Nombre Civil: Joseph Simeón Gros.
Fecha de Nacimiento: 02/01/1841.
Lugar de Nacimiento: Mormoiran — Vaucluse — Francia.
Fecha de Profesión: 05/01/1858.
Fecha de Defunsión: 22/03/1909.
Nacimiento: 02/01/1841 – Mormoiran – Vaucluse – Francia.
Murió: 22/03/1909 en Sitges, España.
Ingresó en el Noviciado de Saint-Paul-3-Chateaux en octubre de 1854 y, luego de un breve período en Diculefit a cargo de las temporalidades, fue enviado como profesor a Chomérac (Ardèche), y pronto a La Seyne, donde quedó dos años.
Por el bien general del Instituto fue transferido en 1861 a la provincia de Beaucamps desde la propia de Saint-Paul, en la que había vivido toda su formación religiosa. La Provincia de destino sufría penuria de vocaciones. Durante 7 años tuvo a su cargo ser profesor y encargado de disciplina en el internado de Beaucamps, donde mostró raras cualidades de educador, así como también en Breteuil. Se desempeñó en el cargo de Vicedirector entre los años 1868 – 1870. Nombrado director en Pont Saint Maxence, su acción produjo claro mejoramiento del establecimiento durante los 8 años que estuvo en él; tras lo cual ocupó el mismo cargo en el internado de París – Plaisance.
En el mes de setiembre de 1881 es elegido Asistente, y recibe del Hno. Néstor, Superior General, el gobierno de la provincia de Saint-Paul-Trois-Châteaux, que se encontraba en estado próspero, pero que se veía próxima a no poder subvenir en orden a su personal, a causa de una disminución considerable, producida des-de hacía dos o tres años en la afluencia de vocaciones. Llegaba así, como muchas otras, a la dificultad de poder responder a las reglamentaciones de las autoridades académicas, que exigían el brevet para todos quienes desempeñaban titularidad de curso.
El primer cuidado del nuevo Asistente fue el de conjurar el doble peligro; alentó entre los Hermanos el reclutamiento de vocaciones, las que no tardaron en afluir en gran número, y dio tan gran impulso a los estudios, en los juniorados, el noviciado, el escolasticado y hasta en los establecimientos de la provincia, que muy pronto se llegó a una cantidad de brevets más que suficientes, sin contar con que un buen número de Hermanos conquistaban cada año el brevet superior o el bachillerato.
Al mismo tiempo, el mantenimiento de la regularidad, de la piedad, del espíritu de celo y de fervor, en las casas de la provincia, era el objeto constante de sus preocupaciones, y no ahorraba ni penas ni cuidados para impedir que el relaja-miento y el espíritu del mundo se deslizara en ellas, bajo no importa qué pretexto.” (B)
Su espíritu previsor le advirtió, con la oportuna antelación, el terrible desastre que a las comunidades religiosas de Francia les causaría la disposición gubernamental del año 1903. Tanto para aminorar las funestas consecuencias de la insólita legislación, como también para incrementar los campos del apostolado marista, el Hno. Berillus sentó las bases de las actuales obras en España, Colombia, México, Italia y República Argentina, (C), de las que ha sido el alma, y hoy comprendemos en qué alto grado estuvo bien inspirado. (B)
Juntamente con todas las preocupaciones inherentes al buen desempeño de sus funciones de Superior, tuvo siempre consigo la de su propia y personal santificación. Todos cuantos gozaron de la fortuna de tratarlo de cerca, quedaron admirados de su piedad profunda y del permanente fervor en la práctica del bien. Máxima predilecta de toda su vida:
“PARA PODER CALENTAR ES PRECISO SER HOGAR.” (C).
SUS ÚLTIMAS ACTUACIONES COMO SUPERIOR.
Ya se dijo el empeño que tomó el H. Berillus para los estudios de los Hermanos, sobre todo de los jóvenes. Solía repetirles que tenían que dedicarse a “un trabajo feroz”, a fin de capacitarse convenientemente a los designios de Dios en el apostolado de la juventud. Y él mismo trabajó “con ferocidad” hasta el último día de su vida.
Acababa de regresar del Perú, en donde había establecido un nuevo campo de apostolado, cuando murió, víctima de la enfermedad de cáncer, que sufría desde algún tiempo atrás.
En 1908 fue a España con el objeto de presidir los Ejercicios Espirituales en el mes de julio, en Burgos y en San Andrés. Llegó a este lugar con visible cansancio y debilidad extrema. El Hno. Provincial de España quiso disuadirlo del viaje a Burgos. Pero el Hno. Berillus, que había consagrado toda su vida a los Hermanos, quiso darse a ellos hasta el fin.
Después de los Ejercicios Espirituales aceptó un descanso, por cierto muy merecido, en la comunidad de Sitges, cuya casa está situada a la orilla del Mar Mediterráneo. Pensaba dedicarse allí a la elaboración de la biografía del Hno. Teófano, Superior General fallecido en 1907.
Ante la propuesta de los médicos de practicarle una operación que no descartaba el peligro de muerte, y no prolongaba la vida sino por muy poco tiempo, el H. Berillus optó por no someterse a la operación; se entregó a la Divina Voluntad y continuó preparándose para dar, en el momento previsto por el paternal designio divino, el paso final, asistido eficientemente en esto por el benemérito Don Fernando Roig, Capellán del Colegio de Sitges.
(…) El 2 de febrero, fiesta de la Purificación de la Ssma. Virgen María, (La Candelaria), el enfermo pudo asistir a los oficios litúrgicos desde una tribuna; el celebrante, Don Fernando, tuvo la delicada atención de enviarle dos monaguillos con el cirio bendito. Éste fue el último Oficio Litúrgico al que asistió el enfermo. Después de recibir el Santo Viático, llevado procesionalmente desde la Parroquia, entre luces y cantos de los juniores, los Novicios, los Escolásticos y los Hermanos, entregó el “Buen Superior” su alma a Dios, el 22 de marzo de 1909. (C).
A partir del fin de febrero –se trata de 1909- época en que el Bulletin anunciaba que el estado del Q.H. Berillus permanecía más o menos estacionario, con alternativas de mejoramiento – empeoramiento, las fuerzas del querido enfermo comenzaron a disminuir rápidamente. La terrible enfermedad que lo minaba había proseguido de modo lento pero imparable, aunque ocasionalmente de un modo más visible; a partir de este momento no fue posible hacerse ilusión alguna en torno a la proximidad del peor desenlace. La mayor parte de los médicos consultados lo predecían, pero nuestros corazones fraternales preferían imaginárselo más alejado. ¡Se cree tan fácilmente aquello que se desea! Desde los primeros días del mes de marzo, el Q. H.
Asistente comenzó a guardar cama de una manera permanente. Hacia el 10, el Hno. Superior General realizó expresamente el viaje a España para dar al querido enfermo y darse a sí mismo el consuelo de verlo aún una vez. Lo halló con toda su lucidez mental, y, en apariencia, menos mal de lo que se había figurado, a estar de los relatos recibidos. Sin embargo, insistiendo los médicos en que el final no estaba lejos, se aprovechó la circunstancia para hacerle recibir los últimos sacramentos. Los recibió con una fe, una piedad y una resignación que conmovió profundamente a quienes fueron testigos.
Ocho días después dejaba esta tierra de miserias para ir a recibir al cielo, así lo esperamos, la corona de gloria pro-metida a quienes, como el Gran Apóstol, han combatido el buen combate y guardado fielmente, para hacer de ella la luz y la inspiración de toda su vida, la fe que recibieron en el bautismo.
“MIS MUY QUERIDOS HERMANOS:
El doloroso sacrificio al que sin duda os había preparado la carta circular por la que os anunciaba que el Q. H. Asistente había recibido los últimos sacramentos, se consuma hoy, como os lo habrá dado a conocer ayer la carta de participación.
Sí, mis M.Q. Hermanos, es ayer, 22 de marzo, a las diez y media de la mañana, cuando ha finalizado, entre nuestro dolor y nuestras oraciones, esta vida que admiráramos desde hace cerca de 30 años, y de la cual todos hemos sentido la bienhechora influencia.
Ha terminado porque el valiente obrero de la viña del Señor debía ir a recibir el salario prometido, ese céntuplo del cual tantas veces nos había hablado con una elocuencia persuasiva. Agotado su cuerpo, pero su alma siempre fuerte como en los mejores días que le hemos conocido, deseaba él mismo, como San Pablo, esta hora de liberación; la deseaba para unirse a Jesús, quien fue el único objeto de sus pensamientos y de sus afectos durante toda su penosa y larga enfermedad. De ésta será poco lo que os diré, porque las circunstancias no son propicias para largos discursos. Como lo han sabido en diversas ocasiones, siguió una marcha lenta, pero continua. Desde el fin de enero, el querido enfermo no ha salido de la casa, y durante estas tres últimas semanas ha permanecido constantemente en el lecho, víctima por momentos de grandes sufrimientos. Hasta pocos días antes de su muerte, se interesaba todavía en todo lo que se refería a los Hermanos y a sus diversas provincias. Recibía y pedía con gusto noticias de cada uno: ‘Dígales – me dijo hablando especialmente de los de nuestra provincia de España (y, naturalmente, sus sentimientos eran los mismos para con sus hijos de las otras provincias o distritos), dígales que los bendigo de todo corazón, y que mi último deseo es por su bien y porque todos perseveren.’
Fervoroso en su última enfermedad como lo fue toda la vida, ha sido la edificación de la casa durante estos últimos meses de prueba. Ha sido únicamente cuando la enfermedad y el dolor lo hubieron reducido a total imposibilidad de levantarse, cuando dejó de asistir a la santa Misa, y continuó comulgando todos los días hasta la vigilia de su muerte.
La casa y la provincia en su totalidad han estado casi continuamente en oración por aquél a quien, a despecho de los pronósticos de los médicos, esperábamos conservar. Dios ha dispuesto de otro modo. Adoremos su divina voluntad y tengamos el consuelo de haberle prodigado todas las atenciones espirituales y corporales que hijos bien nacidos pueden y deben tener para con un padre lleno de amor.
Que sus obras y su vida sean para nosotros un recuerdo edificante y un motivo de celo. Imitemos su piedad, su tierno amor por Nuestro Señor y por la Santísima Virgen, su regularidad, su delicadeza de conciencia, su ardor por la práctica del bien, a fin de merecer un día esta muerte tranquila y santa, de la cual el venerable capellán de nuestra casa, Don Fernando, decía: ‘Una tal muerte es el mayor bien que podamos desear y por el que podamos suspirar.’” (B)
La Provincia de Colombia y el Hermano Berilo
El Hermano Berilo, en su calidad de Asistente, (Consejero General), visito a Colombia, por primera vez en 1894. Se le tributo un recibimiento triunfal en Popayán por la sociedad, los alumnos y los formandos. La casa del Noviciado, al llegar a ella el amado Superior, no parecía la misma de antes; por el cuidado y el gusto con que la habían adornado los novicios bajo la dirección de su Maestro, el Hermano Hermel.
Durante su permanencia en Papayán, el Hermano Berilio encanto a la comunidad por su buen humor, y el paternal afecto que mostraba a todos, inclusive a los empleados; lo mismo que por su conversación, siempre interesante, amenizada con anécdotas; y por sus conferencias, que siempre parecieron cortas.
La segunda visita del Hermano Berilo a Colombia tuvo lugar en 1905. Durante los Ejercicios Espirituales de ese año, la gran mayoría de los Hermanos que formaban el Distrito de Colombia, pudieron oír la palabra optimista y animadora del venerado Superior. Esto era lo que se necesitaba después de los tres años de guerra, durante los cuales la prosperidad de las obras vino a menos; y, además, flotaba en el ambiente una atmósfera de desánimo y desconfianza. El Hermano Berilo supo levantar el ánimo de los religiosos y les hizo vislumbrar un porvenir halagüeño para el trabajo educacional, al que el mismo dio feliz comiendo con la sugerencia de abrir el internado de Nuestra Señora de los Andes, en las cercanías de Cali, en el sitio denominado Yanaconas.
Bibliografia: Bulletin de l´Institut des Petits Freres de Marie. No. 3 Apuntes históricos, Hno. Jaime Norberto.
“El Hno. Bérillus es uno de los grandes bienhechores de América”, oyó decir el Hno. Frédien al Nuncio Apostólico en Buenos Aires, en la visita que le hizo a poco de llegado a Buenos Aires. (Pág. J). Y en Histoire de L’Institut des Petits Frères de Marie, pág. 82, se dice algo semejante para con España marista: “Cuando llegará la tempestad de 1903 habrá en España treinta y cinco casas de refugio, y los años siguientes su número irá rápidamente en aumento, bajo el enérgico impulso del Q.H. Bérillus , Asistente de la Provincia Madre de Saint-Paul-Trois-Châteaux.”
Chronologie de l’Institut. A ésta pertenecen los textos siguientes, vertidos al castellano. Se ubican por fecha. 25.04.1883: “El Q.H. Teó fano es elegido Superior General por 39 votos sobre 45. Los Asistentes elegidos son: los HH. Filogonio, Eutimio, Procopio, Norberto, Geraldo, Béri-llus, Adón y Estratónico.”
* 02.12.1886: “Carta a Monseñor Ignacio Servitsia, párroco de la catedral de Gerona, en agradecimiento de la buena acogida brindada al Q.H. Bérillus, a.g. de Saint-Paul-3-Chàteaux, con ocasión del viaje que realizara a España. Ha sido encontrada una residencia, y cuatro Hermanos llegarán a ella el 19 de diciembre, para estudiar el español.”
* 12.01.1892: “El H. Teófano y el H. Bérillus, a.g., delegados por la Comisión de introducción de la causa del Padre Fundador, depositan oficialmente en las Oficinas de la Sgda. C. de Ritos, las piezas del proceso de la causa del Padre Champagnat.”
* 01.02.1892: “El H. Teófano y su Asistente dejan Roma hacia la Casa Madre. Visitan a nuestros Hermanos de Túnez, Argelia y España.”
* 21.04.1893, en pleno IX Capítulo General, que acaba de reelegir al H. Teófano Sup. Gral.: “Elección de los Asistentes: los HH. Filogonio, ProExpulsados de Francia el 04.07.1903, el Hno. Superior General con su Consejo, ingresa en nuestra casa de Grugliasco (Piamonte), que será nuestra Casa Madre hasta 1939. Copio, Norberto, Geraldo, Bérillus, Adón, Estratónico y Clímaco. Clausura el 26 de abril.” Convocado sólo para elegir Asistentes, finaliza en una semana, del 19 al 26 de abril.
* 24.11.1902: “El Consejo General redacta una carta dirigida al Santo Padre, solicitando la aprobación definitiva de las Constituciones de 1863 con las modificaciones indica-das en la memoria que acompaña la nota.
Esta súplica será llevada a Roma a principios de diciembre por el H. Teófano y el H. Bérillus, a.g.” A renglón seguido, y lo damos como ilustración, se aclara la extensión que ha alcanzado la Congregación fuera de Francia: 237 escuelas, 1655 Hermanos, de los cuales 686 son franceses, 43.574 alumnos.
* 22.04.1903, el Capítulo General especial que ha iniciado el 20 y finaliza el 25 en S. Genis Laval, reelige al H. Teófano como Superior General, y a estos asistentes:” HH. Adón, Geraldo, Bérillus, Estratónico, Clímaco, Liborio, Augustalis y John.”
*Abril 1907: Se trata de la enfermedad y fallecimiento del H. Teófano, S. G. Preferimos, por más completo, el pasaje pertinente del libro Nos Supérieurs, edición francesa, 1953, capítulo EL REVERENDO HNO. TEÓFANO 4º Superior General (1824 – 1907), pág. 271 – 273 (ésta es su fotografía):
“La muerte. El R. H. Teófano, cargado de años y de méritos, a sus 83 años continuaba dirigiendo con mano firme el Instituto, que lo veía a su frente desde hacía 24 años. Su robusta salud y su vigoroso espíritu parecía que habrían de prolongarse por largo tiempo aún, sin desfallecer.
El 9 de abril de 1907, se puso en camino para ir a visitar nuestras casas de España. El Q.H. Bérillus lo acompañaba. El 10 se detenían en Ventimiglia. El 11 llegaban a San Andrés, casa provincial, sita en un barrio de Barcelona. Allí, el venerado Superior comenzó enseguida la visita de nuestras diversas casas, así como también “la Tornada”, donde se trataba de hacernos cargo de una obra dedicada a la educación.
Era el día 13, sábado, y el Reverendo Hermano, estando en camino, experimentó un dolor en su costado. Enérgico como siempre, superó la fatiga pero, por la tarde, tras una jornada extenuante, al volver a Mataró, debió aceptar acostarse.
Sabiendo que no aceptaría permanecer en cama por la mañana, la comunidad se arregló para levantarse sin el menor ruido y, especialmente, sin tocar la campana.
El 14, domingo, participó de la misa, pero el dolor persistía donde mismo. Se hizo venir al médico de cabecera, quien indicó enseguida algunos medicamentos contra la grippe, pero que, habiendo vuelto por la tarde, comenzó a manifestar alguna inquietud.
Se trataba de una congestión pulmonar.
El 15 y el 16 el mal avanza, al tiempo que el corazón amenaza con desfallecer.
Consulta de doctores, cuidados de toda clase, oraciones de los Hermanos de todas las comunidades de España, a las cuales el H. Bérillus ha hecho escribir, nada se omite, pero el venerado paciente da señales de más en más evidentes de debilidad. La noche del 17 al 18 se halla muy mal.
El 18 por la mañana, el H. Bérillus le advierte, con lágrimas en los ojos, que es necesario pensar en la Extremaunción: “Entonces, estoy gravemente enfermo; pues bien, voy a prepararme”, dijo el H. Teófano sencillamente. Recibió el sacramento de los enfermos con pleno conocimiento, contestando a las oraciones con completa advertencia de su mente.
Se hace difícil narrar el dolor de los Hermanos y hasta de los niños. Todos habían tenido tanta alegría ante la noticia de la visita de su Superior General, y ahora lo veían morir lentamente.
En la tarde del 18, los Hermanos se reunieron en su pieza, y penosamente les dirigió algunas palabras y los bendijo. Pudieron besarle la mano y se retiraron llorando. Se mantenía en constante oración, y llevaba sus ojos tanto hacia la imagen de la Ssma. Virgen, como hacia la del V. P. Champagnat.
Hacia las 8 de la tarde comenzó la agonía. A las nueve entregaba su bella alma a Dios. Sus últimas palabras fueron: “Hoy es el día más hermoso de mi vi-da: gracias a Dios, he perseverado.”
Los funerales se desarrollaron en medio de numerosos testimonios de simpatía por parte de las autoridades religiosas y civiles y de toda la población de Mataró.
Se puede apreciar el estupor que se vivió en la Casa Madre, al recibir los tele-gramas sucesivos que anunciaron, el 17, el 18 y el 19, la enfermedad y el deceso de quien habían visto partir con tan buena salud pocos días antes.
Era el primer Superior que moría fuera de la Casa Madre.” La Cronología nos aporta que se había hospedado en el internado de Valdemía. Y leemos poco después: “El 20, inhumación en Mataró. Un modesto monumento, ofrecido por suscripción entre los alumnos de España, se ha levantado sobre su tumba.”
Nos Supérieurs, pág. 169
“Por su firme voluntad y su abnegación sin límites (se refiere al Hno. Nicet, asistente general) hizo frente durante cerca de seis meses a una situación humanamente por encima de sus fuerzas y, por lo mismo, ruinosa para su salud. El 29 de octubre, la comisión, prevista por el artículo 16 de las Constituciones entonces a prueba, compuesta del Régimen, de los HH. Visitadores y de los HH. Directores de las casas provinciales, eligió para suceder al lamentado H. Nicet, al Hno. Bérillus, Director del Internado de París – Plaisance, lo cual fue recibido con alegría por Saint-Pal-Trois-Châteaux, su Provincia de origen.
Aunque de carácter distinto, formuló, sin embargo, los mismos proyectos que su predecesor. De 40 años, favorecido por una salud robusta, con poderoso dinamismo, se entregó constantemente a un trabajo “feroz”, para emplear el vocablo que él mismo utilizaba al explicar, a su manera, las palabras de Virgilio: “Labor omnia vincit improbus.”
Digamos al pasar que debía llevar a la Provincia de Saint Paul a su apogeo, poner las bases de otras cinco filiales, y merecer así ser llamado un gran propagador de la Congregación.
Seis meses después de la muerte del H. Nicet, un nuevo duelo ensombreció al Instituto, por la muerte del Muy Reverendo Hno. Francisco.”
Tomo XI de las Circulares, pág. 396 – 399. Hno. Estratónico, Superior General; firmada en Grugliasco el 25 de abril de 1909.
“UNA PALABRA SOBRE EL QUERIDO HERMANO BÉRILLUS”
Como Vds. ya lo saben, Mis Muy Queridos Hermanos, la muerte ha des-cargado sus golpes sobre el Régimen del Instituto desde el último Capítulo General. En menos de un año, tres de nuestros Queridos Hermanos Asistentes generales nos han dejado para ir a mejor vida. De cada uno de ellos podemos decir que ha vivido una vida muy plena a los ojos de Dios y que su muerte ha sido santa y preciosa como lo había sido su vida.
Se nos han adelantado al Cielo. Marchemos sobre sus pasos y un día iremos a unirnos con ellos.
La carta de participación del 23 de marzo ppdo., les ha hecho saber la dolorosa prueba que Dios ha impuesto a nuestra Congregación llamando a Él al M.Q.H. y recordado Hno. Bérillus.
Considerando las cosas solamente desde un punto de vista humano, pareciera que no podemos experimentar una pérdida más sensible; puesto que, no sólo el H. Bérillus, por su larga experiencia y su gran sentido de los hombres y de las cosas, aportaba al Consejo General luces preciosas, pero podemos además decir que hay pocos hombres, en la historia del Instituto, que hayan impreso un mayor y más fuerte impulso a las obras confiadas a su solicitud.
Muy joven todavía, en La Seyne-sur-Mer, en Beaucamps y en Breteuil, se muestra con raras cualidades de organizador y de educador que legitiman las más bellas esperanzas. Nombrado Director del internado de Pont-Sainte-Maxence, durante los ocho años que permanece en él, lo convierte en una casa de educación de primer orden.
Después de haber dirigido de inmediato con mucho éxito, por un tiempo bastante corto, nuestro internado de Paris – Plaisance, en 1881 es elegido Asistente por la provincia de Saint-Paul-Trois-Châteaux. Sabe hacer frente a todas las obligaciones de esta pesada carga con tanta santa actividad, que, no solamente la provincia se mantiene en el estado de prosperidad en que la ha encontrado, sino que se produce rápidamente el notable desarrollo conocido por todos, de tal modo que, desbordando por mucho el territorio, que le estaba asignado en el Sudeste de Francia, envía a España, Colombia, Méjico, Italia y la República Argentina, sembradíos fecundos, por los cuales los tres primeros han llegado a ser grandes provincias, y los otros dos, distritos que están en camino de prosperidad.
Y, no obstante, este cuidado de expansión y desarrollo ocupaba, en sus preocupaciones, nada más que un segundo lugar. Lo que buscaba ante todo, era mantener y fortificar, en todas las Comunidades puestas bajo su dirección y en cada religioso que la componía, la piedad, la regularidad, el amor al trabajo, la abnegación y el celo. Tenía muy interiorizado el objetivo de impedir la relajación, que el espíritu del mundo entrara en las Comunidades y, en ellas, arruinar o debilitar el espíritu religioso.
¡Cuántas apremiantes recomendaciones, llamados vibrantes y, cuando era necesario, de firmes reconvenciones, no ha hecho con tal fin, en público o en particular, hasta a riesgo de rozar susceptibilidades más o menos interesadas!
Desdeñoso de la popularidad que se adquiere al precio de blandas condescendencias, siguió siempre derechamente el camino de lo que creía era su deber.
Y gracias a Dios y a su firme vigilancia, tuvo el consuelo de alcanzar su objetivo en amplia medida. Si no le fue dado ser amado por todos – ¿quién podría pretenderlo pues que Nuestro Señor, la misma perfección, muchos santos y nuestro Venerable Fundador tuvieron contradictores? – tuvo el bien más deseable de conseguir casi siempre la estima de aquellos mismos que no le profesaron simpatía.
Es que, no obstante los impromptus un poco bruscos de su carácter, se estaba subyugado, como a pesar de uno mismo, por la fe, la sinceridad, la rectitud, el real deseo del bien que se le transparentaba, hasta no poderse desentender de todo ello, incluyendo las maneras que, a primera vista, se hubiera estado tentado de encontrar un poco rudas. Así, también podemos afirmar que, si su muerte ha significado un verdadero duelo para el Régimen y para todos los miembros del Instituto, lo ha significado especialmente para los 1300 Hermanos o formados que Dios había confiado particularmente a su cuidado.
Me fue dado visitarlo en San Andrés de Palomar algunos días antes de su tránsito.
Fue grande, muy grande, la edificación que me produjo por la santidad de sus disposiciones y sobre todo por su resignación absoluta a la voluntad de Dios.
Para consolarlo en sus sufrimientos y para reconfortarlo, le decía: “Mi muy querido Hno. Asistente, hace largo tiempo que luchamos juntos, ¡pues bien!, con toda seguridad creo que Usted puede aplicarse la palabra de San Pablo: ‘Llego al fin de mi carrera en este mundo, he conservado la fe, he combatido el buen combate, tengo confianza en que mi divino Salvador me dará la recompensa prometida’.
Estamos, entonces, en la verdad al decir que si, humanamente hablando, la desaparición del recordado Hno. Bérillus es una gran pérdida para el Instituto, considerándolo desde el punto de vista de la fe, encontramos en ello un gran motivo de consuelo, y de esperanza: de consuelo porque su muerte ha sido tan santa como lo fue su vida; de esperanza, porque podemos tener la persuación de que desde lo alto del Cielo, continuará interesándose en el Instituto al que amaba tan ardientemente, y que continuará velando sobre las personas y las cosas que llevó tan adentro de su corazón en este mundo.”
A renglón seguido, se comunica que, en su remplazo, en su reunión del 10 de abril, el Consejo General “ha elegido al *Q.H. Michaelis como octavo Asistente General del Instituto.
Tiene a su cargo la atención de las provincias de Saint-Paul-Trois-Châteaux, España, Colombia, Méjico y del distrito de la República Argentina.”
Después, en la página 410 del tomo XI se consigna la autorización concedida por la Sagrada Congregación para los Religiosos, de erigir un Noviciado “en una casa del Instituto situada en Luján (República Argentina.) Etc.” Fechado en Roma, a 28 de abril de 1909.
Bulletin de l’Institut, febrero 1930, pág. 52.
“En España. (Se está refiriendo al Colegio Valldemía, de Mataró, cuya adquisición por parte del Instituto fue gestionada en una época de decadencia, luego de otra, anterior, de esplendor. Su rehabilitación fue a costa de lento, penoso y laborioso remontar. Seguimos con el texto.) En 1892, muy poco numeroso era el número de los alumnos. Dios, que concede sus gracias de elección a los humildes que se confían a él, iba a cambiar esta situación y hacerla tornarse en ventajosa para la Congregación y para la provincia.
Por una de esas iniciativas de las que poseía el secreto, el Q.H. Bérillus concibió el proyecto de enviar a Mataró un grupo de juniores franceses que continuarían en él su formación religiosa. ¡Qué grata sorpresa experimentaron los Hermanos de la Comunidad de Valldemía viendo arribar a su casa, en el atardecer de un bello día de otoño, una veintena de jóvenes, tan despiertos y gozosos cuanto piadosos y modestos! Venían de Serres y de Saint-Paul-Trois-Châteaux, y el Q. H. Paul Marie era su guía. La llegada de este contingente dio lugar a todas las esperanzas. El entusiasmo creció notablemente cuando, algunos meses más tarde, casi todos esos recién llegados a tierra española, revistieron el santo hábito.”