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HNO. CELSO FIDEL

Nombre Civil: Santiago Goizueta Iriarte.

Fecha de Nacimiento: 24/07/1887.

Lugar de Nacimiento: Orcoz — España.

Fecha de Profesión: 02/02/1936.

Fecha de Defunsión: 28/09/1970.

Estable 1887 – 1970.
Nacimiento: España 24.07.1887
23.12.1911: En Buenos Aires.
15.08.1934: Postulante.
02.02.1935: Toma de Hábito.
02.02.1936: Primera Profesión.
08.01.1941: Votos Perpetuos.
24.01.1951: Votos de Estabilidad.
1936 – 1970: En Villa San José, Apicultor.
Siempre reumático.
Fallece en Luján: + 28.09.1970 — 83 Años.

Goizueta Iriarte, Santiago vio la luz del día en Orcoz, y por lo mismo navarro de pura cepa. Sus padres fueron Cristóbal, agricultor ( + 1903) y Ambrosia Iriarte (+ 1911). Consta de su hermano Román, con domicilio en Huisi, pvcia. de Navarra.

Su ficha de Secretaría es de las más simples. Aparte de esos datos mínimos de familia y de su Currículum vocacional, no hay más para reportar. Ni titulaciones, ni cédula de identidad ni libreta de enrolamiento, ni Segundo Noviciado, ni visita de familia. ¿Grilla para sus obediencias y cambios de lugares? Nada. Profesó el 2 de febrero de 1936, y el 3 ya estaba obedeciendo en su primer y único puesto, apicultor, acompañando, como quien dice, al titular, el Hermano Louis Céléstin. Dos períodos claros en su existencia: por 46 años, grandes movilidades y variaciones (1887 – 1934), hasta con participación en la guerra del norte de África. Y por 36 años más, la Villa San José, con dos de formación y compromiso marista y el resto en el trabajo apícola, al lado del simpatiquísimo Frère Louis C.

Hombre de silencio y de labor. Con un torpe caminar de paso duro sin flexibilidad y, menos, elegancia, fruto de su invariable reumatismo. Ni delgado ni grueso. Sí sólido. De tan poco hablar y mostrarse, que me considero favorecido de poder recordar su tono de voz, no habiendo formado parte de su comunidad ni haber trabajado con él en el colmenar. Le oí contando un recuerdo de la guerra de Melilla. Era un soldado compañero herido, en mal estado. Y gemía diciendo “Mare de Deu, Mare de Deu…” Un catalán, agregaba. Otra vez le oí expresar su admirado agradecimiento a la congregación, que había hecho tanto por él…su formación, sus posibilidades de una existencia digna…
Me pareció notable de realismo y sensibilidad agradecida. Al ver la foto de la comunidad de Villa San José, 1966, no hablemos de alguna columna del Instituto. Una verdadera columnata sosteniéndolo. Bendito sea Dios que obsequió tales personalidades a nuestra Provincia.

Como podrá observar, Hermano, no hay hazañas para contar. Sólo la mayor: un ser humano que vivió en la ofrenda por amor al Señor y a sus hermanos, bajo los auspicios y devoción de Nuestra Señora. Y así lo veíamos dirigirse los días de precepto a participar de otra Eucaristía en la Basílica, a los pies de la Virgen de Luján.
Lector, lo dejo con el testimonio sobre el H. Celso debido a la pluma del H. Samuel Eutimio Merino.

Tras una prolongada dolencia agravada por los años, contaba ya 82, falleció en Luján, el día 10 de septiembre de 1970, este pilar de laboriosidad y observancia religiosa que se llamara Hermano Santiago Goizueta, pero que nosotros conocíamos con el más simpático nombre de H. Celso. Era navarro y hacía muchos años que había llegado al país.

De sus años mozos no conocemos muchos detalles, pues reservado en sumo grado, difícilmente hablaba de sí mismo y nunca le oímos hablar de su niñez y de su familia. Se había entregado por completo a su Instituto que consideraba su “ nueva familia “ y a ella vivía totalmente consagrado.

Con todo, tenía una debilidad. Nosotros, que se la conocíamos, le provocábamos a ponerla de manifiesto. Hablaba con entusiasmo de su actuación militar en Melilla durante la guerra que España sostuviera para dominar esa ciudad. Le había correspondido por esa época realizar su servicio militar y tenía multitud de anécdotas de su actuación como soldado. Bastaba decirle: “Hermano Santiago, ¿Usted conoce el monte Guru-gú? “ Entonces tenía cuerda para rato y contaba con lujo de detalles sus peripecias en el frente africano. No le gustaba, empero, la guerra y por ello, como años después de terminar su servicio militar lo llamaron nuevamente a filas para proseguir la campaña cuya violencia había recrudecido, optó por pasar a Francia orientado por un guía montañero por entre los laberintos de los Pirineos. (Foto: Águila de los Pirineos.)

Desde allí se embarcó en Burdeos para la Argentina y llegó a nuestras playas empleándose de inmediato en la campaña bonaerense, en labores del campo, para las que era muy diestro. Hombre múltiple y lo demostrará en el decurso de su vida haciéndose útil para todo.
Trabajó también por los pagos de Zárate y un día llegó a los de Luján, atraído como todos nuestros romeros por la presencia de la Reina del Plata.
Aquí llegó a conocer a los Hermanos Maristas…

Fue un novicio dócil a las órdenes del Hermano Simeón, nuestro incomparable
“Maestro“ y orientado también por el querido Hermano Cesidio. Al terminar el Noviciado se puso a las órdenes del Hermano Luis Celestin en el colmenar de la Villa San José, y aquí va a transcurrir una existencia modelo de laboriosidad, de dedicación, de buen ejemplo. Se hizo hábil apicultor y conocía todos los secretos de las abejas.
En medio de sus trabajos era modelo de religioso piadoso. Devoto en sumo grado del Vía Crucis, hacía siempre más de uno por día y luego dedicaba muchos ratos a visitar al Santísimo y a leer libros espirituales.

El Padre Capellán, testigo de la pureza y candor de esta alma, decía de él que era un verdadero santo de nuestros días, sin ruido ni aparato pero con una fidelidad y observancia a toda prueba. Era sufrido en sumo grado. Sus correrías camperas, con agua muchas veces hasta la cintura, le habían dejado como saldo de sus ocupaciones en la campaña, un reumatismo crónico que le hacía sufrir mucho. Se las apañaba para dar el menor trabajo posible recurriendo a remedios caseros que él conocía pero que a la larga atenuaban apenas sus padecimientos.
Sólo cuando el dolor era muy intenso recurría el enfermo o se sometía al descanso, del cual era enemigo acérrimo, porque para él el tiempo de ocupación en su empleo era oro. Padecía también de arterioesclerosis. Podemos imaginar los méritos de una existencia silenciosa y resignada durante tantos años. Por momentos se agudizaban sus padecimientos, sobre todo en sus últimos días, y entonces deseaba resignadamente la muerte que le librara de su cruz.

Con todo, cumplió sus ochenta años y sus Hermanos de la Villa se los festejamos deseando se prolongaran por muchos más, para gozar del ejemplo de una vida auténtica marista que, se puede decir, se había formado sola, pues sus ocupaciones anteriores a su entrada en la Congregación no le predisponían mucho para un género de vida en todo distinto al de sus años mozos y aun al de sus años maduros.
Por fin, agotada su existencia por la enfermedad y los años, después de haber recibido con entera lucidez y fervor el Sacramento de los Enfermos, se durmió en la paz del Señor. Creíamos escuchar la voz del Señor que le decía: “ Siervo bueno y fiel, ya que has sido fiel en lo poco ven a participar del Reino que te tiene preparado mi Padre celestial.”
Hno. Samuel Eutimio…

Revista LUJÁN. Publicado en el primer número de 1971, en página 50. Imposible saber el mes.

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