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HNO. EUDOXIO

Nombre Civil: Francisco Izcue Asiain.

Fecha de Nacimiento: 08/10/1911.

Lugar de Nacimiento: Murugarren — Navarra — España.

Fecha de Profesión: 13/01/1935.

Fecha de Defunsión: 26/02/1983.

Profeso Perpetuo 1911 – 1983.
Nacimiento: España 08.10.1911.
30.09.1922: Junior en Carrión de los Condes.
12.10.1925: Llega a Bs. Aires y es junior en Luján.
02.01.1927: Postulante.
02.07.1927: Toma de Hábito.
02.07.1928: Primeros Votos.
13.01.1935: Profesión Perpetua.
Actuación: 1931 a 198?.
Próxima: 50 Años.
Maestro: 38 Años.
Portería: ½ Años.
Auxiliar de Administración: 12 Años.
No consta cuándo dejó esta última tarea por su enfermedad terminal.
Fallece en la Clínica San Camilo: +26.02.1983 — 71 Años y 55½ Años de Vida Marista.

Izcue Asiain, Francisco, es navarro nacido en Murugarren. Su padre, agricultor, se llamaba Santiago Izcue Unanua, y falleció en 1926, a los 15 años de Francisco. Su madre, Agapita Asiain Goñi, falleció en 1951. Consta de su hermano Roque, con domicilio en Patronato Rinaldi nº, 2º p., Pamplona. Por Maipú, en Mar del Plata, por la vereda de enfrente del Instituto, y en la cuadra siguiente hacia Pompeya, había una casa que ventilaba varias veces en semana. Posiblemente se tratara de sobrinos que ya no residían en ésa.
Títulos: Aptitud Pedagógica, Capital Federal, 1932; Título elemental del Magisterio, Buenos Aires, 1931; Mendoza, 1943; Córdoba, 1945. Para Secundaria, Título Superior del Magisterio, 1948.
Segundo Noviciado, Grugliasco, agosto de 1948. Visitas a su familia: en diciembre de 1959 y 1966; 1972/mayo y 1978/junio.
Documentos: Libreta de Enrolamiento, Cédula de P. F. y número de Previsión Social.

Grilla De Obediencias:
VII 1928, Luján … Escolástico.
III 1931, San Vicente … Maestro.
1934, La Inmaculada … Maestro.
1936, Luján … Maestro.
1942, La Inmaculada … Maestro.
1943, Mendoza … Maestro.
III 1944, Manuel Belgrano … Maestro.
VI 1944, S. Francisco … Maestro.
VIII 1948 … II Noviciado.
1949, M. Juárez … Maestro.
1950, S. Francisco … Maestro.
II 1953, Villa San José … Portería.
VIII 1953 M. Juárez … Maestro.
1954, Rosario … Maestro.
1955, Mar del Plata … Maestro.
1970, … Auxiliar Administrativo.
1978, Morón … Auxiliar Administrativo.
Post 1980 … Internado.

Si formáramos a los efectivos de la Provincia en fila por orden de estatura, nuestro Izcue con Don Enrique Fernández estarían entre los muy primeros. Además, parecidos en su físico pequeñarro y robustón, aunque Francisco más moruno. Nuestro navarro, más silencioso, pícaro y sin cargos (“canongías”) a la vista. Desde el hondón, maestro por siempre, mientras lo sostuvo la salud. Lástima que le habrá hecho daño – ¿mucho, poco, bastante…?- su inclinación tabacal. Fumador conocido, aunque en discretos lugares, respetando no ser visto. Padecía en su armazón ósea. Un caminar con algo de monolítico, uncidos entre sí cabeza, tronco y extremidades, dificultoso. Dura la cabeza para volverla hacia arriba o a los costados, como muy soldada a su cuerpo. Muy pícara su sonrisa. Con Magaldi nos lo imaginábamos en Mar del Plata cuando, propaganda televisiva, un rostro emergía, con risa, de un recipiente de algún limpiador antiséptico, y con ágil puño golpeaba microbio insolente aposentado sobre una mesa. Risa totalmente baja que nos representaba la suya. Y, dicho con todo respeto para con la grilla que antecede, en esos años (fui Rector entre 1971 y 1973), realizaba tareas varias que, sólo por ampliación de concepto, podían calificarlo como Auxiliar de Administración.

Fundamentalmente se ocupaba como titular de Sacristía y de Ropería. Lo hacía con preocupación y eficiencia. Se dedicaba a su labor. Me permito estos recuerdos tan poco valiosos sólo porque dan idea de que nuestros Hermanos eran seres vivos. Los testimonios que aportan otros testigos de sus días, en sí tan profundos e importantes, pueden hacer pensar que estamos frente a unos monolitos de virtud. Es bueno que su realismo humano nos los hagan bajar de idealismos inexistentes. Encima, si solamente son tratados de virtudes, en los que los párrafos pueden parecernos los capítulos, poco nos animarían a seguirlos, tantos de nosotros, exiguos de aire santo, casi sofocados por tanto defecto.

Hermano Eudoxio.
No es fácil dibujar esta silueta de hombre (navarro), de religioso (marista) y de educador (al estilo Champagnat).
El Hno. Francisco fue un buen navarro: su físico lo delataba. Pero algo más importante que eso es que no lo pregonaba; no era ése el tema de su conversación. Había asumido su filiación Argentina y con gran cariño la amó y sembró en ésta su patria de adopción, sin cansancio ni nostalgias: puso la mano en el arado con decisión y no miró más hacia atrás; su entrega a la niñez y juventud argentinas fue total y sin reticencias, todo lo cual habla muy alto de su espíritu de entrega generoso, de un corazón desprendido y de un ideal apostólico lúcido… Quizás en esta silueta de hombre, debamos destacar su facilidad al diálogo: gran conversador, le gustaba dialogar; era ameno en sus intervenciones en las cuales manifestaba agilidad de mente, claridad de conceptos y seguridad de doctrina.

Como religioso marista, descuella por su sencillez: nada en él llamó nunca la atención; no sobresalió ni en actitudes, ni en gestos, ni en posiciones de relevancia. Cumplió con sencillez sus obligaciones de consagrado. Era fiel y puntual; por nada se permitía ausentarse de los actos comunitarios; mostró un especial cuidado en sus tareas cuando fue encargado de la capilla en el Instituto Peralta Ramos. ¿No será esta ausencia de rasgos llamativos en su vida de fidelidad, el ideal previsto por el Padre Champagnat, para la generalidad de sus hijos, los Hermanos Maristas?

Una mención, tan solo, a su faceta de educador: amor, comprensión y dedicación, son términos que sintetizan su tarea de maestro. Prueba de ello es el recuerdo cariñoso y lleno de respeto, que conservan por doquier, quienes fueron sus alumnos.
Su paso por los diversos establecimientos maristas de la República, no deja una estela rutilante, pero sí un aroma de sencillez y de cumplimiento fiel de su deber.
Hno. Esteban…

Durante el tiempo convivido con nuestro buen Hno. Francisco, pude apreciar en él al Hno. Marista consagrado con gran dedicación y celo apostólico a la instrucción y formación apostólica de sus alumnos.
Asimismo, pude constatar que, no obstante sus deficiencias de la salud, no fueron motivo para disculparse de asistir a los ejercicios de piedad comunitarios.
Otro renglón que me llamara la atención fue su acertado juicio en las opiniones o puntos de vista sobre algo que se presentara a la consideración de los oyentes. Pero, donde más pude valorar su esmerada dedicación fue cuando estuvo al frente de la sacristía de la Capilla del Instituto Peralta Ramos. Pareciera regir su accionar aquella idea del Bto. Marcelino Champagnat: la Casa de Dios y todo lo que a ella afecta, como los ornamentos sagrados, deben distinguirse por su pulcritud y buen estado.
Que el Señor haya premiado su edificante vida, es el voto y la plegaria que por su eterno descanso elevo en este momento al Cielo.
Hno. Víctor Cavia

Apreciado Hno. Esteban:
Yo estuve con el Hno. Izcue en Carrión el año 1924, y al año siguiente él venía para Argentina; no estábamos en la misma clase, de modo que es muy poco lo que recuerdo de él.
Dos cosas recuerdo de nuestra convivencia en ese Juniorado: La primera, que estuvo gravemente enfermo y otra, que era un buen pelotaris, como suelen ser los navarros.
Aquí, en Argentina, estuvimos juntos en el Postulantado, Noviciado y Escolasticado poco tiempo; después nos separamos y solamente en Mar del Plata nos vimos algún año; le gustaba jugar al truco que era nuestra distracción después de cenar; entre los que formaban el equipo de “timberos” estaba el Hno. Roberto.
Lo que yo recuerdo de los pocos años de formación es que era piadoso, alegre e inteligente; tenía mucha facilidad para los idiomas, particularmente para el francés.
Del Noviciado recuerdo este hecho que nos causó mucha risa. No sé por qué causa el Hno. Marcial (q.e.p.d.) le puso de rodillas y el Hno. Eudoxio, poco a poco fue retrocediendo y se metió en el cuartito de las escobas. En un momento dado, el Hno. Marcial, levantó la vista y no veía al Hno. Eudoxio. Hno. Eudoxio…, Hno. Eudoxio…, ¿dónde está el Hno. Eudoxio? Apenas apareció, le mandó al Hno. Simeón (d.e.p.), le dio una buena reprimenda y no recuerdo qué penitencia.
Creo que el estudio no le mató nunca, precisamente confiando en su capacidad.

De su actuación en los Colegios, sé por lo oído, que se daba de lleno a sus alumnos y de hecho, más de uno lo recuerda en Marcos Juárez.
Amaba a la Congregación y nunca se le vio titubear en su vocación, mereciendo por lo mismo la perseverancia.
Cuando nos llegó la noticia de su deceso, sentí una pena grande, pero, por otro lado alegría porque se fue a la casa del Padre.
Todos los de la toma del 1927 nos sentimos muy unidos y nos hemos profesado gran amor. Es el tercero que se nos va al cielo, en este orden: Hno. José Osvaldo Poggi, Hno. Román (Justin Rispaud), muerto en Marsella y el Hno. Eudoxio (Francisco Izcue). Los 9 que quedamos esperamos el llamado del Señor; como de ordinario, no avisa, ¿a quién tocará el turno?
Hno. Héctor María…

En verdad que la insignia marista de las tres violetas cabe magníficamente en su estructura religiosa, porque Francisco fue siempre humilde, sencillo y modesto. ¡Cuán fácil era abordarlo! ¡Qué difícil sería encontrar a alguien que declarara abiertamente haber tenido dificultades al tratar con él! Siempre se le veía dispuesto a hacer compañía a cualquier invitación de colaboración, ya fuera en el trabajo, ya en los entretenimientos y diversiones, respetando y admitiendo siempre las iniciativas de los demás.
Por otra parte, su asiduidad y puntualidad a los actos de Comunidad eran de perfecta regularidad, y así era también su dedicación a la labor docente. Por eso, ¡con cuánto aprecio y cariño lo recordaban los alumnos mayores del Instituto Peralta Ramos, que habían estado bajo su tutela durante la Enseñanza Primaria!
Digno es también de mencionar su espíritu de oración, y, ¡qué bien sabía inculcar a sus alumnos la devoción a la Santísima Virgen María! ¿No habrá sido ello el motivo de haber merecido cerrar sus ojos con las primeras Iuces del día sabatino?
Hno. José Mediavilla…

En la partida de defunción se certifica que era argentino naturalizado, domiciliado en San Martín 319 de Morón, Bs. Aires, deceso ocurrido en Ángel Gallardo 899 (Clínica San Camilo), a las 3.30 del 26 de febrero de 1983, a causa de paro cardio respiratorio no traumático, con certificado médico de Omar Eduardo Prieto, aclarándose que el interviniente, José Luis Costa, obra en virtud de la autorización de Mateo Massa, “quien ha visto el cadáver.”

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