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HNO. ANTONIO JUSTINO VERRANDO

Nombre Civil: Antonio Verrando.

Fecha de Nacimiento: 22/11/1891.

Lugar de Nacimiento: Verrandi — Imperia — Italia.

Fecha de Profesión: 02/02/1908.

Fecha de Defunsión: 10/03/1976.

Estable 1891 – 1976.
Nacimiento: 22.11.1891 – Verrandi – Imperia – Italia.
Juniorado: …..Mondoví 20.11.1905.
Postulante: ………………..16.07.1906.
Toma de Hábito ………..02.02.1907.
Primera Profesión………………..02.02.1908.
En Argentina ………….. 24.01.1909.
Profesión Perpetua …………..02.02.1913.
Voto de Estabilidad ………10.01.1929.
2º Noviciado: Grugliasco………febrero – julio 1924.
Fallecimiento: +10.03.1976 – Pilar.
84 años de edad – 69 de Vida Religiosa.

De VERRANDI, LOS VERRANDO , como habrás podido apreciar, querido lector. Y no sólo esto, sino que, además, este Verrando, Antonio, ha vivido una vida sin sombras. Por supuesto, no se ha librado de pequeñas anécdotas; bien oí decir alguna vez
”… que si vives en convento, no te librarás de invento”.

Nuestro Antonio, desde ahora también Hermano Justino, como siempre se lo nombró, no ha dejado de tener algún que otro episodio con ribetes de humor. No todos certificados por historiadores de nota… Sí, alguna fama de picara sencillez le han valido entre nosotros. No evitaré la tentación de participarte, dentro de lo que mis recuerdos lo permitan. Y yendo a lo nuestro:

Familia. Su padre, Don Juan Bautista, fue agricultor. En la ficha complementaria, él lo nombra como “Gio Batta”.Falleció cuando él tenía 16 años, 1925. Su madre, Doña Josefina Allevena, dejó este mundo a sus cinco años, 1896. En italiano, claro, él escribe Giuseppina. Criaron una familia de cuatro varones. Antonio era el menor. Recibió los santos sacramentos de Bautismo y Confirmación en la catedral de Ventimiglia, ciudad ante cuyo sólo nombre aparece una marca “en el orillo”: Marista…

Sus hermanos. En sus dos fichas nos transmite el domicilio de dos de sus hermanos: uno de ellos, a quien no nombra, lo tiene en calle Lorraine nº 9, en el principado de Mónaco, siendo el nombre de su esposa María. Y el otro, Dominique, domiciliado en 3 rue Victor Hugo; 06190 Roquebrune, Cap Martín, Francia.

Otros datos.
Visitas a su familia: con motivo del 2º Noviciado, en 1924. En diciembre de los años 1948 y 1959. Figura, finalmente, mayo de 1968.
Documentos: Cédula de Identidad 652996, Policía Federal; Libreta de Enrolamiento núm. 1131782. Distrito Militar 19.
Títulos habilitantes: Primaria RESOLUCIÓN DEL Cons. Nac. De Educación, 1909; 1956 y 1958; TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO, prov. de Bue- nos Aires 1931; Córdoba 1927; Mendoza 1962. Secundaria, por el decreto 1012, del 30 de junio de 1926, para las materias Moral Práctica, Dibujo y Caligrafía. Hay una RESOLUCIÓN MINISTERIAL de 1930 y también figura 1950.

Los seis últimos años de su vida transcurrieron en el Juniorado, Villa Marista de Pilar, desde marzo 1970. Los años y los achaques le imponen obligado reposo, ya con sus 80 años.

Dice el Hno. León Gonzalo:
“Hombre polifacético y de multiforme actividad: Director, maestro, profesor, prefecto, auxiliar de disciplina y de administración. Y en tal apertura y en tales líneas supo llenar ardorosamente los pre- fijados rumbos de la Obediencia sobre la firme curva que le presentaba cada horizonte de la vida y que para él eran metas que tenía que alcanzar con plena entrega y cumplida decisión.”

Describir rasgos de su personalidad en el transcurrir diario, es referirse a las páginas firmadas por el Hno. Jesús Casal, de marzo 1999. Algunos pasajes, a continuación.
“El Hno. Justino, de figura recta sin ostentación ni afectación, de modales dignos, de voz más bien suave y espaciosa, sin alteración, su mirada llena de bonhomía, pero vigilante; con los Hermanos muy sencillo y modesto, no temía llamar la atención cuando juzgaba que así debía hacerlo, conquistaba por su acogida a cuantos le trataban por primera vez; no exteriorizaba su enojo o contrariedad de modo que se notara en su manifestación personal.” Enriquece su descripción con algunos hechos. Alguno de ellos: “En una oportunidad no me levanté con la Comunidad y, antes de salir él para la Misa a la Parroquia de San Ponciano, e presentó junto a mi cama (no se permitía la habitación individual que en esa circunstancia Mons. Guido de Andreis hubiera querido hacer para los Hermanos, con una bandeja trayendo una taza de té con una copita de cognac, diciéndome: “Tome esto que le hará bien y levántese más tarde si no mejora.”

A un Hermano que había cometido una falta “ostensible” contra la Regla, le pidió que rezara el Miserere, en la oración de la noche, “de rodillas.” En un caso así, se entendía que la reparación consistía en pasar adelante. No dándose por aludido el interesado, insistió el Superior. Respondió que ya estaba de rodillas. Terminó el H. Justino diciendo “lo haré yo Hermano, por usted”. Pasando al medio, en el pasillo, reparó la falta. El Hermano concernido abandonó la vida religiosa posteriormente.

Fue el día de San Justino. Día de clase. Homenaje al Hno. Director, que incluía obsequio de seis banderas, argentinas y papales, destinadas al frente del colegio en días festivos. Sobre la finalización de la Misa – presente todo el alumnado, el portero avisa al Hno. Tiburcio: “Está la inspectora.” La atendió él, explicándole lo que estaba ocurriendo, e invitándola a estar presente en el acto a seguir, homenaje a la autoridad de la escuela.

“Accedió con un significativo silencio. Mientras se colocaban los alumnos, el H. Director acompañó a la Inspectora, quien le dio una buena reprimenda por no haber comunicado a Inspección la supresión de las clases. Ella se quedó hasta finalizar el acto y, por sí misma, dirigió a docentes y alumnos palabras de felicitación por el sentido homenaje a la autoridad. El Hno. Justino contestó a sus palabras y dejó escapar, en su natural sencillez, ocurrencias muy oportunas que hicieron reír y cambiar la actitud autoritaria de la Inspectora.” Por su aire un tanto ‘castrense’ – inclusive vestía a veces con botones dorados, que hacía pensar en cuadros del Gral. San Martín – , la pícara jerga docente la denominaba “la sargento.”

Su gran deporte era la caza… Dos o tres veces por año organizaba un paseo comunitario a Magdalena. “Él mismo preparaba el día anterior todas las vituallas y menesteres para pasar todo el día en el campo, saliendo a las 6.00 hs. De la mañana y regresar alrededor de las 23. Se sentía feliz más por lo que disfrutaba la Comunidad, que lo que él mismo gozaba de su habilidad de buen cazador.”

En otro pasaje: “Otra de sus vetas, propia de su manera de ser, le gustaba contar cuentos inocentes, que sabía reducirlos o ampliarlos según el auditorio y el tiempo de que disponía. Sobre todo en las primeras etapas de formación en la Villa San José, cuando remplazaba a los formado – res en tiempo de vacaciones o ante una clase de alumnos de primaria y en la proclamación de las notas calificatorias mensuales.”

Algún aporte de entre mis propios recuerdos. Al fin de un almuerzo de Hermanos, nos contó que había salido a cazar. Se le ocurrió, en cierto momento, cargar el arma con una vela, algo calentada en sus extremos. Salióle un conejo. Le disparó, y le dio en la frente, quedándole pegada la vela, en punta hacia delante. Salió corriendo el animalejo, y se topo con un congénere, de frente. Fue así cómo quedaron pegados ambos por la misma vela. Con un solo tiro, cazó dos. Dicho esto, agregó: “Les he querido contar el sueño que tuve anoche…”

Oí contar que era su intención, en cierta oportunidad, la de obtener lechoncitos de una cerda a su cuidado. Todo muy bien llevado, inclusive las compañías masculinas, tan necesarias al caso. Pasaba el tiempo, y la cerda no quedaba preñada. Un buen día, cansado nuestro Hermano ante tantos fallidos intentos, llegó a decir, (respeto su pronunciación): “¡Esta shansha no camina!”.

Finalmente, una de Marcos Juárez, durante su directorado, que estuvo siete años en ello. Cuentan los Hermanos que conocieron la época, sobre la dura situación económica del colegio y de la comunidad. Voces autorizadas han dicho que era una real dificultad pagarse el viaje los Hermanos para acudir a los retiros anua-les, siempre en Luján. Pues bien, con este telón de fondo, nos han contado que alguna vez familias les han obsequiado productos de granja… alguna gallinita, o conejo, o… Cierta vez que se había recibido una gallina, no se sabía qué familia era la donante. Entonces, el Hno. Justino pasó por las aulas, preguntando, a fin de poder agradecer. Claro, de paso, cañazo: a los chicos les quedaba la idea de que se podía tener una atención así para con los Hermanos. Justino era sencillo, pero, como se dice ahora, “No comía vidrio.”

FIGURA CENTRAL en la celebración de las Bodas de Oro del Colegio San José, Mendoza. Citamos del número de setiembre 1967, págs. 21 y 22.

Pág. 21, noticias del Colegio San Rafael: “Al Hno. Justino, la Comunidad de Mendoza nos lo roba con frecuencia para enriquecer los actos del Cincuentenario con un aderezo y un señuelo que les faltaría sin la presencia del fundador del “San José”, del único sobreviviente, en la República, del equipo inicial. Y allá va el Hno. Justino; y ya hable, ya calle, todas las miradas son para él, para él todos los mimos y agasajos. Las ondas radiales han llevado su nombre, y las pantallas de TV su inconfundible figura. Concluidos los festejos, se integra sin dilación a nuestra Comunidad, radiante y rejuvenecido, para seguir edificándonos con el ejemplo de sus maristas virtudes.” Firma el Hno. Julián García Rilova.
Pág. 22, el Hno. Lucinio Palacios, una vez finalizada la crónica del acto central celebratorio de los cincuenta años del colegio de Mendoza, nos dice: “El héroe de la jornada fue el Rdo. Hno. Justino, uno de los felices fundadores del colegio San José.”

OCHENTA AÑOS celebró en Pilar, el 22 de noviembre de 1971. En noviembre – diciembre, pág. 34 – 35, se publicaron sus palabras, dirigidas en la ocasión al Hno. Director y a los Herma nos. Algunos párrafos.
“Elevemos nuestros corazones al Altísimo y démosle gracias porque es bueno. Sí; demos
En junio 1976, pág. 34, se nos narran los últimos momentos de su vida. De la Crónica de Pilar. Firma: H. José Elcarte.

“EL HNO. JUSTINO SE DURMIÓ EN EL SEÑOR Y SE FUE A LA CASA DEL PADRE.”
El día 10 de marzo, a las 19.25, moría en esta casa. Unos días de sufrimiento la valieron de purificación. Vimos finalizar una vida fornida, como fruta madura que cae del árbol. Rodeado por los Hermanos, auxiliado por la Madre Iglesia, tuvo una muerte suave, tranquila, que constituyó un “lujo” para este religioso, en fechas en que las muertes violentas eran noticias diarias, espeluznantes.

Casi media hora antes de su morir estaba su servidor solo con el agonizante. Yo pensaba muchas cosas. Un hombre se debatía en agónica situación. El alma estaba a punto de salir por sus labios. Un cuerpo esquelético, inmóvil. Las escenas espirituales que allí tenían lugar, quedaban ocultas. Encomiendo a la Ssma. Virgen al anciano moribundo. Después me acerco y le pongo unas gotas de agua en la desdentada boca. Le produce tos. Opto por no hacerlo.

Estoy ante una realidad de enfermedad y muerte. Esto constituye el dominio del demonio. En breve tendrá lugar una muerte en gracia de Dios, con fe en Jesucristo, muerte convertida en vida, que es el destino de Cristo Redentor. Hay un “morir en el Señor” (Apoc. 14, 3) que no es verdadera muerte. Porque “Todo el que vive y cree en Mí, no muere para eternamente “(Jn. 11,26). Esto empieza ya por la fe y el Bautismo. Era inminente el salto al vacío para caer en manos de Dios Padre.

Cuatro Hermanos colocamos el liviano cuerpo del difunto en el féretro. Eran cerca de las 21. Esa noche la naturaleza se deshizo en cataratas de agua y resplandores de relámpagos. Al día siguiente es despedido el que fue sencillo y humilde H. Justino. Hacia las 16.30 el coche fúnebre parte lentamente. Adiós, Hermano, dentro de unos años te seguiremos. Mis labios musitan: “De profundis”…
En proximidad de lo anterior, la nota necrológica del Hno. León Gonzalo, pág. 6 – 8. Párrafos.

+ HERMANO JUSTINO (Antonio Verrando)
1891 – 1976
La personalidad del H. Justino no ha de quedarse encerrada en fugaces impresiones. Y cuando el 10 de marzo de este año, cayó el telón frente a la última escena terrena del querido Hermano, se realizó un cambio de agujas en la marcha de su alma grande y generosa, para tomar la recta certera y luminosa rumbo a la Casa del Padre.

Ha quedado entre nosotros como paradigma destacado de religioso ejemplar y como marista de pro, que ha sabido llevar en todo lugar y tiempo el amor en banderola, como un zurrón de peregrino hacia las metas de la Santidad y dispuesto siempre a brindar con mano abierta y gesto atrayente los dones de sus ejemplos alentadores y de sus palabras llanas y cautivadoras que semejaban un rico florilegio de donaire y de mesura y se derramaban en amplia gama de convincente salutación al optimismo”. Y por eso se hizo estimar y se dejó querer, porque, como dijo Cervantes: “Cortesías engendran cortesías.”

Fue hombre de personalidad inconfundible, de estatura mediana, resistente de cuerpo y recio de espíritu. Por su temperamento podríamos ubicarlo entre los viscerotónicos, emotivo activo, de reacciones rápidas, pero controladas, por el predomino de la virtud y porque sabía que “los golpes del corazón se atajan con la cabeza.”
Fue un hombre que llevó al plano de su conducta y a la esfera del buen gobierno las cualidades que Marcelino Champagnat exigía del “Bon Supérieur”. Y dotado de tacto y buenos modos pudo decir como Don Quijote: “Con los discretos me entiendo…”

Lleno de buen sentido supo dar a su vida la “solera” de la ponderación y del juicio recto, sin exabruptos ni desplantes y dentro del tiempo de serenidad y de reposo, tal como la solera que quiso dar, a veces sin éxito, a los vinos que con mecanismo casero y empeñosa diligencia se dedicó a elaborar, en más de una ocasión. Díganlo, si no, quienes convivieron con el H. Justino en Marcos Juárez, en Mendoza y otros lugares.
Porque así fue él: Hombre polifacético y de multiforme actividad: Director, maestro, profesor, prefecto, auxiliar de disciplina y de administración. Y en tal apertura y en tales líneas supo llenar ardorosamente los prefijados rumbos de la Obediencia sobre la firme curva que le presentaba cada horizonte de la vida y que para él eran metas que tenía que alcanzar con plena entrega y cumplida decisión.

Así fue siempre el H. Justino: hombre sencillo y afable, de aspecto bondadoso y amable, con la cabeza un tanto llevada hacia delante y en cuyos labios aparecía una permanente perfilada sonrisa que se ofrecía atractivamente en el ademán expresivo y franco de la mano derecha abierta y alargada para el complaciente saludo, como quien quiere adelantarse a la palabra adecuada, con la que sabe dar carne verbal al pensamiento.”
El autor introduce una larga columna: “Aún nos quedan muchos párrafos enredados en las puntas de la pluma, pero antes de enhebrarlos en esta breve semblanza queremos presentar el denso “curriculum vitae” de este benemérito Hermano.” Dado que este cometido ya ha tenido su cumplimiento en la grilla de sus actuaciones, solamente seleccionamos elementos que no se encuentran allí.

Familia, constituida por cristianos agricultores.
El Noviciado se encontraba en el mismo lugar que el Juniorado, Mondoví, al que ingresó.
Tras breve escolasticado en Ventimiglia, 1908, llegó a la Argentina el 24 de enero de 1909. De inmediato se incorporó a la Escuela San Vicente, de Buenos Aires. Con su castellano en barbecho, ¿qué tareas habrá podido realizar? ¡Bravos misioneros, bendito sea Dios!
En 1917 integra el grupo fundador del colegio San José, Mendoza. De idéntico modo, fundador de nuestra casa – Juniorado de Pilar en 1955.

Finalizamos la trascripción de lo seleccionado en la nota, con los párrafos que siguen.
“En Pilar lo vimos y saludamos en el último retiro anual en enero pasado. Le placía conversar con quienes convivió en tiempos idos, para actualizar los hechos y sucesos del pasado, rico en peripecias y en nostalgias; y así traer al plano del regusto el contenido de las largas rumias en que a cierta altura de la vida vamos macerando recuerdos, ilusiones y esperanzas; de todo aquello de lo que todos siempre somos protagonistas, pero que a cada uno compete jerarquizar con su propia acción, porque, como decía el H. Justino:

“Esta es la ley de Dios” y lo demás son truhanerías, habría añadido Don Quijote. Así pensaba y de acuerdo a tales guías obraba el querido difunto, con cabalidad de recio religioso, con integridad de auténtico marista. Y así se expresaba en sus altos años con el habla coloquial, siempre clara y sápidamente marista.

Lo hemos visto en Pilar en el mes de enero con el caminar cansino y siempre garboso yendo a los lugares de reunión con el rosario en la mano o recogido en la capilla en frecuentes visitas, llevado siempre por el apretado deber de ejemplarizar y de llevar consigo las luces de su recta vida regulada por pautas bien definidas y guiado por la voz de la Obediencia, que es la inefable voz de los sencillos y que es expresión de la Teología de la caridad y del amor.
Amigo lector: Tal es la semblanza del H. Justino; tal su vida, de la que se me ha dado en la flor de elogiarla, porque él lo merecía y porque me le debía tal imperativo de justicia y lealtad. Sólo nos queda imitarle, seguir sus pasos hasta la meta final, que se llama perseverancia y así poder decir como él confiados y alegres:

Ojos de mi Señora y gentil Dueña,
Alumbrando venías mi camino
Por do he llegado a tu Hijo Divino.”

Leoncillo
Rosario, marzo de 1976.

Hacemos propicio el final del artículo del Hno. Jesús Casal para este fin de biografía. Lo extrae de las antiguas Reglas Comunes. Artº 114:
“Este espíritu de sencillez no excluye, ni mucho menos, las normas de la urbanidad y la distinción. Se patentiza exteriormente en el atuendo, que ha de ser decoroso, sin acicalamiento ni dejadez, en la naturalidad de los moda-les; en el hablar sin malicia ni afectación, y en el porte general, estrictamente ajustado a la vida común.”

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