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HNO. ADRIAN EMILIO

Nombre Civil: Saturnino Asnáriz Echarren.

Fecha de Nacimiento: 06/02/1903.

Lugar de Nacimiento: Ciriza — Provincia de Navarra — España.

Fecha de Profesión: 17/07/1919.

Fecha de Defunsión: 17/12/1982.

Estable 1903 – 1982.
Nacimiento: 06.02.1903 — Ciriza, Provincia de Navarra, España.
15.02.1915: Junior, Arceniega.
22.01.1917: Llega al País. Junior, Luján.
02.02.1918: Postulante.
16.07.1918: Toma de Hábito.
17.07.1919: Primera Profesión.
01.01.1925: Profesión Perpetua.
08.01.1940: V. de Estabilidad.
Febrero 1934: Segundo Noviciado, Grugliasco.
Visitas de familia: Diciembre de 1952; Diciembre 1962; Junio de 1970; Junio de 1976.
Octubre de 1949 – Noviembre de 1958. Consejero Provincial.
Actuación: — 60 Años.
Maestro — 5 Años.
Profesor — 9 Años.
Director — 33 Años.
Ayudante Edit. — Años.
Secretario — 9 Años.
Fallece en Buenos Aires: +17.12.1982 — 80 Años y 63 Años de Vida Religiosa.

Saturnino Asnáriz Echarren vio la luz del día en Ciriza, provincia de Navarra. Sus padres, Don Miguel y Doña Petra Echarren formaron una familia con seis hijos – dos varones y cuatro niñas – y cerraba el grupo nuestro Saturnino, el benjamín. Sus padres fallecieron en 1912 y 1915, respectivamente. Don Miguel fue agricultor. Recibió el santo Bautismo el mismo día de nacer, en la parroquia del pueblo, cuyo titular es San Miguel Arcángel. Con algo menos de tres años, fue confirmado el 28 de octubre de 1905: parroquia de Santa Eulalia, del pueblo de Echauri.
Figura el domicilio de una hermana suya, la Sra. Valentina Asnáriz.
Como de costumbre, carecemos de toda información sobre su infancia, escolaridad o cualquiera otra.

Documentos.
Libreta de Enrolamiento 697355. Cédula de I. 1189321 Nacionalizado Agentino el 24 de Febrero de 1930.

Títulos Habilitantes.
Primaria APTITUD PEDAGÓGICA, Santa Fe/1964; Capital Federal/1956. TÍTULO ELEMENTAL DEL MAGISTERIO, Prov. Bs. Aires 1933. Secundaria DECRETO de 1926; estas materias: Castellano, Literatura, Matemática, Francés y Geografía. RESOLUCIÓN MINISTERIAL DE 1930 y 1949.

Como tantas veces lo hemos visto en estas biografías, es muy difícil encontrar textos sobre nuestros Hermanos anteriores a fechas felices pero tardías. Alguna página en torno de comentarnos algo sobre su estilo directivo, sería muy positivo.

Alto Relieve — Bodas De Oro.
Nos place adelantarnos al 16 de julio para felicitar efusiva y fraternalmente a los queridos y beneméritos Hermanos Adrián y Luciano Emilio, quienes en tal día celebrarán las Bodas de Oro de Toma de Hábito en la Familia Marista. Aunque actualmente actúan en jurisdicción distinta, el Hno. Adrián en la provincia Marista de Córdoba y el Hno. Luciano en la de Luján, ELEVACIÓN quiere unir sus figuras y sus nombres en la común felicitación y en el concordante y unísono aplauso, que el magno y gratísimo acontecimiento provoca en todos los corazones maristas de estas regiones del Plata.
La labor apostólica y docente de ambos Hermanos se desarrolló conjuntamente en la común Provincia Marista Argentina, hasta su desdoblamiento en 1964. El correr paralelo de sus vidas nos pide este sintonizado mensaje de felicitaciones y parabienes con que orlamos sus ilustres figuras y destacamos sus beneméritas existencias ennoblecidas con relevantes méritos adquiridos en 50 años de labor incansable y de entrega total y sin retaceos a Cristo y a María en las filas del Instituto Marista, bajo la égida de nuestro glorioso Padre y Fundador, el Bto. Marcelino Champagnat.

Con estas palabras de ELEVACIÓN abrimos las puertas generosas de nuestros corazones maristas para dejar salir por su anchura el caudal multiforme de nuestros sentimientos de adhesión y simpatía, de nuestra admiración y afecto, que se han de traducir en un himno de alabanzas a sus vidas colmadas de méritos: y en una canción de gloria a sus almas transidas de emoción y gratitud.

“Gracias, Dios mío, por haberme dado esta altura radiante de mi vida;
y gracias, porque el himno agradecido puedo elevar a ti con alegría…”

Por sendas paralelas han trazado el ‘currículum’ de su marcha, señalada con hitos luminosos de ciencia y de virtud, en las largas etapas que hilvanaron sus pasos de Vida Marista, iluminados de auroras y granados de crepúsculos; y cuyas lumbres quedan con permanencia de ejemplaridad para servir de guía y numen a cuantos en pos de estos ‘pioneros’ maristas vendrán para recoger sus consignas, que son pregón de heráldica marista y programa de misión pastoral y educadora.

¡Hermanos Adrián y Luciano, contadnos a vuestro lado en el canto del Magníficat!
AT MULTOS ANNOS — Dirección de ELEVACIÓN…

Elevación, junio 1968, Pág. 28. Nota para los dos, él y Hno. Luciano. Sigue la nota necrológica Elevación, otoño 1983, p.23 – 24…
Hermano Adrián Emilio — + Saturnino Asnáriz — Falleció el 17 de Diciembre de 1982…
Se ha apagado una existencia prócer. Todo en el Hno. Adrián revelaba grandeza de alma y señorío. Por fuera, un cuerpo robusto y enhiesto, un semblante grave, casi adusto, una marcial apostura y un andar majestuoso y solemne. Por dentro, un espíritu selecto, una mente ávida de saber, un alma noble, serena como inmenso lago en calma.
Esta vida estuvo signada por el misterio. El misterio de su soledad y de sus largos silencios. El de sus prolongadas lecturas y el de sus pensamientos, ocultos tras el muro de unos rasgos faciales impasibles.
¿En qué pensaba en Hno. Adrián cuando, solemne y majestuosamente, recorría las sendas de nuestra propiedad de Pilar, luego de haber cumplido meticulosamente sus horas de labor en la secretaría del Juniorado? ¿Qué leía —y leía mucho— en el retiro de su habitación? No era comunicativo. No comentaba, como otros, la última obra leída. No hablaba de sí mismo. Sólo de tarde en tarde soltaba el chorro incontenible de su labia, que dejaba atónitos a sus interlocutores, como en la contemplación de una importante cascada.

Misterioso y aplomado, sereno e imperturbable, de grave y severo rostro, infundía respeto. Así dominaba, con aires de inflexible capitán, el mundillo de los alumnos del Colegio, quienes por no haber asomado nunca al interior de aquella alma, solían ignorar su nobleza y su benignidad hora de malquerencia.
¿Equipó su mente privilegiada mediante la lectura asidua y fecunda Tenaz y metódico —era una máquina, se decía de él— sorbió página a página, una vasta cultura. Encontró para ello un aliado precioso en su fidelísima y pronta memoria.
Destacó en primerísimo lugar por sus dotes oratorias. Era ésta su más relevante característica y el objeto del asombro de quienes le rodeaban. Asombro que, al estallar en comentario, rodaba, a veces, mechado de ironía. Lo sabía él y lo echaba a broma.
Sus dotes intelectuales y morales lo condujeron pronto —a su pesar— al gobierno de Comunidades y Colegios; actividad en que no cesó hasta que sus fuerzas comenzaron a abandonarlo. Ocupó la dirección de los Colegios de La Plata, Morón, Champagnat —por dos veces— Belgrano, Luján, Rosario…

Aportó, al final de su derrotero, en la enfermería de Pilar. Allí, con el paso implacable de los años, perdidos ya sus arrestos, se hundió más aún en el abismo de su soledad y de su insondable silencio. Terminó sus días en el Policlínico OSPLAD, en Buenos Aires. Había nacido en Ciriza, Navarra, en 1903.

Palabras con que el Hno. Julián:
García despidió sus restos en el hall del Juniorado de Pilar.
Si no nos halláramos ante los restos de un religioso, de un Hermano Marista, nos aventuraríamos tal vez en nuestro fuero interno a repetirnos: “Sic transit gloria mundi”, al pensar que el querido difunto debió de probar las mieles de la gloria cuando, a su alrededor, se admiraba su facundia, su discurso elegante y su fácil, su verbo señero, único.
No pudo quejarse el Hno. Adrián —ni creemos que lo haya hecho nunca— de las prendas morales con que el Creador se complació en dotarlo: talento, memoria, energía, serenidad, aplomo… Así lo hemos visto quienes hemos tenido la dicha de frecuentar su trato en aquellos años en que suscitaban nuestro asombro la entereza y la tranquilidad con que encaraba los múltiples problemas de un Colegio. Y él ocupó el primer cargo en casi todos nuestros importantes Colegios.

Por ello mismo, nos cuesta asumir el misterio de estos últimos años del Hno. Adrián; años que parecieron ser una sombra, tan sólo una sombra, de lo que había sido: cuando el grande hallóse pequeño, cuando el conductor se convirtió en conducido, cuando su palabra, su ardorosa palabra se tornó impenetrable silencio.
¡Y como habrá aceptado él, religioso ejemplar, esa terrible prueba del Altísimo, quien, sabemos, transitaba vías desconcertantes en su dirección de las almas. A los hombres, nos toca doblegar la cerviz y adorar la mano sapientísima del Señor.
Hermano Adrián, desde esta casa de Pilar, que, adivinamos, fue a pesar de todo, tu jardín de delicias, desde aquí has volado a los prados eternos. No te olvides de quienes aquí te admiraron, te quisieron y te prodigaron sonrisas y fraternos cuidados.
La Virgen, estamos seguros, te habrá presentado de la mano de su divino Hijo. Tantos años infundiendo el amor mariano en los corazones juveniles, habrán sido la mejor recomendación para un privilegiado jugar en la gloria. Con ella, con María, vivas eternamente en el Señor.

“Nos Esperan… Y Nos Acompañan”.
Bajo este título, la revista Luján reunió la nota necrológica de varios Hermanos. Aquí, la concerniente a nuestro biografiado. (Cf. Abril 1983, p. 11 – 12).
El Hno. Adrián Emilio, hermano marista que falleció en Villa Champagnat, Pilar, el 17 de diciembre pasado, a los 80 años de edad, era un hombre con sana pasta de dirigente. Dirigió, en efecto, y a lo largo de 33 años, institutos de educación, y siempre con prudencia, serenidad, éxito y aceptación. Fue superior de comunidad y rector de los colegios Champagnat (Bs. As.) por dos veces; Manuel Belgrano (capital); Mons. Rasore (La Plata); San José (Morón); N. S. de Luján (Luján), y N. S. del Rosario (Rosario). Fue asimismo miembro del Consejo Provincial de su Congregación y en los últimos años alternaba algunas tareas menores en Villa Champagnat (Pilar) con un legítimo reposo. Ahí, tras breve enfermedad, le llegó el llamado del Señor.

El Hno. Adrián era español, navarro para más detalle. Pero, como tantos otros religiosos y religiosas europeas, especialmente españolas, dedicó su existencia al servicio de nuestra sociedad a través de una entrega generosa a la educación integral, cristiana de su niñez y juventud. Y lo hizo con fe, con entusiasmo, con amor, con perseverancia. En ese sentido, hay que decir que el Hno. Adrián fue un benefactor insigne de nuestra comunidad.
Era un hombre muy directo, gran caballero y cristalino en sus intenciones, palabras y obras. Era digno, de una dignidad sin concesiones, pero que se disimulaba con una sonrisa que le afloraba con facilidad y con una sencillez de trato que, a poco de andar, se tornaba real-mente encantadora, porque cuando se conversaba con él, pronto su persona desaparecía enteramente y lo único que quedaba era el interlocutor con sus problemas, intereses, noticias. Una cosa que llamaba la atención en el Hno. Adrián — una vez se lo dijimos— era que parecía carecer de historia, de hechos notables en la vida; nunca se le oía hablar de sí mismo, de su trayectoria de conducción, de los servicios prestados tan competentemente a la educación. A ello agregaba una actitud por demás interesante: estaba siempre en actitud de informarse, de aprender, de sorprenderse de lo que se le contaba o participaba. Tenemos la impresión de que hoy no se fabrican muchos seres con esa contextura.

Nos deja el buen recuerdo de su vida humana, consagrada, ejemplar y educadora eficaz. Sus Hermanos lo evocarán con simpatía y cariño y sus Ex Alumnos y Ex Docentes con veneración. Vivió una vida positiva, granada en méritos, virtuosa. Amó al país, fue hijo fiel de la Iglesia, testificó a Cristo.
¡Descanse ahora en la paz de los varones justos!
Hno. Septimio…

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