La presencia de los maristas en Paraguay fue un sueño largamente acariciado por muchos hermanos de la Provincia de Cataluña desde el año 1957 en que el entonces Hno. Superior General, Charles Rafael, lo sugirió a las autoridades de esa provincia. Diferentes circunstancias hicieron que recién en el año 1968 se pudiera concretar de la mano de las insistentes motivaciones de los Hermanos, traccionadas desde Roma por el nuevo Superior General, Basilio Rueda y el nuevo provincial de Cataluña, el muy dinámico Hno. Virgilio León.
El primer grupo de hermanos partió del puerto de Barcelona en la tarde del jueves 26 de septiembre de 1968. Varios Hermanos de la Provincia se reunieron allí para despedir a los tres primeros misioneros que iban al Paraguay. El Hno. Juan Cruz Arbiol encabezaba el trío, los otros eran Félix Aldunate Castillo y Santiago Sánchez Gascón. Partieron en el barco Cabo San Roque. El plan era enviar a 6 hermanos en un primer tiempo; los otros tres irían poco después y por separado.
El día 13 de octubre llegaron a Río de Janeiro. El Hno. Juan Cruz fue el que peor la pasó durante la travesía. Había sufrido grandes mareos durante su travesía y quería bajar del barco. pero el capitán del barco no se lo permitió. El día 15, tocan el puerto de Montevideo. Al quedar allí varias horas, dos maristas del colegio Santa María de Montevideo los llevaron a hacer una rápida visita por la ciudad y al mencionado colegio.
Al día siguiente, el barco llegó finalmente a Buenos Aires a las 8 de la mañana. Allí esperaban a los viajeros los Hermanos de la Provincia de Luján; uno de ellos era el Hno. Berchmans, quien gracias a sus amistades pudo diligenciar rápidamente los trámites aduaneros de rigor. Después los viajeros fueron llevados, junto con su voluminoso equipaje de 700 kilos, a la residencia provincial Sagrada Familia, en la calle Cochabamba, donde los hospedarían. El Hno. Ireneo Domingo, el administrador provincial y su hermano carnal, el Hno. Berchmans (Ángel Domingo), se encargaron de tramitar todos los pasos para que los hermanos pudieran proseguir el viaje hasta Asunción del Paraguay, el cual se retrasó unos días debido a que las aguas del río Paraná estaban bajas y no permitían el calado de los barcos.
En los días en que los Hermanos permanecieron en Buenos Aires, los Hermanos antes citados los hicieron visitar las casas maristas más cercanas: Champagnat, Belgrano, La Inmaculada y otras, e hicieron un gran recorrido por el Gran Buenos Aires. Visitaron a la Virgen en Luján y varias comunidades más.
Los tres Hermanos salieron de Buenos Aires el 26 de octubre con rumbo a Asunción. Los Hnos. Félix y Santiago los hicieron por río. El Hno. Juan Cruz no se había atrevido a realizar el viaje por río por temor a sufrir mareos nuevamente; por eso, el mismo día 26, después de la partida del barco de sus Hermanos, se puso en camino a Asunción en un móvil de la empresa La Internacional. El Hno. Juan Cruz realizó el trayecto de 1.800 kms. en 30 horas. Llegó al puerto de Itá Enramada, ya en tierra paraguaya, era ya el día domingo 27 de octubre. Los otros dos hermanos llegaron al día siguiente, 28 de octubre, al puerto de Asunción, y fueron recibidos por Mons. Maricevich y el propio Hermano Juan Cruz, que era el superior.
Luego de pasar unos días en Asunción con visitas protocolares a personalidades civiles y religiosas, continuaron su viaje el 1º de Noviembre hacia su destino final. Recalaron 20 calurosos días en Concepción y de allí, los tres Hermanos se dirigieron a la ciudad de Horqueta situada a 45 kilómetros. Allí se asentó la primera comunidad marista del Paraguay.
El Padre José Ortellado los recibió con los brazos abiertos. Debido al calor, almorzaron debajo de un gran árbol cercano a la parroquia. Horqueta tenía en ese momento una población de 8.000 habitantes y sumando las compañías adjuntas pasaba de los 20.000. En la ciudad no había electricidad ni agua corriente. Cada vecino se alumbraba como podía; lo normal era con el “sol de noche”, una lámpara a kerosén. El agua se sacaba de los pozos, que no solían tener más de 25 metros de profundidad.
La primera casa de los hermanos era sumamente austera y con sus propias manos la fueron acondicionando a las necesidades pero conservando el estilo sencillos del vecindario. Estaba en el centro del poblado junto a la escuela que sería su lugar de evangelización y educación. Era el liceo parroquial Alejo García que había sido fundado por el Padre Ortellado, debido a la urgente necesidad y carencia de la formación humano-cristiana. El edificio, levantado junto a la Iglesia parroquial, fue costeado con gran esfuerzo por dicho sacerdote y la pequeña ayuda de los parroquianos de gran carestía económica como toda la gente del norte del país. Un mobiliario y unas sabanas extremadamente rudimentarios cubrían esas primeras necesidades para dar un techo y medio de trabajo al alumnado. La escasez del profesorado y de medios económicos amenazaba con el cierre del liceo cuando llegaron los Hermanos. Estos tres primeros, junto con los que irían llegando más tarde, dedicaron su vida y sus sudores a la educación y la catequesis y una de sus grandes preocupaciones fue formar nuevos maestros. Así fue como dieron respuesta a las necesidades que los convocaban y desplegaron su misión en las hermosas tierras del Paraguay. Abrieron y cerraron obras en varios lugares, con toda libertad, siempre guiados por el objetivo que se propusieron cuando decidieron venir a misionar. Hoy en Paraguay nuestra Provincia está presente en cinco ciudades de nuestro hermano País.