Nombre Civil: Luis Próspero Saffirio.
Fecha de Nacimiento: 19/10/1885.
Lugar de Nacimiento: Levice — Provincia de Cúneo — Italia.
Fecha de Profesión: 08/12/1912.
Fecha de Defunsión: 13/03/1958.
Estable 1885 – 1958.
Nacimiento: 19/10/1885 — Levice — Provincia de Cúneo — Italia.
1888: Toda la familia en n/país. Se establecen en Chivilcoy.
13/06/1910: A pie, llega a Luján, segunda vez. Va camino a Buenos Aires.
Se presenta en Villa San José.
08/12/1911: Toma de Hábito.
08/12/1912: Primera Profesión.
10/01/1918: Profesión Perpetua.
01/01/1932: Votos de Estabilidad.
Actuación:
1913 – 1958: En Villa San José.
45 años en Tareas de Servicio: albañil, carpintero, herrero, mecánico, electricista, plomero, relojero, viñador, bodeguero, chofer.
Fallecimiento: +13/03/1958 — 72 Años.
Luis Próspero Saffirio era originario del Piemonte. Había nacido en Levice, Provincia de Cúneo, Catemiglia. Su padre, Alejandro, era agricultor. Su madre, Secundina Gallo.
A sus dos años, y siendo el primogénito, la familia se trasladó, con un grupo migratorio de otras familias, a nuestro país, radicándose en Chivilcoy, zona propicia para continuar sus tareas agrícolas. Según consta en la ficha, sus padres se trasladaron posteriormente a la ciudad de Mercedes, sin que sepamos la fecha.
Llegaron a ser diez hermanos. Gente de notoria piedad. Luis había hecho una vez la peregrinación a Luján. Pero en 1910, el propósito era visitar a Nuestra Señora en su santuario, y luego continuar a Buenos Aires. Necesitaba conseguir trabajo. La zona de Chivilcoy no daba producción para una familia tan numerosa. Tres días empleó para los 150 kilómetros Chivilcoy – Luján, recorridos en general por los durmientes de la vía
férrea: no había caminos.
Un atadito con pocas cosas, ropa y un tesoro fueron sus bagajes viajeros. ¿Su tesoro? Una estatuita de la Virgen de Luján, rodeada como por una nube —seda blanca— y contenida en un pequeño cofre con tapa de vidrio. Podía ser empleado como cuadro mural. Lo acompañó toda la vida, al lado de su cama.
Para los pasantes que lo vieran, no era sino un linyera más. Pequeño, gordito, retacón, bastante chueco, podemos imaginárnoslo en marcha por medio de las vías. Extenuado, casi fundido, se postró a los pies de la Virgen. Allí su oración y entrega. Misa, comunión, confesión. No lo sabía aún: un marista. Era el 13 de junio/ 1910.
Importante ex cursus. En 1910, el sacristán del santuario era el Hno. Antonio, C.M. Santo Hermano que a toda hora oraba ante la imagen, y a quien los peregrinos acudían para obtener el apoyo de su plegaria. Había hecho voto de perpetuo silencio. Por su vejez y achaques -ya sólo se arrastraba- el Padre Vicente María Dávani, Cura Párroco y Capellán del santuario, dirigía continuas plegarias al cielo para que la Virgen no dejara de encontrarle un remplazante digno. José Cándido Laterza era un elegante joven uruguayo residente en Montevideo. No tenía la menor idea de qué pudiera ser ni de que existiera la Villa de Luján. Una noche, en medio de su tranquilo sueño, una voz le dijo: “Levántate y vete a Luján.” En medio de su susto, y ya despierto, incorporado sobre la cama, la voz le repitió: “Vete a Luján.” A Don Cándido le temblaba la voz al contarlo. “A Luján, a Luján”, por tercera vez, la voz misteriosa. Seguro de que se trataba de una manifestación divina, se levantó de prisa. Sin lavarse ni desayunar, se dirigió a la iglesia más próxima. Inquirió al primer sacerdote que encontró. “Es pequeña ciudad, a 70 kms. de la capital… se venera allí la imagen milagrosa del mismo nombre… patrona de esa nación y de Uruguay…” No necesitó más. Interiormente: “Ya entiendo todo; la Virgen me quiere a su lado, como siempre se lo he pedido.”
Complementada información, arreglado el pasaporte, partió. Se presentó de inmediato al P. Dávani. “Aquí estoy, Padre, póngame usted al servicio de la Virgen.” El Padre, como prevenido ya de todo, lo abrazó, lo llevó al Camarín y luego a la Sacristía. Le entregó todas las llaves, también las del tesoro de la Virgen. Lector, ¿sabías que la Virgen de Luján es una Mujer organizada? Te lo digo porque este joven se presentó en Luján…¡el mismo día que nuestro Hno. Elías, 13 de junio de 1910! Fueron grandes, marianos amigos. Nuestro Hermano lo visitaba cada domingo, luego de Misa de cinco a/m. Así podía cuidar la Casa, mientras todos sus moradores asistían a Misa cantada, a eso de las 8:30. Mi generación marista debe recordar perfectamente al sacristán del santuario, Don Cándido. En 1944, como podrá suponerse, era una persona de movimientos no juveniles, pero piadosos y pausados, en el servicio de los altares de la basílica. Muchas veces lo hemos visto cambiar las tulipas, que ardían en vigilia permanente en lo alto de los altos candeleros… De distinto modo, también servidor de la Virgen, como nuestro Luis Saffirio, HNO. ELIAS VICTORIANO.
La versión más aceptada es que conversó con el tan famoso Padre Varela, preguntándole si necesitaban de alguien que estuviera al servicio del santuario, ofreciéndose para ello sin pretensiones. El sacerdote le recomendó que se presentara a los Hermanos Maristas, tan cercanos. Se corrió hasta el colegio, y pidió hablar con el Hno. Director. El Hermano que lo atendió se explicó ante el Hno. Agricio, Director: “Hay un hombre pequeño de estatura, algo morocho y trajeado de obrero…” No eran años para abundar en mano de obra.
“Que se vaya, no lo necesitamos”, expresó el Superior. Un Hermano que se encontraba presente expresó: “Pero, Hno. Director, es tan poco lo que pide: de comer y un rinconcito donde retirarse por la noche, atenciones que retribuirá con su trabajo.” – “ Bueno, dígale que se quede,” concluyó el H. Agricio.
Desde el día siguiente, “el chivilcoíno”, como se lo designaba, se encontraba todos los días con los Hermanos en la Misa, a eso de las cinco de la mañana, en el camarín. Piadoso, de buenos modales, con ingenio y aptitud para todo trabajo, se atrajo las simpatías de todos los moradores del colegio.
Algún domingo empezó colaborando con el cocinero de la Villa, Hno. Benitius, en el pelado de papas, lo cual se hizo habitual cada domingo. La intención del Hermano al invitarlo, era “como para distraerle”. Lo dice él mismo. Y agrega que le vinieron estas ideas, complementarias entre sí: “Voy a necesitar un substituto en la tarea… y está este hombre tan bueno, tan piadoso, y con ganas de quedar en Luján para siempre…” Y le preguntó un día si no le gustaría ser Hermano Marista. Y continúa: “Le plugo la proposición, por lo cual lo encaminé al Hno. Honorato, Maestro de Novicios. Le dijo Luis: “Me agradaría ser Hermano Marista.” – “¡ Y cómo no! “Añadiendo con el gracejo que le era habitual: “Sí, usted ha de ser religioso, y ha de quedarse en esta casa, de la cual la Ssma. Virgen es la Madre y Superiora. No se arrepentirá de ello.” La intención de llegar a Buenos Aires, cada vez más lejana, ya no existía.
Inició Postulantado el 1 de junio de 1911. El 8 de diciembre recibió el santo Hábito. Ceremonia presidida por Mons. Antonio Espinosa, arzobispo de Bs. Aires. Fue la 4ta. Vestición del Distrito. Se fueron dando los pasos correspondientes, como puede verse en la ficha. Es tanto lo que hay para decir de este pequeño gran hombre, que, al decir francés, nos queda “l’embarras du choix.” Sí, hay que seleccionar, aun sabiendo que no quedará uno conforme.
El testimonio de quienes lo trataron, y me cuento en el número, es que era un religioso extraordinario, un “fenómeno.” Y un molde único, sin otros con quien comparar. 45 años de trabajo, plegaria, virtudes, y de una alegría invariable. Sin un día de descanso. “Ya descansaremos en el cielo,” era su expresión frecuente ante el tema.
Diarios, política, nacionalidades, eran entes inexistentes para él. Si se acepta la expresión, fue un “ciudadano de la Villa San José”, a la espera de la patria incorruptible, el Cielo, de gozo eterno. Para nada, nunca, inmiscuido en la conducta de otros. Jamás murmuración ni crítica. Las necesidades corporales, vestir, salud, parecían no existir para él.
Siendo escolástico, un día topé con él en el sector del lavadero de vajilla, al lado de la cocina. Era después de almuerzo. Se arrimó con una taza, vertió agua caliente, y se la bebió. Lo miré con una advertible extrañeza. Con la mayor sencillez del mundo, salida seguro de las Reglas Comunes y procesada por su naturalísimo espíritu de la Congregación, explicó: “El médico me ha dicho que, después de comer, tome algo caliente.” Fue por 1950.
Al compás de los años crecían sus achaques. Su paciencia era de fierro, de fierro silencioso. Y se aplicaba fórmulas personales para aplacar sus dolencias, basadas en prácticas dolorosas. Lo curativo y lo analgésico, en ésas sus medicinas, carecían de terrenos comunes.
¿Relaciones? Con el exterior, ninguna. Con sus parientes, apenas las necesarias. Su familia eran sus cohermanos. Gozó de Dios, me atrevo a afirmarlo, en medio de su permanente trabajo manual. ¿Habremos tenido otro parecido en “vivir la contemplación en la acción”? Y esto sin ningún tipo de introversión síquica auto concentrada.
Era, en su ir y venir por la casa y la propiedad ( portando caños, taraja, caja de herramientas, cables o hierros, y qué sé yo cuántas cosas ferreteras más), el trabajo y la bonhomía, —pequeños, retacones, alguna vez con boina—, caminando chueco por Villa San José. Zapatones negros, camisa grisona creo, pantalón negro congregacional, a media rodilla inferior, de los de Anacleto, ya vencidos para elegancias, tiradores de época, y generalmente con un delantal gris sufrido, muy sufrido, de los que usaban herreros o carpinteros de otras épocas (¿mandil?), atado atrás con las tiras que rodeaban su no insignificante tronco, tampoco de obeso. Y con sus infaltables anteojos, pequeños para su cabeza, pero siempre en servicio. Su amplitud craneana, la proporción de sus diámetros, hacen pensar en los del Hno. Joseph Perpétue, según fotos de cada uno.
Raramente pudimos captar su profundidad espiritual práctica. Sí les fue posible a sus connovicios gustar de su claridad al tratarse de desenmarañar dificultades contra la vocación o en los laberintos del escrúpulo. No nos ha llegado una explicación que nos ayude a concertar mejor una comparación suya, aplicada a la conciliación de temas como gracia y libertad, predestinación y mérito. El cronista la transmite, y la repito: “Tanto más perfectamente está constituido un motor, más predestinado está para funcionar mucho tiempo con sus propios medios.” Asimismo, el cronista nos aproxima a su notable jerarquización espiritual. Anota en su origen el empeño en su Noviciado, la frecuentación en él de un libro muy de mano en mano entre los novicios, sobre la vida purgativa, unitiva y contemplativa. Junto con conferencias de los sucesivos retiros, que captaba con singular originalidad. Para el Hno. Elías, la cumbre de su vivencia espiritual, se concentraba en este pensamiento de Santa Catalina de Génova, que tenía anotado: “Lo único que vale en nosotros es lo que Dios hace en nosotros sin nosotros.”
Humildad y sencillez: toda su vida fue un verdadero infante en el candor de su sencillez y humildad para con la Ssma. Virgen.
Y, citamos: “Los que lo hemos visto en su misa favorita del domingo a las 5:00 en el santuario de Luján, con los brazos un tanto separados y dirigidos hacia la milagrosa imagen y como extático ante Ella, no podemos figurárnoslo sino como un niño predilecto de la Divina Señora.” Modesto y sencillo: le estaba impedido ocultar sus propios defectos. El “qué dirán”, no le fue conocido.. De carácter suave, sociable, no congeniaba con sus manos como recubiertas de papel de lija y con su ruda figura obrera, no dejó de tener algunos defectos naturales. Ante algunos cohermanos le restaron simpatía. Con todo, no se nos deja constancia. Lo más aproximado que se nos dice, es: “…las imperfecciones de carácter y temperamento son a veces la guarda de otras tantas virtudes, conformes a la bella comparación de Santo Tomás, referida al dulce fruto de la nuez, resguardada por una envoltura áspera y amarga.” La paternal providencia de Dios no priva —tal vez a nadie— de dificultades propias de la vida común, dando acendramiento y genuina calidad a la relación fraterna. Si todo es sentimental, divertido, sin dificultades que purifiquen el amor fraterno, oímos a Marcelino Champagnat que nos dice que hay que traer algún religioso que nos dé dificultades para vencer en la vida fraterna.
Los “Nunca” Suyos, En Síntesis, Nunca:
* hizo valer supuestos derechos;
* pidió días de descanso, viajes, visitas a su familia;
* tuvo recelo de su propia reputación ni mendigó alabanzas;
* manifestó sus propias cruces y penas;
* cayó en la rutina, ese envejecimiento del entusiasmo en el servicio de Dios. Decía: “La rutina no existe. Solamente hay religiosos rutinarios.”
¿Y qué no se podría decir en torno a su habilidad técnico – manual?
* Genio de la mecánica, resolvía con una penetrante intuición las dificultades más imprevistas de la electricidad, motores, molinos, bombas, pozos, tirajes de cocinas y chimeneas, tanques, cañerías, fabricación de vinos e hidromiel, zapatería, relojería, albañilería, obras sanitarias, pintura…Hasta hay quien lo recuerda pasando suavemente sus gruesos dedos por el armonio, en una música sin estridencia ni magnificaciones. Sentado en la punta del banquillo, y así alcanzar los pedales. Es que era pequeño por la brevedad de sus piernas, no así por su tronco. En el comedor y en la capilla, sentado, era de estatura normal. Curiosamente, al ponerse de pie, se empequeñecía. Era petiso de piernas, que eran cortas.
* Dos de técnicos: Le explicaba a él una máquina muy complicada, cuya base era un principio de la mecánica física desconocido para el Hermano. Captar el principio y su aplicación, fue inmediatamente seguido de un ejemplo en otra aplicación. El ingeniero quedó maravillado de su agudísima observación, que superó, confesaba, su propia explicación. En varias otras ocasiones H. Elías afirmaba que, estando funcionando un motor, con su imaginación “veía” el funcionamiento y movimiento de las piezas internas…
Por 1950. Acometió la tarea de remplazar las paredes del tanque australiano —de chapa— por una cerrazón de ladrillo y cemento armado. Lo ayudaban un obrero y compañeros de mi Escolasticado, que yo recuerde: Hno. Carlos Garola, y ex – Hnos. Lino Miotti y Alonso (uruguayo). Grosor, un ladrillo de canto. Mezcla y nervio de fuerza: cemento y hierro de construcción como refuerzo y armado. Poco a poco, ladrillo a ladrillo, se iba levantando la pared, redonda y cerradora. Coincidía con el tiempo en que se construía el patio cubierto y alguna otra cosa en la “Escuelita”, entonces sede del Escolasticado. Amistad y confianza entre el Maestro Mayor de Obra y el Hno. Elías. El técnico, intuyendo la presión de una masa de agua de cinco metros de diámetro por unos 1:60 mts. de profundidad sobre una pared de un ladrillo, y de canto, manifestó al Hermano la seguridad de que, al poco tiempo, rajaduras en serie se producirían. Lo tranquilizó, porque nada de eso sucedería. Fueron años y años en que esa pared contuvo perfectamente la masa de agua. Elías sabía, no lo dude.
Por 1950, ya en primavera, un viento pampero, verdadero ciclón, con sus embates y remolinos desconectó el cabezal del molino, como rotas lo que hubieran sido las vértebras cervicales. Toda la hélice quedó colgando, descoyuntada del resto, pero sin caer. Para evitar peligro mortal, no pasábamos por el área terrestre donde podía impactar si se desplomaba. Un desvío se imponía físicamente mediante alambres, o sogas, no recuerdo bien. En el diario del Escolasticado se escribió: “Desvío obligatorio: el enfermo puede perder la cabeza.” Por su edad y físico, el Hermano no podía ascender a tal altura. Entonces, con un teodolito colocado en la construcción vecina, enfocó desde abajo la parte dañada. Explicó a un obrero, con ayuda de un esquema, qué debía subir —en cuanto a herramientas y material— a fin de reparar el desperfecto, y en qué consistiría el arreglo. Todo sucedió como previsto. El molino continuó, en pocos días más, su funcionamiento necesario y correcto.
Famoso su hidromiel, en el que concurrían agua, miel, uva. Bebida alcohólica exquisita, que degustaban diariamente todos los Hermanos de la Villa, acompañando las comidas. Calculadas y hechas las mezclas, la fabricación echaba a andar. Con apoyo de microscopio y por medio de glucosímetros, vigilaba paso a paso el avance de las fermentaciones y el conveniente desarrollo de las células y levaduras. Si, a media noche, por ejemplo, a causa del calor, las tinajas amenazaban con irse al punto del vinagre, con glucosas y jarabes mantenía vigente el proceso de vinificación. Con transvases y decantaciones hechas en el momento oportuno, según la máxima o mínima atracción lunar y ciertas conjunciones planetarias —copio del cronista— conseguía ese hidromiel, transparente como un licor. En las fiestas, también dotaba de vino generoso para los postres. ‘’ 1935. Por primera vez, el Hno. Elías Victoriano fabrica hidromiel con fórmula y métodos propios…y obtiene la bonita cantidad de 2350 litros.”
ECOS DE FAMILIA, diciembre de 1954, pág. 415. Amó a la Villa San José como ninguno. A su servicio dedicó todas sus capacidades. En su memoria tenía grabados todos los detalles de su construcción, reformas, implantaciones, incluidos cañerías y cableados, fusible a fusible. Su tarea fue como un engranaje en sucesión de rodamiento continuo. Brevemente, citemos dos hobbies suyos. En el recreo de la noche, era frecuente verlo jugar al ajedrez, con el Hno. Lidoire. Tal frecuentación con un interlocutor francés, le permitió alcanzar un no inferior nivel de conversación, en nuestra lengua de congregación. Además del ajedrez, le era muy atrayente el estudio del cielo por la noche. Había construido un telescopio, y en observaciones pasó muchas horas nocturnas. Cuando quedaba con otros en los recreos, después de cenar, solía hablar de temas astronómicos, y “había que oírle sostener sus opiniones sobre la posición de los astros, nebulosas, distancias y cataclismos a producirse a largo plazo.” El cronista agrega que, falto de tiempo para estudiar astronomía, no siempre sus afirmaciones eran muy claras ni convincentes.
Presentía su próxima muerte. De vez en cuando se le oía decir: “Voy a quemar el último cartucho.” Le preocupaban las amenazas de nuevas inundaciones y la falta de una cocina de emergencia. En esto empezó a trabajar a ratos perdidos. El día anterior a su ataque, se quedó hasta horas avanzadas de la noche para terminarla. Ensayada después de su muerte, resultó de un tiraje perfecto.
Esa brillante regularidad en el cumplimiento y en el trabajo, tuvo su excepción, definitiva al fin. Fue el 8 de marzo de 1958, exactamente a las 5:25. Desde 1931, a la muerte del Hno. Lidoire, durante 27 años, despertaba a la comunidad, campanazos mediante, sin que se haya recordado un solo retraso. El Hno. Elías Gustavo (Serapio Cuesta), Director del Escolasticado, se dirigió a aquel cuarto de alquimista medieval que ocupaba desde 1915. El Hno. Elías yacía en el suelo: lo había derribado un ataque de apoplejía. Llevado a la enfermería, lentamente comenzó a reaccionar. Recién al día siguiente recobró el conocimiento. “Las señas que hacía y su clásica sonrisa de hombre sin hieles, dieron fe de su tranquila resignación a la voluntad divina.” La comunidad tardó en asumir la gravedad de la situación. Fue así como, en la noche del miércoles 12, se rezó la recomendación del alma. Horas después, a las 8:40, entregaba su hermosa alma al Creador. Era el jueves 13 de marzo, 1958.
Bien dijo el Hno. Director al presentar sus condolencias al Hno. Provincial: “Se las doy como si la muerte nos hubiera llevado cinco Hermanos juntos.” Todos los empleados del colegio participaron en el sepelio. Uno de ellos, que trabajó más de cerca con él, afirmaba: “El Hermano Elías era para nosotros un padre, un consejero y un guía. Créanme, que yo he sentido su desaparición como la de un miembro de mi familia.” El órgano del santuario, “La Perla del Plata”, encabezó así la narración de su vida: “ Ha fallecido el Hno. Elías, el peregrino a pie, solitario, el amante de nuestra Virgencita a quien Ella atrajo a Luján, durante casi medio siglo vivió como ejemplarísimo religioso marista…” Publicó su foto al lado de la de Ntra. Sra. de Luján. Y el Hno. Cirilo Cándido (Pablo Bajo), escribió: “La Señora nos lo dio, la Señora nos lo quitó, bendita sea Ella.”
Terminamos esta narración biográfica con lo expresado por un jefe de taller metalúrgico y mecánico de Luján. Había conocido y tratado al Hno. Elías durante más de treinta años. Y citamos: “Apenas tuvo noticia de su fallecimiento, vino a la Villa San José con algunos de sus compañeros. Contemplándolo en el féretro, con el rosario entrelazado entre las manos, exclamó con lágrimas en los ojos: “¡Hermano Elías! ¡ La Humildad! … ¡ La Humildad!…¡ He aquí la humildad! ” Lector, fue insuperable poner esto en su foto.
Entre los múltiples elementos que aporta permanentemente el H. Guillermo F. Casto, se cuenta una fotocopia. Fue tomada de la revista del santuario de Luján, ”La Perla del Plata”, ejemplar de marzo abril 1958, pág. 10 – 12. Sigue a continuación.
“Ha fallecido el Hno. Elías, el peregrino a pie solitario, el amante de nuestra Virgencita, a quien ELLA atrajo a Luján, donde durante casi medio siglo vivió como ejemplarísimo religioso.
El 13 de junio de 1910, cuando aún no se habían silenciado los ecos de la celebración del Primer Centenario de la Revolución de Mayo, llegaban a Luján dos hombres, atraídos ambos por la misma Virgen, y sobre quienes tenía providenciales designios.
Uno de ellos, de nombre Cándido Laterza, uruguayo de origen, alto, delgado, correctamente vestido y algo tímido, había oído cierta noche una voz misteriosa que lo invitaba a dirigirse a Luján, ciudad que no conocía, pues, al dejar su patria, y tras breve estadía en Buenos Aires, se había marchado al interior del país.
La Virgen de Luján lo quería como Sacristán Mayor de su Santuario, y el muy recordado Padre Vicente María Dávani, que hacía tiempo pedía a la excelsa Señora que le enviara un digno sacristán, se creyó escuchado y, sin mediar indagación alguna, entregó al recién llegado, con toda su confianza, las llaves de las diversas dependencias.
Esto lo oí varias veces, contado por el mismo Señor Laterza, con quien tuve mucha intimidad.
Y todos sabemos que mi carísimo amigo supo corresponder a la confianza en él depositada, fue un sacristán modelo y vivió y murió como un santo.
El otro hombre llegado a Luján el 13 de junio de 1910, era pequeño de estatura, algo morocho y trajeado de obrero; pero en su cuerpo poco dotado encerraba un alma noble, grande y bella. Su nombre era Luis Safirio.
Nacido en el Piamonte (Italia), había llegado a la Argentina cuando sólo contaba dos años. Desde niño se había dedicado a las tareas rurales en la región de Chivilcoy, donde pasó su infancia y adolescencia.
Era la segunda vez que Luis Safirio efectuaba solo la peregrinación a pie desde Chivilcoy: ¡la friolera de 150 kilómetros!
También a él le oí referir varias veces las peripecias de tales peregrinaciones.
Muchos, sin duda, al ver a nuestro hombrecillo caminando a lo largo de la vía férrea, pues por aquellos años los caminos ni aún eran proyectos, debieron tomarle por uno de tantos “linyeras”, quienes, según la copla popular “van corriendo el mundo sin saber donde van”, y como a tal debieron tratarle.
Varios días de camino, con las incomodidades inherentes a tan largo viaje.
Al Señor Safirio le interesaba llegar a Luján, porque sentía una fuerza interior que le atraía, y quería cumplir un propósito que desde años atrás había madurado en su mente.
A su llegada a la Basílica procuró ante todo confesarse, oyó luego la santa Misa, en la que comulgó, quedando después en fervorosa plegaria ante la imagen milagrosa.
Al abandonar el Camarín encontró al venerable Padre Varela —ése que fuera ángel tutelar y paño de lágrimas de tantos— y sin más preámbulos le preguntó si necesitaba un hombre para el servicio del Santuario, a lo cual él se ofrecía gustoso y sin pretensiones.
El Padre Varela, inspirado sin duda por la Virgen, le aconsejó se dirigiera al Colegio de los Hermanos Maristas, que encontraría atravesando el río.
El solicitante se presentó sin tardanza en el citado establecimiento, siendo atendido por el Hno. Director.
Enterado éste de su solicitud y movido por algo indefinible que se notaba en el porte y voz de aquel hombre, accedió gustoso y le mandó se quedara.
Desde el día siguiente, el señor Safirio, el chivilcoíno, como lo designaban, asistía a misa muy de mañana en el Camarín, juntamente con la comunidad, y comulgaba con gran edificación.
Su piedad, buenos modales, ingenio y aptitud para todo trabajo, le conquistaron la simpatía de todos los moradores del Colegio Nuestra Señora de Luján.
Cierto día dijo tímidamente a uno de los Hermanos, si él no podría también ser religioso y vestir el mismo hábito. No cayó esto en saco roto.
Pronto llegó a oídos del santo varón que se llamó Hermano Honorato.
“Y ¡cómo no!” le contestó, añadiendo con aquel gracejo que le era habitual: “Sí, Usted
ha de ser religioso y ha de quedarse en esta casa, de la cual la Santísima Virgen es la Madre Superiora. No se arrepentirá de ello.”
Así se vio cumplido el mayor anhelo del señor Safirio, del peregrino a pie solitario.
En el mundo hubiera podido disfrutar de holgada posición, pues era muy ingenioso y trabajador; pero él quería consagrar su vida a la Pura y Limpia Concepción del Río Luján de quien se había prendado, y estaba decidido a no apartarse más de su lado. Meses más tarde se convirtió en el Hermano Elías, vocación algo tardía, si se quiere, pero firme y decidida.
La Congregación Marista acababa de recibir un precioso regalo de su Madre y Patrona.
El 13 de marzo de este año, no diré murió, por parecerme un término ofensivo, sino “pasó a mejor vida” el religioso ferviente, el trabajador, el abnegado, el ingenioso, el que entendía de todo y en todo ponía la mano… que todo eso y mucho más fue durante medio siglo el Hno. Elías, el enamorado de la Virgen de Luján, el peregrino a pie solitario, cuya memoria quedará en bendición.
Una pérdida muy sensible, irreparable ha sufrido la Congregación Marista, pero, glosando a Job, y aunque nos cueste resignarnos, repetimos, elevando los ojos al cielo donde ya está nuestro Hermano: “La Señora nos lo dio, la Señora nos lo quitó. Bendita sea ELLA.” Firmado H. C. C…
Es bien el caso de decir que este pequeño hermano tan importante en su proyección de vida Marista plena y entera, produce particular bienestar espiritual al tener que referirse uno a su vida y figura. Con este estado espiritual, iniciamos el recorrido de las diversas citas que lo tienen como protagonista o, tal vez solamente, lo nombran.
La Famille, n°1, pág. 3: En torno a un terreno recién adquirido que amplía el de nuestra Villa San José, y que denomina “Juana de Arco”, con humor al articulista —muy posiblemente el Hno. Honoratus— revisa las distintas perspectivas que diversos Hermanos, hipotéticamente, elaboran en cuando a su aprovechamiento. En todo caso, comprueba, lo seguro es que, por el momento, ha sido campo de fútbol durante tres horas y bajo una lluvia muy intensa, para Novicios, Postulantes, Escolásticos y Juniores. Y la conclusión encara la situación del Hermano zapatero de la Casa, que no es, ni más ni menos, que nuestro Hno. Elías Victoriano. Aquí el párrafo: “¡Pobre Hno. Elías, encargado ahora de reparar, cual un buen San Crispín, las heridas demasiado abiertas recibidas en el ardor de la lucha homérica!”
Y seguirá el tema en torno al predio con el título “Vergel ´Juana de Arco´” y a nuestro H. Elías en el número 2 y página 31 (agosto 1919). El articulista se solaza describiendo la plantación de 200 árboles adquiridos a la Casa Santiago Giachino, calificado como el primer “semillerista” de Luján. En nuestro actual lenguaje, primer vivero de la población. Es un relato pleno de humor, muy de ironía a la francesa, que por mor de brevedad sólo presentamos lo siguiente, traducido, “En cuanto a los hoyos, no pudieron estar hechos más piadosamente, habiendo puesto en la tarea toda su religiosa aplicación escolásticos, novicios, postulantes.
El Geómetra agrimensor, h. E…, quien une a este título el de jardinero, cocinero, agricultor, herrero, mecánico, pintor de brocha gorda, herrador de equinos, plomero – ziguero, señor (“seigneur”) del lugar (léase “sangrador”) (“saigneur”, en francés), inspector, veterinario en el corral, fotógrafo, electricista y, en último lugar, zuequero o, más bien, propiamente, zapatero de profesión (¡12 oficios, 13 miserias!) El H. E…, fiel a la consigna, se ha aplicado en hacerlos plantar en escuadra… ¡Hay que ver esas avenidas! De cualquier lado que se miren, son regulares como las diagonales de la capital… porque los árboles están alineados como soldados en foto.”
“¡Y qué lindos están con su veste blanca de bautismo!” – “No, es que para protegerllos a los insectos el H. P… les ha dado un baño de leche de cal.”- “Cállese, mal hablado…” – “Escuche al otro que dice que Usted los ha sembrado a la manera de zapallos”. …no sé si él habla de Usted o de los árboles…”
“Y todo esto que procede, ¿para decir que?… que el huerto cercado ´Juana de Arco´ se ha capitalizado con una plantación de árboles frutales: durazneros, entre los que emergen decenas de almendros, de cerezos, de ciruelas, de granados, de caquis, de naranjos, de mandarinos, de manzanas, de membrillos, de perales, con mezcla de castaños, de nogales, de olivos y de limoneros… Vamos, creced, queridos árboles de mi corazón, y también el centenar de cepas de viñas de la gran avenida, y multiplicad vuestros frutos. Nosotros les haremos honor en compañía de nuestros queridos huéspedes.” Sí, lector, “zapatero”, como revista en al nómina del Distrito de 1919 (página 14).
Ecos de Familia, noviembre 1923, pág. 18: Se anuncia la inauguración de ampliaciones de la Villa al finalizar el retiro estival. Citamos “En la nueva construcción de Luján se ha imitado el ejemplo del Hermitage: hable si no el Rdo. H. Director, de incansable actividad; el H. Elías, arquitecto, ingeniero electricista, mecánico, etc., etc.” Se insiste en la veta de iniciativas suyas: “y a todo esto habría que agregar que el H. Elías proyecta siempre, que el Hno. Alicio arregla y ordena y que es el H. Ecónomo quien… paga.” (Mayo 1927, p. 3). En marzo 1933, p´225, es una cuestión de envergadura. Veamos: “La Villa San José contará en breve con la cancha de pelota embaldosada; así los escolásticos y juniores podrán divertirse después de las horas de intenso estudio. La colonia de Marcos Paz nos hizo un precio módico.
Agosto 1937, p. 361. Se pasa revista de las tareas que llevan a cabo en Villa San José los Hermanos encargados. Sobre él: “Contra los efectos de la humedad y resabios de las inundaciones, ha luchado tenazmente el H. Elías Vitoriano, quien ha raspado y pintado el sótano y otras dependencias; actualmente brega por un parral,” (En página 363 se ofrece al alumnado de neustros colegios. Al sumarlos, da un total de 4282, s.e.u o. Ver aquí mismo.) En 1938 continúa el tema del sótano (agosto, p. 392). Así: “El H. Elías Victoriano dirige los trabajos de levantar un tanto el piso del Sótano antiguo para evitar las inundaciones menores y aminorar los efectos de la humedad.”
Diciembre 1941, p. 19: “Gracias a la habilidad del Hno. Elías los Juniores y Novicios disfrutarán en delante de un hermoso cuarto de duchas, frías y calientes, contiguo a sus respectivos dormitorios.” Y en p. 20 ¡otra que “12 oficios 13 miserias”. Como hemos leído páginas atrás! Elías, apto todo servicio. Vean si no: “El H. Elías piloteó con su habitual maestría desde Luján hasta Anizacate un flamante coche Buick. (…) Se está trabajando en el dique de contención para formar una pileta de natación. La ingeniería del H. Elías, aún incompleta, ya ha tenido que vérselas con una brava embestida de las aguas y salió ilesa de la prueba. En fin… una pequeña Jauja.”
Diciembre 1942, p. 54: En “Nuevas del Hogar”, luego de ponderar la afluencia de visitantes a la Villa para apreciar la instalación del monumento al Vble. Padre Champagnat, continúa así: “La estrechez del antiguo recibidor de la Casa se ha trocado en la holgura necesaria y fresca con que ahora convidan las tres flamantes salas de recibo, brotadas del empeño del Hno. Director de la Casa y de la abnegada industriosidad del Hno. Elías V.
La blanca fuente del parque es otra de las atracciones de la Casa. El H. Ciro fue el autor del proyecto que encontró un adecuado realizador en el H. Elías y en un grupo de escolásticos.” Sin nombrarlo, pero estamos seguros de que en esto también puso la firma, a renglón seguido de nos cuenta que ha sido colocado un zócalo de mosaico, que se eleva a nivel prudencial, en los comedores.
“Precioso descubrimiento en la Villa San José. Gracias a los siempre ingeniosos esfuerzos del querido Hno. Elías Victoriano para conjurar los efectos de la prolongada sequía, la Villa San José se halla hoy en posesión de una verdadera fortuna, cuyos beneficios prevé el R. H. Luis Marcelino, como lo expresa a continuación: La Villa San José dispone de un nuevo pozo semisurgente perforado en la vereda que está frente a los comedores. Sus linfas cristalinas y abundantes afluyen, mediante una cañería, frente al comedor de los novicios. Han resultado sus aguas una agradable sorpresa, pues su dureza apenas supera los ocho grados hidrodimétricos. Los estómagos delicados se lo agradecen, ya que las aguas de que disponían hasta el presente rayaban en los diez y siete. Resultan hasta la fecha el agua de mejor calidad en toda la comarca. (La de la usina, 120 mts de profundidad, conceptuada como la mejor de Luján, tiene 9 grados de dureza) Con ello se puede dar un prolongado descanso a las permusitas, permozeolitas, ablandadores y Cía. anónimas.” En la Villa, el agua siempre es tema por carta de más o por carta de menos. Y Elías – ya sea por inundaciones (más) o por mejor provisión (menos), siempre tiene en mano las cartas del triunfo…: “(…) Bajo la dirección del Hno. Elías y con la eficaz colaboración de los escolásticos, se ha terminado la nueva instalación para la centrífuga, encontrándose la bomba a 3 mts. bajo el nivel de los dos surgentes”, leemos en pág. 9 de octubre 1943.
Agosto 1944, p. 80: “El mástil de la Villa San José. El día 8 de julio, víspera de la fiesta de nuestra Independencia, fue solemnemente inaugurado el mástil de la Villa San José, cuya erección se anunció en el número anterior de ECOS DE FAMILIA. La oportuna iniciativa del R. H. Director de la Casa encontró un excelente proyectista en el Hno. Ciro y muy eficaces realizadores en los infatigables HH. Elías Victoriano y Escolásticos. La conjunción de tantas cosas buenas ha dado como resultado una justa obra de arte, en que se alían la esbeltez, la sobriedad y la belleza.” En crónica extensa se lee todo lo llevado a cabo en el acto inaugural, que se cerró con el desfile y saludo a la bandera de los dos Junioratos, acto que se realizó por primera vez en nuestra casa de formación.
Al Elías realizador de mástil patrio, le sigue en esta cita el hábil carpintero, agosto 1945, pág. 86: “El H. Elías Victoriano lleva adelantado un meritorio trabajo: la fabricación de 30 bancos de clase, de acuerdo a modelos sencillos y modernos, ingeniosamente retocados, como no podía ser menos, por su talento inventivo. A él, sobre todo, le complace grandemente, su descubrimiento de la bisagra silenciosa. Recordamos que el año pasado fabricó 30 finos roperos para el Escolasticado.”
Nuestro incansable operario tuvo un parate, al que lo obligó una racha de gripe, como se puede leer en agosto 1946, pág. 87. Flagelo que asoló a Hermanos y formandos dos años después, atacando especialmente a los Hermanos ancianos. Nos lo nombra la crónica integrando el grupo de ocho engripados… Ver diciembre 1948, pág. 85.
En mayo de 1950, pág. 5, se informa del traslado e instalación del Juniorado Menor en el edificio que fuera sede del Instituto Fahy de Capilla del Señor. Y… ‘¿dónde irá el buey que no are?’: “Un grupo entusiasta de Hermanos, bajo las órdenes del R. H. Elías Victoriano, consagró sus últimos días de vacaciones al más urgente reacondicionamiento de la nueva casa, rivalizando todos ellos en abnegación, habilidad y espíritu de iniciativa.”
¡Natatorio a la vista! Octubre 1951, pág. 45: “Para referirme a algo relacionado principalmente con el verano y su calor, he de mencionar la última metamorfosis sufrida por nuestro viejo tanque australiano, convertido hoy en hermosa y refrescante pileta de natación, gracias al ingenio del querido Hno. Elías Victoriano.” Y, continuando en clave deportiva, le toca al básquet. Ver octubre 1952, pág. 148: “En el Juniorado ha surgido como por arte de magia, una elegante y espaciosa cancha de básquet. Arquitectura, dirección y obra del querido Hno. Elías Victoriano, a quien secundaron los Hermanos Profesores y los júniores, robando no pocas horas al descanso y algunos momentos al estudio.” Al año siguiente sabremos que el Escolasticado tendrá la suya, agosto 1953, pág. 224: “Mayo 20: Un viejo y destartalado camón transporta todos los ladrillos que insumirá la cancha de básquet del Escolasticado. Pero antes, el H. Elías V. & Cía. habrán de poner término a la escalera de acceso a la cripta y al sótano, que se está construyendo como complemento a la ya existente a la bajada de la capilla, sobre el corredor principal. Se acabarán así las lluvias, las intemperies y demás molestias para nuestros Hermanos ancianos, en sus idas y venidas al comedor y a la cripta.” La postergación fue breve. Veamos, noviembre, pág. 279: “Septiembre, día 15 (…) Con un pequeño refrigerio en el mismo teatro de operaciones laborales, el Escolasticado en pleno, acompañado del ingeniero jefe, Rdo. H. Elías V., y de dos obreros mosaiquistas, celebró la terminación de líneas generales de la cancha de básquet. El H. Elías tuvo a su cargo las palabras de circunstancias, las que fueron, naturalmente, muy aplaudidas.”
Una nueva edición de nuestra historia nos retrotrae a orígenes villero – sanjosefinos, año 1916: Días de nuestra Provincia, ejemplar de diciembre 1953, pág. 299: “Bajo la dirección del H. Elías Victoriano, constrúyese en la Casa San José el canal de desagüe que va desde el sótano hasta el río.” 38 años después, en el nº de abril 1954… ¡firme Elías Victoriano!: “En una segunda visita a la Casa Provincial, comprobamos que el H. Elías V., con 60 y tantos añitos arriba, trabaja como en sus mejores tiempos; (…)” El ‘túnel del tiempo’ en otra entrega de Días de la Provincia (III), nos pone en contacto con otro jalón progresista aportado por el siempre fiel Elías. Diciembre 1954, pág. 415, 1935: “Por primera vez, el H. Elías Victoriano elabora el hidromiel con fómula y métodos propios… y obtiene la bonita cantidad de 2350 litros. (Observación: el tomo de Ecos que obra en poder de NOS PRECEDIERON, carece del ejemplar de abril 1955, en cuya página 435 se halla una cita. Se omite hasta tanto se consiga un tomo válido.
Breve referencia a algunas molestias en su salud, agosto 1957, pág. 130. No fueron impedimento para progresos y reparaciones, como leemos en octubre siguiente, pág. 143: “La incansable actividad del H. E. V. ha llegado hasta el adecentamiento de las piletas de la vajilla, marco de puertas y ventanas deteriorados, gasificador de la cocina, tonelería y bodega, soldadura de caños y tanques, bombas de agua, molino, etc.”
Desde el aula del trabajo, desde la pedagogía de las herramientas, docente que se ignora a sí mismo, catequista silencioso en el horario de todo el día, no tuvo tiempo, casi, ni para enfermarse. Evangelio chueco y petiso pero enhiesto, tranquilo en su paz permanente y en su crisis terminal, también hubo campana ausente en su caída, previa, sí, pero, a la postre, definitiva. Nos remitimos a ECOS DE FAMILIA, en su número de octubre 1958, por las páginas 167 y siguientes. Como en las Misas de antes, un “último evangelio”…
Nuevas Del Hogar — +Hno. ELIAS VICTORIANO.
Con la muerte de los justos, ocurrida en la Villa San José, nos ha dejado el buen H. Elías Victoriano.
Algo raro sucedía el 8 de marzo, pues el H. Elías no había tocado las campanadas de las 5.25. El, tan puntual y constante, que en 27 años –desde 1931, a la muerte del H. Lidoire nadie le recuerda un solo atraso en el cargo que tenía de despertar cada mañana a las comunidades de la Casa Provincial.
Intrigado por ello, el Hno. Director del Escolasticado dirigióse a su habitación, a aquel cuarto de alquimista medieval que el H. Elías ocupaba, desde 1915, muy cerca de su taller general. Desgraciadamente, las aprehensiones quedaron confirmadas: Sobre el suelo, derribado por un ataque de hemiplejia, yacía el H. Elías Victoriano.
Trasladado de inmediato a la enfermería, comenzó a reaccionar muy lentamente, hasta recobrar el conocimiento al día siguiente. Las señas que hacía y su clásica sonrisa de hombre sin hieles, dieron fe de su tranquila resignación a la voluntad divina.
El ataque había sido más fulminante de lo que todos se imaginaron en un primer momento; por lo que en la noche del miércoles, en presencia de la Comunidad, se procedió a rezarle la recomendación del alma. Horas después, a las 8.40 del jueves 13 de marzo, el H. Elías entregaba su hermosa alma al Creador.
Rica en ejemplos, la vida del H. Elías. ¿Quién no se lo imaginó, alguna vez, como a uno de los primeros Hermanos del Instituto, uno de aquellos fieles discípulos que el Padre Champagnat plasma en el Hermitage y Lavalá? Porque, efectivamente, el H. Elías era un marista cabal, a imagen y semejanza del Beato Fundador: Humilde, sencillo y modesto. Piadoso, sin remilgos inútiles. Hijo de la casa, cuyos intereses cuidaba como propios. Trabajador incansable, su reloj jamás conoció la hora del descanso o la pausa de un asueto reparador. Risueño siempre, a todos prodigaba una sonrisa fácil, limpia de malicia o doblez.
Su amor a la Virgen le alcanzó la gracia de la vocación marista, allá por 1911, cuando frisaba en los 26 años de edad. Un secreto impulso del corazón lo había llevado desde Chivilcoy –donde residía- hasta la Basílica de Luján. Y fue allí, en la casa de la Virgen, donde oyó el envite divino, formulado en estas palabras: “¡Vaya con los Maristas”, que en tan buena hora le dijo uno de los Padres. ¿El Padre Varela, quizá? Nadie lo sabe.
Poco después, el joven Luis Safirio —tales eran su nombre y apellido— golpeaba a las puertas de la Casa San José, que le fueron abiertas de inmediato, con no disimulada sorpresa y contento de los pocos moradores de entonces. Ese día, el calendario del H. Honoratus señalaba el jueves 1° de junio de 1911.
Con este ingreso, el Instituto se enriquecía con un tesoro inestimable. Por eso, no estuvo muy exagerado cierto Hno. Director en la mañana del sepelio, cuando al presentar sus condolencias al Rdo. Hno. Provincial, le expresó: “Se las doy como si la muerte nos hubiera llevado a cinco Hermanos juntos”.
Terminado el noviciado, el 8 de diciembre de 1912, el H. Elías fue destinado a los trabajos manuales de la casa. De todo hizo y en todo intervino, con maestría insuperable. Simultáneamente, o a la vez, fue albañil, carpintero, mecánico, electricista, cerrajero, chófer, relojero, viñador, etc., etc. Nunca mejor aplicado que en su persona, aquello de que fue un hombre providencial. Sí, el H. Elías fue una providencia viviente, de esas que tanto necesitan las casas de formación, donde a diario hay mil cosas que atender y solucionar. Lo que él hizo, siempre, sin ejemplar eficiencia, cariño y desinterés.
Y así, con ese ritmo de entrega sostenida que todos le conocimos, se desgranaron 45 años de trabajos, virtudes y plegarias. Hasta que ya maduro para el Cielo, y cumplido en plenitud el ciclo del llamado divino, el H. Elías se fue lejos, y muy alto, a recibir el premio que el Gran Rey ofrece a quienes han sabido redituar al doble “los cinco talentos” recibidos.
Al llorar ahora, como pocas, su partida, queremos formular un voto: Que este molde de marista, que fue el H. Elías, tenga pronto un digno reemplazante en alguno de los tantos Hermanos jóvenes o maduros, abnegados y capaces, que pueblan las comunidades maristas de la Provincia Argentina. ¡Dios lo quiera!
Mayo 1958, pág. 204: “La vivencia más íntima que hemos experimentado estas últimas semanas, creo que ha sido la muerte del Hno. Elías (q.e.p.d.). Inesperada y fugaz. Con él ha desaparecido una de las figuras más tradicionales y simpáticas de la Villa. ¡Cuán bueno era! ¡Qué ejemplar, trabajador y alegre! Éstas y otras exclamaciones salieron de boca de todos, mientras de los ojos de muchos se escapaba una lágrima de desahogo. ¡Señor, dale el descanso eterno!
ESCOLÁSTICO.
Julio 1958, pág. 215: “Cumpliendo una directiva del Rdo. Hno. Asistente, en la Villa San José se está escribiendo una biografía, del H. Elías Victoriano, de tan grata memoria para todos, en la que se pondrá de relieve a “a un arquetipo del Hermano Marista dedicado a las manualidades de la casa”. A quienes tengan algún dato inédito, de particular interés, sobre la vida del querido difunto, se les ruega comunicarlo al Rdo. Hno. Conrado, director de la Casa Provincial.”
Diciembre 1962, en página 171, un recuerdo agradecido por su tanque-pileta. Lo asienta el Hno. Guillermo F. Casto, en la crónica “Luján, Inauguración de Obras en el Juniorado Mayor. ¡Lo que es tener agua encerrada en un redondel” Habría que levantarle un monumento al que en vida fuera el sin par Hno. Elías Victoriano. ¡Viera los gritos y exclamaciones, las zambullidas, estilos y buceadas! Dios todo lo hizo bien.”
Mismo ejemplar, página 176, como una última flor depositada sobre su tumba: “(…) Y añadía otro: “Yo siempre me acuerdo del Hermano Elías. ¡Las cosas que sabía! Y, sin embargo, no había ido a ningún profesorado ni facultad. ¿El secreto? Era un hombre que no perdía un minuto y cuya obsesión era poder ser siempre más útil a los demás”.
Es de lamentar que no hayamos podido tener a la vista la biografía pedida por el Hno. Asistente, si es que fue confeccionada. A nuestro entender, no poseemos otras fuentes sobre la vida del Hno. Elías Victoriano.