Nombre Civil: Alejandro Calzada Rubio.
Fecha de Nacimiento: 21/07/1903.
Lugar de Nacimiento: Vegapujín — Valle Gordo — León — España.
Fecha de Profesión: 21/08/1922.
Fecha de Defunsión: 12/04/1995.
Estable 1903 – 1995.
Nacimiento: 21.07.1903 – España.
Junior: Tuy 1919.
Primera Profesión: 21.08.1922.
Más de 20 años en Argentina (1925 – 1945).
Fallece en Valladolid.
+ 12.04.1995.
91 a. 74 de Vida Marista.
Actuación: 70 años.
Profesor: 29 a.
Director: 6 a.
Director de Primaria: 5 a.
Mayordomo: 6 a.
Jubilado: 18 a.
Descanso 6 a.
CALZADA RUBIO, Alejandro nació en Vegapujín (Valle – Gordo), León. Sus padres, Manuel y Cristina. “La devoción que su madre Cristina sentía por la Ssma. Virgen, supo asimilarla muy bien. Siguió sus primeros estudios en la escuela de su pueblo con gran aprovechamiento. Al mismo tiempo que las primeras letras aprendió la doctrina cristiana.” (Fotocopia de revista no identificada.Autor: H.Joaquín Merayo Martínez.) Única referencia a parientes, una persona familiar suya, Matilde Calzada Taladriz, con domicilio en nuestra San Carlos de Bariloche.
Noviciado en Tuy, 1921. Profesión perpetua, Luján, 1928.Voto de Estabilidad, Rafaela, 1940. Sirvió en el Regimiento, Misionero en Argentina. Escolasticado, no. Enfermedades crónicas, Amnesia, hipoacusia. Operaciones sufridas, hernia. Bachillerato, Argentina, 1928. Magisterio de la Iglesia, Tuy 1952. Auxiliar, Matemáticas – Madrid, 1962. Ya jubilado, cobra pensión de la Seguridad Social.
Ingresó al Juniorado a los 16 años. “Sin otro bagaje cultural que el adquirido en sus cortos años de formación, inicia su tarea educativa y actividad apostólica en 1922. En 1925 regresa nuevamente al Juniorado de Tuy como formador. Pocos años más tarde y como alternativa al servicio militar embarca en Vigo rumbo a la Argentina, para desempeñar el apostolado y la docencia en los diversos destinos que la obediencia le señala: Luján, San Francisco, Rosario y Rafaela, en esa misma sucesión. Muchos años después todavía hablaba con entusiasmo de su querida Argentina y los recuerdos se agolpaban en su mente cada vez que evocaba los algo más de 20 años vividos en el país sudamericano.
Tengo para mí que Argentina tuvo duende para todos los Hermanos que pasaron por ella y casi me atrevería a decir que les imprimió carácter. También al Hno. Alfonso. Muchas veces le oí contar las andanzas, aventuras, trabajos y también las alegrías vividas en la Argentina. Historias no sé si ciertas o inventadas sobre gauchos, excursiones por la inmensa pampa a base de churrasco y mate, las acampadas veraniegas en la frontera entre Argentina y Chile en plena cordillera de Los Andes, concretamente en el lago Bariloche, ‘ la maravilla natural más espléndida que he conocido’,según el Hno. Alfonso.”
(Hno. José López Fernández, misma revista, que debe ser CASTILLA.)
De la misma página de dicho Hermano. “Todo este largo período que va de 1939 a 1958, el Hno. Alfonso es el educador que contagia entusiasmo, especialmente en sus legendarias y vibrantes catequesis marianas del mes de mayo, en los resonantes festivales gimnásticos que merecieron hasta el honor de la información del NODO.
Pero, sobre todo es el religioso marista cabal, que ejerce la mediación entre comunidad, Hermanos y superiores. Como eterno ‘subdirector’ está en la memoria de la mayoría de los Hermanos que recuerdan con cariño su calor y cercanía fraternas. Prosigue un año más su labor educativa en Salamanca, de donde es destinado a Segovia, para ocuparse durante seis años de la mayordomía del internado.
Inaugurado el CCV en 1996, es el responsable, como Director de Primaria, de dar el sello marista a este centro escolar, tras su paso de la diócesis a la Provincia. Vuelve nuevamente a Segovia, donde había ejercido fuzgazmente de mayordomo del internado, ahora como jubilado, ofreciendo esos mil servicios de quien ‘no tiene otra cosa que hacer’, y la pedagogía de su presencia. Finalmente, en 1989 se incorpora a la Residencia Champagnat de Valladolid. Nos es familiar la imagen de Fonso como inquieto paseante, con su rosario en la mano y la sonrisa y la palabra amable en los labios. Imagen que esporádicamente nos era arrebatada por la depresión, pero que pronto nos devolvían el calor del sagrario, el amor de María y la convivencia fraterna.
Y en silencio nos ha dejado este Miércoles Santo, uniendo sus padecimientos a los redentores de Jesús y María.
Se especuló con que hubiera sido en sábado: el Señor lo llamó así en el día consagrado a San José, patrono de la buena muerte. Descanse en paz y que la luz del Resucitado le dé el gozo de la presencia de María y Marcelino a quienes tanto amó y dio a conocer y amar.” Gracias, Hno. José López Fernández.
Del Hno. Joaquín Merayo Martínez, de quien ya hemos podido leer testimonio. “… desempeñando las más diversas funciones, menesteres y actividades. Aceptó siempre la voluntad de Dios manifestada por medio de los superiores. El eco de actuar del H. Alfonso ha sido, siempre, sencillo.
Conocí al Hno. Alfonso por primera vez en los ya lejanos años de 1948, siendo yo junior en Tuy. Casi recién llegado de Grugliasco, recaló en el juniorado como profesor y subdirector. Su energía (tenía entonces 45 años) y su capacidad de trabajo, su competencia y, sobre todo, sus dotes de orador nos impactaron a todos. Desde entonces los juniores vivimos de otra manera. Sus catecismos marianos crearon estilo y época. Hasta en los paseos surgieron nuevas actividades y otros entretenimientos.
Años más tarde volví a coincidir con él en el colegio ‘San José’ de León. Eran los años de los éxitos académicos, el profesor de los cursos superiores, de los triunfos deportivos, de los festivales gimnásticos que dieron nombre y fama a los Maristas. Como el eterno subdirector, estuvo siempre al lado de los Hermanos jóvenes con su cariño, su calor y su cercanía, aunque a veces también le causara disgustos. “Hno. Alfonso, no me borre con el codo lo que ha firmado con la mano”, dijo el H. Director en una reunión comunitaria a raíz de un suceso ocurrido en la comunidad…
“…trató de ser un hombre fuerte y creció siempre y saltó hacia adelante apoyado en una pértiga que jamás falla: María. Vivió para ‘amarla y hacerla amar’ y para intentar que todos lo hiciéramos con la misma intensidad que él. Su devoción y amor a la Virgen daría para escribir páginas y páginas.
Hace precisamente algún tiempo me decía un ilustre cardiólogo que atiende a nuestros Hermanos: “Todavía hoy rezo cada día el rosario en familia tal como me enseñó el Hno. Alfonso en el colegio de León.”
Cuando en 1989 se incorporó a esta Residencia Champagnat desde Segovia, me decía: “Nunca pensé que iba a pasar los últimos años de mi vida tan bien, tan contento y tan feliz.”
Respiraba paz y la transmitía. Modelo de marista, sencillo y silencioso. Como consecuencia de la dureza de sus oídos se cerró en el silencio y apenas hablaba. ¡Qué impotente su silencio! En sus últimos años fue para todos presencia más que palabras y, sobre todo, sonrisa. Pienso que el H. Alfonso vivía en la presencia de Dios de continuo. Y su vida de oración era un estímulo para todos nosotros. Pasaba horas y horas en la capilla ante el Sagrario y la Madre. Que la vida y muerte del H. Alfonso sean para todos un símbolo y una referencia.”
H.Joaquín Merayo Martínez.
Del Hno. Teodoro Barriuso Martínez:
“Cuando en Segovia faltaba algún profesor de los cursos de básica, ya se sabía que se podía siempre contar con el H. Alfonso para las sustituciones. Ël iba gustoso, y siempre se las arreglaba para que tocara lección de religión y, de la religión, elegía el tema María. Hablaba con entusiasmo y encandilaba a los muchachos. A la hora de terminar la clase, siempre parecía que faltaba lo mejor. Los alumnos se acordaban de aquel Hermano que les había hablado tan bien… Un alumno me aborda un día en el patio: ’Hermano Director, ¿va a venir hoy a nuestra clase el Hermano de la Virgen?’ Le estaban esperando para que les siguiera contando cosas maravillosas.
No había mes de mayo o novena en que los profesores no le pidieran que fuera a su clase para preparar a los alumnos. Siempre estaba dispuesto.