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HNO. ALBERTO

Nombre Civil: Juan Federico Scherthan Bosch.

Fecha de Nacimiento: 19/05/1919.

Lugar de Nacimiento: Ranschbach — Rheiland – Pfalz — Alemania.

Fecha de Profesión: 29/08/1936.

Fecha de Defunsión: 02/02/1993.

Estable 1919 – 1993.
Nacimiento: 19.05.1919 – Alemania.
Junior: 1931 Munich
Toma de Hábito: 29.08.1935 Hno. Alberto.
Primera Profesión: 29.08.1936/Furth
2ª emisión: San Maurizio, Italia
3ª emis.: Almelo, Holanda
4ª emis.: Luján
5ª emis.: Chajarí
Votos Perpetuos: 11.02.1942
VIII 1938: En Uruguay, Escolástico en Luján.
Voto de Estabilidad: II 1958
Fallece en Montevideo + 02.02.1993 74 a. 58 de vida religiosa.

SCHERTHAN BOSCH, Juan Federico, nació en la población llamada Ranschbach, provincia de Rheiland – Pfalz. Sólo contamos,en lo que respecta a su familia, con su apellido materno, Bosch, y con el de una familia de referencia, “más allegada”, a saber: Franz Schmadel, 6740, Arzheim – Landau. Aparte esto, no se encuentran otras referencias.En cuanto a fechas de “su última visita de familia,” figuran los años de 1976 – 1989.
Observaciones: Votos temporales. Habiendo iniciado su formación en el Juniorado de Munich,ya en 1937, recordemos que la persecución nazi se inició en Baviera, lo encontramos en San Maurizio (Italia), donde renueva por primera vez, el 08.09.1937; en julio 1938, en Almelo (Holanda,3ª renovación), para emitir por 4ª vez en Luján, habiendo transcurrido un año casi y medio entre la 3ª y la 4ª emisión. En otros casos, esto se evitaba intercalando una renovación más corta que un año, lo cual daba, finalmente, seis emisiones de votos temporales.

Pertenece al segundo grupo de la corriente alemana fundadora en Uruguay. Estando al frente el H. José Verius Porta, Visitador, la fraterna despedida se dio en la Missionshaus San José, en la fiesta de los Príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio de 1938. El embarque se realizó en julio de 1938.Arribo a Buenos Aires, el 27 de julio. Se nos ofrece histórica foto del grupo, por atención del Hno. Augusto Jenemann, uno de sus miembros.

Presidida por Mt. 28,19: “Id y enseñad a todos los pueblos”, uno de los pensamientos de la estampa recordatoria: “Los que enseñan a muchos en la justicia, brillarán como luces del firmamento, como las estrellas, siempre y eternamente.” (Dan.12,31). Y…¡cuidemos la reliquia Jenemann…! El año pasado, 1998, cumplió 60 años desde su salida de Hamburgo…
El Segundo Noviciado lo cumplió en Grugliasco, desde enero a julio de 1954. Maestro y Submaestro, HH. Juan María y Teresiano.

Titulaciones: Nos informa su ficha que llevó a cabo los estudios propios del Liceo alemán (Secundaria), cuatro años. Agrega: “Reifeprüfung.” No constan estudios rioplatenses.
Consejero provincial, desde 25.02.1969 a 21.11.1971, con carácter de primer consejero. Corresponde al primer trienio de Carlos Rohe.

Después de medio año de escolasticado en Luján, donde el Hno. Daniel Bernardino le enseñó la lengua de Cervantes, y una breve estadía en un colegio de la Provincia Argentina, fue destinado a Montevideo donde enseñó por más de 40 años, Catequesis, Historia y Francés en el colegio Santa María, al mismo tiempo que hacía de administrador del colegio.
Poseía una asombrosa memoria, dominaba 4 lenguas, era aficionado al truco y era conocido como un gran hincha de Peñarol, lo cual fue motivo de animadas conversaciones y discusiones con los alumnos y personal del colegio.
Debido a la mala circulación de la sangre le hicieron durante casi un año, tratamiento en sanatorios de Alemania. Su diócesis natal se hizo cargo de los gastos.
De retorno al Uruguay, le fue amputado el pie derecho y pocos días antes de morir le cortaron la pierna izquierda. Sobrellevó sus dolencias con gran valor y resignación, lo cual, ciertamente, aumentó sus méritos ante Dios.
Gracias, Hno. Alberto, por tu ejemplo, tu dedicación y tu vida.

Hno. Anselmo Liessmann
“… era conocido como un gran hincha de Peñarol, lo cual fue motivo de animadas conversaciones y discusiones con los alumnos y personal del colegio.”
(H. Anselmo).

Por omitido en su lugar, anteriormente: Participó en un cursillo de Catequesis y colegio en pastoral, dictado en Buenos Aires, con una duración de tres semanas. Fue en 1971. Asimismo, expresó su deseo de poder hacer curso organizado por CEMAR, con liberación temporal de actividades. En un código expresado con opción según dos letras, opta así “P.- E.”

Carta de ciudadanía uruguaya, obtenida el 11 de marzo de 1953, estando en el Colegio Santa María, Montevideo.
“RÍO DE LA PLATA”, número de diciembre 1993, posterior al dedicado especialmente a su deceso. El Hno. Emeterio Pérez M. publica RECORDANDO AL HNO. ALBERTO SCHERTHAN BOSCH. Extraemos o citamos.
Con emoción relata el encuentro. Fue en la capilla del Santa María. Pascua de Resurrección. Un cirio pascual muy bello. No estrenado. Tarde de Resurrección. “Y el cirio, ¿de dónde lo sacaste, Roque?” – “Es del Hno. Alberto, se lo regalaron sus hermanas cuando cumplió sus bodas de oro de vida religiosa.” Así se entendía la inscripción: 1935 = 29.08.1985.

Sigue Emeterio: “Ese cirio me habla. Me habla del H. Alberto. Me habla de su historia de fidelidad, de sus luchas, de su amor a los jóvenes, de sus ansias de vivir, de su… por qué no, de su Peñarol entrañable, símbolo inequívoco del esfuerzo de amor y cariño a la tierra que lo recibió con los brazos abiertos y de la que nunca quiso alejarse ni físicamente; me habla de su familia que tanto amó y de la que recibió a diario pruebas de aprecio y cariño. El cirio pasó a ser parte de nuestra historia comunitaria. Es Alberto que está ahí y nos repite desde esa presencia misteriosa del Cristo Resucitado del Cirio Pascual: ’Vale la pena gastar la vida sirviendo al Señor.’” Tras un párrafo con reflexiones inspiradas en el libro de Leonardo Boff, “Los Sacramentos de la vida”, transcribe la inscripción inserta en el cirio: Dios es tan grande que merece la pena de gastar la vida en su servicio.

A continuación, lo que sigue aquí:
“Después de la brusca y humana respuesta del que aún se siente con fuerza y no llega a admitir los límites de sus situaciones, ‘no quiero que me amputen la pierna. Llévenme a la comunidad’, había seguido el rutinario vivir, sereno, pero al mismo tiempo cuajado de intenso y silencioso sufrir.

Sí. No fue fácil para Alberto, como no lo es para nadie aceptar una limitación como lo es la amputación de una pierna y más en el caso suyo, ya que era la que mejor irrigacion tenía. Una insignificante herida, causada por una banal rozadura del zapato había ido degenerando, a causa de la diabetes, en gangrena.
‘No quiero que me corten la pierna, llévenme a la comunidad,’ había sido su tajante respuesta cuando el médico le informó de la situación. Y ahí, en su comunidad, arropado con el silencioso cariño de ‘su comunidad’ y la cotidiana oración de ‘su comunidad’, la gracia hizo su trabajo. Fueron tres días de retiro y oración para Alberto. (…) ‘Llévenme al sanatorio para la operación,’ fue el lacónico pedido de Alberto fruto de tres días de oración y discernimiento.

Alberto había aceptado el querer amoroso del Padre Dios sobre él. Fue otra persona. Nunca más se le oyó una palabra quejándose de la amputación de la pierna. Pero eso sí, unas ganas de vivir le hicieron superar cualquier dificultad. Y una fuerza de voluntad que le ayudó a sus 70 años a seguir los ejercicios para poder caminar con la prótesis ayudado de una muleta durante dos años.

La alegría se dibujó en su rostro y Alberto volvió a ser Alberto. Jocoso, apasionado, ameno en su erudita conversación, hincha a toda prueba de un decadente Peñarol; cariñoso con los) alumnos que a diario lo visitaban, interesado en la vida colegial y provincial, parco, pero sincero y profundo en su agradecimiento servicial, llegando a leer hasta el último aviso del diario para amenizar la conversación de la mesa comunitaria. Lector sagaz y constante (leía en los últimos años a raíz de un libro por semana) disfrutaba comentando lo leído con sus cohermanos.”

Hace fraterno recuerdo de Alberto, en su silla de ruedas. Sólo en las últimas semanas aceptó que alguno de los Hermanos lo impulsara hasta su cuarto, luego de la mesa comunitaria de la cena. Pero, afirma que Alberto “sigue presente en los vivos colores de las flores que tejen ese plato que adornaba su habitación y que a diario, desde un rincón del comedor nos repite:
(el texto de referencia se puede ver en el cierre de la biografía de nuestro Hermano.)

El Hno. Salvador Martínez Conde ha conseguido algunos testimonios por escrito. Se los han entregado exalumnos de Alberto. Entresacamos.
“Con el Hno. Alberto hay mucho para decir. Era una persona osca, pero al mismo tiempo muy dulce. Miraba más al hacia el personal de servicio que a profesores y maestros. Por ejemplo: iba de viaje y siempre traía algún recuerdo para cada uno del personal de servicio. Los chiquilines lo quisieron mucho, tanto niñas como varones. Cada vez que se iba para su país, nos escribíamos, me mandaba postales de su pueblo. Los cumpleaños de cada una de nosotras lo festejábamos con pizza y torta, y él estaba con su seriedad junto con nosotras. También, a fin de año, hacíamos un asadito y se le invitaba. Nunca nos decía que no. Recuerdo que una vez lo invité a mi casa. Solamente teníamos edificado baño, cocina, un dormitorio. Cuando entró le dije “No se fije, que es casa de pobre.” Y me contestó “Vengo por las personas, y no a fijarme cómo viven.” Eso me alegró mucho porque sé que hay gente que no valoran a las personas, sino que, tanto tienen, tanto valen. Era muy fanático de Peñarol. Cuando perdía, los chiquilines lo hacían rabiar. Les decía: “¡Cállense la boca.!”

Sentí mucho cuando se enfermó, pero más cuando falleció. La verdad es que tengo muy lindos recuerdos, y lo seguiré recordando con cariño, aunque ya no lo tengamos junto a nosotros.
Firma MYRIAM.

Un exalumno de 1er. año Primaria en 1941, que no firma, dice de él que era sanguíneo, comunicativo,hace referencia a su adhesión a Peñarol. No sabe por qué, pero no lucía la cruz sobre su pecho. A los que llegaban más temprano a clase, los convidaba con bombones o caramelos, y él también era generoso en acompañarlos, gustosamente. Que, por primera vez en horario de clase, “vimos aparecer una pelota (nº 2 porque éramos chicos). Decía que era para premiarnos, pero debía ser que ya estabámos insoportables… teníamos 6 ó 7 años. Ël no se quedaba atrás y bien que usaba la sotana para manejar la pelota.”

No recuerda bien por qué, pero expresa que el Hermano lo dirigió particularmente en la preparación de su primera confesión y comunión.Esas impresiones, dice, no se olvidan. “Quizá ahí supo transmitirme valores como la fe, la perseverancia, la confianza en María, nuestra madre celestial, tal como los aprecié en él hasta sus últimos días.” Entre sus valores destaca espontaneidad, transparencia, efusividad, apoyo constante, alegría. Y en cuanto a sus virtudes, fe, perseverancia, confianza en Dios y en María. ( foto)

Una exalumna. Inicia agradeciendo poder hablar de una de las personas más importantes en su vida. Y dice: “No puedo hablar de un hecho significativo porque para mí, todo su accionar era importante. Se entregó por entero a sus ideales, a su fe, al colegio, y aunque muchas veces fui testigo de su añoranza por su familia en Alemania, se entregó y se integró tan por entero a nuestra sociedad que hasta lloraba cuando Peñarol perdía.

Cuando entraba en clase y nos hacía rezar, esas palabras que con otras personas se repetían como autómatas, vacías, con él se transformaban en verdad, porque él nos educaba con su ejemplo. Su presencia en clase no transmitía que sintiéramos que era distinto, superior, la autoridad. NO. Sólo con su saludo, con mirarnos, nos decía ‘Aquí estoy si me necesitan’, y yo lo necesité muchas veces y siempre estaba, con las palabras justas, sin exigencias, sin órdenes ni castigos. Creo que pocas personas logran transmitir esa paz, el ver la vida sencilla, que el peor de los problemas tenga una simple solución. Muchos no han entendido todo esto en el H. Alberto. Significa que no conocieron a una persona íntegra, una persona de verdad.”

Descubre en Alberto estos valores: apoyo al más débil, respeto, tolerancia, solidaridad, comprensión. Puesta a destacar sus virtudes, y el H. Salvador propone las 3 teologales y las 4 cardinales, responde: “Todas éstas y más.”
Firma Sylvia Nieves.

Finalmente, podemos leer el testimonio ofrecido por el H. Ricardo Kress.
Fue administrador por varios años. Era administrador y vendía golosinas en la cantina del colegio, durante los recreos.
Autodidacta, había aprendido todo con su esfuerzo, pero sabía mucho.
Si bien estuvo en Santa María, también estuvo en otros colegios.
La idea que yo tengo de él es la misma que del Hno. Víctor, un hombre científico además de ser un buen religioso. Un hombre que daba clases de historia en el liceo y conocía la historia de memoria. Tan es así que una vez un inspector que vino a presenciar una de sus clases, manifestó después de oírlo: “¡Qué memoria tiene este Hermano, es un libro abierto!”.

No utilizaba textos en sus clases y sin embargo dabas las clases de una manera espectacular. Conocía la historia en todos los detalles. Eso sí, leía mucho y de esa manera se instruía e informaba.
El Colegio “Zorrilla de San Martín”contó con sus condiciones. Estuvo enseñando unos cuantos años.
Como administrador fue famoso, ya que por muchos años se encargó de esa tarea. En ese entonces se llevaba una administración única de la comunidad y el colegio. Se trataba de un trabajo bastante engorroso.

Era fanático de Peñarol. Los lunes, cuando venían los chicos… todo el mundo sabía que si ganaba Peñarol… y cuando perdía todos los chicos le caían encima. Siempre se sabía defender. Defendía su equipo a muerte. Cuando ganaba, estaba en la gloria, y cuando perdía se ponía mal.
Ahora nos tendrías que hablar de su enfermedad y de la pérdida de sus piernas.
Su enfermedad comenzó de a poco. No tenía buena circulación en sus piernas. Iba con los superiores, buscando remedios. Por ese motivo viajó a Brasil, a Porto Alegre, con los Hermanos de la Universidad. Lo trataron muy bien y se recuperó un poco. Regresó y continuó empeorando. Continuaba teniendo mala circulación. Entonces lo enviaron un año a Alemania. Con los tratamientos más o menos iba mejorando, pero le aclararon que eso no era definitivo. Cuando regresaba empeoraba cada vez más.

Dormía al lado de mi habitación y me contó que a la noche si, sin querer, se golpeaba con la pared, le agarraban dolores que le impedían dormir y sufría con el tema de la circulación. A veces las piernas se le ponían negras.
¿Era diabético él?
Creo que no.
Sí, ya que Pascual le retrucó a Roque, porque éste decía que se trataba de una enfermedad que no era diabetes. Pascual dijo que sí lo era.
Yo no voy a discutir, pero a mí me parece que no era diabetes. Nunca sentía hablar de eso, sino solamente de su enfermedad de la sangre, de la circulación y eso se veía por cómo tenía las piernas.

Cuando vieron que realmente ya no tenía remedio, le cortaron una pierna y él lo aceptó muy tranquilo, muy resignado, sin rebelarse contra nada. Así se hizo, se curó su herida y vivió varios años con una sola pierna.
Lo peor fue que después comenzó con problemas en la otra pierna. Los mismos problemas (falta de circulación) y no quedó más remedio que amputar también esa pierna. Ya el corazón no era lo suficientemente fuerte. Poco después de esa segunda operación falleció. Pero, ¡dejó un recuerdo..! Yo le tenía una gran estima.

Jugábamos él, el Hno. Antonio Corentino y yo, con un ex-alumno. A la paleta. Jugábamos cada partido que “¡Dios me libre!”. Estábamos como tres horas, todos los domingos por la tarde, y había que ver al Hno. Alberto cómo pateaba y cómo tiraba.
Lo mismo con el fútbol, al que jugaba muy bien. En aquella época se jugaba mucho, tanto entre nosotros como con los padres de los alumnos. Nosotros jugábamos en sotana, de manera que cuando venía la pelota chocábamos con ella. Los padres decían que nosotros teníamos ventaja porque gracias a la sotana obteníamos la pelota fácil. El Hno. Alberto jugaba muy bien al fútbol.

Cuando yo lo conocí en Santa María me dio la impresión de que era una persona alegre, pero al mismo tiempo no le gustaba mucho que lo embromaran. De vez en cuando paraba a quien le hacía una broma fuera de lugar.
Sí, cuando le tocaban su equipo, ¡ay!…. Ya sabíamos que ahí no debíamos decir nada. No era muy comunicativo, más bien introvertido. Muchas veces tenía problemas y sufría interiormente, sin manifestar mucho.
Se preocupaba mucho por el Colegio, por su reconocimiento, para que siguiera adelante la obra.

Como administrador, el Hno. Alberto me ayudaba mucho.
(Más información sobre la vida de nuestro Hermano, en el Suplemento de esta carpeta nº 11.
Al cerrar esta vida tan expresiva en términos de fe y voluntad al servicio del Señor y de la Iglesia, en el ámbito de Iglesia docente, confieso que me ha sido un descubrimiento. No tenía mayor idea sobre el Hno. Alberto. Finalizo estas páginas totalmente enriquecido. Siguen los pensamientos del plato florido, ahora en el comedor de la comunidad del Cgio Santa María.

“Un poco más de paz y menos de discusión.
Un poco más de bondad y menos envidia.
Un poco más de verdad y ayuda en la necesidad.
Un poco más “nosotros” y menos “yo.”
Un poco más de fortaleza y menos envidia.
Un poco más de verdad y menos quisquillosidad.
Muchas más flores durante la vida, pues sobre la tumba ya no sirven.”

Información pertinente: entre 1935 y 1939, 47 Hermanos alemanes desembarcaron en Argentina, con propósito de posterior integración en Uruguay. ¿Por qué Buenos Aires? Ciertamente, con motivo del aprendizaje del castellano. Pero, es bueno saber que los religiosos no podían obtener visado uruguayo de pasaporte. En esto, los judíos estaban mejor favorecidos. Poco grato asunto, en el que los Hermanos alemanes recuerdan con gratitud la actitud y la acción de un exalumno del C. Champagnat, don Ernesto Sarmiento. Con sus intensas e inteligentes gestiones, consiguió progresos importantes en el gerenciamiento y visado de sus pasaportes.
Nuevamente, gracias, Hno. Augusto Jenemann.

 

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