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HNO. AGUSTIN TEGLIA

Nombre Civil: Agustín Teglia.

Fecha de Nacimiento: 15/04/1910.

Lugar de Nacimiento: Ponte Buggianese — Provincia de Pistoia — Italia.

Fecha de Profesión: 02/02/1941.

Fecha de Defunsión: 23/10/1974.

Profeso Perpetuo 1910 – 1974.
Nacimiento: Ponte Buggianese, Provincia de Pistoia, Italia. 15.04.1910.
02.02.1926: Llega al país.
01.08.1939: Postulante.
02.02.1940: Toma de Hábito.
02.02.1941: Primera Profesión.
08.01.1946: Profesión Perpetua.
Fallecimiento: +23.10.1974 – Pilar – 65 a. y 35 de Hermano Marista.

Agustín Teglia es un caso totalmente fuera de lo común dentro de nuestros ingresos vocacionales. Pensemos que con 16 años llegó a Argentina, y a los 29 ingresó como postulante…

Es originario de un pueblito de la provincia italiana de Pistoia llamado Ponte Buggianese.
Familia. Don Julio, su padre, era agricultor. Falleció en 1937. Su madre, María Pagni, falleció en 1944. Fueron cinco hermanos, tres varones mayores y una mujer menor. Su ficha nombra a Olivo, un hermano suyo residente en el pueblo, y una hermana, Josefa Teglia, residente en Estación Labordeboy, FC. Mitre; y dos sobrinos residentes también en Santa Fe, provincia, Estación Godoy, FC. Mitre.

En la parroquia de su pueblo fue bautizado al día siguiente de nacer; y confirmado en octubre de 1916 en la misma.
Documento: C. I. de la provincia de Córdoba, nº 57417; y de la pvcia. de Buenos Aires 1922677.
Visita de familia: Por única vez volvió a Italia en junio del año 1970. Contaba 60 años.
Su actuación: *1941 – 1949, quintero en Villa San José; *1950 – 1951, cocinero en Capilla del Señor;

*1952 – 1960, cocinero en Villa San José;
*1961, maestro en el C. N. S. de Luján;
*1962, mismo colegio, tareas varias;
*1963 – 1964, Rafaela, Celador de Menores ;
*1965 – 1968, cocinero en el Cerro de las Rosas (Córdoba);
*1969, tareas varias en Pilar.
+ Fallece en Pilar el 23 de octubre de 1974.

En Argentina todos hemos conocido a esos buenos italianos con su media lengua hispano – italiana. El H. Agustín no era tan así, pero en algunos modismos nos hacía pensar en esos inmigrantes. Corpulento, siempre con su ropa de fajina, salvo los actos comunitarios. Aire campechano, se dirigía a nosotros, los formandos, con toda naturalidad, sin complejos lingüísticos. Nos llamaba la atención la energía con la que, por ejemplo, nos indicaba cómo debíamos puntear. Claro, esa velocidad andaba bien para algunas paladas… no para una hora o más de labor…
Salvo algunos detalles pintorescos, que se harán notar después, la impresión que guardo es la de un cristiano simple, sencillo en sus convicciones, sin ningún sentimiento de más o de menos en medio de una congregación de docentes, gente con estudios, muy bien relacionado con los miembros de su comunidad en la Villa San José. Su piedad era tan sencilla como profunda, y pasaba el día como encargado de la quinta – en medio de su campito y sus herramientas, desarrollando su labor sin prisa ni pausa.

“EN MEMORIA – + Hermano Agustín Teglia
(Q. E. P. D.)

En la mañana del 23 de octubre recibimos en Rosario el llamado telefónico con la noticia, que habíamos de trasmitir a Marcos Juárez, Rafaela y San Francisco, del fallecimiento del benemérito y querido Hermano Agustín Teglia (q. e. p. d.) Tan abnegado y bonísimo cohermano.

Porque así se nos ha ido el H. Agustín, con gesto en alto de sencillo adiós y con actitud sumisa de auténtico marista a los designios del Padre Celestial, quien sin más trámites que la condición de Hermanito de María, lo habrá hecho entrar el Señor en la gloria eterna por la puerta ancha de los elegidos y de los fieles discípulos del Beato Champagnat, quien aseguró el Paraíso a cuantos lleguemos al fin de nuestra vida perseverando en la Santa Vocación Marista.
Entregó su alma a Dios en la clínica Nuestra Señora de Fátima, en Pilar, cerca de nuestra Villa Marista.

Abarcó su existencia una parábola de amplia trayectoria, poblada de actividad constante y eficiente y llena de elocuentes frutos de virtud abnegada y generosa, con una vida enmarcada más en hechos beneméritos y en actos sencillos que en elocuentes palabras y discursos rumbosos; orientada más por el imán del cumplimiento del deber que por la sonorizad de los aplausos, porque supo poner en práctica la máxima de sabor clásico: ‘Obrar bien, que Dios es Dios’. Y así pudo encuadrar sus días en las normas maristas de humildad, sencillez y modestia, siempre conforme y en todo satisfecho con las actividades que la obediencia le señaló en los distintos lugares en que actuó, aunque más de una vez tuvo que imponerse un acto decisivo de virtud.

Y quienes lo conocieron de cerca pudieron constatar que en toda ocasión se mostró un fiel servidor de Dios y de sus Hermanos y supo, además, vivir consigo mismo, que es una manera sabia de vivir, para dar un bello complemento a su existencia y rica forma de poner calidad en el quehacer de cada día y darle recto sentido, imprimirle responsabilidad y conseguir la debida frotación de su vida para sí mismo y para los demás.

El Hno. Agustín siempre tuvo el oído atento a la inefable voz de lo sencillo, de aquello que se manifiesta en el gesto sin exabruptos y en la palabra sin altisonancias. Por eso era un hombre más versado en acciones buenas que en frases ingeniosas; más dado a brindar un servicio y a ofrecer una atención que a exigir explicaciones; más entregado a la rectitud de intención que a las expresiones de sentido esotérico o resbaladizo; porque sin buscarlo ni quererlo pudo merecer el elogio: ‘Bendito seas, Hermano, pues quien bien hace, para dos hace’.

Supo siempre meter a Dios en sus ocupaciones; y en el hueco impensado de un silencio poner el recuerdo de la presencia divina, porque ella está siempre visible al alma en los rincones de callada oportunidad. Y así, nuestro querido cohermano, como quien hace de trapero del tiempo, fue acumulando méritos y llenando su vida de riquezas de eternidad, para que cuando llegara la hora definitiva, que en los últimos tiempos la tenía siempre a la vista, pudiera realizar sin miedos ni sobresaltos el cambio de agujas para llevar su alma derechamente a las manos de Dios, pasando por las maternales de María Santísima.

Es necesario y además útil, y para nuestra pluma es también grato presentar estos perfiles de la recia y singular personalidad de este dilecto Hermano, hombre de peso y medida, de cuerpo macizo y fuerte, de andar pausado y grave, de movimientos balanceados y lentos, de aptitudes graves, parco en las palabras y poco ágil en el hablar, aunque abierto en el trato y comedido en el gesto. Su temperamento pícnico y sanguíneo, su carácter franco y sin dobleces lo llevaban al acercamiento a los demás y a la apertura del sentimiento y de la confianza, especialmente con quienes, por afinidad psíquica, le merecían mayor confianza en la comunicación y en el trasvase del pensar y del sentir.

Las peculiaridades de su manera de ser se pusieron de manifiesto en escala de mayores contrastes en los últimos meses de vida, cuando dominado por la fuerte diabetes y la aguda arterioesclerosis tuvo que sufrir serias perturbaciones en sus modos de vivir. Y ya próximo a la partida de este mundo, supo poner de manifiesto el dominio que había adquirido sobre los impulsos de su corazón y sobre las ansias de su alma, purificados ambos por la gracia de Dios, de la escoria de las terrenas aspiraciones y de los naturales sentimientos. Y demostró saber rectificar algunas actitudes ciertos procederes a que los malestares psíquicos y físicos le habían llevado, aun a pesar de sus buenos deseos y contra su leal voluntad. Y así se le vio entregarse con alegría y confianza y plenamente tranquilo en las manos del Señor y de tal modo dar, con serenidad y paz, el paso definitivo hacia la vida sin ocaso. Buena lección, la última, en patético ejemplo, la que nos dejó el querido Hno. Agustín.

Debemos también decir que hace algunos años, cuando la salud aún se mantenía en relativo buen estado, pudo realizar un viaje a su tierra natal y a la Casa Generalicia del Instituto en Roma, lo cual le colmó de gran satisfacción y le agrandó el amor por la Congregación Marista, a la que se entregó siempre con los mayores entusiasmos y la más ejemplar y ardiente adhesión. Y de acuerdo a este estado de ánimo, cuántas veces supo echar el alto a algún Hermano que demostraba titubeos en su vocación; y cuántas otras veces se lamentó de la salida de alguno que había vivido a su lado.” Firmado, Hno. Palomino del Río.

Nos causa extrañeza esto. Explico. En el número de octubre 1967, pág. 31, se habla de él como miembro de la comunidad del Colegio San Rafael. Es más, se nos dice así: “El Hno. Damián, además de atender el Primer Grado Inferior, se ocupa, con dedicación y sagacidad, de que nunca falten patos en el gallinero, constituyéndose así en preciada solución del menú festivo. Muchos de sus patos llevan su nombre, sin que se sepa cuál fue el duende que se lo endilgó. No vamos aquí a consignar tales nombres, por no faltar el respeto a algún personaje, discutido tal vez, más digno, creemos, de mayor deferencia. El gallinero cuenta asimismo con un atractivo huésped; se trata de un choique (Ñandú), que se pasea por la quinta con apostura real. Claro, al lado de los patitos, ¿cómo no va a creerse Su Majestad el Choique? Tiene excelente estómago: engulle cuanto le dan. Como postre prefiere clavos, llaves y monedas”.

Ilustre firmante de la crónica sobre San Rafael, el Hno. Julián García Rilova.

Algunas nonadas. Me voy a permitir algunos recuerdos del período de mi formación. Son rasgos menores, que para nada me causan menos aprecio en nuestro biografiado.

# Un inconveniente impensado. Estando yo en el Juniorado, 3er. Año, Ramón Esborraz cursaba 2do. Año. Era un joven muy serio, pero con bastante picardía. Con algún compañero fraguaron una travesura, encaminada a sorprender a nuestro quintero, por entonces llamado Hno. Damián (1945). A la salida del agua para regadío, tanque australiano, se encontraba una exclusa que la recibía, para luego encaminarla. Dicho elemento estaba cubierto por una tabla, que apoyaba en sus bordes. El Hermano hacía la recorrida por los distintos grupos de labor. Ramón, sigilosamente, apoyó la tabla bien sobre el filo de dicho borde. Al pasar por encima de ella el Hermano, cedió, lo cual hizo que cayera y quedara con el agua en las rodillas, por arriba de la rótula. Luego de una reacción de sorpresa, el Hermano permaneció totalmente calmo, lo cual ahora se me presenta como un testimonio de bella serenidad, que agradezco.

# Teófilo Papera, que dejó la congregación siendo ya profeso perpetuo. En esos años jóvenes nuestros, lo trataba con gran confianza. El Hno. Agustín lo reconvenía alguna vez, vaya a saber por qué, con una expresión que hizo época entre nosotros: “Papera, Papera… me parece que vo’…”

# Dando mensaje a transmitir para el Hno. Mariano José, administrador y despensero en la Villa, le oímos decir: “Por favor dígale al Hno. Mariano que me traiga los porotos, dígale que me traiga”. Algún chusco agregaba que le habían rechazado una traducción de la Biblia, pues comenzaba así: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra, en el principio”.

# Se tenía mucha confianza con el Hno. Daniel Bernardino, portero en la Villa. En un paseo a Naviera, estaba yo bastante impedido de jugar con mis jóvenes cohermanos escolásticos. Recé el santo Rosario con los Hermanos de la comunidad, sentados que estábamos. Lo dirigía el Hno. Daniel. Por su enfermedad (¿Parkinson?), tenía alguna dificultad en la motricidad fina, y casi en cada misterio agregaba alguna/s avemarías. Al finalizar, con gracia le dijo algo así: “Hno. Daniel, le debieron cobrar más caro por su Rosario, tiene más avemarías en cada misterio, ¿se fijó?”

Sí, mi recuerdo del Hno. Genaro Damián, Agustín Teglia, es hondo y agradecido. Una vida tan humilde, expuesta a una gran rutina sin mayores variantes ni fiestas como la del docente, su piedad sencilla, permanente y testimonial, su presencia fraternal y llana con sus Hermanos, y siempre alegre, de buen talante, hacen que le guarde un recuerdo muy valioso. En mi formación, sin que yo lo advirtiera entonces, fue ayuda seria, que agradezco.

Bendito sea Dios.

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