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HNO. CARLOS VETTER

Nombre Civil: Carlos Vetter Regensburger.

Fecha de Nacimiento: 27/11/1902.

Lugar de Nacimiento: Provincia de Oberplaf — Berching Alemania.

Fecha de Profesión: 21/11/1925.

Fecha de Defunsión: 03/03/1981.

Estable 1902 – 1981.
Nacimiento: Alemania, Provincia de Oberplaf, Berching, 27.11.1902.
07.03.1924: Postulante …………….. Furth.
21.11.1924: Toma de Hábito.
21.11.1925: Primera Profesión.
28.12.1930: Votos Perpetuos.
02.02.1947: Votos Estabilidad: Montevideo.
1926 – 1939: Alemania.
1967 – 1969: Alemania.
1980 – 1981: Enfermo, Alemania.
1939 – 1980: Actuación, Uruguay. 54 Años.
Celador ………………. 2 Años.
Chofer ………………. 34 Años.
Quintero ……………. 3 Años.
Cocinero…………… 9 Años.
Mecánico …………. 2 Años.
Enfermo ………….. 2 Años.
Título profesional de Herrero, obtenido en Alemania.
Fallece en Furth: + 03.03.1981 — 78 Años.

Su apellido materno: Regensburger. A los 22 años ingresó al Postulantado. Al viajar a Uruguay, en vísperas de la 2da. guerra mundial, al poseer título profesional alemán de herrero, pudo hacerlo con sus herramientas. La legislación no les permitía viajar con dinero, pero sí con sus elementos de trabajo.
Las imágenes herreriles que ilustran su vida, son fotografía de algunos de ellos. Fue uno de los religiosos nuestros que pudo salir de su país cuando ya era más que clara la persecución nazi en ciernes. Viajó en fecha de 1939. La ficha no la da con exactitud. Asimismo, la manera de establecer años en cada misión y obediencia, adolece de que el último año de un lugar continúa como primero en el siguiente. Modalidad más clara consiste en que el primer año de cada lugar, es el de llegada a él. Así no hay confusión posible.

Emisión de sus votos: 1ª, en Furth; 2ª y 5ª, en Mindelheim. 3ª y 4ª en Cham. Votos perpetuos, en Furth, y de Estabilidad en Montevideo.
Gestionó con Credencial Cívica uruguaya y Pasaporte alemán.

Hno. Laureano González. Lo conocí en esta casa San José cuando estuve en mi primer período, de 1949 a 1951.
Le decíamos “la Marta de la casa”. Estaba en todos los servicios que puede exigir una casa, y especialmente una casa de formación. En ese momento la casa San José era juniorado. Era el hombre que entraba y salía, que llevaba la mercadería. Aquellos años la casa tenía campos inmensos, productivos, de naranjas, limones, peras, uva y de todo lo que se puedan imaginar. Ël se encargaba de llevar esos productos al mercado y comercializarlos para recavar ayuda para nuestro juniorado. Se encargaba de las compras y de las ventas.

En la casa, hasta altas horas de la noche y desde muy temprano en las mañanas, ya estaba al pie de la fajina para atender a todas las necesidades. Era un hombre buenísimo, de buen corazón, con el cual era muy agradable hablar en su español un poco defectuoso, pero que nunca se prestaba para burlas, ya que lo queríamos mucho, principalmente por su modo de ser: cariñoso, afectivo y servicial y todo, imponente como trabajador. Un hombre realmente del estilo Champagnat.
(Responde a una pregunta referente al modo de nombrar al Hermano, Karl o Carlos, y, en general, a los Hermanos de origen alemán.)

Cuando queríamos hacerlo más afectivo, más cariñoso, los llamábamos con el nombre en alemán; pero en el lenguaje corriente y con la gente de afuera, se utilizaba el nombre castellanizado. Entre nosotros utilizábamos el nombre en alemán o el apellido paterno, porque entendíamos que eso los ilusionaba, les daba entusiasmo.
Trajo baúles de herramientas de su país. Era el hombre que soldaba, que arreglaba cosas, que componía y descomponía, pero siempre haciendo todo con amor.
A veces nosotros lo llenábamos de tareas a realizar, especialmente porque era una casa que recién se estaba montando. Vivió en los primeros años de la casa, en que hubo que renovar miles y miles de cosas. Ahora no tiene nada que ver con lo que fue en sus principios.

Los hermanos del sector alemán de esta provincia dedicaron muchas vacaciones a trabajar y mejorarla. Era una chacra. La edificación de hoy no tiene nada que ver, porque todo fue cambiado un 95% de lo que fue en sus primitivos tiempos.
Vine a esta casa el 13 de junio de 1946. Estaba el Hno. Antonio González, Corentino, y era maestro con los juniores. Estaban, también, el Hno. Arsenio Veckmann y el director del juniorado, que debía ser el Hno. Hilarion. Los ayudantes eran el Hno. Carlos Vetter y el cocinero el Hno. Eugenio Heinrich, que después fue el gran maestro de Pando. Ëramos una única comunidad.
Tenía sus manos curtidas, duras, fuertes. Era el hombre de la miel, de la manteca, porque él trabajaba con las abejas, ordeñaba las vacas, y con sus maquinarias hacía y vendía manteca, vendía miel, todo para traer dinero a la casa y alimentar a los juniores de aquellos tiempos.

Aquí, en Uruguay, como en Furth, también iba al expendio municipal, al mercado modelo, donde dejaba nuestra mercadería y traía otras que nosotros no teníamos.
H. V. Semmeth. Nunca viví con él. Estaba en la casa San José y era el encargado del campo y tenía un taller donde arreglaba todo y además hacía dulce de membrillo y recogía miel. Tenía como 100 colmenas y vendía esos productos en la feria. Cuando iba de visita era muy atento y muy generoso.
Sé que sufrió mucho cuando lo sacaron de allí, de la Casa San José, y lo pusieron en Santa María, en una pieza. En aquel momento suspendieron todo en Casa San José. Cuando fue a Santa María, en una piecita, no sabía qué hacer. Estaba acostumbrado a tener su taller en San José, donde fabricaba dulce y demás. Opino que eso fue una imprudencia. Estaba también mal de la vista. Lo enviaron a Alemania. Se quedó un tiempo y volvió.

Pascual Gebble. Fue muy trabajador, muy amable, muy chistoso, muy buen hermano. Su compañía era muy agradable.
Francisco Schüler. Ha sido un hermano muy trabajador y de hecho había entrado a la congregación como tal, como herrero. Muchos años condujo camiones en nuestra cervecería de Furth. Acá ha trabajado en el predio que se llama San José en todas las hectáreas, cultivando y vendiendo los productos de la huerta en el mercado.
También tenía propiedades radiestésicas y buscaba agua.
H.Pablo Walder. Hacía de chofer en el juniorado, buscaba todos los días al capellán en el camioncito y a nosotros nos llevaba a la playa cuando teníamos paseo. Usaba sus herramientas, pero no hacía el oficio de herrero. Se defendía muy bien si tenía que hacer tareas de mecánico.

Cuando se hizo la construcción del Km. 16, hubo que hacer la losa. Se reunían todos los Hermanos, en ocasiones traía los materiales necesarios. Ya no podía hacer mucha fuerza, porque era un hombre que tenía sus añitos y caminaba un poco encorvadito. Era el encargado de preparar en la mitad de la tarea una buena merienda. Así, los demás podían continuar con fuerza su trabajo. Ocasionalmente atendía la desnatadora, cuando no estaba el Hno. Juan. Era el fabricante del vino. Hacía un vino riquísimo, que se tomaba los domingos y los días de fiestas, y otro para los días comunes. Uno de los trabajos que yo tuve fue precisamente envasar ese vino para los Hermanos. Por mi parte, no era muy hábil para “bautizarlo”. Era una picardía aguar demasiado el buen vino. Me gustaba catarlo, siempre y cuando no me pillaran Armando o el Hno. Albano. De lo contrario, me ponían una observación en conducta. Después había que dar explicaciones, y para mí era terrible tener que decir en público que había tomado vino cuando lo trasvasaba. A veces él me veía y me decía “Cuidado con ese vino, pícaro, que es muy fuerte”.Uno de los apodos que me había puesto en alemán era “Aspipuk” o “Lime” que creo que significa pícaro o sabandija.Se lo veía siempre con el Rosario en la mano mientras trabajaba, porque a veces sus horarios con el camión no le permitían estar con la comunidad cuando ésta rezaba, por lo que se tomaba sus tiempos extras.

El HNO. IGNACIO DEL POZO NOS HA ENTREGADO JUGOSAS ANÉCDOTAS, QUE LE AGRADECEMOS. SON ESTAS:
Tenían una huertita al borde del colegio, con unas lechuguitas, unas zanahorias. Las gallinas del vecino saltaban y entraban a comérselas. Él las espantaba. Al final se cansó. Llama a la señora de al lado y le dice: “Señora … gallinas otra vez y “rack”. Nada más.” Y la vecina lo entendió perfectamente.

Como los Hermanos eran muy pobres, una familia les ofreció un huerto, que estaba bastante lejos del colegio. Se lo ofreció por si querían plantar, para tener verdura. Y los Hermanos tenían lechuga, tenían sus pepinos, tenían sus cebollas, en fin, cosas así. Pero resulta que los caracoles y las babosas le comían la huerta. Entonces él, de noche, iba con una linternita a buscar las babosas y los caracoles. La gente interpretó que, como los Hermanos eran alemanes, de noche iban a hacer señales a los submarinos. Era cuando lo del Graff Spee. Les acusaron de hacer señales. Vino la policía a pedir explicaciones. El Hermano Director les explicó. Pues, fueron a espiarle a ver si realmente hacía eso. Así que, perseguidos y echados por los nazis, llegan a ser sospechados de nazis.

Hay Una Anécdota sobre la que el Hermano Macario Luis Roba y el Hermano José Süss armaban un diálogo lleno de humor. Lo imitaban. Mi memoria no lo ha guardado exactamente.
Era algo así: el Hermano Carlos Vetter, volviendo del huerto, en bicicleta, lo detiene un policía. -“Buenos días señor, ¿cómo se llama usted?” – “Hermano marista” – “Su nombre, su nombre, ¿cómo se llama usted?” – “Hermano marista.” – “Y, ¿de dónde viene?” – “Sí, sí; sí, sí.” -“Pero, ¿de dónde viene?”- “Sí, sí; sí, sí.” Entonces el policía dice: – “¿Usted se está burlando de mí?” – “¡Cómo no, cómo no!” Hacían muy bien el diálogo entre los dos, y nos reíamos con ganas. Al final, el policía lo lleva con él. Llama y le dice al Director:”Mire, Hermano Director; este señor se está burlando de mí. Le pregunto una cosa, y me contesta con otra. Le pregunto cómo se llama, y me dice: ‘Sí, sí, sí, sí’.

De dónde viene, y me responde: ‘Hermano marista.’ Le digo que si me toma por un idiota, y me dice que cómo no. Fue en lo único que respondió, y fue un insulto.” Entonces el Hermano le explica: ” ¿Sabe lo que pasa? El Hermano no sabe español, no lo entiende. Le habrá dicho cualquier cosa” – “Ah, entonces, perdone, Hermano”, termina el representante de la autoridad.

Los Hermanos eran muy pobres. Prácticamente, el Párroco les proporcionaba la ropa y otros elementos. El Hermano Director le dijo un día: “Padre, hace mucho frío en el invierno y los Hermanos no tenemos frazadas. Apenas una frazada cada uno. Si a usted le parece bien, si nos pudiera proporcionar alguna manta…”- “Sí, cómo no. El domingo en la Misa damos el aviso”. Y el Párroco en la Misa dice: “Los Hermanos me dicen que si alguna persona puede ayudar… no tienen frazadas y hace mucho frío ahora.”
Ese lunes, una señora con un atado de tres frazadas toca timbre y Carlos sale a recibir. Cuando la vio con ese paquete de ropa nueva, le dice: “No señora, Hermanos no tener plata”. Creía que la venía a vender. “Pero Hermano, si ayer el Párroco nos ha pedido que le traigamos …”

– “No señora; inútil, Hermanos no tener plata, no poder”. Entonces la señora va al Párroco: “Padre, yo no entiendo nada. Usted ayer nos pidió frazadas … Y el Hermano portero me dice que no quiere, que no tienen plata”.
Entonces, el Padre, que conocía al Hermano, le dice que se las deje a él y que él las llevaría. Así lo hace. Carlos, cuando vio las frazadas, dijo: “Eso, esta mañana yo dije no”. Pero quedaron en casa esas frazadas.

Los Hermanos lo contaban con una gracia… Lo festejaban mucho. Y en los paseos, en las comidas juntos, se mimaban estas cosas. Nos reíamos, y ellos también lo festejaban.
Para los primeros Hermanos fue sumamente difícil. No sabían nada. Los jóvenes vinieron a Luján para aprender el castellano. Estuvieron al menos un año, algunos, más. Pero estos Hermanos un poco mayores, que venían de Furth, de los trabajos, les pusieron en los colegios como ayudantes en los trabajos.
Cuando se instaló el Juniorado en la Casa San José, C.V. era el chofer. Los Padres Salesianos pusieron como condición, para ser capellanes, de ir a buscarles. Estaban a dos o tres kilómetros. Al principio iba con un carro y el caballo. Luego se consiguió de esas cachilas que ya nadie quería. Carlos y el Hermano Alfonso las arreglaban un poco y las hacían marchar.

Y había quinta, porque la chacra en realidad era una quinta de un señor que tenía hotel en Montevideo . De ella, de su cultivo, obtenía casi todo lo que necesitaba para la hotelería. Vaquería, chanchería…hasta bodega. Y huerta muy completa.
Fue muchos años administrador de la Casa San José. Él lo que podía lo llevaba al mercado. Un poco de fruta que había por ahí, alguna uva, y la vendía. Y hay anécdotas con la gente en el mercado. Cuando se ponía a discutir con los polacos …
Muchos años se sacrificó el Hermano Carlos Vetter. Cuidaba de las abejas.Teníamos miel para los juniores.
Teníamos unas 6 ó 7 vacas, y 2 peones que las ordeñaban.

Había traído una desnatadora de Alemania para hacer manteca. Funcionaba a mano. Se pasaba horas y horas por la noche, dando vuelta a la maquinita para que juniores y Hermanos tuvieran su manteca … ¡Horas! A veces hasta la una o las dos. Y a las cuatro y media, ya estaba arriba. Porque eso lo tenía que hacer muy despacio. Era una máquina que se le echaba la leche, se le empezaba a dar vuelta. La nata salía despacito por un lado y la leche se iba por otro. Después juntaba la nata. Había que batirla. No había heladera ni cosa parecida. Le sacaba el suero y hacía una manteca de calidad. Con un poco de miel, era una combinación exquisita. Los domingos, los juniores tenían siempre manteca con miel. Y durante la semana, su porción de manteca.

Otro detalle muy importante: un hombre sacrificado, sacrificado. Tenía unas várices impresionantes. La pierna, prácticamente, era una llaga.”Pero, Hermano Carlos, cuide esa pierna.” – “Sí, sí, sí. No importa, no importa.” Casi toda era una herida. A veces no podía caminar. Se curaba con miel. Hacía sus ungüentos y sus cosas, y siempre estaba, firme en lo suyo.

Todas las cosas de herrería las arreglaba él. Eso sí, entrabas en la pieza y tenías que hacer malabarismos para poder apoyar el pie. Estaba llena de cosas. Una vez le dije: “Hermano Carlos, ¿cómo se arregla usted? ¿Por qué no ordena un poco la pieza?” – “Yo sé dónde están cosas.” Y era cierto.

Al fallecer en Alemania, con 78 años, aparentaba mucho más. Por eso, porque había trabajado muchísimo, muchísimo. Estaba chupado, flaco. Las manos eran manotas.
– ¿Era grande de físico?
Era más alto que yo. No era gordo, pero era fuerte.
Llama la atención en esta gente el espíritu que trajeron de allá, de Alemania: el espíritu de trabajo, de vida religiosa y de dedicación a la obra. Ellos se sacrificaban por la Congregación. Cuando vinieron acá, quemaron las naves. Vinieron para toda la vida. No pensaban regresar más. Y lo que es muy meritorio para estos Hermanos, es que sin conocer el idioma, se pusieron a trabajar y a trabajar, y levantaron las obras, que marchaban de maravillas.
El Hno. Ignacio finaliza su expresivo testimonio con estas palabras:

HNO. CARLOS VETTER. Brevemente: trabajo y servicio por la comunidad – sencillez – pobre, sabía sacar provecho de todo- alegre y bueno con los juniores – piedad sencilla – gran amor a la Ssma. Virgen – manos fuertes y grandes dedicadas a la fragua, a la tierra, a todo trabajo, allá en su tierra y en la nuestra.

Testimonio no firmado. Vocación tardía. A los 22 años, siendo ya oficial en herrería y cañería, ingresa como postulante. Su piedad y entereza, adquiridos ya en su región natal, profundamente cristiana, fue el sólido fundamento de toda su vida de entrega y laboriosidad. Hábil chofer en sus largos años, ya sea en la cervecería de Furth, ya en Montevideo. Casa San José, baluarte de sus múltiples actividades. No sólo como metalúrgico, instalador de cañerías, sino como cocinero, hortelano, conocedor de fruticultura y apicultura, buscador de vetas de agua, bodeguero y fabricante de dulces. Multifacético, un gran valor para la Congregación, al estilo de Champagnat.

Ningún trabajo fue para él ajeno. Incluso como flautista alegraba las fiestas y paseos. A pesar de sus amplias actividades, nunca descuidó sus deberes religiosos. Tocaba la campana para los ejercicios de piedad. Tiempo que aprovechaban los ladrones de cercanías. Robaban cosas, sobre todo fruta.Ya sabían: “Toca la campana, ahora los curas rezan.” Solicitó un revólver con balas de detonación y susto para intimidarlos. No tuvo mayor resultado.Fue para los juniores ejemplo de laboriosidad y de piedad, dándoles sabias instrucciones y consejos. Todavía lo recuerdan exjuniores, sobre todo de E. Ríos, padres de familia hoy.Gozó de gran estima, como su coterráneo, el recordado Hno. Godofredo Vogl. Cuando la Casa San José dejó de ser Juniorado, optó por quedarse en Alemania.

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