Nombre Civil: Jesús Cortés.
Fecha de Nacimiento: 24/11/1903.
Lugar de Nacimiento: –
Fecha de Profesión: 01/01/1920.
Fecha de Defunsión: 19/01/1951.
Profeso Perpetuo 1890 – 1951.
Nacimiento: España 24/11/1903.
1911: La Familia en Argentina. Calle Superí, 1451, Capital.
27/ 7/1916: Junior en Luján.
7/ 7/1918: Postulante.
1/ 1/1919: Toma de Hábito.
1/ 1/1920: 1ra. Profesión.
1/ 1/1925: Profesión Perpetua.
Actuac.: Profesor en 5 cgios, durante 14 años (1922 – 1935).
1936 – ‘49/junio: Diversos y Portero en Villa San José .
1949 – 1951: Enfermo.
+ 19/ 1/1951 47 Años.
Jesús Cortés era originario del Pueblo de Aldearrubia, donde nació el 24 de noviembre de 1903. De la provincia de Salamanca. Sus padres, Esteban – de quien no nos consta quehacer -, e Isabel del Pozo. Sabemos de un hermano, quien fuera nuestro Hno. Leoncio.
A sus 7 años y poco más, la familia se traslada a nuestro país, 1911. Fija residencia en la calle Superí 1456, en plena zona Belgrano de Capital Federal. No constándonos detalles ni, mayormente, circunstancias, nos conformamos con los datos cronológicos del epígrafe, tal cual nos los presenta la ficha. Sí detallamos su actuación apostólica. Mientras respondió su salud, se desarrolló en los colegios. Fue profesor y encargado de dar Religión (lenguaje de la época.) Desde que egresó del Escolasticado (no consta en la ficha cuándo), se desempeñó en el C. San Luis hasta 1923. 1924, en el de Luján. En Mendoza/1925; Champagnat/1926-’27; Mar del Plata/1928 – ‘29; Luján/1930 – ‘32; Champagnat/1933 – ‘35.
Por razones de salud es nombrado a Villa San José, donde desempeña tareas diversas de ayuda, en especial la Portería/1936 a junio 1949. En la ficha consta que desde este año y mes, figuró como enfermo en Villa San José.
De mis propios recuerdos, ofrezco que fue portero de la Villa, cargo ideal para una persona como él: discreto al máximo y amable sin familiaridad. En ese 1949, siendo escolástico, lo remplacé. Creo que no volvió a hacerse cargo. Luego de mi interinato, fue nombrado un Hermano. Además, sus tareas eran: de los diarios de la casa y otros, con adecuados cortes confeccionaba los tacos de papel destinados a los baños. Suministraban noticias incompletas – con fechas en general imposibles de detectar – a bastantes formandos.
Estaba encargado de gestionar semanalmente la entrega de la ropa de las distintas secciones a las lavanderas para su lavado, y a cada señora correspondía libreta – control que llevaba.
Un verdadero servidor de los pobres que acudían diariamente y se les depositaba en sus tarritos lo que correspondía a almuerzo. Lo hacíamos los HH. Escolásticos. Bajo su supervisión. Era de nuestra misma alimentación, pero la mezcla no era apetitosa. Sigue vigente en nuestra memoria el caldo en que estaba casi como sumergida. Epocas son épocas. Eran atendidas entre 8 y 12 personas.
Todos recordamos que su caminar era oscilante, dubitativo, con inseguridad, especialmente frente a escalones o desniveles. Tenía algo de un caminado ebrio… Asimismo, una perceptible dureza de músculos faciales en el rededor de su boca y en los labios, era causa de dificultad, de falta de flexibilidad en su hablar. El Hno. Cirilo (Pablo Bajo García) nos informó de la causa de uno y otra. El Hno. Daniel había sido objeto de una intervención quirúrgica en el cerebelo. Nos la nombraba con el terrible nombre – creo que de ribetes técnicos – de “trepanación”.
Era un clásico verlo acudir desde su oficina situada en la esquina de la casa, a la derecha del portón de ingreso, al llamado del timbre, atender, y luego, si era el caso, acudir a la campana a fin de convocar a puerta de calle – o al teléfono – al Hermano buscado. Dicho instrumento sonoro se encontraba en el rincón, a la derecha de la oficina que fue dirección de secciones de formación, y actualmente gabinete de atención del Hno. Horacio Bustos (1996). Para el H. Mariano, tres campanadas (casi seguro por proveedores), para el Director de la Casa, dos… Para otros, con combinación de badajazos seguidos o separados.
Lo veíamos persona de buen talante, de relación sencilla. Muy sobrio con nosotros, pero nada alejado ni solemne. No nos aparece, a la distancia, como conversador. Recuerdo que algunos de los Hermanos de la Comunidad se relacionaban con él en los recreos mediante diálogos sazonados con comentarios festivos, no molestándole que hubiera referencias humorísticas, siempre inocentes, dirigidas a sus modalidades, haceres o características personales. En un rosario que nos dirigió durante paseo a la estancia Naveira a un grupo de Hermanos, el Hno. Damián (Teglia), protestaba familiarmente porque los misterios del H. Daniel duraban más de 10 avemarías… Gran rostro de paciencia del acusado…
Terminamos la crónica de su bella vida con amplio fragmento, fruto de la pluma del Hno. Cirilo. Luego de decir que debió abandonar la tarea docente tras la delicada operación quirúrgica mencionada, dice “ plugo al Señor hacerle pasar por el crisol de la tribulación y convertirle en un obrero de la Cruz.” A raíz de lo cual le fue confiada la portería de Villa San José. Y continúa así:
“Muchas veces oímos repetir que nunca se había encontrado un portero, tan cabal y constante y el buen Hermano al escucharlo esbozaba una amable sonrisa.
Lo cierto es que era real, su fidelidad a sus obligaciones era proverbial. Además muy mal debía encontrarse para faltar a los ejercicios de comunidad y nunca sus dolencias y achaques le sirvieron de pretexto para dispensarse de ellas.
Incontables veces llegaba tambaleándose – consecuencia de su afección cerebral – y
cuando, bromeando le decíamos que debía tener cuidado para no romperse la cabeza contestaba con gracejo ” Tengo una seguridad espantosa”. Espantosamente mala era esa seguridad; por eso su fidelidad constante al reglamento general rayaba en lo heroico.
Cuando ya la enfermedad hizo crisis, dice el Hno. Cirilo Cándido que esto escribe, la constante fidelidad de su vida seguía manifestándose por un acto mecánico e inconsciente. Así, en muchas circunstancias, tanto yo como el Hermano enfermero lo sorprendíamos en su cuarto de pie, bien agarrado a los hierros de su cama para no caerse y al preguntarle a dónde quería ir, “Han tocado para el oficio, para el rosario, para…”, respondía.
A causa de su lesión cerebral había casi perdido la vista, por lo que le resultaba imposible realizar el rezo del oficio u otras preces en la misa. Ya se encargaba él cuidadosamente de suplirlas pasando largos ratos en la capilla entretenido con Nuestro Señor o rezando piadosamente el rosario.
Muchas veces para que no se levantara iba yo a rezarlo con él. Le agradaba sobremanera el rezarlo acompañado. El infaltable complemento al rezo del rosario era el beso cariñoso a una imagen de la Virgen de Luján que tenía colocada en un altarcito próximo a su cama.
Digno de loa es también el Hno. Daniel Bernardino por su abnegación y caridad. Los pobres de Luján han de recordarlo por muchísimo tiempo, pues son innumerables las obras de misericordia que tuvo la oportunidad de llevar a cabo durante sus quince años de portero. Se le veía con frecuencia dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo, adoctrinando a los ignorantes, propinando una amistosa reprimenda a “Patroclo” cada vez que veía el fondo de la botella.
Los Hermanos alemanes se han sentido particularmente afectados por el deceso del que fuera su incomparable “maestro de castellano”.
Se ha notado un vacío inmenso en la Villa San José difícil de llenar. Nos edificó con su vida ejemplar y no dudamos que será un poderoso pararrayos para nuestras obras en el Plata.
Durante la calurosa noche del 19 de enero, 1951, su corazón generoso dejó de latir. Murió con la serenidad del justo teniendo al lado de su lecho al Ministro de Dios que le dio la última bendición y la bendición papal y sobre todo su Virgencita de Luján que seguramente lo presentó a su divino Hijo y lo introdujo en la gloria celestial.”