Así era su vida de ordenada. Un hombre de no guardar muchas cosas, sino lo necesario. Tanto es así que, cuando sacamos de su habitación las carpas que utilizaba para los campamentos, se despobló, quedando algo de ropa y algunos videos, cassettes y unas pocas fotografías. En cuanto a los escritos, también guardaba lo imprescindible y lo que no consideraba importante lo iba descartando, de ahí que quedaron pocas cosas.
Recuerdo que una de las pocas cosas que ofreció mostrar cuando se enfermó fue si quería ver algún video de sus viajes, entonces como para que se le pasara más liviano el tiempo, era pasar dos o tres horas a veces sentado con él tratando de mostrar interés en lo que él mostraba, que realmente era una maravilla lo bien filmado que estaba y lo selectivo de lo que mostraba.
El mismo era el que filmaba. Se las ingenió para juntar fondos y conseguir el permiso para comprarse la filmadora. La usaba él solo y cuando alguien se la pedía la prestaba, pero era muy exquisito y muy exigente en que se la tratara bien.

Mostró por ejemplo su último viaje, cuando fue a Alemania, mientras visitaba a sus parientes e iba a distintos colegios, donde iba filmando todo. Y lo mismo en Uruguay, donde hizo toda una colección, “Uruguay de hoy”, por ejemplo, paseando por distintos lugares. Todo lo iba filmando. Había una doma, allá estaba Eugenio seleccionando algo. O una yerra, si podía ir, allá iba. O una exposición, Eugenio iba; todo lo que podía ser de interés educativo, formativo, informativo de Uruguay, allí estaba.
Como tenía carnet de periodista que le había conseguido un ex alumno, tenía acceso a los lugares infranqueables. Le facilitaba, le permitía la entrada a donde nadie entraba. Era internacional. (Ver foto).

Ante una pregunta, responde: Eugenio no tomaba mate. Era un gran lechero, amante de este alimento. Tomaba su taza de leche todos los días. Era muy parco con la comida, no se pasaba de grasa, ni de gramos, ni excesos en comida. Lo justo. Tampoco era delicado. Pero matero, nada; ni tampoco tomador de té ni esas cosas. El café puro, solo, como tomamos tanto, no lo he visto tomar gran cosa. Asiduo al café puro, no.
En cuanto a diarios, todos los días le daba su hojeada, leía lo que era de su interés, tenía sus revistas… Recibía correspondencia, revistas, de Alemania. Se informaba siempre de la tierra natal. Era muy amante de recordar lo que era de su patria natal.
Cuando estuvo enfermo Eugenio, hacía que fuéramos algo creativos con él. Para ir al baño, se quiso arreglar solo hasta en el último detalle. Cuando realmente no podía, pedía ayuda. Tanto que con astas de bandera le había fabricado dos pasamanos en el baño para facilitarle las cosas. Alguien decía: “Van a servir para algo más que para pasear a la bandera”. O cuando necesitaba ayuda, según quién fuera, él pedía o si no capaz que se aguantaba, o se arriesgaba solo. Varias veces se cayó. Entonces la dificultad era levantarlo.

No era muy alto. Sí, fornido, robusto. Siempre fue muy amante de lo que era el caminar, la educación física, el ejercicio … Era muy huesudo, musculoso. Atlético, con buen tranco para caminar. Había que seguirlo, cansaba a cualquiera.
En la comida, por ejemplo, había que ser muy creativo cuando estaba enfermo. Perdió hasta el gusto por efecto de la misma enfermedad. El tumor cerebral, posicionado en el centro del cerebro, le afectó el tálamo. Entonces, primeramente afectó su equilibrio. La doctora nos había prevenido que se volvían muy agresivos y, efectivamente, las últimas semanas se ponía muy agresivo, muy violento, propio de la enfermedad. Pero para él lo que decía la doctora —que tanto lo acompañó en sus campamentos— era algo sagrado. Ayudaba mucho cuando le venían esos momentos de agresividad, que le provocaba la enfermedad, el hablarle, tratar de que se serenara, invitarlo a respirar. Así se tranquilizaba. Pedía el rosario y entraba en esa tranquilidad. Quedaba quieto por un tiempo. Había pedido en cierta época que le filtraran las visitas. Cuando venía alguien le decíamos: “Eugenio, viene fulano”; y respondía “Hacelo pasar”. Todavía hay un músico, antiguo empleado de una empresa de ómnibus, que le arregló varias veces el acordeón. Tocaba y cantaba con él. Le acortaba esos días de cama en que no se podía levantar.
Unos días que yo estuve ausente, con los enfermeros que lo cuidaban descubrió que había una especie de andador con ruedas. A cada rato lo pedía, porque tenía que practicar. Decía: “Le tenés que poner una bocina: a veces no salen del camino. Yo no puedo maniobrar en este corredor angosto, entonces cómo hago para que salgan”
Se había recuperado tan bien, que en Navidad se levantó y fue a Misa. Un día se nos escapó y fue a dar una vuelta por el pueblo.

La recuperación fue tal que pensamos que la metástasis se había reducido … Pero el mal ya estaba. Fue decayendo lentamente, durante el mes de enero.
Por decirlo así, al final se dejó querer. Todos los días lo bajábamos en el sillón de ruedas al auto, para llevarlo a Montevideo para el tratamiento. Era imposible bajarlo en la camilla por la escalera. Entre tres lo bajábamos en el sillón. En ese sentido, se dejaba querer.

¿Cómo era en su hablar: cadencioso, rápido, reflexivo, con pausas, seguido ..?
—Pausado, más bien reflexivo, se tomaba sus tiempos, no se precipitaba en el hablar, sereno. Era más bien el hombre de la sonrisa. Muy medido en todo; no recuerdo haberle escuchado una carcajada. Sonrisa sí. Te digo más: para sacarle una foto, había que hacerle trampa. Una que lamento porque me salió mal, fue para el día del cumpleaños; no sé cómo hice para lograr sacarle una foto, me salió horrible. Porque, que Eugenio se prestara… hasta me ponía nervioso y regulé mal la máquina.
Hay una foto del último encuentro que tuvo con los chicos. Hizo el esfuerzo, quería estar con ellos. Los padres del grupo de sus chicos le prepararon una despedida de fin de año. Ya no estaba con los chicos. Me acuerdo que una mañana terminé la catequesis en el liceo. Como ya manifestaba que se sentía mal, iba a verlo todas las mañanas en el recreo. Estaba un rato. Y me dice: “Hoy estoy mal. No aguanto más a los chicos, estoy nervioso. Me da vueltas todo.” Entonces le digo: “Andá a descansar”. “¿Y los chicos?” me dice. “Yo me quedo con ellos. Andá tranquilo, acostate.” “Bueno, a la tarde voy a venir un rato, si estoy bien”. Y se acostó. Fue la última vez que estuvo con los chicos en clase; no bajó más. Empezó a darse cuenta de que ya no podía. Tanto que le dije al Hermano Andrés, e inmediatamente llamó a una maestra y los chicos quedaron atendidos.

Y a fin de año le hicieron una despedida(foto) y como él era muy amante de las representaciones a fin de año, lo de los marineros lo tenía muy hondo. La canción “En alta mar había un marinero…” siempre la tocaba en su acordeón. Tanto es así que el año pasado, en la fiesta final, dos maestras, en Pando, se encargaron de hacer una síntesis de todo lo que él había hecho en las representaciones de fin de año. Un poco de cada cosa, y al final apareció un cartel, “Gracias Hermano Eugenio”. La gente se puso de pie y aplaudió como diez minutos; era recordarlo en vivo. El ante año, el último año que él había preparado la fiesta, tenía todo grabado. No había más que ensayarla y presentarla. Él no pudo ir porque ya no se sentía bien. Estaba todo listo, todo pronto. Lo único que había que hacer eran los últimos ensayos con la maestra que atendió los chicos, ir y presentarlo. Tenía esa previsión.
A la mañana yo no había estado porque estaba en otra actividad. A la tarde, sí. Me invitaron y fue ahí donde le saqué esa foto. Le digo: “Eugenio… mírame, a ver, una sonrisa. Vamos, ese marinero…” En una me cerró los ojos, y le conseguí sacar otra.
En la foto está sentado, o sea que ya no caminaba mucho.
Claro, porque le regalaron un sillón para que se sentara, y pudiera estar cómodo en su pieza. Está sentado en ese sillón. (Esa foto de despedida, de tanto valor, en la que está sentado en medio de sus niños, nos la ha conseguido Pablo Walder. La vemos en página 51.)

Del Hno. Valentín Semmeth:
…Ejercía de cocinero y todos estaban muy contentos; pero lo que se admiraba de él era la limpieza y el orden que tenía, no se veía ninguna mancha. El se entregaba, pintaba su cocina y era una caja de sorpresas, hermosa, maravillosa.
(Tras una referencia al gran docente de Pando, sigue diciendo:) ¿Quién siguió su ejemplo? Está por verse, estamos esperando.
También se destacaba por sus paseos y campamentos, en lo cual nosotros hemos aprendido y copiado mucho de él para organizar también nosotros y mejorar los campamentos. Seguimos trabajando en esta línea bastante juntos, para apoyarnos mutuamente.
Yo no lo acompañaba pero sí colaboraba en la preparación de los campamentos (en general, eran de 4 días), en cuanto a los juegos, organización de los horarios, cantidad de gente que iba, compra de las carpas, cómo hacer para abaratar costos, etc.; todo esto lo hemos conversado muchísimas veces.
Lo mismo se hizo cuando inició el trabajo de los videos y se hacía la crónica del Colegio en videos. He ido muchas veces a filmar para él cuando organizaba sus actos, como el de fin de año o el encuentro de la primavera, donde obviamente, al ser actor, no podía estar con la filmadora, etc.
Falleció en el 96, y en el 94, para los días de Todos los Santos y de los Difuntos, fuimos a Pando a visitar las tumbas de nuestros Hermanos y rezar por ellos. Nos extrañó que no fuera. A la vuelta fuimos a su habitación y lo encontramos sentado. Le pregunté cómo andaba, y su respuesta fue “caput” (roto, deshecho) y continuó diciendo que tenía un dolor de cabeza y unos mareos que le impedían salir solo, que no podía salir de la pieza. Ese fue el comienzo de su enfermedad.

Hno. Pascual Gebble:
Recuerda cuando Eugenio puso de espaldas la estatuilla de San José, como exigencia extra en vista a conseguir su valimiento. Y cómo el superior, José Verius —¡gran devoto del Patriarca!— lo reprendió. Y que, cuando inició su labor de quintero en Villa San José, vació el tanque australiano, aduciendo que hacía tiempo que no se lo limpiaba, y ya correspondía.
Hno. Ignacio del Pozo. De sus recuerdos entresacaremos, visto que muchos elementos han sido relevados en estas páginas.
Tuvo una crisis en el noviciado. Su maestro de novicios parece que le abrigaba un cierto rechazo, una vez lo puso en evidencia delante de todos los novicios, de sus compañeros, porque era tartamudo y muy fuerte. Delante de personas mayores, Eugenio no se atrevía a hablar. El hecho es que era tartamudo, durante mucho tiempo fue cocinero en nuestras casas. No salía de la cocina.

En la Casa San José, que la cocina era vieja y antigua, no había ni una mosca. Las corría enseguida. La cocina brillaba. Era un cocinero de primera, hacía las cosas de lo mejor.
En Chajarí necesitaba aceite, y el Hno. Verius no le daba. Es que no había plata. Un día, el Hno. Eugenio dio vuelta la imagen de San José y la puso contra la pared, con un letrero que decía: “Hasta que no me des plata no te doy vuelta”. Y Eugenio decía: “El Hno. Verius se compadeció de mí y después me dio plata”.
De la Casa San José tengo otra anécdota. Había un peón que tenía un perro viejo y medio sarnoso. Era un polaco pobre que había venido dejando allá a su familia, y lo único que tenía era ese perro. Vivía en la chacra, en una pieza que habíamos hecho para los peones. Se llamaba José. Cuando le preguntaban cómo andaba decía: “Jodido, jodido”, pero a los Hermanos los quería. Un día Eugenio me dice “Ignacio, ese perro ya está demasiado… vamos a matárselo”. Y yo le decía “Pero, pobre José, lo matamos a José.” Insistía: “Es un perro sarnoso y apestoso, vamos a matárselo”.
Yo, que era jovencito le pregunté cómo íbamos a hacerlo. “Lo vamos a envenenar”. En un pedazo de carne pusimos arsénico y se lo dimos al perro. Éste, que sabía más por viejo que por perro, no lo probó. Dio vuelta por allá y no lo tomó, y nosotros espiando a ver. Pasó no sé cuánto tiempo. No lo comió.

Ante eso Eugenio dice: “Vamos a esconderlo debajo de una escalera. Cualquier otro día se lo damos.” Así hicimos. ¿Qué pasó? Había una gata y lo olfateó. Y se la comió. Una perra que vio que la gata estaba comiendo carne se le echó encima y la espantó. Y comió el resto de la carne. A la media hora la gata corría por todos lados y la perra ladraba. Todos preguntaban qué había pasado. Eugenio y yo calladitos.” Murieron la perra y la gata. El perro del viejo no, no le pasó nada.
Al día siguiente estábamos Eugenio y yo hablando. El polaco se acercó y dijo: “Judíos malos quisieron envenenar a perro mío”.
Siendo cocinero en el juniorado, el Hno. Quirino Blum, que era director de Pando, sabiendo que tenía muy buenas condiciones de músico y de pintor, le dijo: “Eugenio ¿por qué no vienes un día a dar clases, a tocar el piano, a enseñar canto?” Eugenio le dijo: “No, a dar clases, no”. Quirino le dijo: “Tú tocas y yo estoy con los chicos y dirijo el coro. Tu no dices nada, solamente tocas y yo te pago un litro de aceite cada vez”. Dijo: “Venga enseguida.” Así empezó. Iba, tocaba una o dos veces por semana y se venía con un litro de aceite. Así fue perdiendo el miedo y fue tomando confianza en sí mismo.
Después, el Hno. Quirino le dijo: “¿Y si das unas clases de dibujo, por qué no das unas clases de dibujo, que no necesitas saber mucho? Yo voy a estar contigo en la clase para que los chicos te respeten. Tú les das las indicaciones y yo cuido la clase”. Y le salió bien.
Entonces, como el Hno. Quirino vio que iba bien, le dijo: “¿Y si le pido al Hermano Provincial que te ponga en la clase de los chiquitos, para enseñarles las letras y esas cosas?” Él aceptó. No hemos visto en el Uruguay un maestro como Eugenio. Tenía la clase toda pintada por él con dibujitos, una pecera… los bancos relucían, y tenía entre 40 y 50 alumnos de mañana y otros tantos de tarde. Parecía una gallina clueca, porque los chiquilines salían al patio todos alrededor de él. Él no hablaba, sin embargo todos lo seguían.

A veces la gente le preguntaba: “Usted, Hermano, ¿a qué se dedica?” Respondía: “Especialista en letras.” Entonces los demás pensaban: “Debe ser literato.” Esto le causaba mucha gracia.
Cuando hacían concursos en Pando, en las fiestas del pueblo, siempre ganaba él. Las madres estaban enloquecidas, porque ante cualquier cosa que pedía el Hermano, ya estaban todas las madres ayudando. Al final lo sacaron de todo concurso, porque siempre se llevaba los premios.
Iba con los chiquilines de jardín a la playa. Siempre conseguía el hotel gratis. Había un conocido que le decía: “Hermano, venga al hotel en tal fecha que está libre”. Llevaba a chicos de 5 años al Pan de Azúcar, que está fuera de Canelones y tiene 500 metros con una subida escarpada. Subía a los chiquilines hasta arriba. Llevaba cuatro o cinco mamás para que lo ayudaran. Nunca pasó nada. En realidad a todos los que querían ir para ayudarlo los llevaba.

Desde que fue al Colegio quedó en Pando. Ahí ya se sintió seguro. Después empezó a hablar normalmente, se curó de la tartamudez. Con los chicos se curó la tartamudez, aunque de vez en cuando, cuando hablaba con algún extraño, un poco se notaba como que la lengua se le trababa, pero se recuperó totalmente.
Tenía cualidades excepcionales. Ha escrito artículos preciosos, escribe con gracia.
Yo tengo un cassette de la fiesta que le hicieron de cuando le celebraron los 50 años y está su discurso, donde no dice dos letras sin que la gente se ría. Es precioso.
Tenía una salud de hierro, nunca estuvo enfermo y nunca faltó a clase.
Cuando yo fui Provincial, otros Hermanos me decían que no podía ser que el Hno. Eugenio tuviera clases de mañana y de tarde, porque es mucho. 50 alumnos a la mañana y 50 a la tarde… ya tiene 70 años. Pensé que en parte tenían razón. En el retiro le dije: “Hno. Eugenio, ¿cuántos años tiene usted?” Me respondió 65, o algo así.

“¿No le parece que tendría que descansar un poco?” Contestó: “Si yo no estoy cansado”. Continué: “Le hago esta proposición: deje un turno, usted elija si el de la mañana o de la tarde. Creo que los dos son mucho, y además las familias van a creer que nos estamos como aprovechando”. Me dice: “Pero si yo estoy bien, estoy contento”. Le reitero: “Ya es hora de que descanse un poco, elija qué turno.”
Responde: “Hermano Provincial, si yo elijo de mañana ¿qué hago a la tarde?, me aburro. Y si elijo de tarde, me aburro a la mañana, de manera que me quedo con los dos”.

Pero tenía una cosa, con todo el trabajo que se daba, a las 9 y media estaba en la cama, y a la mañana no faltaba nunca.
En los últimos años pasé por Pando y le pregunté si todavía preparaba los cuadernos en vacaciones. Me responde: “No, ya me avivé, ahora saco en la fotocopiadora”. Fotocopiaba todos los trabajos.
Y fíjate lo que es la naturaleza y la disposición de Dios, porque nunca estuvo enfermo, y el último año, en octubre, tuvo un desvanecimiento. Se cayó, le recogieron y lo llevaron al cuarto. Se quejaba de tener un dolor de cabeza muy fuerte. Tenía un tumor en la cabeza.
A esta vida tan bella y tan bien testimoniada, la cerramos con fragmentos del artículo que publicara en Maristas Río de la Plata el H. Armando Meier, dejando para el Suplemento de esta carpeta 11 una nota que le dirigieron varios niños el 8 de marzo de 1995 y la transcripción de las palabras del Edil Pedro Monroy en reunión de Junta, recordando a nuestro Hermano.

Del Artículo De Nuestra Revista.
“Se sentía feliz en medio de sus niños, siendo de corazón un niño más entre ellos. Poseía un carisma especial para comunicarse con las almas infantiles y enseñarles los primeros pasos en la vida cristiana y en las ciencias. Innumerables exalumnos saben de su talento organizador de fiestas, campamentos, desfiles y salidas. Todos admiraban su espíritu deportivo, su gusto por la fotografía, su pasión por la pintura y la música. En todo era un hombre metódico y ordenado.
Como religioso era exigente consigo mismo y de una gran fidelidad a nuestras Constituciones. Humilde, sencillo, trabajador y devoto de María, tenía todas las características de un buen Marista.

Cuando, en octubre del año pasado, un tumor cerebral empezaba a minar su salud, todo una población quedó consternada e incrédula. Quienes lo conocían con su fortaleza física extraordinaria (…) ahora se resistían a creer que este roble pudiera caer tan pronto. Fallaron todos los pronósticos de una larga vida hasta los 90 años. (…)En los momentos de leve mejoría, se impuso con férrea voluntad una fisioterapia con el andador y caminaba por los corredores, convencido de su restablecimiento. Pero él no sabía que su mal era canceroso, y que esta enfermedad engaña con sus altibajos. Debido a su natural parquedad, era difícil adivinar lo que pasaba por su mente. Pero Eugenio rezaba, rezaba el Rosario que le daba la fuerza necesaria para aceptar la pesada cruz de verse apartado de las actividades escolares. Le atormentaba no poder estar con sus chiquilines, cuando el bullicio de ellos subía desde el patio a su habitación. Sus niños lo visitaban todos los días con inmenso cariño. Era tal la aglomeración que se tuvo que restringir el horario de las visitas.

Eugenio era exigente como maestro; la disciplina y el clima de trabajo en clase, ejemplares. Los niños lo querían entrañablemente. Se entusiasmaban en cuanto veían los primeros resultados de sus esfuerzos. Saber leer y escribir los llenaba de orgullo. Los chicos pronto se dieron cuenta de que, a pesar de la severidad de su maestro, éste los amaba con mucha ternura. Han pasado así por sus manos miles de niños pandenses, muchísimos de ellos hoy ya veteranos. Hay una constante en todos ellos: el recuerdo cariñoso de su maestro. (Cita algunas frases estampadas en el libro memorial, el día de su velatorio).

Eugenio, te vas a enseñar a los angelitos del cielo.// Adiós Hno. Eugenio, maestro de los maestros.// Gracias por guiar a cinco de nuestros hijos.// Ejemplo de firmeza con don de educación.// Maestro de infantes, arquitecto del futuro. Y termina el artículo con pensamientos extraídos de las memorias de Eugenio. Cerramos nuestras abundantes páginas con uno de ellos:




“Para un cristiano, más aún para un consagrado a Dios, el desaparecer es entregar nuestro ser, nuestra pequeñez en manos de un Dios infinitamente bueno, grande y misericordioso. Nos sumergimos en un reino de amor que no tiene fin…”

Cierra estas páginas el grupo escultórico del Colegio Zorrilla de San Martín, Montevideo. Inaugurado con motivo del Año de la Canonización de San Marcelino Champagnat, 1999.

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